Elogio de la Ociosidad y otros ensayos (24 page)

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El último trabajo significativo de Russel en matemáticas y lógica,
Introducción a la Filosofía Matemática
, fue escrito a mano mientras estaba en la cárcel por sus actividades antibélicas durante la Primera Guerra Mundial. Este trabajo fue principalmente una explicación de su obra previa y su significado filosófico.

Filosofía del lenguaje

Russell no fue el primer filósofo en sugerir que el lenguaje tenía una importante significancia en cómo entendemos el mundo; sin embargo, más que nadie antes que él, Russell hizo del lenguaje, o más específicamente, cómo utilizamos el lenguaje, una parte central de la filosofía. Sin Russell, parece improbable que filósofos tales como Ludwig Wittgenstein, Gilbert Ryle, J. L. Austin y P. F. Strawson, entre otros, se hubieran embarcado por el mismo rumbo, ya que mucho de lo que ellos hicieron fue amplificar o responder, a veces de modo crítico, a lo que Russell había dicho antes que ellos, usando muchas de las técnicas que él desarrolló originalmente. Russell, en conjunto con Moore, compartía la idea de que la claridad de expresión era una virtud, una noción que desde entonces ha sido un punto de referencia para los filósofos, particularmente entre los que tratan con la filosofía del lenguaje.

Quizás la contribución más significativa de Russell a la filosofía del lenguaje es su Teoría de las descripciones, presentada en su ensayo «On Denoting», publicado por primera vez en 1905 en la revista de filosofía
Mind
, que el matemático y filósofo Frank P. Ramsey describió como «un paradigma de filosofía». La teoría es normalmente ilustrada utilizando la frase «El actual rey de Francia», como en «El actual rey de Francia es calvo». ¿Sobre qué objeto se trata esta proposición, dado que no existe en la actualidad un rey de Francia? (El mismo problema surgiría si hubiera dos reyes de Francia en la actualidad: ¿a cuál de ellos se refiere «El» rey de Francia?) Alexius Meinong había sugerido que debemos asumir la existencia de un reino de «entidades no-existentes» que podamos suponer sobre las que nos estamos refiriendo cuando usamos expresiones como ésa; pero esto sería una teoría extraña, por decirlo al menos. Frege, empleando su distinción entre sentido y referencia, sugirió que tales frases, aunque significativas, no eran ni verdaderas ni falsas. Pero algunas de esas proposiciones, tales como «Si el actual rey de Francia es calvo, entonces el actual rey de Francia no tiene cabello en su cabeza», no parece sólo verdadera en su valor sino en efecto obviamente verdadera.

El problema es general a lo que son llamadas las «descripciones definidas». Normalmente esto incluye todos los términos comenzando con «el», y algunas veces incluye nombres, como «Walter Scott» (este punto es bastante controvertido: Russell a veces pensaba que estas últimas no deberían ser llamadas con ningún nombre, sino sólo «descripciones definidas encubiertas»; sin embargo, en trabajos posteriores han sido tratadas completamente como cosas diferentes). ¿Cuál es la «forma lógica» de las descripciones definidas: cómo, en los términos de Frege, las podríamos parafrasear de modo de mostrar cómo la verdad de ese todo depende de las verdades de las partes? Las descripciones definidas aparecen como nombres que por su propia naturaleza indican exactamente una cosa, ni más ni menos. ¿Quiénes, entonces, somos nosotros para decir algo sobre la proposición como un todo si una de sus partes aparentemente no está funcionando correctamente?

La solución de Russell fue, antes que todo, analizar no el término por sí solo, sino la proposición entera que contenía una descripción definida. «El actual rey de Francia es calvo», entonces sugirió, puede ser replanteado como «Existe un x tal que es el actual rey de Francia, nada más que x es el actual rey de Francia, y x es calvo». Russell exigía que cada descripción definida, en efecto contuviera una afirmación de existencia y una afirmación de unicidad, y que pudieran ser descompuestas y tratadas separadamente de la afirmación que es el contenido obvio de la proposición. La proposición como un todo entonces dice tres cosas sobre algún objeto: la descripción definida contiene dos de ellas y el resto de la frase contiene la restante. Si el objeto no existe, o si no es único, entonces la frase completa resulta ser falsa, aunque no sin sentido.

Una de las mayores quejas en contra de la teoría de Russell, debida originalmente a Strawson, es que las descripciones definidas no exigen que su objeto exista, ellas sólo presuponen que sí. Strawson también señala que una frase que no indica nada puede ser supuesta a seguir el rol del «valor verdadero invertido» de Widgy y expresa el significado contrario de la frase pensada. Esto puede ser mostrado utilizando el ejemplo de «El actual rey de Francia es calvo». Aplicando la metodología del valor verdadero invertido el significado de esta frase se convierte en «Es verdad que no existe un actual rey de Francia que es calvo» que cambia el significado de «El actual rey de Francia» de uno principal a uno secundario.

Wittgenstein, estudiante de Russell, logró una considerable prominencia en la filosofía del lenguaje luego de la publicación póstuma de
Investigaciones Filosóficas
. Según la opinión de Russell, el trabajo más tardío de Wittgenstein no fue dirigido correctamente, y desacreditó su influencia y a seguidores (especialmente los miembros de la llamada «escuela de Oxford» de la filosofía del lenguaje ordinario, a quienes los veía como promotores de una especie de misticismo). La creencia de Russell en que la tarea de la filosofía no está limitada a examinar el lenguaje común u ordinario es nuevamente aceptada ampliamente en filosofía.

Filosofía de la ciencia

Russell afirmaba con frecuencia que estaba más convencido de su método de hacer filosofía, el método del análisis, más que de sus conclusiones filosóficas. La ciencia, por supuesto, era uno de los componentes principales del análisis, junto a la lógica y las matemáticas. Si bien Russell era un creyente del método científico, el conocimiento derivado de la investigación empírica que es verificada a través de pruebas repetidas, pensaba que la ciencia sólo obtiene respuestas provisionales, y que el progreso científico se construye poco a poco, tratando de encontrar unidades orgánicas considerablemente útiles. Y pensaba lo mismo de la filosofía. Otro fundador de la filosofía moderna de la ciencia, Ernst Mach, le daba menos confianza al método, por sí mismo, pues creía que cualquier método que producía resultados predecibles era satisfactorio y que el rol principal del científico era hacer predicciones exitosas. Aunque Russell, sin dudarlo, estaría de acuerdo con esto como un asunto práctico, sostenía que el objetivo fundamental de la ciencia y la filosofía era comprender la realidad, y no simplemente hacer predicciones.

El hecho de que Russell hiciera de la ciencia una parte central de su método y filosofía, fue instrumental en hacer de la filosofía de la ciencia una rama completa y separada en la filosofía, y un área en que filósofos subsiguientes se especializaron. Mucho del pensamiento de Russell acerca de la ciencia se expone en su libro de 1914,
Nuestro Conocimiento del Mundo Exterior
(
Our Knowledge of the External World as a Field for Scientific Method in Philosophy
). Entre las diversas escuelas que fueron influenciadas por Russell estuvieron los positivistas lógicos, particularmente Rudolph Carnap, quien mantenía que la característica distintiva de las proposiciones científicas era su verificabilidad. Esto contrastaba con la teoría de Karl Popper, también muy influenciado por Russell, que sostenía que su importancia descansaba en el hecho de que ellas eran potencialmente falsificables.

Vale hacer notar que, fuera de las búsquedas estrictamente filosóficas, Russell siempre se sentía fascinado por la ciencia, particularmente la física, e incluso fue el autor de varios libros de ciencia populares, como
El ABC de los Átomos
de 1923 (
The ABC of Atoms
) y
El ABC de la Relatividad
(
The ABC of Relativity
) de 1925.

Religión y teología

La perspectiva ética de Russell y su valor personal para enfrentar controversias, ciertamente fueron formadas por su crianza y educación religiosa, principalmente la dada por su abuela paterna, que lo instruyó con el precepto bíblico «No sigas a la mayoría para obrar mal» (
Thou shall not follow a multitude to do evil), Éxodo
23:2, algo que —según el propio Russell— lo había influido de por vida.

Sin embargo, en su vida adulta, Russell pensaba que era muy improbable que existiera un dios, y sostenía que la religión era poco más que superstición.

En su discurso de 1949, «¿Soy un ateo o un agnóstico?» (
Am I an Atheist or an Agnostic?
), Russell expresaba su dificultad sobre si llamarse a sí mismo un ateo o un agnóstico:

Como filósofo, si estuviera dirigiéndome a una audiencia puramente filosófica, debería decir que tendría la obligación de describirme a mí mismo como un agnóstico, porque no creo que haya un argumento concluyente con el cual uno demuestre que no hay un Dios. Por otra parte, si voy a expresar la idea correcta al hombre común en la calle, pienso que tendría que decir que soy un ateo, porque cuando digo que no puedo probar que no existe un Dios, debería igualmente agregar que no puedo probar que no existen los dioses homéricos.

Bertrand Russell,
Collected Papers
, vol. 11, p. 91.

Aunque más tarde cuestionaría la existencia de Dios, en sus años de estudiante, aceptaba completamente el Argumento ontológico:

Durante tres o cuatro años fui un hegeliano. Recuerdo el momento exacto en el que adopté esta doctrina, fue en 1894, mientras caminaba por Trinity Lane —en la Universidad de Cambridge donde Russell estudiaba—, había salido a comprar una lata de tabaco, a la vuelta la lancé repentinamente al aire, y exclamé «¡Cáspita, el argumento ontológico es sólido!».

Bertrand Russell,
Autobiografía de Bertrand Russell
, 1967.

Esta cita ha sido utilizada a lo largo de los años por muchos teólogos, tales como Louis Pojman en
Filosofía de la Religión
, para convencer a los lectores de que incluso un conocido filósofo ateo defiende este agumento de la existencia de Dios.

Sin embargo, el mismo Russell también menciona en la susodicha autobiografía:

No creía en la vida en el más allá, pero sí creía en Dios, pues el argumento de primera causa, me parecía irrefutable. Pero a la edad de dieciocho años, poco antes de ingresar en Cambridge, leí la autobiografía de John Stuart Mill, en la cual explicaba cómo su padre le enseñó que no se puede preguntar «¿Quién me creó?», ya que esta pregunta conllevaría la de «¿Quién creó a Dios?». Esto me llevó a abandonar el argumento de la primera causa y a comenzar a ser un ateo.

Bertrand Russell,
Autobiografía de Bertrand Russell
, 1967.

Russell hizo también un influyente análisis de la Hipótesis Omphalos (Omphalos Hypothesis) enunciada por Philip Henry Gosse, de que cualquier argumento que defienda que el mundo fue creado ya en movimiento, (Dios habría creado un mundo ya evolucionado, con montañas, desfiladeros, o el ejemplo del ombligo,
Omphalos
en griego, en Adán y Eva) podría aplicarse tanto a un planeta Tierra de unos cuantos miles de años de edad así como a uno originado hace cinco minutos:

No hay imposibilidad lógica en la hipótesis de que el mundo se creó hace cinco minutos, con una población que «recuerda» un pasado completamente irreal. No hay una conexión necesaria lógicamente entre eventos de épocas distintas; por lo tanto, nada de lo que sucede ahora o sucederá en el futuro puede refutar la hipótesis de que el mundo comenzó hace cinco minutos.

Bertrand Russell,
El Análisis de la Mente
(
The Analysis of Mind
), 1921, pp. 159-60; cf.
Filosofía
(
Philosophy
), Norton, 1927, p. 7, donde Russell reconoce la paternidad de Gosse en el argumento anti-evolucionario.

Cuando joven, Russell tuvo una inclinación decididamente religiosa, como es evidente en el platonismo de su época más temprana. Anhelaba verdades absolutas, como lo deja claro en su famoso ensayo
A Free Man’s Worship
, ampliamente considerado como una obra maestra en prosa, pero una obra que llegó a desagradar al propio Russell. Mientras rechazaba lo sobrenatural, admitía libremente que ansiaba un significado más profundo de la vida.

Las opiniones de Russell sobre religión pueden ser encontradas en su conocido libro
Por qué no soy cristiano y otros ensayos
(
Why I Am Not a Christian and Other Essays on Religion and Related Subjects
). El título fue una charla dada el 6 de marzo de 1927, que un año después fue publicada como libro. Este texto contiene además otros ensayos en los cuales Russell considera un número de argumentos lógicos para la no existencia de Dios, incluyendo el argumento cosmológico o de primera causa, el argumento de ley natural, el argumento teológico, y argumentos morales.

Su conclusión:

La religión se basa, creo yo, primeramente en el miedo. Es en parte el terror hacia lo desconocido, como ya he dicho, el anhelo de sentir que se tiene un como hermano mayor que siempre te protege y está ahí. [...] Un buen mundo necesita conocimiento, bondad y coraje; no necesita una añoranza lastimosa del pasado o el lastre al libre uso de la inteligencia de palabras dichas hace mucho tiempo por gentes ignorantes.

Bertrand Russell,
Por qué no soy cristiano y otros argumentos morales

Opiniones prácticas

Russell escribió algunos libros sobre asuntos éticos prácticos tales como el matrimonio. Sus opiniones en este campo son liberales. Argumenta que las relaciones sexuales fuera del matrimonio son relativamente aceptables. En su libro
Sociedad Humana, Ética y Política
(
Human Society in Ethics and Politics
) de 1954, aboga en favor de la perspectiva de que deberíamos atender los asuntos morales desde el punto de vista de los deseos de los individuos. Los individuos pueden hacer lo que ellos quieran, siempre y cuando no existan deseos incompatibles entre individuos diferentes. Los deseos no son malos en sí mismos, pero en ocasiones sí lo son su poder o consecuencias reales. Russell también escribe que el castigo es importante sólo en un sentido instrumental, y no debería utilizarse nunca sin justificación.

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