Escribiole el caballero
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y fue el mejor de los dos.
Como vio que el Rey decía
que era su papel mejor,
fuese y díjole al mayor
hijo de tres que tenía:
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«Vámonos del reino luego,
que en gran peligro estoy yo.»
El mozo le preguntó
la causa, turbado y ciego,
y respondiole: «Ha sabido
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el Rey que yo sé más que él»,
que es lo que en aqueste papel
me puede haber sucedido.
DIANA
No, Teodoro, que aunque digo
que es el tuyo más discreto,
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es porque sigue el conceto
de la materia que sigo
y no para que presuma
tu pluma, que, si me agrada,
pierdo el estar confïada
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de los puntos de mi pluma;
fuera de que soy mujer
a cualquier error sujeta,
y no sé si muy discreta,
como se echa de ver.
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Desde lo menos aquí
dices que ofendes lo más
y amando; engañado estás,
porque en amor no es ansí,
que no ofende un desigual
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amando, pues solo entiendo
que se ofende aborreciendo.
TEODORO
Esa es razón natural.
Mas pintaron a Faetonte
y a Ícaro despeñados:
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uno, en caballos dorados,
precipitado en un monte,
y otro, con alas de cera,
derretido en el crisol
del sol.
DIANA
No lo hiciera el sol
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si, como es sol, mujer fuera.
Si alguna cosa sirvieres
alta, sírvela y confía,
que amor no es más que porfía;
no son piedras las mujeres.
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Yo me llevo este papel,
que despacio me conviene
verle.
TEODORO
Mil errores tiene.
DIANA
No hay error ninguno en él.
TEODORO
Honras mi deseo; aquí
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traigo el tuyo.
DIANA
Pues allá
le guarda, aunque bien será
rasgarle.
TEODORO
¿Rasgarle?
DIANA
Sí,
que no importa que se pierda
si se puede perder más.
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(Váyase.)
TEODORO
Fuese. ¿Quién pensó jamás
de mujer tan noble y cuerda
este arrojarse tan presto
a dar su amor a entender?
Pero también puede ser
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que yo me engañase en esto.
Mas no me ha dicho jamás,
ni a lo menos se me acuerda:
«Pues ¿qué importa que se pierda,
si se puede perder más?»
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Perder más... Bien puede ser
por la mujer que decía...
Mas todo es
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bachillería,
y ella es la misma mujer.
Aunque no, que la Condesa
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es tan discreta y tan varia
que es la cosa más contraria
de la ambición que profesa.
Sírvenla príncipes hoy
en Nápoles. ¿Qué no puedo
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ser su esclavo? Tengo miedo,
que en grande peligro estoy.
Ella sabe que a Marcela
sirvo, pues aquí ha fundado
el engaño y me ha burlado.
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Pero en vano se recela
mi temor, porque jamás
burlando salen colores.
¿Y el decir con mil temores
que se puede perder más?
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¿Qué rosa al llorar la Aurora
hizo de las hojas ojos,
abriendo los labios rojos
con risa a ver cómo llora
como ella los puso en mí,
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bañada en púrpura y grana,
o qué pálida manzana
se esmaltó de carmesí?
Lo que veo y lo que escucho
yo lo juzgo, o estoy loco,
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para ser de veras, poco,
y para de burlas, mucho.
Mas teneos, pensamiento,
que os vais ya tras la grandeza,
aunque si digo belleza
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bien sabéis vós que no miento,
que es bellísima Dïana
y es discreción sin igual.
(Sale MARCELA.)
MARCELA
¿Puedo hablarte?
TEODORO
Ocasión tal
mil imposibles allana,
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que por ti, Marcela mía,
la muerte me es agradable.
MARCELA
Como yo te vea y hable,
dos mil vidas perdería.
Estuve esperando el día
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como el pajarillo solo
y, cuando vi que en el polo
que Apolo más presto dora
le despertaba la Aurora,
dije: «Yo veré mi Apolo.»
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Grandes cosas han pasado,
que no se quiso acostar
la Condesa hasta dejar
satisfecho su cuidado;
amigas que han envidiado
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mi dicha con deslealtad
le han contado la verdad,
que entre quien sirve, aunque veas
que hay amistad, no la creas,
porque es fingida amistad.
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Todo lo sabe en efeto,
que si es Dïana la luna,
siempre a quien ama importuna,
salió y vio nuestro secreto;
pero será, te prometo,
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para mayor bien, Teodoro,
que del honesto decoro
con que tratas de casarte
le di parte, y dije
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aparte
cuán tiernamente te adoro;
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tus prendas le encarecí,
tu estilo, tu gentileza,
y ella entonces su grandeza
mostró tan piadosa en mí,
que se alegró de que en ti
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hubiese los ojos puesto
y de casarnos muy presto
palabra también me dio,
luego que de mí entendió
que era tu amor tan honesto.
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Yo pensé que se enojara
y la casa revolviera,
que a los dos nos despidiera
y a los demás castigara,
mas su sangre ilustre y clara
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y aquel ingenio en efeto
tan prudente y tan perfeto
conoció lo que mereces.
¡Oh, bien haya, amén mil veces,
quien sirve a señor discreto!
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TEODORO
¿Que casarme prometió
contigo?
MARCELA
¿Pones duda
que a su ilustre sangre acuda?
TEODORO
[Aparte.]
Mi ignorancia me engañó.
¡Qué necio pensaba yo
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que hablaba en mí la Condesa!
De haber pensado me pesa
que pudo tenerme amor,
que nunca tan alto azor
se humilla a tan baja presa.
950
MARCELA
¿Qué murmuras entre ti?
TEODORO
Marcela, conmigo habló,
pero no se declaró
en darme a entender que fui
el que embozado salí
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anoche de su aposento.
MARCELA
Fue discreto pensamiento
por no obligarse al castigo
de saber que hablé contigo,
si no lo es el casamiento,
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que el castigo más piadoso
de dos que se quieren bien
es casarlos.
TEODORO
Dices bien,
y el remedio más honroso.
MARCELA
¿Querrás tú?
TEODORO
Seré dichoso.
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MARCELA
Confírmalo.
TEODORO
Con los brazos,
que son los rasgos y lazos
de la pluma del amor,
pues no hay rúbrica mejor
que la que firman los brazos.
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(Sale la CONDESA.)
DIANA
Esto se ha enmendado bien;
agora estoy muy contenta,
que siempre a quien reprehende
da gran gusto ver la enmienda.
No os turbéis, ni os alteréis.
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TEODORO
Dije, señora, a Marcela
que anoche salí de aquí
con tanto disgusto y pena
de que vuestra señoría
imaginase, en su ofensa,
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este pensamiento honesto
para casarme con ella,
que me he pensado morir,
y dándome por respuesta
que mostrabas en casarnos
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tu piedad y tu grandeza,
dile mis brazos, y advierte
que si mentirte quisiera
no me faltara un engaño,
pero no hay cosa que venza
990
como decir la verdad
a una persona discreta.
DIANA
Teodoro, justo castigo
la deslealtad mereciera
de haber perdido el respeto
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a mi casa, y la nobleza
que usé anoche con los dos
no es justo que parte sea
a que os atreváis ansí,
que en llegando a desvergüenza
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el amor, no hay privilegio
que el castigo le defienda.
Mientras no os casáis los dos,
mejor estará Marcela
cerrada en un aposento,
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que no quiero yo que os vean
juntos las demás crïadas
y que por ejemplo os tengan
para casárseme todas.
¡Dorotea! ¡Ah, Dorotea!
1010
(Sale DOROTEA.)
DOROTEA
Señora...
DIANA
Toma esta llave
y en mi propia cuadra encierra
a Marcela, que estos días
podrá hacer labor en ella.
No diréis que esto es enojo.
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DOROTEA
¿Qué es esto, Marcela?
MARCELA
Fuerza
de un poderoso tirano
y una rigurosa estrella.
¡Enciérrame por Teodoro!
DOROTEA
Cárcel aquí no la temas,
1020
y para puertas de celos
tiene amor llave maestra.
(Váyanse las dos. Queden la CONDESA y TEODORO.)
DIANA
En fin, Teodoro, ¿tú quieres
casarte?
TEODORO
Yo no quisiera
hacer cosa sin tu gusto;
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y créeme que mi ofensa
no es tanta como te han dicho,
que bien sabes que con lengua
de escorpión pintan la envidia,
y que si Ovidio supiera
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qué era servir, no en los campos,
no en las montañas desiertas
pintara su escura casa,
que aquí habita y aquí reina.
DIANA
Luego ¿no es verdad que quieres
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a Marcela?
TEODORO
Bien pudiera
vivir sin Marcela yo.
DIANA
Pues díceme que por ella
pierdes el seso.
TEODORO
Es tan poco
que no es mucho que le pierda,
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mas crea vusiñoría
que aunque Marcela merezca
esas finezas en mí,
no ha habido tantas finezas.
DIANA
Pues ¿no le has dicho requiebros
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tales que engañar pudieran
a mujer de más valor?
TEODORO
Las palabras poco cuestan.
DIANA
¿Qué le has dicho, por mi vida?
¿Cómo, Teodoro, requiebran
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los hombres a las mujeres?
TEODORO
Como quien ama y quien ruega,
vistiendo de mil mentiras
una verdad, y esa apenas.
DIANA
Sí, pero ¿con qué palabras?
1055
TEODORO
Estrañamente me aprieta
vuseñoría: «Esos ojos,
le dije, esas niñas bellas,
son luz con que ven los míos,
y los corales y perlas
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desa boca celestial...»
DIANA
¿Celestial?
TEODORO
Cosas como estas
son la cartilla, señora,
de quien ama y quien desea.
DIANA
Mal gusto tienes, Teodoro.
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No te espantes de que pierdas
hoy el crédito conmigo,
porque sé yo que en Marcela
hay más defetos que gracias.
Como la miro más cerca...
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Sin esto, porque no es limpia,
no tengo pocas pendencias
con ella... Pero no quiero
desenamorarte della,
que bien pudiera decirte
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cosas, pero aquí se quedan
sus gracias o sus desgracias,
que yo quiero que la quieras
y que os caséis en buen hora,
mas, pues de amador te precias,
1080
dame consejo, Teodoro,
ansí a Marcela poseas,
para aquella amiga mía
que ha días que no sosiega
de amores de un hombre humilde,
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porque si en quererle piensa,
ofende su autoridad,
y si de quererle deja,
pierde el jüicio de celos,
que el hombre, que no sospecha
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tanto amor, anda cobarde,
aunque es discreto con ella.
TEODORO
¿Yo, señora, sé de amor?
No sé, por Dios, cómo pueda
aconsejarte.
DIANA
¿No quieres,
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como dices, a Marcela?
¿No le has dicho esos requiebros?
Tuvieran lengua las puertas,
que ellas dijeran.
TEODORO
No hay cosa
que decir las puertas puedan.
1100
DIANA
Ea, que ya te sonrojas,
y lo que niega la lengua
confiesas con las colores.
TEODORO
Si ella te lo ha dicho, es necia;
una mano le tomé
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y no me quedé con ella,
que luego se la volví.
¡No sé yo de qué se queja!
DIANA
Sí, pero hay manos que son
como la paz de la Iglesia,
1110
que siempre vuelven besadas.
TEODORO