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Authors: Lope de Vega

Tags: #Teatro

El perro del hortelano (5 page)

BOOK: El perro del hortelano
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Es necísima Marcela.

Es verdad que me atreví,

pero con mucha vergüenza,

a que templase la boca
1115

con nieve y con azucenas.

DIANA

¿Con azucenas y nieve?

Huelgo de saber que tiempla

ese emplasto el corazón.

Ahora bien, ¿qué me aconsejas?
1120

TEODORO

Que si esa dama que dices

hombre tan bajo desea,

y de quererle resulta

a su honor tanta bajeza,

haga que con un engaño,
1125

sin que la conozca, pueda

gozarle.

DIANA

Queda el peligro

de presumir que lo entienda.

¿No será mejor matarle?

TEODORO

De Marco Aurelio se cuenta
1130

que dio a su mujer Faustina,

para quitarle la pena,

sangre de un esgrimidor,

pero estas romanas pruebas

son buenas entre gentiles.
1135

DIANA

Bien dices, que no hay Lucrecias,

ni Torcatos, ni Virginios

en esta edad, y en aquella

hubo Faustinas, Teodoro,

Mesalinas y Popeas.
1140

Escríbeme algún papel

que a este propósito sea,

y queda con Dios. ¡Ay, Dios!

 (Caiga.) 

¡Caí! ¿Qué me miras? ¡Llega!

¡Dame la mano!

TEODORO

El respeto
1145

me detuvo de ofrecella.

DIANA

¡Qué graciosa grosería

que con la capa la ofrezcas!

TEODORO

Así, cuando vas a misa,

te la da Otavio.

DIANA

Es aquella
1150

mano que yo no le pido,

y debe de haber setenta

años que fue mano, y viene

amortajada por muerta.

Aguardar quien ha caído
1155

a que se vista de seda

es como ponerse un jaco

quien ve al amigo en pendencia,

que mientras baja, le han muerto.

Demás que no es bien que tenga
1160

nadie por más cortesía,

aunque melindres lo aprueban,

que una mano, si es honrada,

traiga la cara cubierta.

TEODORO

Quiero estimar la merced
1165

que me has hecho.

DIANA

Cuando seas

escudero la darás

en el ferreruelo envuelta,

que agora eres secretario,

con que te he dicho que tengas
1170

secreta aquesta caída,

si levantarte deseas.

(Váyase.)

TEODORO

¿Puedo creer que aquesto es verdad? Puedo,

si miro que es mujer Dïana hermosa.

Pidió mi mano, y la color de rosa,
1175

al dársela, robó del rostro el miedo.

Tembló, yo lo sentí; dudoso quedo.

¿Qué haré? Seguir mi suerte venturosa,

si bien, por ser la empresa tan dudosa,

niego al temor lo que al valor concedo.
1180

Mas dejar a Marcela es caso injusto,

que las mujeres no es razón que esperen

de nuestra obligación tanto disgusto.

Pero si ellas nos dejan cuando quieren

por cualquiera interés o nuevo gusto,
1185

mueran también como los hombres mueren.

Acto II

Salen el CONDE FEDERICO y LEONIDO, criado.

FEDERICO

¿Aquí la viste?

LEONIDO

Aquí entró

como el alba por un prado,

que a su tapete bordado

la primera luz le dio;

y según la devoción,
5

no pienso que tardarán,

que conozco al capellán

y es más breve que es razón.

FEDERICO

¡Ay, si la pudiese hablar!

LEONIDO

Siendo tú su primo, es cosa
10

acompañarla forzosa.

FEDERICO

El pretenderme casar

ha hecho ya sospechoso

mi parentesco, Leonido,

que antes de haberla querido
15

nunca estuve temeroso.

Verás que un hombre visita

una dama libremente

por conocido o pariente

mientras no la solicita,
20

pero en llegando a querella,

aunque de todos se guarde,

menos entra, y más cobarde,

y apenas habla con ella.

Tal me ha sucedido a mí
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con mi prima la Condesa,

tanto, que de amar me pesa,

pues lo más del bien perdí,

pues me estaba mejor vella

tan libre como solía.
30

(Sale[n] el MARQUÉS RICARDO y CELIO.)

CELIO

A pie digo que salía,

y alguna gente con ella.

RICARDO

Por estar la Iglesia enfrente

y por preciarse del talle

ha querido honrar la calle.
35

CELIO

¿No has visto por el Oriente

salir, serena mañana,

el sol con mil rayos de oro,

cuando dora el blanco Toro

que pace campos de grana
40

(que así llamaba un poeta

los primeros arreboles)?

Pues tal salió, con dos soles,

más hermosa y más perfecta,

la bellísima Dïana,
45

la condesa de Belflor.

RICARDO

Mi amor te ha vuelto pintor

de tan serena mañana,

y hácesla sol con razón,

porque el sol, en sus caminos,
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va pasando varios signos

que sus pretendientes son.

Mira que allí Federico

aguarda sus rayos de oro.

CELIO

¿Cuál de los dos será el Toro
55

a quien hoy al sol aplico?

RICARDO

Él, por primera afición,

aunque del nombre se guarde,

que yo, para entrar más tarde,

seré el signo de León.
60

FEDERICO

¿Es aquel Ricardo?

LEONIDO

Él es.

FEDERICO

Fuera maravilla rara

que deste puesto faltara.

LEONIDO

¡Gallardo viene el Marqués!

FEDERICO

No pudieras decir más
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si tú fueras el celoso.

LEONIDO

¿Celos tienes?

FEDERICO

¿No es forzoso?

De alabarle me los das.

LEONIDO

Si a nadie quiere Dïana,

¿de qué los puedes tener?
70

FEDERICO

De que le puede querer,

que es mujer.

LEONIDO

Sí, mas tan vana,

tan altiva y desdeñosa,

que a todos os asegura.

FEDERICO

Es soberbia la hermosura.
75

LEONIDO

No hay ingratitud hermosa.

CELIO

Dïana sale, señor.

RICARDO

Pues tendrá mi noche día.

CELIO

¿Hablarasla?

RICARDO

Eso querría,

si quiere el competidor.
80

(Salen OTAVIO, FABIO, TEODORO, la CONDESA y, detrás, MARCELA, DOROTEA, ANARDA, con mantos. Llegue el CONDE por un lado.)

FEDERICO

Aquí aguardaba con deseo de veros.

DIANA

Señor Conde, seáis muy bien hallado.

RICARDO

Y yo, señora, con el mismo agora

a acompañaros vengo y a serviros.

DIANA

Señor Marqués, ¿qué dicha es esta mía?
85

¡Tanta merced...!

RICARDO

Bien debe a mi deseo

vuseñoría este cuidado.

FEDERICO

Creo

que no soy bien mirado y admitido.

LEONIDO

Háblala, no te turbes.

FEDERICO

¡Ay, Leonido!

Quien sabe que no gustan de escuchalle,
90

¿de qué te admiras que se turbe y calle?

(Todos se entren por la otra puerta, acompañando a la CONDESA, y quede allí TEODORO.)

TEODORO

Nuevo pensamiento mío

desvanecido en el viento,

que, con ser mi pensamiento,

de veros volar me río,
95

parad, detened el brío,

que os detengo y os provoco

porque, si el intento es loco,

de los dos lo mismo escucho,

aunque donde el premio es mucho
100

el atrevimiento es poco;

y si por disculpa dais

que es infinito el que espero,

averigüemos primero,

pensamiento, en qué os fundáis.
105

¿Vós a quien servís amáis?

Diréis que ocasión tenéis

si a vuestros ojos creéis,

pues, pensamiento, decildes

que sobre pajas humildes
110

torre de diamante hacéis.

Si no me sucede bien,

quiero culparos a vós,

mas teniéndola los dos,

no es justo que culpa os den,
115

que podréis decir también,

cuando del alma os levanto

y de la altura me espanto

donde el amor os subió,

que el estar tan bajo yo
120

os hace a vós subir tanto.

Cuando algún hombre ofendido

al que le ofende defiende,

que dio la ocasión se entiende

del daño que os ha venido,
125

sed en buen hora atrevido,

que aunque los dos nos perdamos

esta disculpa llevamos:

que vós os perdéis por mí

y que yo tras vós me fui
130

sin saber adónde vamos.

Id en buen hora aunque os den

mil muertes por atrevido,

que no se llama perdido

el que se pierde tan bien.
135

Como otros dan parabién

de lo que hallan, estoy tal

que de perdición igual

os le doy, porque es perderse

también, que puede tenerse
140

envidia del mismo mal.

[Sale TRISTÁN.]

TRISTÁN

Si en tantas lamentaciones

cabe un papel de Marcela,

que contigo se consuela

de sus pasadas prisiones,
145

bien te le daré sin porte,

porque a quien no ha menester

nadie le procura ver

a la usanza de la corte.

Cuando está en alto lugar
150

un hombre (¡y qué bien lo imitas!),

¡qué le vienen de visitas

a molestar y a enfadar!,

pero si mudó de estado,

como es la Fortuna incierta,
155

todos huyen de su puerta

como si fuese apestado.

¿Parécete que lavemos

en vinagre este papel?

TEODORO

Contigo, necio, y con él
160

entrambas cosas tenemos.

Muestra, que vendrá lavado

si en tus manos ha venido.

 (Lea.) 

«A Teodoro, mi marido.»

¿Marido? ¡Qué necio enfado!
165

¡Qué necia cosa!

TRISTÁN

Es muy necia.

TEODORO

Pregúntale a mi ventura

si subida a tanta altura

esas mariposas precia.

TRISTÁN

Léele, por vida mía,
170

aunque ya estés tan divino,

que no se desprecia el vino

de los mosquitos que cría,

que yo sé cuando Marcela,

que llamas ya mariposa,
175

era águila caudalosa.

TEODORO

El pensamiento que vuela

a los mismos cercos de oro

del sol tan baja la mira,

que aun de que la vee se admira.
180

TRISTÁN

Hablas con justo decoro.

Mas ¿qué haremos del papel?

TEODORO

Esto.

TRISTÁN

¿Rasgástele?

TEODORO

Sí.

TRISTÁN

¿Por qué, señor?

TEODORO

Porque ansí

respondí más presto a él.
185

TRISTÁN

Ese es injusto rigor.

TEODORO

Ya soy otro, no te espantes.

TRISTÁN

Basta, que sois los amantes

boticarios del amor,

que como ellos las recetas
190

vais ensartando papeles:

récipe celos crüeles,

agua de azules violetas;

récipe un desdén estraño,

sirupi del borrajorum
195

con que la sangre templorum

para asegurar el daño;

récipe ausencia, tomad

un emplasto para el pecho,

que os hiciera más provecho
200

estaros en la ciudad;

récipe de matrimonio:

allí es menester jarabes

y, tras diez días süaves,

purgalle con entimonio;
205

récipe signus celeste,

que Capricornius dicetur,

ese enfermo morïetur,

si no es que paciencia preste;

récipe que de una tienda
210

joya o vestido sacabis,

con tabletas confortabis

la bolsa que tal emprenda.

A esta traza, finalmente,

van todo el año ensartando;
215

llega la paga: en pagando,

o viva o muera el doliente

se rasga todo papel;

tú la cuenta has acabado

y el de Marcela has rasgado
220

sin saber lo que hay en él.

TEODORO

Ya tú debes de venir

con el vino que otras veces.

TRISTÁN

Pienso que te desvaneces

con lo que intentas subir.
225

TEODORO

Tristán, cuantos han nacido

su ventura han de tener;

no saberla conocer

es el no haberla tenido.

O morir en la porfía,
230

o ser conde de Belflor.

TRISTÁN

César llamaron, señor,

a aquel duque que traía

escrito por gran blasón

«César o nada» y, en fin,
235

tuvo tan contrario el fin

que al fin de su pretensión

escribió una pluma airada:

«"César o nada", dijiste,

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