Espejismo (27 page)

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Authors: Louise Cooper

Tags: #Fantasia

BOOK: Espejismo
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Ese desafío constituyó una nueva sacudida para Kyre. No podía fiarse de Calthar; no se
atrevía
a fiarse de ella. Sin embargo, sus palabras tenían una persuasiva lógica. y la fascinación, el estremecedor atractivo que Talliann ejercía sobre él, debilitaba aún mucho más su capacidad de resolución.

Su rostro fue un libro abierto para Calthar, mientras él luchaba por reconciliar sus pensamientos en conflicto. La sacerdotisa se acercó más a él, hasta que sólo les separaron escasos centímetros.

—No quiero influir en ti, Kyre —dijo con dulzura—. Puedes abandonar la ciudadela ahora mismo y regresar a Haven, si así lo deseas. Nadie te lo impedirá. Sin embargo, ¿qué puedes perder por tener un encuentro con Talliann?

Calthar sabía que corría un riesgo, pero si él discrepaba lo suficiente para echar por tierra su baladronada, tendría que cambiar sus planes de inmediato. Pero casi siempre acertaba en sus juicios, y también esta vez fue así. Kyre no halló motivos para discutir con ella. Y ansiaba ver a la muchacha.

—De acuerdo. Si eso ha de satisfacer a Talliann, la veré con gusto. y como vos decís —añadió con una débil y torcida sonrisa—, ¿qué puedo perder?

Para indecible alivio de Kyre, el camino del sanctasanctórum de Talliann no obligaba a pasar de nuevo el escalofriante puente sobre el abismo. Era un recorrido corto y sencillo, cuya única anomalía consistía en la completa ausencia de otras personas que les viesen pasar. No había curiosos rostros asomados a las puertas, ni transeúntes que se detuviesen a cuchichear entre sí, ni boquiabiertos niños que fueran retirados a toda prisa por sus ansiosos padres. La noticia de la presencia del extranjero en la ciudadela tenía que haberse esparcido ya de sobras, pero nadie se les aproximó.

Subieron escaleras, y Calthar avanzaba con tal agilidad que Kyre tenía que esforzarse para mantener su paso. Finalmente, los peldaños terminaron ante otra puerta en forma de concha. Cuando se abrió, Kyre tuvo la sensación de que el estómago se le había vuelto del revés. Era la angustia de la duda y del miedo, pero, sobre todo, de una ávida expectación. Una luz azul y fría les recibió al otro lado de la puerta, donde unas formas se movían cual fantasmas, saliéndoles al encuentro. Kyre vio el resplandor de grandes ojos verdes, las siluetas de unos cuerpos jóvenes, túnicas membranosas, pálidos y flotantes cabellos… Luego, las cuatro muchachas que custodiaban los aposentos de Talliann se apartaron como la marea que se retira, a la vez que se inclinaban ante Calthar. Kyre no supo con certeza si sólo había imaginado, o era verdadero, el flamear de un intenso terror en sus ojos, antes de que las doncellas bajaran la mirada y desaparecieran.

La cueva que había detrás de la puerta parecía pertenecer a un raro sueño. En las curvas paredes, las conchas reflejaban increíbles combinaciones de imágenes, de misteriosos colores y retorcidas perspectivas. Del techo pendían estalactitas, multiplicadas cien veces por las espejeantes superficies. Totalmente desconcertado, Kyre permitió que Calthar le tomara de la mano para internarle aún más en el increíble laberinto. Cuando por fin llegaron al fondo de la cueva, algo se movió independientemente de todos los reflejos.

Se hallaba a medio camino de unos peldaños muy desiguales, allí donde el suelo se levantaba escarpado… Cabellos negros, ojos al parecer vacíos, y un tenue sonido semejante al tembloroso primer gemido de un niño recién nacido…

Ella les vio y bajó los peldaños tan aprisa, que poco faltó para que perdiera pie y cayera. Su cuerpo era joven y flexible, y lo cubría una recatada prenda que le llegaba hasta los tobillos. Por primera vez, Kyre pudo mirar largamente a la muchacha, y de nuevo sintió que algo se encogía dentro de él, al presentir que la conocía de antes… El pequeño y delicado rostro; los largos cabellos negros, que caían en sedosos mechones sobre los hombros…; los enormes y profundos ojos, tan oscuros como el pelo… No era exactamente hermosa (una Simorh libre de amargura y enfermedad habría resultado bastante más bella), pero Kyre la encontraba mucho más familiar que cualquiera de las demás personas o cosas que conociera desde que fue arrancado de la nada.

Pero Talliann le ignoró. En cambio, se detuvo a cinco pasos de Calthar, toda su frágil persona temblorosa de enojo.

—¿Dónde habéis estado? —sonó estridente la voz de Talliann, y se retorció las manos como si estuviera lavándoselas—. Dijisteis,
prometisteis
que…

Pero calló cuando Calthar señaló con silencioso gesto al hombre que tenía a su lado.

Talliann se volvió y miró abiertamente por vez primera a Kyre. Sus ojos eran como eclipses lunares gemelos: enormes pupilas negras, rodeadas de relucientes coronas de plata. Durante un terrible momento, Kyre tuvo la sensación de que esos ojos le sorbían el alma. Luego, la muchacha entreabrió los labios para mostrar unos dientes afilados e iguales, cuando el aliento quedó atrapado en su garganta.

—Has vuelto…

Murmuró estas palabras como si fuesen un temible y secreto talismán y sin dejar de mirar fijamente a Kyre, empezó a temblar de manera febril. Se llevó luego una mano a la boca, para morderse los nudillos, y Kyre quedó aterrado al ver la que sangre resbalaba por su muñeca…

—¡Talliann!

Calthar habló con dureza, como si riñera a una chiquilla desobediente, pero ante el poco caso que le hacía la muchacha lanzó una maldición y una de sus manos de larguísimas uñas salió disparada como una serpiente y apartó bruscamente el brazo de la boca de Talliann.

—¡Basta! —jadeó, pero al mirar rápidamente a Kyre, su voz cambió de tono—. Aquí tienes a tu invitado, querida. Deseabas verle, ¿no?

Talliann frunció los labios, y sus inquietos ojos fueron de Calthar a Kyre, de Kyre a Calthar, antes de murmurar:

—Gracias…

Hubo un incómodo silencio hasta que, al cabo de unos momentos, Calthar dijo:

—¿No estás contenta?

Talliann la miró con expresión ausente.

—Tú deseabas ver a Kyre, hija… ¡Pues aquí está! ¿No tienes nada que decirle?

Los ojos de Talliann se posaron de lleno en Kyre, pero éste tuvo que apartar la vista de ellos, sobrecogido, mientras la muchacha se secaba tranquilamente la ensangrentada mano con el vestido.

—No —musitó por último.

Calthar emitió un profundo suspiro cuando la joven volvió la cabeza.

—Temía que sucediera algo así —comentó luego en voz baja—. Será mejor que nos vayamos.


¡No!

La protesta fue involuntaria y no tenía nada que ver con la advertencia de la sacerdotisa. En un solo instante, Talliann se había apoderado del alma de Kyre para luego rechazarle, y aquella sensación de pérdida era insoportable para él.

—Sí, Kyre —insistió Calthar, tirando del hombre hacia la puerta—. No puedes hacer nada por ella, ahora. Déjala, y dentro de un rato se habrá repuesto —le aconsejó con una mirada a la muchacha, que permanecía rígida, sin mover ni un solo músculo, toda ella la personificación de la terquedad—. Estaba enterada de tu llegada, pero la impresión de verte…

Calthar se encogió de hombros y dejó la frase sin terminar. Kyre no tuvo más remedio que hacerle caso. La mujer le condujo a la puerta y, una vez allí, Kyre vaciló y miró atrás. Talliann se había vuelto de espaldas y le observaba por encima del hombro. Ya no había en su rostro aquella expresión vaga, sino que ahora había sido reemplazada por una angustiosa e inteligente premura, y sus labios pronunciaron algo que Calthar no pudo ver. Kyre frunció el entrecejo, porque no la comprendía, y estuvo apunto de hablar. Pero ella movió la cabeza con violencia, en una muda súplica de secreto silencio, y enseguida adoptó de nuevo la postura anterior.

Calthar no se había percatado del súbito cambio. Cuando dio un paso atrás para empujar a Kyre a través de la puerta, miró brevemente hacia atrás. Talliann continuaba de espaldas con la cabeza baja, inmóvil. La bruja esbozó una sonrisa y dejó la estancia.

Como siempre que Calthar pasaba por los corredores de la ciudadela, nadie le salía al encuentro. Viejos y jóvenes procuraban rehuirla y se escondían en entradas o calles laterales, y no volvían a las zonas públicas hasta que ella se había alejado. Las voces se reducían a murmullos cuando Calthar estaba cerca, y la gente volvía la cara… Nadie quería exponerse a ser visto, por temor a despertar su genio voluble y brusco.

Por una vez, sin embargo, no tendrían por qué haberse preocupado, ya que Calthar iba sumida en sus pensamientos. Había dispuesto que Kyre fuese acompañado desde los aposentos de Talliann hasta una habitación que había ordenado acondicionar para él. Era el antiguo alojamiento de un asesor militar ya retirado, pero que gozaba de gran consideración, y que había muerto de viejo poco tiempo antes. Esa pieza constituía un alojamiento ideal para un huésped de aparente categoría.

Calthar intentaba mantener de momento su comedia, pese a las protestas de Hodek y de algunos otros consejeros ya entrados en años. El nuevo favorito de Haven había despertado su curiosidad, ya que el retrato que de él hiciera Gamora no se ajustaba en nada a la realidad. Fuera lo que fuese, no era sólo un ser creado mediante artes de brujería. De haberlo sido, Calthar se hubiese dado cuenta enseguida. Aquel hombre poseía una voluntad y una personalidad que un simple cero nunca podría tener. Eso la llevaba a extraer dos posibles conclusiones: o bien la información facilitada por Gamora era falsa, cosa que ella no creía probable, o Kyre no se parecía en absoluto a lo que sus expertos creadores habían esperado.

Entonces, si ese nuevo Lobo del Sol no era una copia del original, ¿qué era? Varias posibilidades se le ocurrieron a Calthar, pero ninguna la satisfizo. Deseaba,
necesitaba,
saber más. y sospechaba que la clave estaba en Talliann.

A Calthar no la había decepcionado la actitud de la muchacha en el momento del encuentro, pero sí, en cambio, la preocupaba el motivo que pudiera haber tenido para portarse de aquel modo. La fascinación que sobre ella ejercía el favorito de Haven rayaba en la obsesión. Calthar nunca la había visto reaccionar de tal manera ante nada, y las posibles implicaciones la intrigaban. Desde el momento de su llegada a la ciudadela, Talliann se había mostrado rara, y ni los poderes de las Madres habían logrado aclarar el misterio de su actitud. El alma de Talliann era la única de la ciudadela en la que Calthar no podía leer con facilidad. Con todo, en Talliann había una fuerza de la que la bruja había llegado a depender. Como médium, la muchacha resultaba insuperable, y aunque Calthar pudiera influir en ella —mediante el terror, ya que no de otra forma— y canalizar el poder a través de su persona para sus propios fines, necesitaba la cooperación de Talliann si quería que sus artes de magia alcanzaran todas sus dimensiones. En general, su cooperación era bastante sencilla de conseguir, pero a veces se producía en Talliann una rebeldía, y exigía entonces algo irracional, incomprensible, que debía ser cumplido sin demora, si querían que volviera a mostrarse dócil. Era ese particular rasgo lo que alimentaba los contradictorios sentimientos de Calthar hacia la muchacha: por un lado, Talliann era un tesoro, una joya que había que proteger y cuidar; por otro, la sacerdotisa estaba muy resentida con ella, porque envidiaba la fundamental influencia que ejercía de forma inconsciente sobre todos los que la rodeaban. Sin el estorbo de Talliann, Calthar podría ver realizada su ambición de gobernar sin que nadie le disputara sus derechos. Pero esa misma ambición se apoyaba en los poderes innatos de la joven. Existían otros medios y otros métodos, pero eran más peligrosos, y destruir a Talliann, cosa que en ciertos momentos anhelaba Calthar, hubiese equivalido a destruir una de las raíces de su propia energía.

Y ahora, el nuevo paladín de Haven había aparecido en escena y hecho vibrar una cuerda muy profunda en Talliann: tanto, que la salud y la cordura de la muchacha parecían depender de su presencia en la ciudadela. Eso era lo que más intrigaba a Calthar. Ni siquiera teniendo en cuenta la extraña personalidad de Talliann era lógica su preocupación, y lo único que pudo imaginar la hechicera, fue que en Kyre hubiese descubierto algo que hasta ahora había escapado a su propia observación. Sería inútil tratar de extraer tal información de Talliann, ya que difícilmente podría explicar lo que ni ella misma sabía… Calthar pensó que era preferible dejar que Kyre fuera su blanco. La mente del hombre tampoco sería fácil de manejar, pero en Talliann y Gamora tenía dos armas valiosísimas. Con mucho cuidado, y con la medida justa de manipulación en el momento justo, podría obtener una ventaja que le asegurara la caída final de sus enemigos. Y era mucho el tiempo que había esperado para conseguirlo.

Talliann llevaba un buen rato aguardando, impaciente y nerviosa, cuando Akrivir abrió cautelosamente la puerta de su estancia. El joven apenas había sido capaz de creer la índole del mensaje que le había llegado a través de una de sus siervas, y sospechaba que Calthar o Hodek, su padre, le gastaban alguna broma. Sin embargo, a Calthar no le hacían gracia esos estúpidos juegos, y tampoco Hodek solía perder el tiempo en pequeñas malevolencias. No; Akrivir se dijo que la llamada tenía que ser real, y una sola mirada a la pálida cara de Talliann se lo confirmó cuando entró en la cueva.

Pero cuando supo lo que quería de él, Akrivir sintió que se diluían las débiles esperanzas que había abrigado. El ruego de Talliann era muy simple, pero el hombre no deseaba acceder a ello.

Tenía a la muchacha delante mismo, tan cerca, que sólo con alargar las manos hubiese podido tomar las suyas, pero no lo hizo. Akrivir miraba al suelo, porque no quería que Talliann viera lo que había en sus ojos, y tuvo la sensación de que unos dedos invisibles le agarraban los músculos del pecho y se los comprimían. Hacer lo que le pedía Talliann significaba admitir definitivamente lo que siempre había sabido en el fondo: que ella nunca sería, ni podía ser, para él.

Talliann esperaba una respuesta, y Akrivir comprendió, por mucho que ello le doliera, que no debía desoír su súplica. Fuera cual fuese la consecuencia, y por muy duro que resultara el golpe para sus sueños, Talliann le importaba demasiado para no ayudarla en todo lo necesario.

—¡Tengo que verle! —dijo ella en tono desesperado—. ¡Es urgente que hable a solas con él, sin que Calthar se entere! Y tú eres el único en quien puedo confiar… Lo siento —agregó, dando media vuelta después de una pausa.

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