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Authors: Jincy Willett

Tags: #Intriga

El taller de escritura (43 page)

BOOK: El taller de escritura
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—Y quizá tengas razón, y quizá ella esté contenta con eso. Pero no lo creo. —Amy se imaginó a Edna sola en su celda hojeando los contratos para escribir novelas y las páginas amarillentas de
Avistando las ballenas
y
La buena mujer
y el resto de la obra de toda una vida. Historias que, sinceramente, creía valiosas y merecedoras de ser publicadas. Edna había matado en defensa de su obra. Ahora tendría que destruirla con el fin de salvarla. Tendría que mezclar y ajustar, prescindir de algunos personajes y construir otros nuevos fuera de toda proporción y reubicar su posición, sobre la que ella no tenía ningún control, dentro del argumento. La última cosa que Edna quería escribir era un tocho de novela. Al menos, eso era lo que Amy esperaba.

Pete no se había venido abajo.

—Lo hará —dijo—. No es justo. Edna va a obtener su recompensa. Va a ser famosa.

—Nunca quiso ser famosa —apuntó Amy—. Quería ser buena.

El silencio que se apoderó de la atmósfera fue lúgubre aunque cordial.

—Bueno —dijo al fin Chuck—. Yo preferiría ser famoso. —Tiffany le golpeó en la frente con un dado de queso emmenthal, que Chuck se retiró del regazo y mordisqueó, quejándose de que debería haber utilizado un queso más blando, como por ejemplo mozzarella.

—Vale —dijo Carla—, pues ya que estamos hablando de ello, tengo algunas preguntas.

—¿Como cuáles?

—Bueno, por ejemplo acerca de la máscara de Bundy. ¿Cómo logró entrar en el coche de Tiffany? Me está volviendo loca.

—¡A mí también! —dijo Tiffany—. No hay forma de que pudiera haber sabido que me había dejando las llaves puestas en el maletero.

—Además, durante el descanso solo disponía de quince minutos para sacar la máscara. Ni siquiera sé cómo supo que estaba ahí porque la mayoría de las máscaras que llevé eran del mundo del espectáculo tipo Freddy Krueger y así, pero nadie realmente tan horripilante como la máscara de Ted Bundy…

—Tampoco —añadió Pete—, pudo haber sabido que tú ibas a llevar las máscaras aquel día.

—¿Y qué diferencia marca eso? —preguntó Amy.

—Bueno, era imposible, esa es la diferencia —dijo Pete.

—Pero sucedió, por lo tanto, claramente no era imposible.

—Pero ¿no tenéis curiosidad? —La sonrisa de Chuck era a la vez burlona y cariñosa—. Siempre nos estás diciendo que prestemos atención al mundo y a todo lo que en él se desarrolla, y aquí estamos ahora, dejando a un lado el qué, el cómo y el porqué…

—No estoy dejando a un lado el qué y el porqué. Nunca lo haría. Pero el cómo me aburre hasta la saciedad.

—Como si fueras un esnob rechazando ayuda a la hora de limpiar.

—Vale, tomo nota. —Fue una suerte que no tuviera a mano un buen trozo de queso parmesano añejo—. Realmente es bastante simple, capitán Manley. Nuestra Edna no era una obsesa en el sentido en que no ejercía un control excesivo ni planificaba todo al dedillo. Nuestra Edna accionaba el mecanismo y se marchaba. Si funcionaba, bien y si no, siempre había un mañana. Edna sabía cómo improvisar.

—Así que estás diciendo que, ¿se percató de la máscara e improvisó sobre la marcha? ¿Y que se dio un paseo hasta el aparcamiento durante el descanso solo para ver si podía hacer algo con ella?

—Para mí tiene sentido.

—Supongo que tienes razón. Si no hubiera encontrado el coche abierto, o mejor, las llaves de Tiffany, podría simplemente haberla colocado entre los arbustos.

Carla suspiró.

—Amy siempre tiene la razón —dijo.

¿Estaba bromeando? Al parecer, Carla necesitaba creerse eso, y por eso era justamente por lo que Amy y ella nunca llegarían a ser verdaderas amigas. Y era una pena.
Eres mi heroína
. Amy no le envidiaba a Carla aquella necesidad, pero tampoco la entendía. Amy nunca había necesitado un héroe, e incluso, aunque fuera ella merecedora de tal grado de admiración, se encontraba terriblemente incómoda con ella.
Idea para una historia: actos heroicos furtivos
.

—No, no la tiene —dijo Chuck—. Está totalmente equivocada en una cosa.

—¿Y cuál es? —preguntó Amy.

—La letra más sexi de todo el alfabeto es la «Y».

—¿Por qué? —preguntó Carla.

—Es obvio —contestó Chuck.

—Esperad un minuto —dijo Amy—. ¿Qué has dicho?

—He dicho «Y».

—¡Habéis estado leyendo mi blog! —¿Por qué nunca se le había ocurrido? Había considerado que el francotirador lo había estado haciendo, pero ¿por qué no también el resto de la clase?

—Naturalmente que lo hemos leído.

Pero es privado, quiso decir. Lo que era absurdo, como lo era el hecho de que ahora se sentía totalmente expuesta.

—Pensábamos que lo sabías —le dijeron todos mientras nombraban sus entradas favoritas. Resulta que Carla había encontrado el blog inmediatamente después de su creación y había reenviado el enlace a todos los alumnos de todos los talleres de escritura que había cursado. Verdaderamente, una comunidad de solipsistas.

—¿Todos habéis sido mirones?

—Yo sí —dijo Harry B. Amy ahora recordaba que alguien había sugerido algunos términos legales como «coparticipación» y «comodatario». Casi había estado a punto de utilizar ambos. Eran buenos.

—Yo sugerí tres listas —dijo Syl—, pero supongo que no te gustaron.

—Sí me parecieron bien —mintió Amy—, pero simplemente las ignoré. —Syl tenía que haber sido el que sugería telecomedias malas, modelos de coches sobrevalorados y gente de aspecto divertido.

Amy se sonrojó por segunda vez en tan solo una hora mientras recordaba cómo ella también había colgado sus malas frases e historias como aquella lista de amantes. ¿En qué había estado pensando? Contuvo la respiración al recordar cuántas noches había estado dándole vueltas a la idea de publicar una lista con anécdotas sobre malos estudiantes. Habría sido tan fácil. Había mantenido su propio fichero durante años, y todo lo que necesitaba hacer era pulsar un par de teclas y ahí estaría para que todo el mundo lo viera, empezado con el primero de todos (su favorito, sentimentalmente hablando): «Él se acarició las nalgas con un movimiento en sentido de las agujas de un reloj». Menos mal que al final no lo había hecho. Hubiera sido una tremenda traición.
No soy una heroína
, pensó,
pero al menos no me crié en un establo
.

—Así que —dijo enderezándose—, todos habéis sido mirones míos.

El doctor Surtees negó con la cabeza, y Ricky y Tiffany parecían evasivos. Los demás asintieron.

—Pero no éramos los únicos —dijo Carla.

—¿Y quién de vosotros era mi fan número uno? —preguntó Amy.

—¡Eso fue una grosería! —Carla parecía verdaderamente consternada—. Intenté averiguar cómo borrarlo, pero naturalmente no tenía tu contraseña. Fue mezquino y de muy mal gusto.

—De hecho —dijo Chuck—, a mí me pareció bastante divertido.

—A mí también —dijo Amy. Y así, a juzgar por sus expresiones, también se lo pareció a la mayoría de ellos. Excepto a Pete, que con la cara gacha estaba colorado como un tomate. ¿
Por qué tú, Pete, chico interesante
?—. En realidad intenté dar con la posibilidad de incluir «La bordelesa más borde a bordo» en algún tipo de lista, pero me rendí.

—Podría haber sido cualquiera de nosotros —dijo Carla.

—O quizá de hecho fue uno de nosotros —dijo Ricky—, y se supone que tú ahora debes adivinar quién, haciendo un ejercicio de observación de los personajes como en «Adivina quién es el francotirador».

—Esa es una sugerencia de muy mal gusto —dijo Tiffany.

—Todo lo que puedo decir —dijo Ricky—, es que soy periodista. No soy un tipo con tacto.

¡
Bien por ti
!, pensó Amy. Tiffany era una chica agradable, pero podía hacerlo mejor. Y felicitaciones a Pete, su fan número uno, que no la odiaba exactamente pero tampoco la adoraba.

—No podría adivinarlo nunca —dijo Amy.

Durante un rato estuvieron jugando al juego de Ricky, teorizando sobre el cobarde que había escrito «la bordelesa…» y cuando el tema se les agotó, volvieron al que parecía que nunca lo hacía.

—Muy bien —dijo Carla—, pero ¿qué hay de Dot? ¿Dónde puso Edna el veneno y cómo supo quién lo bebería? ¿O es que pensáis que no le importaba? Porque debería de haberle importado puesto que, ¿y si uno de nosotros lo hubiera tomado? Sé que, por ejemplo, a ti no quería matarte, todavía…

—Sí —dijo Ricky—, pero si lo echó en el vaso de Dot…

Harry B. les recordó que los policías habían dado por hecho que el veneno estaba en una de las botellas, y Ricky dijo que habían sido muy descuidados con las pruebas como para estar seguros de eso. El doctor Surtees les soltó una charla sobre las probabilidades de que el veneno hubiera sido administrado en líquido o en polvo y todo el mundo lo interrumpió. Amy pensó que deberían haber estado a punto de estallar si hubieran estado guardándose por más tiempo todas esas preguntas dentro. Mientras el sol invernal se ponía, las luces se encendían y abrían más botellas de vino, Syl Reyes y Pete Purvis asaltaron la cocina de Carla y prepararon una cena mejicana impresionante compuesta de tres platos, durante la cual discutieron y especularon sobre la injusticia, el destino y el porqué de las cosas. Ofrecieron un brindis por Frank y Dot, y brindaron otras tantas veces por Amy, que la mayoría del tiempo los observaba y escuchaba.

La gente es tan interesante. Realmente debería salir más
. Y Amy dejó de prestarles atención para, de muy buena gana, mirar en su interior y hacer una introspectiva hacia su propia vida y la forma de novela que pronto adoptaría. Pero se vio interrumpida por Chuck y un nuevo brindis. Aquella gente necesitaba café.

—Por el próximo libro de Amy —dijo.

Un nuevo libro que bien podría terminar, publicar, y que además podría resultar rentable. Un libro que podría merecer la pena leer. No obstante, un libro que, en cualquier caso, la mantendría conectada al mundo. Amy bebió, brindando en privado por todos aquellos que lo habían hecho posible. Por todos ellos, por los solipsistas, por Max, por Alphonse. Por Edna. Gracias.

JINCY WILLETT, es una autora y profesora de escritura que actualmente vive en San Diego , California. Ha escrito piezas cortas de varias antologías y publicaciones periódicas, incluyendo el invierno de 2006 la preocupación Trimestral Timoteo McSweeney y niños que juegan delante de una estatua de Hércules. Su primer libro, una colección de cuentos cortos llamada Jenny y las quijadas de la vida, fue publicado inicialmente en 1987 y aclamado por la crítica pero las ventas fueron menores a las esperadas. La admiración de la escritura pública de Willett expresada por David Sedaris, sin embargo, tenía el libro en la reimpresión en 2002, cosechando elogios de crítica y público.

Su siguiente libro, una novela titulada El ganador del Premio Nacional del Libro: Una Novela de la fama, el honor, y tiempo realmente malo, fue publicado en 2002. Ella co-lidera un taller de escritores y de los tutores en línea. Su tercer libro,
La clase de escritura
http://epubgratis.me/node/22819
, una novela, fue publicada en 2008 por St. Martin Press y es un misterio ingenioso.

Notas

[1]
Hace referencia a Nordstrom Inc., una cadena de grandes almacenes especializados en marcas de lujo en los Estados Unidos. [
Todas las notas son del traductor
]
<<

[2]
Corrasable Bond es la marca registrada de un papel especial para mecanografiar que puede borrarse.
<<

[3]
Páginas
splash
son aquellas que se ven antes de la página principal en algunos sitios web y que normalmente contienen el nombre de la empresa, gráficos atractivos y animaciones
flash
con el fin de reforzar la imagen de marca.
<<

[4]
Leopold y Loeb fueron dos brillantes alumnos universitarios estadounidenses que llevaron a cabo el asesinato de un muchacho de catorce años con la única motivación de cometer un crimen perfecto. Ambos fueron condenados a cadena perpetua.
<<

[5]
Hirschfeld fue un caricaturista americano conocido por sus retratos en blanco y negro de las estrellas de Broadway.
<<

[6]
Emmett Leo Kelly fue un artista de circo estadounidense, famoso por su caracterización como el payaso «Weary Willie», quien pierde su hogar debido a la Gran Depresión, convirtiéndose en vagabundo.
<<

[7]
Rush Limbaugh es un conocido locutor de radio estadounidense, además de comentarista político de ideología conservadora.
<<

[8]
La amenaza de Andrómeda
es una novela de Michael Crichton, llevada a la gran pantalla por Robert Wise.
<<

[9]
Referencia a la novela
El señor de las moscas
, de William Golding.
<<

[10]
William Makepeace Thackeray, novelista y humorista inglés, uno de los máximos exponentes de la novela realista del siglo
XIX
y cuya obra más conocida es
La feria de las vanidades
.
<<

[11]
Es una sustancia que históricamente se ha usado como anestésico, pero que actualmente se usa como droga psicotrópica sedante.
<<

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