—¿Y ahora, a dónde? —preguntó Claire cuando llegaron al suelo.
Tony señaló con el mentón.
—De momento escóndete en esos bultos de equipos, por allí. No podemos arriesgarnos a alejarnos demasiado de las lanzaderas.
Se deslizaron con dificultad por la superficie del hangar. Claire, inmediatamente, se manchó las manos con tierra y aceite. Algo que le producía un irritación psicológica tan aguda como no poder rascarse. Se sentía capaz de llegar a arriesgar la vida para poder lavárselas. Mientras ella y Tony se desplazaban, Claire recordó las gotas de humedad condensada que salían por la capilaridad en las superficies del Hábitat, hasta que las desintegraba con su toalla.
Cuando llegaron al área donde había algunas piezas de equipos pesados, un cargador entró en el hangar y se bajaron una docena de hombres y mujeres de uniforme. Todos comenzaron a desplazarse alrededor de la lanzadera, en una confusión ordenada. Claire se sentía tranquilizada por el ruido que estaban haciendo. Andy todavía seguía lloriqueando. Con cierto temor, observó el equipo de mantenimiento a través de los brazos metálicos de la maquinaria. ¿Cuándo era demasiado tarde para rendirse?
Leo, medio desnudo en el vestuario, miró a Pramod, con cierta ansiedad, cuando entró a la habitación y se detuvo a su lado.
—¿Has encontrado a Tony? —preguntó—. Como capataz del grupo, se supone que tendría que estar al mando de esta misión. Se supone que yo sólo tendría que observar.
Pramod sacudió la cabeza.
—No está en ninguno de los sitios habituales, señor.
Leo protestó entre dientes, sin llegar a un insulto.
—Ya tendría que haber respondido a los avisos a esta altura…
Se dirigió hacia la salida.
Fuera, en el vacío, un remolcador pequeño depositaba la última de las secciones de la cubierta de la nueva cápsula de hidroponía en su constelación adecuada. Los cuadrúmanos tendrían que construirla ante los ojos de la vicepresidenta. Leo esperaba que las complicaciones y las demoras que pudieran surgir en otros departamentos cubrieran las del suyo. Había llegado el momento en que el equipo de soldadores haría su debut.
—Muy bien, Pramod, vístete. Tomarás el puesto de Tony, y Bobbi, del Grupo B, tomará el tuyo. —Leo se apresuró, antes de que el asombro en los ojos de Pramod se convirtiera en miedo frente a la acción—. No habrá nada que no hayas practicado docenas de veces. Y si tienes la menor duda sobre la calidad o la seguridad de cualquier procedimiento yo estaré allí. La realidad es que vosotros vais a estar viviendo en la estructura que construyan hoy mucho después de que la vicepresidenta Apmad y su comitiva se hayan ido. Te garantizo que respetará mucho más un trabajo que se haya realizado bien, aunque despacio, que una imitación de mala calidad.
Por el amor de Dios, haz que parezca fácil
, le había dicho Van Atta a Leo, poco tiempo antes.
Ajústate a los planes, no importa lo que pase. Arreglaremos los problemas más tarde, cuando ella se haya ido. Se supone que estos chimpancés que estamos haciendo justifican el gasto
.
—No tienes que intentar parecer otra cosa que lo que eres —continuó Leo—. Eres eficiente y bueno. Prepararos ha sido uno de los placeres más grandes e inesperados de mi carrera. Ve saliendo. Yo te alcanzaré enseguida.
Pramod se alejó en busca de Bobbi. Leo frunció el ceño y flotó por el vestuario hasta la terminal en el otro extremo.
Introdujo su identificación. La siguiente instrucción fue «Búsqueda: doctora Sondra Yei». En ese preciso momento, un mensaje en uno de los ángulos de la pantalla comenzó a titilar con su propio nombre y número: «Cancele esa instrucción».
Volvió a registrar su número y levantó las cejas, sorprendido, cuando vio aparecer el rostro de la doctora Yei en su pantalla.
—¡Sondra! Estaba a punto de llamarla. ¿Sabe dónde está Claire?
—¡Qué extraño! Yo lo estaba llamando para preguntarle si sabía dónde podía encontrar a Tony.
—¿Ah, sí? —dijo Leo, en una voz que de repente denotó neutralidad—. ¿Por qué?
—Porque no puedo encontrarla en ninguna parte y pensé que Tony podría saber dónde estaba. Se supone que tiene que dar una demostración de las técnicas de cuidados de bebés en caída libre a la vicepresidenta Apmad después del almuerzo.
—¿Sabes si Andy… —Leo tragó saliva— está en la guardería o con Claire?
—Con Claire, por supuesto.
—Ah.
—Leo… —la doctora Yei agudizó su interés—, ¿sabe usted algo que yo desconozca?
—Bueno… —la miró—. Sólo sé que Tony estuvo muy poco atento en el trabajo la semana pasada. Hasta diría… deprimido. Pero se supone que eso incumbe a su departamento. Es igual, no tenía el mismo espíritu alegre que de costumbre. —Leo tenía un nudo en el estómago que le causaba cierta dificultad para hablar—. ¿Tiene alguna preocupación que haya olvidado compartir conmigo?
La doctora frunció un tanto los labios, pero ignoró el ataque.
—Los programas se modificaron en todos los departamentos. A Claire se le asignó una nueva reproducción que no incluía a Tony.
—¿Asignar una reproducción? ¿Se refiere a tener otro bebé? —Leo sentía cómo el rubor le subía a las mejillas. Desde algún lugar en el fondo de su alma comenzaba a subir una presión largo tiempo contenida—. ¿Se autoengañan con lo que están haciendo al usar esos términos confusos? Y yo que pensaba que la propaganda era sólo para nosotros, los peones.
La doctora Yei comenzó a hablar, pero Leo la interrumpió.
—¡Santo Dios! ¿Ya nació inhumana o se volvió así con todos esos títulos? Master en ciencias, doctorado, etcétera…
El rostro de Yei se volvió sombrío y su acento, seco.
—¿Un ingeniero con un alma romántica? Ahora lo comprendo todo. No es necesario que se deje llevar por su actuación, señor Graf. Tony y Claire fueron asignados entre sí, en primer lugar, por el mismo sistema, y si cierta gente hubiera querido respetar mi programa original, este problema se habría evitado. No veo por qué hay que pagarle a un experto y después ignorar abiertamente su consejo. De verdad… ¡Ingenieros!
Oh, cielos, la doctora también está sufriendo un caso agudo de Van Atta como yo, concluyó Leo. Esta reflexión calmó sus impulsos, sin llegar a sofocar la presión interna.
—Yo no fui la que inventé el Proyecto Cay y si yo estuviera al cargo, haría las cosas de forma diferente. Pero tengo que hacer mi juego con las cartas que me dan, señor Graf. —Logró controlarse y la conversación casi llegó a su tono original—. Tengo que encontrarla pronto o no tendré otra alternativa que dejar que Van Atta empiece la exhibición por el final. Leo, es absolutamente imprescindible que la vicepresidenta Apmad comience por el recorrido de la guardería, antes de que pueda formarse cualquier… ¿Tiene idea de dónde pueden estar esos chicos?
Leo sacudió la cabeza. Fue un minuto de inspiración lo que le hizo decir una mentira antes de haber terminado de hablar.
—Pero, ¿me llamará si los encuentra antes que yo? —le suplicó, con un tono humilde.
La dureza de Yei apenas se ablandó.
—Claro.
Se encogió de hombros, en un gesto de disculpa silenciosa, y desapareció.
Leo volvió a su taquilla, se quitó el traje de trabajo y se apresuró a verificar lo que le indicaba su inspiración, antes que la doctora Yei lo hiciera por su cuenta. Estaba seguro que también lo haría, y pronto.
Silver revisó su programa de trabajo en el dispositivo de vídeo. Pimientos dulces. Atravesó el compartimento de hidroponía hasta el casillero de las semillas. Encontró el cajón con la etiqueta correcta y extrajo un paquete de papel. Sacudió el paquete y las semillas secas resonaron en su interior.
Recogió una caja de germinación de plástico, abrió el paquete y vertió las semillas pálidas en el recipiente, donde rebotaban con cierta gracia. A continuación, al grifo de hidratación. Colocó el tubo de agua en el tapón de goma de la caja de germinación y administró una medida de líquido. Sacudió una vez más la caja para deshacer el glóbulo de líquido que se formaba. Una vez que puso la caja de germinación en el estante de incubación, colocó la temperatura óptima para pimientos dulces, con un clon 297-X-P, híbrido fototrópico, no gravitacional. Luego suspiró.
La luz de las ventanas con futro captaba su atención insistentemente. Era la cuarta o la quinta vez que interrumpía su trabajo para observar la porción de Rodeo que este ángulo de visión del compartimento le permitía ver. En algún lugar allí abajo, Claire y Tony estarían arrastrándose… si es que todavía no se habían rendido o si no se las habían ingeniado para introducirse en otra cápsula o si no les había ocurrido alguna horrible catástrofe… La imaginación de Silver no dejaba de proporcionarle diferentes tipos de catástrofes.
Intentó sacárselas de la mente con una imagen mental de Tony, Claire y Andy logrando introducirse en una lanzadera con destino a la Estación de Transferencia. Pero esta imagen le traía otra, en la que Claire intentaba saltar alguna brecha hasta el pasillo de la escotilla de la lanzadera y se olvidaba que todas esas tangentes se convertían en parábolas por la fuerza gravitacional. El grito, sofocado por el golpe sobre el hormigón más abajo… No, seguramente Claire tendría a Andy en sus brazos… el doble golpe sobre el cemento más abajo… Silver se masajeó la frente con las manos superiores, como si así pudiera olvidarse de la visión tétrica que tenía en la cabeza. Claire también había visto las mismas películas sobre la vida en la Tierra y seguramente se acordaría.
El ruido de las compuertas hizo volver a Silver a la realidad. Era mejor parecer ocupada… ¿Qué se suponía que tenía que hacer a continuación? Ah, sí, limpiar los tubos de cultivo, para prepararlos para su colocación, en el lapso de dos días, en el nuevo compartimento que estaban construyendo para hacer alarde de las habilidades de todos ante la vicepresidenta. Maldita sea la vicepresidenta. Si no hubiera sido por ella, habría una posibilidad de que no buscaran a Tony y a Claire durante dos turnos, tal vez tres.
Ahora…
El corazón comenzó a latirle más fuerte, cuando vio quién había entrado en el compartimento de hidroponía.
Normalmente, Silver habría estado contenta de ver a Leo. Parecía ser un hombre limpio. No era demasiado grande, pero sí sólido e inspiraba una calma prosaica a su alrededor, reminiscencias de las cosas terrestres que Silver había tenido la posibilidad de tocar: madera, cuero y ciertas hierbas. La luz de su sonrisa hacía que las imágenes desagradables desaparecieran. Hasta le gustaría hablar con Leo… Pero ahora no estaba sonriendo.
—Silver… ¿Estás aquí?
Por un instante, Silver consideró la posibilidad de esconderse entre los tubos de cultivo, pero las hojas se movieron cuando se dio la vuelta, revelando su posición. Espió entre las hojas.
—Hola… Leo.
—¿Has visto a Tony y a Claire últimamente? —dijo Leo, en un tono directo.
Llámame Leo
, le había dicho la primera vez que lo llamó señor Graf.
Es más corto
. Él flotó por encima de los tubos de germinación. Se miraron uno al otro por encima de una barrera de judías enanas.
—No he visto a nadie, excepto a mi supervisor, en todo el turno —dijo Silver, momentáneamente aliviada al poder dar una respuesta perfectamente honesta.
—¿Cuándo fue la última vez que los viste?
—Bueno… creo que durante el último turno. —Silver inclinó la cabeza.
—¿Dónde?
—Por ahí… —sonrió. El señor Van Atta habría comenzado a agitar las manos con disgusto a esta altura y habría abandonado cualquier intento de obtener algo coherente de una cabeza tan vacía como la suya.
Leo frunció el ceño, pensativo.
—La verdad, una de las cosas adorables que tenéis es la precisión literal con la que contestáis a cualquier pregunta.
El comentario de Leo quedó pendiente en el aire. La imagen de Tony, Claire y Andy, corriendo por el compartimento de carga de la lanzadera, vino a la mente a Silver, con una claridad alucinante. Buscó en su memoria la imagen de su encuentro anterior, donde se habían establecido los planes finales, para poder ofrecer a Leo algo cercano a la verdad.
—Comimos juntos después del último turno de ayer en la Estación de Nutrición Siete.
Leo frunció los labios.
—Comprendo —dijo. Inclinó la cabeza y estudió el rostro de Silver, como si fuera una especie de acertijo, como si tuviera que encontrar la manera de unir dos superficies metalúrgicamente incompatibles.
—¿Sabes que oí hablar de la nueva asignación de reproducción de Claire? Me había preguntado qué era lo que preocupaba a Tony en las últimas semanas. Estaba bastante deprimido. Bastante… deshecho.
—Habían hecho planes. —Silver comenzó a hablar, se detuvo y se encogió de hombros—. No sé. A mí me encantaría recibir cualquier asignación de reproducción. A nadie le viene bien nada.
El rostro de Leo se volvió adusto.
—Silver… ¿Hasta qué punto estaban deprimidos? Los jóvenes, a menudo, confunden un problema temporal con el fin del mundo. No tienen noción de la concepción global del tiempo. Les hace sentirse excitables. ¿Piensas que estarían lo suficientemente enojados como para hacer algo… desesperado?
—¿Desesperado? —Claire sonrió. Ella también se sentía desesperada.
—¿Como por ejemplo un pacto suicida o algo así?
—¡Oh, no! —dijo Silver—. Nunca harían algo así.
¿Había visto cierto alivio en los ojos castaños de Leo? No, la preocupación se reflejaba en su rostro.
—Tengo miedo de que sea eso justamente lo que hayan hecho. Tony no se ha presentado a su turno de trabajo y eso no es algo común. Andy también ha desaparecido. Nadie los puede encontrar. Si se sentían tan desesperados, atrapados, ¿qué podría ser más fácil que lanzarse al vacío? Una ráfaga de frío, un dolor momentáneo y luego… huir para siempre. —Estrechó su único par de manos, con verdadera aflicción—. Y todo es culpa mía. Tendría que haber sido más perceptivo, haberle dicho algo…
Se detuvo y miró a Silver, esperanzado.
—¡Oh, no! No es eso. —Silver, horrorizada, se apresuró a disuadirlo—. ¿Cómo puede pensar algo así? Mire… —echó una mirada alrededor y luego bajó la voz—, no debería decirle esto, pero no puedo permitir que vaya por ahí pensando esas cosas horribles. —Silver contaba con toda la atención de Leo, serio y consternado. ¿Cuánto estaba dispuesta a contarle? Bastaría con tranquilizarlo un poco…