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Authors: Brian Lumley

El origen del mal (20 page)

BOOK: El origen del mal
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—Aquí está lo paradójico del caso —admitió Clarke—. Tienes toda la razón. Sigo quitando la corriente cuando tengo que cambiar una bombilla. ¡De acuerdo, ganas tú! ¿Cómo se hace? ¿Estás…, estás seguro de conocer el camino? El camino al cuartel general, quiero decir.

Clarke estaba empezando a sentir pánico.

—¿Y cómo sabes que todavía estás en condiciones de hacerlo? Oye una cosa, yo…

—Es como montar en bicicleta.

Harry hizo una mueca, pero Clarke tuvo la satisfacción de observar que se trataba de una mueca de las habituales en él.

—O como nadar. Si lo haces una vez, podrás hacerlo siempre. La única diferencia es que ésta es una habilidad casi imposible de enseñar. Yo tuve al mejor maestro del mundo, al propio Möbius en persona, y a pesar de todo me llevó mucho tiempo aprender. Así es que ni siquiera trataré de dar explicaciones. Las puertas de Möbius están en todas partes, pero hay que ponerlas a punto antes de servirse de ellas. De todos modos, se hace en un segundo. Sé qué ecuaciones las ponen a punto. Después no tengo más que empujarte y ya puedes pasar por una.

Clarke retrocedió, pero se trataba de una reacción instintiva. No era su talento lo que hablaba por él.

—Bailemos —dijo Harry.

—¿Cómo?

Clarke miró a uno y otro lado, como si estuviese buscando una escapatoria.

—Aquí —le dijo Harry—, cógeme la mano. Eso mismo. Ahora pásame la mano por la cintura. Ya ves, es muy fácil.

Comenzaron como a bailar un vals, Clarke con pasos remilgados y Harry dejándose llevar, pero entretanto conjurando los fluctuantes símbolos de Möbius en la pantalla de su mente.

—Uno, dos, tres… uno, dos, tres…

Al conjurar una puerta, dijo:

—¿Vienes aquí a menudo?

Era lo que más se acercaba a una broma que se había permitido Harry desde hacía mucho rato. Clarke consideró oportuno contestarle en el mismo tono:

—Sólo en la época de apareamiento… —contestó casi sin aliento.

Harry atravesó con su compañero la invisible puerta de Möbius.

¡Un momento!
, dijo Clarke con voz ronca, y añadió:
¡Oh, Jesús!

Al otro lado de la metafísica puerta de Möbius reinaba la oscuridad: la Oscuridad Primigenia, la que ya existía antes de que tuviera inicio el universo. Era un lugar donde no había más que la negación absoluta, no había siquiera un plano paralelo de la existencia, porque allí no había nada, nada en condiciones normales. Si ha habido alguna vez un lugar donde la oscuridad cubre la faz de lo profundo, era éste. Muy bien pudiera haber sido el mismo lugar desde el cual Dios ordenó aquel «Hágase la luz» que llenó el universo y lo arrancó del vacío en que se encontraba. Puesto que el continuo de Möbius no tenía forma y era el vacío.

Decir que Clarke estaba desconcertado sería rebajar mucho sus emociones; de hecho, la manera como se sentía constituía para él una nueva emoción destinada a cubrir una nueva experiencia. Harry Keogh no sentía aquella misma emoción que sintió la primera vez que entró en el continuo de Möbius, porque él lo había entendido por instinto, lo había imaginado y lo había conjurado, mientras que Clarke se había visto proyectado hacia él.

Allí no había aire, pero tampoco había tiempo, por lo que a Clarke no le era necesario respirar. Y como no existía el tiempo, tampoco existía el espacio; había una ausencia de estos dos ingredientes esenciales de cualquier universo material, si bien Clarke no se quebraba ni salía despedido volando, por el simple hecho de que no había ningún sitio hacia el cual fuera posible salir volando.

Podría haber gritado, lo habría hecho, pero sostenía la mano de Harry Keogh, que era su única áncora, la que lo mantenía unido a la Salud, al Ser y a la Humanidad. No podía ver a Harry, puesto que no había luz, pero sentía la presión de su mano, que era lo único que podía sentir en aquel espantoso ningún-lugar.

Sin embargo, quizá también porque él poseía extraños poderes psíquicos propios, Clarke tenía una cierta comprensión de aquel lugar. Sabía que existía realmente, porque Harry se servía de él, y que, por lo menos esta vez, no tenía necesidad de temerlo, ya que su talento no le había impedido estar allí. Por esto, a pesar de la confusión provocada por el pánico que lo invadía, todavía tenía capacidad para explorar sus sensaciones e incluso de hacer conjeturas.

Ya que no había espacio, aquello era literalmente ningún-lugar pero, por la misma razón, ya que no existía tiempo, podía ser cualquier-parte y cualquier-momento. Era a la vez núcleo y superficie, interior y exterior. Desde allí se podía ir a cualquier parte si uno conocía el camino o ir a parar para siempre a ningún lugar, que habría sido el destino de Clarke si Harry Keogh lo hubiera abandonado. Perderse aquí habría sido perderse para siempre, puesto que en aquel no ambiente intemporal y no espacial nada envejecería ni cambiaría nunca, salvo por la fuerza de voluntad y aquí no había fuerza de voluntad ninguna, a menos que la trajera alguien que se perdiera en este sitio o alguien que viniera aquí y supiera cómo manipularla, es decir, alguien como Harry Keogh. Aunque Harry no era más que un hombre, era sorprendente las cosas que podía conseguir a través del continuo de Möbius. ¿Qué habría ocurrido, pues, si el que hubiera venido hubiera sido un supermán o un dios?

Clarke volvió a pensar en el Dios, el que había operado el Gran Cambio a partir de un vacío informe y quiso crear un universo. Y también se le ocurrió pensar:
«Harry, no deberíamos estar aquí. Este lugar no nos corresponde…»
. Estas palabras, que no llegó a articular, resonaron igual que gongs en su cerebro. ¡El ruido era ensordecedor! Y por lo visto resonaron también en el cerebro de Harry.

No te alborotes
le dijo el necroscopio.
No hay necesidad de gritar
.

Era evidente, dada la ausencia total de todo, ya que hasta los pensamientos tenían una masa extraordinaria.

Este no es nuestro sitio
, insistió Clarke.
¡Harry, estoy terriblemente asustado! Te pido por el amor de Dios que no te apartes de mí
.

Por supuesto que no
, fue la respuesta.
No debes tener ningún miedo
.

La voz mental de Harry era tranquila.

De todos modos, siento y entiendo lo que te pasa, pero aun así, ¿no sientes la magia que esto tiene? ¿No te traspasa hasta dentro del alma?

Y como si el pánico que sentía comenzara ya a remitir, Clarke tuvo que admitir que, efectivamente, era así. Lentamente fue librándose de la tensión y empezó a sentir una distensión gradual; en otro momento le pareció notar la influencia de fuerzas inmateriales.

Siento… como si me empujaran, como si me llevara el impulso de la marea
, dijo.

Sí, no es como si tiraran de ti, sino como si te empujaran
, le confirmó Harry.
El continuo de Möbius nos rechaza, somos como motas que nos hubiéramos metido en sus ojos inmateriales. Si pudiera, nos expulsaría, pero no vamos a quedarnos aquí tanto como eso. Si permaneciéramos aquí mucho tiempo, trataría de expulsarnos… o quizá de deglutirnos. Hay millones de puertas por las que podría empujarnos y me temo que cualquiera de ellas nos sería fatal. O podríamos encontrarnos subsumidos, vernos forzados a adaptarnos, lo cual aquí supondría ser erradicados. Hace mucho tiempo que descubrí que o dominas el continuo de Möbius o él te domina a ti. Pero, claro, esto supondría quedarnos una cantidad de tiempo terriblemente largo…, expresado en términos mundanos
.

Aquellos comentarios de Harry no hicieron más que aumentar la angustia de Clarke.

¿Cuánto tiempo nos vamos a quedar aquí?
, quiso saber.
Diablos, ¿cuánto tiempo llevamos ya?

Un minuto o un kilómetro
, respondió Harry,
para responder a tus dos preguntas. Un año-luz o un segundo. Escucha, lo siento, pero ya no vamos a quedarnos mucho rato más. En cuanto a mí, cuando estoy aquí, esta clase de preguntas tienen muy poco sentido para mí. Este es un continuo diferente, aquí no rigen las viejas constantes. Este lugar es el DNA del espacio y del tiempo, esto son los ladrillos del edificio de la realidad física. Pero… se trata de algo muy difícil, Darcy. He tenido muchísimo «tiempo» para pensar en todas estas cosas y a pesar de todo no tengo todas las respuestas. ¡Qué digo todas! No tengo más que unas pocas. Aun así, lo poco que puedo hacer aquí, lo hago bien. Y ahora quiero enseñarte una cosa
.

¡Espera!
, dijo Clarke.
Acaba de ocurrírseme. Lo que estamos haciendo aquí es telepatía. Eso lo hacen los que la practican en nuestro cuartel general
.

No exactamente
, respondió Harry.
Ni siquiera los mejores son tan buenos como eso. En el continuo de Möbius los pensamientos tienen materia, peso. Esto es porque, en realidad, son cosas físicas en un lugar inmaterial. Imagina un minúsculo meteorito en el espacio, que pudiese agujerear la piel de un explorador espacial. Esto es algo parecido. Emite un pensamiento aquí y seguirá y seguirá para siempre, de la misma manera que la luz y la materia continúan para siempre en nuestro universo. Nace una estrella y la vemos parpadear a la vida billones de años más tarde, porque éste es el tiempo que tarda en llegar su luz hasta nosotros. Así es como funciona aquí nuestro pensamiento: mucho después de que nosotros nos hayamos ido, nuestros pensamientos seguirán existiendo todavía. Pero hasta cierto punto tienes razón en lo de la telepatía. A lo mejor los que la practican tienen algún procedimiento para introducirse en el continuo de Möbius, algún sistema mental que ni ellos mismos entienden
. Y riéndose por lo bajo, Harry añadió:
Hay «un pensamiento» para ti pero, si la cosa es así, ¿qué decir de los videntes? ¿Y de los vaticinadores?

De momento Clarke no captó lo que quería decir.

Lo siento, pero

Pues, si los que practican la telepatía se sirven del continuo de Möbius, aunque sea de una manera inconsciente, ¿qué diremos de los adivinos? ¿También se entrometen para leer en el futuro?

Clarke volvía a sentirse inseguro.

Por supuesto
, dijo,
lo había olvidado. Tú también lees en el futuro, ¿verdad?

Algo hay de eso
, respondió Harry.
En realidad, puedo. En mis tiempos incorpóreos, incluso podía manifestarme en tiempo pasado y en tiempo futuro, pero ahora que vuelvo a tener cuerpo, está fuera de mis facultades… por lo menos de momento. Aun así, puedo seguir corrientes de tiempo pasadas y futuras, siempre que me mantenga en el continuo de Möbius. Ya veo que lo has entendido. Sí, esto es lo que quiero mostrarte: el futuro y el pasado
.

Harry, no sé si estoy preparado para esto. Yo

No llegaremos a esto
, dijo Harry como tranquilizándolo.
Sólo tendremos un atisbo y nada más
.

Y antes de que Clarke tuviera tiempo de protestar, abrió una puerta al futuro.

Clarke se quedó junto a Harry en el umbral y su mente se sintió como paralizada ante la maravilla y el espanto de lo que vio. Había un caos de millones o de billones de líneas de una purísima luz azul inscrita en lo que de otro modo habría sido un fondo impenetrable, constituido por una eternidad de terciopelo negro. Era como una increíble lluvia de estrellas, donde todos los meteoros se apartaban de él proyectándose hasta inimaginables profundidades del espacio, aunque las estelas no quedaban oscurecidas sino brillantemente impresas en el cielo o, en realidad, impresas en el tiempo. Y lo más terrible de todo era esto: que uno de aquellos haces de luz azul que serpenteaban y se retorcían salía de él, se extendía o se proyectaba a partir de él y se precipitaba a plomo en el futuro. Al lado de Clarke, Harry emitía igualmente un haz azul. Partía de él y salía disparado siguiendo su curso propio hacia el mañana parecido a un tubo de neón.

¿Qué es esto?

La pregunta de Clarke fue un murmullo en el éter metafísico de Möbius.

Harry también quedó impresionado ante aquella visión.

Son los hilos de la vida de la humanidad
, respondió.
Aquí está toda la Humanidad, en la que estos dos haces de aquí, el tuyo y el mío, representan la fracción más pequeña posible. El mío es el que fue en otro tiempo el de Alec Kyle y al final iba afinándose hasta casi apagarse. Ahora, sin embargo

¡Ahora es uno de los que más brillan!

De pronto Clarke se dio cuenta de que le había pasado el miedo, incluso cuando Harry dijo:

Atraviesa esta puerta y podrás seguir el hilo de tu vida hasta el final. Yo puedo hacerlo y regresar, en realidad ya lo he hecho, aunque no he llegado hasta el final. Es algo que no quiero saber. Quisiera creer que no hay final, que el Hombre puede vivir siempre
.

Cerró la puerta y abrió otra. Esta vez no tuvo que decir nada.

Era la puerta del pasado, la que llevaba al mismo comienzo de la vida humana en la Tierra. Igual que antes, había toda una miríada de hilos azules igual que los de antes, pero esta vez, en lugar de perderse en la distancia, se contraían, se estrechaban, apuntaban a un lejano y deslumbrante origen azul.

Antes de que Harry pudiera cerrar aquella puerta, Clarke dejó que la escena se desvaneciera en su memoria. Si en el futuro no obtenía nada de la vida, por lo menos esta aventura en el continuo de Möbius iba a ser algo que quería recordar hasta el día de su muerte.

Pero al final la puerta al pasado se cerró, hubo un súbito y rápido movimiento y…

… y Harry dijo:

¡Ya hemos llegado!

Capítulo 8

A través de la Puerta

Se abrió una cuarta puerta y Clarke sintió la urgencia de atravesarla. Pero la brusca sensación de velocidad en el movimiento lo alarmó, además de turbarlo profundamente, pues no se había recuperado todavía.

¿Harry?
, dijo, mientras aquel pensamiento temblaba igual que una hoja en el vacío inmaterial del continuo de Möbius.

—¿Harry? —dijo seguidamente.

Pero esta vez fue su propia voz lo que oyó y no simplemente sus pensamientos. Estaba junto a Harry Keogh en su despacho del cuartel general de la Rama-E en Londres. Permaneció un momento turbado y vacilante.

El mundo físico, el mundo real —el de la gravedad, el de la luz, el de todas las sensaciones humanas y especialmente el del sonido, sobre todo el del sonido— se imprimía con fuerza en aquella persona tan desprevenida que era Clarke. La mayoría del personal había abandonado ya el local, pero quedaban el Oficial de Servicio y un puñado de funcionarios. Por supuesto, los sistemas de seguridad estaban en funcionamiento como siempre. En el piso superior del complejo se dispararon las alarmas e irrumpieron en él Clarke y Keogh, primero bajo pero aumentando gradualmente en volumen y frecuencia hasta que al cabo de unos momentos ya eran insoportables. La pantalla de un monitor situado cerca de la mesa de Clarke cobró vida y en ella apareció el escrito siguiente:

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