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Authors: Antonio Salas

El Palestino (19 page)

BOOK: El Palestino
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—Hamas ya ha ganado las elecciones, ¿y ahora qué va a pasar?

—En el nombre de Allah, el Compasivo, el Misericordioso. Nada ha cambiado. El país sigue bajo presión de los israelíes. Los israelíes utilizan el triunfo de Hamas para presionar más al pueblo palestino. Y no solo los israelíes, también los Estados Unidos. Todo el mundo piensa que la presión ha sido después de que Hamas ganase las elecciones, pero no es verdad, también durante el gobierno anterior había mucha presión.

—Quizás el hecho de que Hamas esté considerada una organización terrorista influye en esas presiones internacionales.

—Eso es por la propaganda israelí y norteamericana. Todavía no existe una definición internacional sobre qué es terrorismo. Cuando preguntaron a Bush qué era terrorismo, dijo que el terrorismo era el demonio. Y eso supone para los israelíes y norteamericanos el terrorismo: todo lo que va contra ellos. Si todo el mundo da una definición unánime de lo que es el terrorismo, verán que quienes practican el terrorismo son Israel y los Estados Unidos. Todo el mundo debe saber la diferencia entre resistencia y terrorismo. Lo que hace el pueblo palestino es resistencia a la ocupación. Todos los partidos palestinos han hecho dos intentos para parar todos los enfrentamientos, pero siempre Israel ha evitado el alto el fuego. La primera vez fue en 2003 y la segunda tras la victoria de Hamas.

Es evidente que Anwer opinaba que «el terrorismo» podía ser instrumentalizado políticamente como una excusa perfecta para satanizar al adversario, y obtener objetivos económicos, energéticos, etcétera:

—Y podemos verlo muy claro con lo que ha pasado en Iraq o en Afganistán, o lo que está pasando ahora con el pueblo palestino. Por ejemplo, en Iraq todos los informes de la CIA resultaron falsos, y sin embargo han muerto ya un millón de iraquíes desde que empezó la guerra.

No pude evitar recordar las imágenes de mi ex presidente, José María Aznar, en aquella famosa entrevista televisada el 13 de febrero de 2003 cuando afirmaba concluyentemente: «El régimen iraquí tiene armas de destrucción masiva... puede estar usted seguro. Y pueden estar seguras todas las personas que nos ven, que les estoy diciendo la verdad». Y es probable que el ex presidente Aznar creyese que de veras nos estaba diciendo la verdad. Al menos la verdad que a él le había transmitido George W. Bush. Pero lo cierto es que en Iraq nunca se encontraron esas armas que justificaron la invasión del país y la muerte de cientos de miles de personas inocentes. Daños colaterales...

En un momento determinado, cuando noté que el parlamentario islamista estaba más relajado, comencé a tocar temas más sensibles, como los atentados suicidas cometidos por la resistencia palestina.

—Las operaciones de martirio, quizás ese sea uno de los aspectos que peor imagen dan a la lucha palestina.

—Es cierto que ha habido muchas acciones de mártires, pero por ejemplo hacia 1996 hubo muchos atentados bomba, que nadie sabe quién hizo. Eran bombas que solo los israelíes tenían. Porque si el atentado lo hace un palestino, lo dice, y dice a qué organización pertenece, pero nadie reconoció esas acciones... Hay una diferencia entre un suicida y un mártir. Los mártires van para hacer algo por su pueblo, contra la ocupación, y el suicida quiere morir él. Nosotros no tenemos la sangre para hacer esas cosas, pero algunos jóvenes de algunos partidos, por la humillación y la desesperación del pueblo palestino, pueden hacerse mártires. Nunca se hace el martirio por nada. Pero después de ver las miserias, ver explotar las casas, el dolor de la gente... esas son las razones del martirio. Hubo un judío que entró en una mezquita con un arma y mató a veintinueve personas mientras estaban rezando, antes de que la gente que estaba dentro lo matase a él. Después de eso empezaron los mártires palestinos.

Confieso que antes de aquel primer encuentro con Hamas, nunca me había planteado las cosas desde este ángulo. En realidad ninguna organización de resistencia palestina (Hamas, el FPLP, el Yihad Islámico, Al Fatah, el FDLP, etcétera) ha negado nunca sus acciones de martirio. Al contrario. Para ellos, el atentado ejecutado por un mártir es motivo de orgullo. ¿Cómo era posible que existiesen atentados suicidas no reconocidos por ninguna organización de resistencia? ¿Será cierto que esos atentados se habían realizado con tipos de explosivos a los que no tenía acceso la resistencia? Y, lo que es más inquietante, ¿sugería el parlamentario de Hamas que el primer ataque suicida del conflicto árabe-israelí había sido de un judío, y no de un palestino? La respuesta es un rotundo sí.

Anwer se refería a la desconcertante historia de Baruch Goldstein, protagonista del primer ataque suicida en Palestina, entre la primera y la segunda intifada.
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Goldstein, colono judío en los asentamientos de Qiryat-Arba y miembro del ilegalizado partido ultraconservador Kach, paradójicamente era médico. Y digo paradójicamente porque siempre he pensado que la medicina, junto con la enseñanza, es la mejor profesión que se puede ejercer. No creo que exista nada mejor que dedicarse a curar y a enseñar a tus semejantes. Pero parece evidente que el doctor Goldstein no consideraba a los árabes sus semejantes.

El 25 de febrero de 1994, el buen doctor se dirigió a la mezquita de Ibrahim, en Hebrón, donde se ubica la Tumba de los Patriarcas, uno de los muchos lugares de culto que comparten el judaísmo, el Islam y el cristianismo. Situado en pleno corazón de la bíblica Judea, la tradición asegura que en ese lugar están enterradas cuatro parejas que comparten protagonismo en el Corán, el Talmud y la Biblia: Adán y Eva, Abraham (Ibrahim) y Sara, Isaac y Rebeca, y Jacob y Lía. De hecho, si los cristianos, judíos y musulmanes se tomasen la molestia de leer los libros sagrados de sus adversarios, descubrirían, con la misma sorpresa que yo, que son más las semejanzas que las diferencias. Incluyendo a los personajes históricos que se repiten en unos y otros libros sagrados. Pero Baruch Goldstein no iba con intención de rezar, ni tampoco de atender a unos enfermos. Se había armado con varias granadas, abundantes cargadores y un fusil de asalto M-16. Un fusil muy parecido a una de las armas que yo aprendería a disparar, limpiar, montar y desmontar, durante mi adiestramiento paramilitar un tiempo después. Y estoy en disposición de dar fe de su enorme poder destructivo.

El doctor entró en la mezquita aprovechando la absoluta indefensión de los musulmanes cuando están arrodillados haciendo la oración. Y sin mediar palabra abrió fuego. Vació un cargador, y otro, y otro, y otro, sobre la multitud aterrorizada, hasta que se le acabó la munición. Los supervivientes consiguieron entonces acorralarlo y la rabia incontrolable hizo el resto. El médico judío murió a golpes, pero había logrado su objetivo de no morir solo. Se llevó por delante a 29 personas e hirió de más o menos gravedad a 120. Para los sionistas, que le erigieron un pequeño mausoleo tras su entierro en Kiryat Arba, con todos los honores, Baruch es un héroe. La placa que preside el mausoleo, al que peregrinan todavía muchos judíos ultraortodoxos, es muy explícita: «Al santo Baruch Goldstein, que dio su vida por el pueblo judío, la Torá y la nación de Israel». Me sorprendió conocer la historia del primer ataque suicida en Palestina de labios de un miembro de Hamas. En los cursos de terrorismo que había hecho en Europa, nadie me había hablado de terroristas suicidas judíos.

—Lo curioso es que tanto el judaísmo como el Islam o el cristianismo dicen que todos somos hijos de un mismo Dios.

—No, no creo que sea un conflicto religioso. Yo mismo tengo amigos en Inglaterra que son judíos, y no tengo problema. Pero si hablamos de Bush es otra cosa. No sé por qué Bush está haciendo la guerra. Pero lo que está pasando aquí no es una cuestión religiosa. Aquí hay comunistas, cristianos, etcétera, y todos trabajando contra la ocupación.

Confieso que no entendí al parlamentario de Hamas cuando me habló de comunistas, cristianos y musulmanes luchando juntos contra la ocupación israelí. Ni siquiera lo entendí la primera vez que repasé en el hotel las cintas de aquellas grabaciones. Pero no tardaría mucho en comprender a qué se refería.

—¿Y qué ocurre con Al Qaida? En Europa se ve a todo musulmán armado como parte del yihadismo terrorista.

—Son cosas distintas. Tienen ideología distinta. Hamas es un partido político nacional palestino, no va más allá de la frontera palestina. Su función es luchar contra la ocupación, nada más. Hamas ha condenado todos los atentados en Jordania, los Estados Unidos, Madrid... Nosotros estamos contra el terrorismo.

Es cierto que, aunque continúen colgadas en muchas páginas web e impresas en muchos tratados sobre terrorismo, las fotografías y vídeos de grupos de palestinos celebrando en las calles la caída de las Torres Gemelas son un fraude. Alguien, no es difícil imaginar quién, aprovechó el 11-S para proyectar internacionalmente un supuesto vínculo entre Al Qaida y la resistencia palestina. Solo hizo falta sacar del archivo unas imágenes grabadas en 1991 durante la primera guerra del Golfo e insertarlas en los informativos de la CNN al hablar de las reacciones internacionales ante el mayor atentado terrorista de la historia. Internet hizo el resto. Confieso que hasta yo sentí desprecio y asco por aquellos palestinos que reían y cantaban celebrando la caída del World Trade Center. Hoy sabemos que fue una intoxicación mediática, pero ¿qué otras cosas lo son?
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Merecería todo un libro el uso que se está haciendo en el conflicto árabeisraelí, y también en el tratamiento del terrorismo internacional, de la propaganda. Unos y otros emplean las técnicas de guerra psicológica para satanizar al contrario y justificar y legitimar sus propios intereses. Noticias inventadas, vídeos manipulados, falsos rumores, publicidad viral... todo vale. Y todos mienten. Pero en la guerra, como en el amor, todo es lícito.

—Yo creo que todo el mundo piensa así por la prensa israelí —concluía el parlamentario— y por el apoyo de la prensa norteamericana. La prensa que siempre habla de los martirios palestinos, pero nunca habla de las cosas que hacen los israelíes. Y también deben escucharnos a nosotros. El mundo siempre escucha al más fuerte. Sentimos que el mundo piense que somos salvajes...

Pero a la hora de plantear una solución a esa situación, el islamista era contundente e intransigente:

—Que nos devuelvan las fronteras del 77, que dejen volver a los refugiados, que dejen salir a los prisioneros, que paren de construir el muro... y después volveremos a las negociaciones. Si continúa la ocupación, continúa la resistencia. —Al decir esto, Anwer dejó de sonreír.

A pesar del discurso sereno y amable del parlamentario de Hamas, y de su distanciamiento de Al Qaida, lo cierto es que en Palestina no es difícil encontrar más simpatías por Ben Laden, Al Zarqaui o Yuba, que por el gobierno israelí o el norteamericano. Y no es fácil reprochárselo. Lo sé porque en este viaje tuve la oportunidad de charlar con muchos palestinos que, con más libertad que mis hermanos musulmanes en Marruecos, se manifestaban abiertamente a favor de Al Qaida o de la resistencia iraquí. Para ellos, personajes como Al Zarqaui, Ben Laden o sobre todo Yuba, el francotirador de Bagdad, eran héroes árabes que se habían atrevido a hacer lo que ellos no osaban: enfrentarse a los occidentales que atacaban sin piedad las tierras de sus mayores y robaban sus riquezas. Como las riquezas y los recursos palestinos eran robados, según ellos, por el ejército de ocupación israelí. Y a pesar de la moderada diplomacia de Anwer y su intento de distanciar a su partido del yihadismo violento, yo pude comprar personalmente en Palestina biografías de Ben Laden en árabe, absolutamente mitificadoras; como
Osama Ben Laden, uno entre un millón
, de Ahmad Naddaf; o los famosos DVD de Yuba, donde el francotirador de Bagdad inmortalizaba una a una las ejecuciones de soldados occidentales en las calles iraquíes. Era solo cuestión de tiempo que Yuba inspirase el ideario palestino y surgiese una reinterpretación del francotirador de Bagdad en los territorios ocupados.

Un taxi hacia Yinín

Tenía en mi bolsillo una lista de nombres, lugares y teléfonos que me habían facilitado mis hermanos musulmanes en Marruecos, Jordania y Líbano, que podría resultarme muy embarazosa si caía en manos de la policía israelí. Por no hablar de lo complicado que sería explicar por qué llevaba un equipo de grabación con cámara oculta escondido bajo la ropa. Y a pesar de presentarme ante mis fuentes como un musulmán nacido en Venezuela, pero de origen palestino, me movía con un pasaporte español. Utilizar un pasaporte falso en esta investigación me habría ahorrado muchísimos problemas, pero los periodistas no podemos, o al menos no debemos, cometer delitos mientras realizamos un reportaje. Y en un formato periodístico como el que yo realizo, eso a veces es realmente complicado. De hecho, lo más difícil en esta infiltración iba a ser intentar acercarse y convivir con organizaciones terroristas sin tener que cometer ningún delito... Así que me escondía el pasaporte en la bota, y solo lo sacaba cuando era interceptado por algún militar o policía israelí, o cuando llegaba a un nuevo
checkpoint
. Es decir, muchas veces al día.

Yinín, por ejemplo, se encuentra a unos 90 kilómetros de Jerusalén y a poco más de 100 kilómetros de Ramallah. En casi cualquier lugar del mundo no debería tardar más de una hora en coche en recorrer esa distancia. Eso es lo que necesita un israelí. Pero por razones obvias de seguridad, todo es distinto para los palestinos, o para quienes viajan con ellos. Aquella mañana tenía concertados varios contactos en Yinín, con un policía palestino, un miembro del Yihad Islámico, un miliciano de Al Fatah, un cooperante, etcétera, así que decidí madrugar. Ingenuamente creía que mi pasaporte europeo me facilitaría el viaje. De hecho creía que podría ir y volver en el mismo día. Al final me vería obligado a pasar varios días en los alrededores de Yinín. Creo que mi experiencia puede ilustrar un poco la situación que viven los palestinos.

El chófer del primer taxi que tomé, en el centro de Ramallah, me lo puso muy claro.

—No, hermano, yo no puedo llevarte hasta Yinín, seguro que los judíos no me dejarán pasar. Te llevaré hasta donde me dejen.

El taxista, de nombre Ismail, llevaba en el retrovisor un colgante con la figura de Handalá, el famoso cómic de Naji al-Ali que simboliza la resistencia pacífica palestina,
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y en su radio sonaba vibrante y con fuerza el tema «Who’s de terrorist?», del grupo de rap palestino Dam. Porque no todos los jóvenes palestinos escogen las armas como forma de lucha contra la ocupación israelí. Algunos, como Mr. T., Lofti y sobre todo Dam, descubrieron el poder de la rima y, utilizando las palabras como balas y el hip-hop como fusil, disparan sus versos con el mismo espíritu de protesta urbana que inspiró a los primeros raperos afroamericanos. El tema «Who’s the terrorist?» se ha convertido ya en un himno para la juventud palestina:

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