El tango de la Guardia Vieja (57 page)

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Authors: Arturo Pérez-Reverte

Tags: #Romántico

BOOK: El tango de la Guardia Vieja
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Pero no es sólo eso. Hay también, en la memoria del hombre que mira el guante y el collar, palmeras de copas vencidas bajo la lluvia y un perro mojado en una playa de bruma gris, frente a una habitación de hotel donde la mujer más hermosa del mundo aguarda, sobre sábanas revueltas que huelen a intimidad tibia y a sosiego indiferente al tiempo y la vida, a que el joven que está de pie y desnudo ante la ventana se vuelva hacia ella para hundirse de nuevo en su carne acogedora y perfecta, único lugar del Universo donde es posible el olvido de sus extrañas reglas. Después, sobre un tapete verde, tres bolas de marfil entrechocan con suavidad mientras Max mira atento a un muchacho en el que, asombrado, reconoce su propia sonrisa. También ve, muy cerca, un doble reflejo de miel líquida que lo mira como ninguna mujer lo miró nunca; y siente una respiración húmeda y cálida rozando sus labios, y una voz susurra palabras viejas que suenan como si fueran nuevas y gotean bálsamo en antiguas heridas, absolución sobre mentiras, incertidumbres y desastres, cuartos de pensión y alojamientos sórdidos, falsos pasaportes, comisarías, celdas, años últimos de humillación, soledad y fracaso, con la luz opaca de infinitos amaneceres sin futuro borrando la sombra que el chiquillo a orillas del Riachuelo, el soldado que caminaba bajo el sol, el joven apuesto que bailó con mujeres bellas en lujosos transatlánticos y grandes hoteles, tuvieron cosida a los pies.

Y de ese modo, con el último vestigio de sonrisa todavía en la boca, meciéndose en la resaca lejana de tantas vidas que fueron suyas, Max deja a un lado el collar de perlas, coge el guante blanco de mujer que estaba debajo y lo coloca en el bolsillo superior de su chaqueta con un rápido toque de elegante coquetería, asomando los dedos de la prenda como si fueran puntas de un pañuelo o pétalos de una flor en la solapa. Después mira alrededor para comprobar si todo queda en orden, dirige un último vistazo al collar abandonado sobre la cómoda y hace una breve inclinación de cabeza en dirección a la ventana, despidiéndose de un público invisible que desde allí hiciera sonar aplausos imaginarios. La ocasión, piensa mientras se abotona y alisa la chaqueta, quizás requeriría, al salir de escena con la flema adecuada al caso, las notas del
Tango de la Guardia Vieja
. Pero sería obvio en exceso, concluye. Demasiado previsible. Así que abre la puerta, coge la maleta y se aleja por el pasillo, hacia la nada, silbando
El hombre que desbancó Montecarlo
.

Madrid, enero de 1990

Sorrento, junio de 2012

Agradecimientos

Son muchas las personas sin cuya colaboración esta novela no existiría. Para adentrarme en el territorio del tango fue decisivo en Buenos Aires el asesoramiento de Horacio Ferrer, José Gobello, Marcelo Oliveri y Óscar Conde. A Gabriel di Meglio, de Eternautas, debo una primera visita al barrio de Barracas, más tarde completada por Gabriela Puccia, que puso a mi disposición las memorias de su padre, Enrique Puccia, cuyos recuerdos me permitieron imaginar la infancia suburbial de Max Costa. Marco Tropea aportó interesante información sobre la Italia de los años sesenta, del mismo modo que algunos detalles importantes sobre la Francia de 1937 los debo a la amistad de Étienne de Montety. De Michele Polak y su librería anticuaria de París obtuve libros y folletos para describir la vida a bordo del transatlántico
Cap Polonio
. El duelo Keller-Sokolov debe mucho a la colaboración entusiasta de Leontxo García, que con su generosidad habitual resolvió complejos problemas tácticos y me facilitó acceso libre a la parte menos pública de los mejores jugadores de ajedrez del mundo. Conchita Climent y Luis Salas aportaron material para construir la vida profesional del compositor Armando de Troeye, el embajador Julio Albi me detalló algunos usos diplomáticos del período de entreguerras, el comisario Juan Antonio Calabria resolvió problemas de índole policial, Asya Goncharova me ayudó en las complejidades del habla y el carácter de los ajedrecistas soviéticos, y con el experto asesoramiento de José López y Gabriel López abrí mi primera caja fuerte. Mi agradecimiento quedaría incompleto si no incluyese a mis amigos el escritor y periodista argentino Jorge Fernández Díaz y el editor uruguayo Fernando Esteves.

ARTURO PÉREZ-REVERTE
, fue reportero de guerra durante veintiún años y es autor, entre otras novelas, de
El húsar
,
El maestro de esgrima
,
La tabla de Flandes
,
El club Dumas
,
Territorio Comanche
,
La piel del tambor
,
La carta esférica
,
La Reina del Sur
,
El pintor de batallas
,
Un día de cólera
y
El asedio
; y de la ya legendaria serie histórica
Las aventuras del capitán Alatriste
. Es miembro de la Real Academia Española.

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