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Authors: David Lozano

Tags: #Terror, Fantástico, Infantil y Juvenil

El viajero (32 page)

BOOK: El viajero
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Marguerite se levantó de su silla y se dirigió hacia la puerta.

—Oye —reconoció mientras caminaba—, te aprecio mucho, pero no puedo aceptar tus teorías. No pienso sustituir mi pistola por una estaca, o ponerme ajos al cuello, no —tomó aliento antes de continuar—. No te voy a discutir que tenemos delante varios indicios inquietantes, de acuerdo. Pero sigo convencida de que hay una explicación racional para todo, que aún no hemos conseguido ver. Lo que necesito saber es si puedo contar contigo, si vas a seguir trabajando con profesionalidad en este caso.

Marcel suspiró.

—Por supuesto, Marguerite. Estamos los dos en esto, aunque sigamos líneas de investigación distintas.

—Lo de la investigación déjamelo a mí —prefirió aclarar ella—, tú dedícate a lo tuyo, que es el trabajo de campo para currar después en el laboratorio. Lo tuyo es analizar.

El forense se echó a reír, pero no contestó.

—¿Te das cuenta de que si comento tus ideas por ahí, te apartarán del caso y te darán la baja para que acudas al psiquiatra? —le advirtió Marguerite con honestidad.

—Por eso sé que no lo harás. Me necesitas. Sigo siendo el mejor en lo mío, y lo sabes.

—No me obligues a dudar de ello, Marcel, viejo perro; nuestra amistad es lo que te va a salvar..., pero te obligaré a tomar unas vacaciones cuando acabemos con esto. Antes de que hagas alguna tontería seria.

Marguerite se dirigía hacia la puerta, pero se giró hacia él en el último momento:

—Así que fue Delaveau mi presunto agresor, ¿eh? Y dices que nuestras balas están en su tumba... ¿Y cómo lo has identificado, si no dejó rastros?

—En realidad lo identifiqué en el momento del ataque, aunque no te lo dije. Yo le hice la autopsia, así que conozco bien todos los accesorios con los que fue enterrado. Reconocí su reloj mientras te golpeaba.

—¿Enterrado? ¿Pero no se supone que guardáis los cuerpos de las víctimas en la cámara frigorífica?

—Solo hasta que se lleva a cabo la autopsia, ya lo sabes. Aquí solo nos quedan los de Melanie y Raoul —informó el forense—. Mañana vendrán de la funeraria a recogerlos, para enterrarlos por la tarde. Pero el funeral de Delaveau ya tuvo lugar. Casualmente, su tumba está en el cementerio de Pére Lachaise. ¿Alguna otra pregunta?

Marguerite esbozó una maligna sonrisa, aceptando el sutil desafío de su amigo.

—Mira —se defendió, altiva—, seguro que ese reloj que viste no es un modelo exclusivo, pero tampoco necesito encontrar resquicios sueltos en tus suposiciones, por la sencilla razón de que parten de una premisa imposible. Los vampiros no existen, y te lo demostraré.

—Al menos, investiga solo durante el día —pidió Marcel—. Por favor. Hazlo aunque sea por tenerme contento...

—Marcel, no descansaré hasta dar con mi asesino, ya oíste al comisario. Y eso implica trabajar veinticuatro horas al día. De día... y de noche. Por cierto —se encogió de hombros—, también estoy buscando el cadáver de Gautier; si no está en su tumba, en algún otro lugar tiene que estar. Murió en la cárcel, así que en principio debería ser fácil localizar su cuerpo. Si se te ocurre algo al respecto, algo coherente...

Marguerite, enmascarada tras el vendaje de su rostro, salió del despacho. El forense permaneció en su asiento, meditabundo, con la imagen en la cabeza de los cuerpos desnudos de los chicos cubiertos por sábanas. Todavía los tenían en la cámara.

¿Se iban a convertir Melanie o Raoul en vampiros, como había ocurrido con el profesor? ¿Debía hacer algo para evitarlo? No quería mancillar sus jóvenes cuerpos todavía más.

Marcel sintió una inmensa pena. Y una gran preocupación por la detective, que no sabía dónde se estaba metiendo. El secreto que ocultaba el forense, precisamente por no poder compartirlo, le pesaba cada vez más.

CAPITULO XXV

PASCAL caminaba por el sendero de luz, en dirección al conocido muro del cementerio de Montparnasse. Prudente, se movía por el centro de aquella pálida vía en medio de tinieblas abismales. De vez en cuando, sonidos desconocidos llegaban hasta él, y en esta ocasión alcanzó a distinguir una silueta lejana que también recorría uno de aquellos senderos, aunque a mucha distancia de él, en un tramo donde la luz se ramificaba con mayor densidad. Se preguntó si sería uno de aquellos fantasmas errantes de los que le habían hablado, muertos que no habían sido enterrados y que por ello pasaban su tiempo de espera recorriendo enormes distancias, sin poder establecerse de forma definitiva en ningún cementerio. Le preguntaría a Lafayette.

El chico sentía curiosidad por recorrer nuevos caminos blanquecinos. Hasta aquel momento, solo había pisado el que llevaba a Montparnasse. ¿A qué otros destinos conducirían los numerosos hilos de luz que se perdían en la negrura? Intuyó que pronto lo descubriría.

Pascal se detuvo en seco. Acababa de detectar un sonido precioso, una voz dulce, que se imponía sobre la atmósfera vacía y los ruidos del paisaje. Era una llamada.

Ven, ayúdame
...

La voz, de una armonía seductora, lo envolvía con un fondo de infinita tristeza que lo subyugó, impidiéndole pensar en otra cosa. Se olvidó de Michelle, de sus amigos, de su familia. La suavidad aterciopelada de aquellas palabras parecía acariciarlo con su delicada insistencia.

Ven, ayúdame
...

¿Qué deliciosa criatura podía emitir un mensaje tan conmovedor, aunque aquella llamada procediese de la oscuridad?

Pascal, en medio de su estado de ensoñación, alcanzó a percibir cómo alguien corría por el camino luminoso hacia él. También le gritaba algo que Pascal, absorto en la musicalidad que lo rodeaba, no podía entender. No quería despertar.

Dio un paso fuera del sendero, dejándose llevar por el arrullo de la voz anónima, que ahora incorporaba una sensualidad magnética. Se dejaba llevar por su cadencia absorbente, ni sentía sus propios pasos dejándose conducir hacia una penumbra que ya no le daba miedo. Se sentía en el paraíso.

Algo le agarró el hombro antes de que terminara de abandonar la zona luminosa, y Pascal se volvió molesto por aquella intromisión. Una chica de hermosas facciones y gesto de preocupación le hablaba sin soltarlo, aunque él no lograba escucharla, pues seguía sometido a la invitación hipnótica.

Ven, ayúdame
...

Ven, ayúdame
...

Pascal intentaba librarse de aquella desconocida con empujones violentos. Lo necesitaban, tenía que acudir a la llamada. ¿Por qué ella no lo dejaba en paz y seguía su camino? Pero la mujer insistía, mientras hablaba con su voz inaudible, procurando atraerlo hacia la zona central del sendero.

La chica dio entonces a Pascal una contundente bofetada, dejándole los dedos marcados en la mejilla. En aquel instante, aquella atmósfera mágica se rompió en mil pedazos. La voz sensual se corrompió, dando paso a un clamor gutural, rabioso, como si decenas de criaturas aullaran de impotencia ante una presa que podía escaparse.

* * *

—¿De cuánto tiempo disponemos antes de que se descubra la desaparición de Michelle? —preguntó la Vieja Daphne, que ya estaba organizando el zafarrancho para los que se quedaban en el mundo de los vivos.

Los tres se encontraban todavía en el desván, velando la Puerta Oscura.

—Sus padres la suelen llamar una vez por semana —aventuró Dominique—. No son de los agobiantes, y saben que Michelle es muy independiente y le molesta que la controlen. Aun así, si dentro de unos días ella no les ha enviado ningún mensaje con el móvil ni ha contestado al teléfono en la residencia, se empezará a liar la cosa.

—De acuerdo —repitió la bruja pensando—. Varios días. Más de lo que, en principio, necesitamos.

Aquellas últimas palabras desconcertaron a Dominique.

—¿Más de lo que necesitamos? —repitió perplejo—. ¿Crees que Pascal volverá tan pronto de su misión?

—Tiene que hacerlo —matizó la bruja—. Solo cuenta con veinticuatro horas de las nuestras en la Tierra de la Espera. Recuerda que eso supone siete jornadas allí. Aunque pase bastante tiempo en la región de la oscuridad, donde puede prolongar ese plazo, sigue existiendo un límite. Si Pascal lo incumple, con o sin Michelle, ya no podrá volver. Nunca. A todos los efectos, para nosotros será como si hubiera muerto.

Dominique asintió, angustiado.

Jules, con cierta timidez, quiso intervenir:

—A mí esto me mola un montón, ya sabéis. Pero lo del secuestro, ¿no deberíamos decírselo a la policía?

—No serviría de nada. Piensa que hasta hace poco yo me habría reído de todo esto —reconoció Dominique—. Imagina cómo puede reaccionar la policía si les vas con el cuento de que a tu amiga la ha raptado un vampiro y la ha enviado al Más Allá... Además, si decimos que ha desaparecido y en la residencia confirman que está de viaje...

—Sí, así están las cosas —convino la vidente—. Siento que te hayas visto involucrado en todo esto, Jules. Pero esta guerra es nuestra, ellos no pueden ayudarnos.

El aludido se encogió de hombros.

—No os disculpéis, para mí todo esto sigue siendo un sueño. Pero lo de Michelle... En fin, vosotros mandáis.

Daphne paseaba nerviosa por el desván.

—Pascal tiene ahora su propio desafío, pero nosotros aquí también. En cuanto el vampiro perciba que el Viajero ha vuelto a cruzar la Puerta, vendrá hacia ella para destruirla.

—Madre mía... —Dominique empezó a sudar—. ¿Insinúas que seremos nosotros los encargados de proteger la Puerta Oscura?

—¿Ves a alguien más? —la bruja lo miraba, inquisitiva—. Solo nos tenemos a nosotros. Recuerda lo que ocurriría si la Puerta se destruyese estando Pascal en el otro mundo.

—Pero ¿cómo podemos defendernos de un monstruo así? —Dominique no las tenía todas consigo, aunque quería ayudar a su amigo—. Porque tú eres una profesional en estos asuntos, pero nosotros...

Ahora la vidente se volvió hacia Jules.

—Bueno, Jules. Ha llegado el momento de que nos demuestres si tu pasión gótica es una simple cuestión estética o, por el contrario, hay algo más.

El aludido se irguió, aquel comentario había logrado provocarlo.

—¿Qué quieres?

—Cuéntale a Dominique cómo se defiende uno de un vampiro.

Jules sonrió. Lo sabía todo sobre uno de sus monstruos favoritos. Mientras se disponía a hablar, se sentía como el profesor Van Helsing en
Drácula
, cuyo rasgo principal consistía en sus grandes conocimientos sobre males extraños.

—Como están muertos, no se los puede atacar con armas normales —empezó—. Bueno, no están ni vivos ni muertos, por eso se les llama los no-muertos. Hay que evitar mirarlos a los ojos, porque pueden dominar tu mente. No soportan el olor a ajo ni los crucifijos, no se reflejan en los espejos y la luz del sol les hace daño, así que se mueven solo durante la noche.

—¿Y qué hacen por el día? —preguntó Dominique.

—Duermen, permanecen en una especie de estado letárgico —aclaró la bruja—. Normalmente utilizan para ello el ataúd donde fueron enterrados. Pero, cuando se pone el sol... despiertan.

—Para acabar con ellos, hace falta atacarlos con plata bendecida —continuó Jules—. Pero no morirán de verdad hasta que se les clave una estaca de madera, tiene que ser de madera, en el corazón.

—A ser posible, madera de roble —matizó Daphne—. Y después de eso...

—... hay que decapitarlos —terminó Jules con entusiasmo—. Y quemar el cuerpo.

—Qué sencillo todo, ¿no? —comentó con ironía el otro chico, desde su silla de ruedas.

La vidente alcanzó una bolsa de las que había traído de su casa, y extrajo de ella varios objetos. A continuación, se volvió y entregó a cada chico un puñal de plata y un frasco de cristal que contenía un líquido transparente.

—Tomad —dijo—. A partir de ahora tenéis que estar preparados para enfrentaros al ataque de alguna de esas criaturas de la noche. La plata los debilita mucho; si los herís de gravedad con estas armas, podéis dejarlos fuera de juego, casi matarlos. Lo otro es agua bendita, los quema en contacto con su piel muerta. Arrojádsela si os veis en peligro.

—Muchas gracias —la voz de Dominique, a pesar de su convicción, no pudo ocultar un íntimo deseo de no tener que hacer uso de aquel instrumental.

Por su parte, el otro chico acariciaba su puñal, imaginándose victorioso tras la lucha con un vampiro. Siempre había tenido una extraña capacidad para soñar despierto.

—Jules, te has olvidado de algo importante —Daphne miraba el resplandor de la tarde filtrarse por una claraboya del techo abuhardillado, calculando el tiempo de luz que les quedaba—. La mordedura de un no-muerto te infecta con su condición demoníaca, contamina tu sangre, te convierte en vampiro. Es un proceso degenerativo irreversible. Y ya hay tres víctimas, potenciales monstruos a punto de despertar... si aún no lo han hecho. Los mordidos suelen tardar varios días en resucitar como no-muertos, pero cuando llega el momento... —se interrumpió, impresionada por las desoladoras perspectivas que se abrían ante ellos—. Además, los nuevos monstruos nacen como siervos del vampiro que los inició, así que obedecerán sus órdenes de localizar la Puerta Oscura. Más enemigos para nosotros, en definitiva.

Jules y Dominique se habían quedado petrificados ante las últimas afirmaciones. ¿Una plaga de vampiros? ¿Podía concebirse una pesadilla más tenebrosa?

—Jules, tú quédate aquí —ordenó Daphne, cuyos ojos habían pasado a reflejar una extraña determinación—, e inventa algo que justifique ante tus padres que varios amigos pasen en esta buhardilla un par de noches. Hasta que Pascal vuelva hay que proteger la Puerta.

—De acuerdo —aceptó el chico, recuperando la entereza ante aquella emocionante perspectiva—, mis padres no se enteran de nada y nunca utilizamos el desván, así que será sencillo. En mi familia es muy difícil que algo llame la atención. Somos todos tan raros...

Dominique —que estaba pensando en cómo pedir permiso a sus padres para dormir fuera de casa las dos próximas noches— estuvo de acuerdo con aquel último comentario, atendiendo al absurdo entusiasmo que mostraba su compañero en medio de aquellas circunstancias. Y eso que Jules le caía bien, a pesar de su extraña afición por lo oscuro. Aunque, bien pensado, ¿quién no era raro, a su manera?

—Pues, si te sobra tiempo, aprovecha y haz esto más habitable —añadió Daphne, que continuaba centrada en lo suyo—. Ordénalo un poco, busca algo para tapar la claraboya cuando se haga de noche, consigue linternas y comida. Pasaremos bastantes horas aquí, y no podremos movernos.

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