Elogio de la Ociosidad y otros ensayos (25 page)

BOOK: Elogio de la Ociosidad y otros ensayos
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Influencia en la filosofía

Sería difícil ponderar la influencia de Russell sobre la filosofía moderna, especialmente en el mundo angloparlante. Si bien otros también fueron notablemente influyentes, Frege, Moore y Wittgenstein, más que ninguna otra persona Russell hizo del análisis la aproximación dominante hacia la filosofía. Contribuyó prácticamente en todas las áreas desde la misma metodología: abogando siempre por el análisis y alertando a los filósofos de las trampas del lenguaje, sentando así el método y las motivaciones de la filosofía analítica y siendo, si no el fundador, sí al menos el principal promotor de las mayores ramas y temas de ésta, incluyendo varias versiones de la filosofía del lenguaje, análisis lógico formal, y la filosofía de la ciencia. Varios movimientos analíticos del último siglo se los debemos a los primeros trabajos de Russell. Sus contribuciones de contenido incluyen su innegable artículo maestro «Sobre el Denotar» y una serie de libros y artículos en problemas desde la filosofía de las matemáticas, la metafísica, la epistemología, la inferencia científica y la ética a una serie de enfoques interesantes y fértiles al problema mente-cuerpo, enfoques discutidos hoy en día por variedad de filósofos importantes como David Chalmers, Michael Lockwood, Thomas Nagel, Grover Maxwell, Mario Bunge, etc.

La influencia de Russell sobre cada filósofo es particular, y quizás esto se note más en el caso de Ludwig Wittgenstein, quien fue su alumno entre 1911 y 1914. También hay que observar que Wittgenstein ejerció considerable influencia sobre Russell, especialmente al mostrarle el camino para llegar a concluir, a su pesar, que las verdades matemáticas eran sólo verdades tautológicas. La evidencia de la influencia de Russell sobre Wittgenstein pueder ser vista por todas partes en el
Tractatus
, en cuya publicación Russell contribuyó. Russell también ayudó en garantizar el doctorado de Wittgenstein junto a una posición en la facultad de Cambridge, además de varias becas. Sin embargo, como se menciona previamente, Russell más tarde llegó a disentir de la aproximación lingüística y analítica hacia la filosofía de Wittgenstein, mientras Wittgenstein llegó a pensar de Russell como «superficial», particularmente en sus escritos más populares. La influencia de Russell también es evidente en el trabajo de A. J. Ayer, Carnap, Kurt Gödel, Karl Popper, W. V. Quine, y otros filósofos y lógicos.

Algunos ven la influencia de Russell como negativa, principalmente aquellos que han sido críticos de su énfasis en la ciencia y la lógica, la consiguiente debilitación de la metafísica, y su insistencia en que la ética yace fuera de la filosofía. Los admiradores y detractores de Russell generalmente están más al tanto de sus pronunciamientos sobre asuntos políticos y sociales (llamado «periodismo» por algunos, como Ray Monk), que de su trabajo técnico y filosófico. Entre los no-filósofos, hay una tendencia marcada en fusionar estos temas, y juzgar a Russell como filósofo por lo que él ciertamente consideraría eran sus opiniones no-filosóficas. Russell con frecuencia recalcaba a las personas esta diferencia.

Russell dejó un gran surtido de escritos. Desde la adolescencia, escribió cerca de 3.000 palabras por día, con pocas correcciones; su primer borrador casi siempre era muy cercano a su último borrador, aún en los temas técnicos más complejos. Su trabajo previo no publicado es una inmensa colección de tesoros, del cual los especialistas continúan adquiriendo nuevas visiones del pensamiento de Russell.

Influencia en la matemática

En matemáticas su gran contribución es la indudablemente importante
Principia Mathematica
con Alfred North Whitehead, libro en tres volúmenes donde, a partir de ciertas nociones básicas de la lógica y la teoría de conjuntos, se pretendía deducir la totalidad de las matemáticas. Kurt Gödel echó abajo la pretendida demostración, mostrando así el poder de los lenguajes formales, la posibilidad de modelar las matemáticas y la fertilidad de la lógica. Un libro profundamente influyente e importante que contribuyó al desarrollo de la lógica, la teoría de conjuntos, la inteligencia artificial y la computación, así como a la formación de pensadores de la talla de David Hilbert, Ludwig Wittgenstein, Alan Turing, Willard Van Orman Quine y Kurt Gödel.

Activismo de Bertrand Russell

El activismo social y político ocupó gran parte del tiempo de Russell durante su larga vida, lo que hace más remarcables sus escritos sobre un gran rango de temas técnicos y no técnicos.

Russell permaneció políticamente activo hasta el final, escribiendo y exhortando a los líderes mundiales, además de prestar su nombre a numerosas causas. Algunos afirman que durante sus últimos años él dio a sus jóvenes seguidores demasiada licencia y que ellos utilizaron su nombre para ciertos propósitos absurdos que un Russell más atento no hubiera aprobado. Existe evidencia que muestra que él se dio cuenta de esto cuando despidió a su secretario privado, Ralph Schoenman, entonces un joven revolucionario de la izquierda radical.

Pacifismo, guerra y armas nucleares

Russell nunca fue un total pacifista; en su artículo de 1915 «La Ética de la Guerra» (
The Ethics of War
), defendió las guerras de colonización sobre tierras de uso útil, cuando una civilización más avanzada podría administrar la tierra dándole un mejor uso. Sin embargo, se opuso casi a todas las guerras entre naciones modernas. Su activismo en contra de la participación británica en la Primera Guerra Mundial le hizo perder su membresía en el Trinity College, Cambridge. Fue sentenciado a prisión por aconsejar a jóvenes sobre cómo evitar el servicio militar. Fue liberado después de seis meses. En 1943 Russell llamó a su postura «pacifismo político relativo»: sostuvo que la guerra era un mal enorme, pero en algunas circunstancias particulares extremas (tales como cuando Adolf Hitler amenazó tomar posesión de Europa) podría ser el menor de múltiples males. En los años cercanos a la Segunda Guerra Mundial, apoyó la política de apaciguamiento; pero en 1940 reconoció que para preservar la democracia, Hitler tendría que ser derrotado. Este mismo compromiso reluctante fue compartido por Alan Alexander Milne, conocido de Russell.

Russell se opuso al uso y posesión de armas nucleares, pero pudo no haber tenido siempre esa opinión. El 20 de noviembre de 1948, durante un discurso público en la Escuela de Westminster, conmocionó a algunos observadores con comentarios que parecían sugerir que un ataque nuclear preventivo a la Unión Soviética sería justificado. Russell aparentemente discutía que la amenaza de guerra entre Estados Unidos y la Unión Soviética permitiría a los Estados Unidos forzar a los soviéticos a aceptar el Plan Baruch para el control internacional de energía atómica. A principios de ese año había escrito a Walter W. Marseille en ese mismo tono. Russell sintió que ese plan «había tenido grandes méritos y demostró una generosidad considerable, cuando se tiene presente que Estados Unidos aún tenía un monopolio nuclear intacto» (
Has Man a Future?
, 1961). Sin embargo, Nicholas Griffin, de la Universidad de McMaster, en su libro
The Selected Letters of Bertrand Russell: The Public Years, 1914-1970
señala (luego de haber conseguido una transcripción del discurso) que los términos de Russell implican que él no defendió el uso de la bomba atómica, sino simplemente su uso diplomático como una fuente poderosa de influencia sobre las acciones de los soviéticos. La interpretación de Griffin fue debatida por Nigel Lawson, anterior Canciller británico, que estuvo presente en el discurso, y quien señala que fue muy claro para la audiencia que Russell estaba apoyando un primer ataque. Cualquiera sea la interpretación correcta, Russell luego abogó fuertemente por un desarme por parte de los poderes nucleares.

En 1955 Russell dio a conocer el Manifiesto Russell-Einstein, firmado en conjunto con Albert Einstein y otros nueve líderes científicos e intelectuales, un documento que desembocó en la Conferencia Pugwash en 1957.

En 1958 se convirtió en el primer presidente de la Campaña de Desarme Nuclear (CDN). Renunció dos años más tarde cuando la CDN no apoyó la desobediencia civil, y formó el Comité de los 100. En 1961, ya casi cerca de los noventa años, fue encarcelado por una semana por incitar a la desobediencia civil, en conexión con protestas en el Ministerio de Defensa del Reino Unido y en Hyde Park, Londres.

Muy preocupado sobre el peligro potencial para la humanidad debido a las armas nucleares y otros descubrimientos científicos, también se unió a Einstein, Oppenheimer, Rotblat y otras eminencias en el ámbito científico del momento para establecer la Academia Mundial de Arte y Ciencia constituida en 1960.

En 1962, a los 90 años, medió en la crisis de los misiles de Cuba para evitar que se desatara un ataque militar, escribiendo cartas a John F. Kennedy, Nikita Jrushchov, al Secretario General de las Naciones Unidas U Thant y al primer ministro británico Harold Macmillan, quienes pudieron haber ayudado a prevenir el avance del conflicto y una posible guerra nuclear, y siendo intermediario en sus respuestas mutuas. Organizó con Albert Einstein un manifiesto que dio vida a las Conferencias de Pugwash, ante la amenaza de una guerra nuclear y pasó los últimos quince años de su vida haciendo campaña en contra de la fabricación de armas nucleares. En esto seguía el consejo que había dado a un entrevistador, diciéndole que el deber del filósofo en esos tiempos era evitar a toda costa un nuevo holocausto, la destrucción de la humanidad.

La Fundación para la Paz Bertrand Russell comenzó a funcionar en 1963, a fin de llevar adelante el trabajo de Russell por la paz, los derechos humanos y la justicia social. Comenzó su oposición pública hacia la política de Estados Unidos en Vietnam, con una carta al
New York Times
con fecha 28 de marzo de 1963. En el otoño de 1966 ya había completado el manuscrito de
Crímenes de guerra en Vietnam
. Luego, utilizando las justificaciones estadounidenses para los Juicios de Nuremberg, Russell y Jean-Paul Sartre organizaron lo que él mismo llamó un Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra, conocido como el Tribunal Russell.

Russell, desde un comienzo, fue crítico con la historia oficial en el asesinato de John F. Kennedy. Su escrito
16 Preguntas sobre el asesinato
de 1964 es aún considerado un buen resumen de las aparentes inconsistencias del caso.

Russell apareció en un
film
interpretándose a sí mismo en la película india antibélica
Aman
que fue presentada en India en 1967. Ésta fue la única aparición de Russel en un
film
.

Comunismo y socialismo

Russell inicialmente expresó tener mucha esperanza en el «experimento comunista». Sin embargo, cuando visitó la Unión Soviética y se reunió con Lenin en 1920, encontró el sistema imperante poco impresionante. A su regreso escribió un tratado crítico llamado
La Práctica y Teoría del Bolchevismo
(
The Practice and Theory of Bolshevism
). Él estaba «infinitamente descontento en esta atmósfera sofocada por su utilitarismo, su indiferencia hacia el amor y belleza y el vigor del impulso». Para Russell, Lenin era un hombre que se pretendía científico y que presumía de actuar siguiendo las leyes de la historia, pero no veía en él ninguna traza de ciencia. Los seguidores de Lenin eran, para Russell, creyentes, fundamentalistas y fanáticos. Afirmaba ver algo interesante en su fanatismo, pero nada que ver con las leyes de la historia, que para Russell estaban subordinadas a la ciencia como único método de análisis. Creía que Lenin era similar a un fanático religioso, frío y poseído por un «desamor a la libertad».

Políticamente, Russell imaginaba un tipo benévolo de socialismo afirmando su simpatía por el socialismo libertario o anarquismo, similar en algunas formas, aún poseyendo diferencias importantes, al concepto promovido por la Sociedad Fabiana. De esta fusión de criterios surge en los años 20 su respaldo al socialismo gremial, una forma de socialismo individualista/cooperativo y antiestatal, de mando distribuido y no centralizado.

Russell criticaba fuertemente el régimen de Stalin, y las prácticas de los estados que se proclamaban marxistas y comunistas. Siempre fue un entusiasta consistente de la democracia y el gobierno mundial, y abogaba por el establecimiento de un gobierno internacional democrático en algunos de los ensayos reunidos en
In Praise of Idleness
(1935), y también en
Has Man a Future?
(1961).

Quien cree como yo, que el intelecto libre es la principal máquina del progreso humano, no puede sino oponerse fundamentalmente al Bolchevismo tanto como a la Iglesia de Roma. Las esperanzas que inspiran al comunismo son, en lo principal, tan admirables como aquellas inculcadas por el Sermón de la Montaña, pero ellas se sostienen fanáticamente y son igual de probables de hacer tanto daño como ellas.

Bertrand Russell,
La Práctica y Teoría del Bolchevismo
, 1920.

Por mi parte, mientras soy un socialista convencido tanto como el más ardiente marxista, no considero al Socialismo como un evangelio de venganza proletaria, ni siquiera, principalmente, como un medio de asegurar justicia económica. Lo considero principalmente como un ajuste a la máquina de producción requerido por consideraciones de sentido común, y calculadas para incrementar la felicidad, no sólo del proletariado, sino de todos excepto una minoría pequeña de la raza humana.

Bertrand Russell, «The Case for Socialism», (
In Praise of Idleness
, 1935).

Métodos modernos de producción nos han dado la posibilidad de bienestar y seguridad para todos; hemos escogido, en vez, tener sobrecarga de trabajo para algunos y hambruna para el resto. Hasta ahora hemos continuado siendo tan enérgicos como éramos antes que hubieran máquinas; en esto hemos sido estúpidos, pero no hay razón para que sigamos siendo estúpidos por siempre.

Bertrand Russell,
In Praise of Idleness
, 1935.

Llego a la conclusión de que, tanto hoy como en tiempos de Locke, el liberalismo empirista (que no es incompatible con el socialismo democrático) es la única filosofía que puede ser adoptada por el hombre que, por una parte, demande alguna evidencia científica a sus convicciones y, por otra parte, desee la felicidad humana por encima de la prevalencia de cualquier partido o credo.

Bertrand Russell,
Unpopular Essays
, 1950.

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