—Bueno... esto... — ¿En qué estaba pensando Alex para amueblar así una habitación?— ¿Duermes aquí?
—¿En esta cama enorme y súper cómoda? —preguntó a su vez sin responderla—. Ven, pruébala. —La tomó de la mano exultante.
—No... si grande sí que es. Pero...
—¿Pero? —Alex paró en seco y su pene perdió algo de tersura... no le había gustado nada el tono de voz.
—¿Es fácil encontrar sábanas para este tipo de cama?
—Pues no sé, las compré directamente en Internet. — ¿Y a quién coño le importan unas sábanas de nada teniendo una cama de dos metros cuadrados?
—Lo que me imaginaba... ¿Y por qué es tan baja? ¿No sería mejor haberla colocado sobre un canapé de estos abatibles? Lo digo porque así además de espacio para meter cosas, también estaría un poco más alta... no sé... tiene que ser complicado levantarse de un sitio tan bajo... está casi a ras del suelo.
—Eh... pues no había caído en eso —comentó extrañado... ¿Qué más daba la altura? Lo importante era todo el espacio que tenían para retozar.
—Bueno, de todas maneras, también es que yo lo veo desde la perspectiva de mi casa, que es tan pequeña que tengo que buscar soluciones para la falta de espacio, pero a ti aquí no te hace falta —continuó diciendo al ver la cara de desilusión que ponía él.
—Efectivamente.
—Y la mesa... mmh... ¿este cristal es realmente una baldosa grabada de 19mm?
—Sí. ¿Qué te parece? ¿A que es impresionante?
—Sí, pero... bueno... a ver... Es que la baldosa grabada es un cristal para suelo, de estos que se ponen para pisar sobre ellos.
—Ya lo sé. Me he informado —contestó él algo quisquilloso.
—Ajá... Entonces... ¿Para qué has puesto un cristal de suelo en una mesa? ¿Vas andar sobre ella? ¿Y por qué no tienes sillas? Me refiero a que si hay una mesa en una habitación debería haber sillas para sentarse, ¿no? ¿Y por qué pegada a la pared? Eliminas el espacio de por lo menos cuatro comensales... No sé... me resulta muy extraño.
—Aps. Mmh... — ¡Vaya! No estaba saliendo exactamente como él pensaba, vamos, ni remotamente parecido a lo que esperaba—. Esto... ¿alguna pregunta más y así las respondo todas juntas?
—Eh... si te sienta mal me callo.
—No, no me sienta mal, es sólo que no esperaba esta reacción.
—Bueno. Pues nada. Mira es un sitio precioso, divino de la muerte, me encanta, de verdad... pero es que no le veo ninguna utilidad.
—¿No le ves ninguna utilidad?
—No, en las paredes de espejo no puedes colgar cuadros ni fotos porque no puedes taladrar. Por otro lado la cama y la mesa... bien, son divinas... pero la cama se me antoja muy grande y muy baja, y a la mesa, obviando que tiene un cristal para pisar, resulta que no tiene sillas para poder sentarse, luego esta eso... —dijo señalando hacia la esquina—, el sillón diván...
—¿Qué le pasa al sillón diván?
—Que no tiene respaldo.
—Lógico, es un sillón diván, no tiene que tenerlo.
—Ya, pero cuando te sientes en él te darás con la espalda en la pared, o tendrás que sentarte muy tieso para no darte; no lo veo cómodo y ocupa muchísimo espacio, por lo menos mide dos metros de largo y además es demasiado claro, se va a ensuciar enseguida... Y cuesta un huevo limpiar la piel. ¿De verdad duermes aquí?
—Eso espero —contestó. No es que fuera a dormir, pero se había hecho ciertas ilusiones... ilusiones que ella está tirando por la borda a pasos acelerados.
—¿Y dónde guardas la ropa?
—¿Qué ropa?
—La que te quitas para dormir. ¿Dónde la dejas? No hay ningún armario, ¿qué haces? ¿Te desvistes en los dormitorios de abajo y luego subes a dormir aquí? Y si te entra sed o ganas de ir al baño ¿Tienes que bajar a media noche las escaleras para ir a la planta de abajo? No sé... no parece un sitio cómodo para usar de dormitorio... No te molestes... ya te digo que es precioso, pero... no lo veo nada útil —respondió mordiéndose los labios, no quería quitarle la ilusión, pero tampoco iba a decirle que lo veía como lo mejor del mundo...
—Aps... —No había contado con la vena práctica de Luka—, lo cierto es que dormir, lo que se dice dormir, no pienso hacerlo aquí.
—Ufff... menos mal... empezaba a pensar que eras un sibarita de esos que prefiere el esplendor a la comodidad. Pero... si no duermes aquí, ¿para qué has montado así esta habitación? —Los muebles le tenían que haber costado una pasta gansa, pensó Luka, ¡¡qué tontería comprarlos para no usarlos!!
—Mmh... a ver... el armario y las sillas que no están, lo cierto es que no había caído en ello hasta que me lo has mostrado tú. —Se acercó a ella—. En cuanto al sillón sin respaldo —la agarró por la cintura—, es que no pretendo sentarme en él —deslizó las manos por su trasero—, mi intención es tumbarte a ti sobre él, desnuda, con tu cabeza apoyada en un reposabrazos y la mía entre tus piernas, así que cuanto más largo mejor. —Le presionó las nalgas hasta que Luka quedó tan apretada contra él que sintió su erección pulsar en el abdomen.
—Vaya... —Así que el diván era para eso... pues entonces sí que tenía una gran utilidad.
—Con respecto a la cama —mordisqueó su oreja—, te imagino corriendo por el ático mientras yo te persigo —se frotó contra ella a la vez que recorría sus costillas con las yemas de los dedos—, estás riéndote a carcajadas porque no te atrapo, y de un solo paso te subes a la cama —las caricias alcanzaron los pechos, rodeándolos por debajo—, saltas sobre ella burlándote de mí, tus tetas suben y bajan con cada salto, los pezones duros y sonrosados —acogió cada seno en la palma de la mano y acarició los pezones con el pulgar lentamente, hasta que estuvieron tal cual los describía—, y en ese momento me abalanzó sobre ti, te atrapo con mi cuerpo tumbándote sobre la cama, te resistes entre risas ciñendo con tus piernas mis caderas. —Deslizó las manos por los costados, acoplando una en las nalgas mientras la otra recorría la grieta entre éstas para acabar hundiéndose entre las piernas con la palma descansando en el trasero y los dedos acariciando la vagina por encima de la ropa, presionando la cara interna del muslo y alzándolo hasta que quedó rodeando la cadera masculina, juntando así los genitales de ambos. — ¿Te lo imaginas?
—Sí. —Luka recorrió sus fuertes brazos, le acarició la clavícula y acabó abrazándose a su cuello lamiéndole los labios mientras se pegaba más a él, moviéndose contra su pene endurecido.
—¿Quieres saber qué más he imaginado? —pudo decir antes de que ella le mordisqueara el labio inferior.
—Sí —respondió respirando en su boca, introduciéndole la lengua y acariciándole el paladar.
Alex la acarició mientras la guiaba a través de la habitación hasta la mesa. Paraban a cada segundo para saborearse y acariciarse mutuamente. Si alguien los hubiera visto desde fuera pensaría que estaban bailando con las piernas enredándose y los brazos trabándose unos a otros.
Luka chocó contra la mesa y aprovechó la ocasión para sentarse sobre de ella, abriendo las piernas e instando a Alex para que se acoplara entre ellas, pero él negó con la cabeza y se alejó observándola, deleitándose con la visión de sus labios hinchados y sus pezones visibles a través de la blusa que llevaba puesta.
—No es así como te he imaginado —dijo agarrándola de la cintura para bajarla.
Cuando Luka posó de nuevo los pies en el suelo se vio girada de repente hasta quedar colocada de frente a la mesa. Sus ojos se abrieron de par en par. Se veía reflejada en los espejos que cubrían las paredes.
—Mírate. Eres preciosa.
Tenía el pelo revuelto, los ojos brillantes, la blusa azul celeste que llevaba dejaba bien claro que estaba muy excitada, la parte inferior de su cuerpo era perfectamente visible gracias a que la mesa era de cristal, los pantalones vaqueros, los zapatos bajos... se veía todo y a la vez no se veía nada, porque estaba demasiado cubierta por la ropa.
Vio y a la vez sintió las manos de Alex recorriendo la cintura de sus pantalones, desabrochando el botón e introduciendo la mano, vio el tanga asomando por encima de la muñeca de su amante mientras éste recorría el pubis hacia la vulva, vio hundirse la mano y sintió cómo los dedos acariciaban su clítoris dejando un rastro de fuego líquido en todo su cuerpo. Se vio a sí misma abrir las piernas pidiendo más, facilitando la entrada. Oyó sus jadeos cuando la petición le fue concedida. Observó a Alex apoyar los labios en su cuello y lamerla suavemente, le vio cerrar los ojos mientras se pegaba más a ella y friccionaba la polla contra su trasero.
Alex sacó la mano del interior de los pantalones y la fue subiendo lentamente por el abdomen dejando un camino húmedo a su paso. Desabrochó uno a uno los botones de la blusa y se la quitó lentamente, dejando aparecer poco a poco la clavícula, el pecho, los brazos. Recorrió la espalda hasta desabrochar el sujetador y luego lo enganchó entre sus dedos, deslizándolo por los brazos hasta dejarlo caer al suelo.
Luka se miró al espejo de nuevo, vestida solo con los vaqueros se veía perfectamente cada uno de sus michelines, cada una de las pequeñas estrías de su tripita, cada uno de los desperfectos de su figura. Se echó hacia atrás sobresaltada pegándose contra el pecho de Alex. ¡Señor, qué espectáculo estaba dando! Alex la miraba a través del espejo sin perderse un detalle, bebiendo de cada gemido y suspirando por cada trozo de piel que afloraba, buscando la pasión en los rasgos de ella, no el susto ni el arrepentimiento.
—Mírate bien. No te estás viendo como yo te veo —le susurró al oído—, eres muy bella, la mujer más acogedora que he visto jamás. Observa tus brazos, largos y bien formados, perfectos para abarcarme entre ellos. —Deslizó las manos por sus brazos obligándola suavemente a alzarlos hacia atrás, haciendo que le rodearan la nuca, impulsando los pechos hacia fuera al arquear la columna—. Contempla tus pechos, perfectos para mis manos. —Se lo demostró acogiendo uno en cada mano, con las palmas abiertas y los pezones surgiendo entre los dedos índice y corazón; juntó los dedos pellizcando los pezones entre ellos, originando que éstos se irguieran a la vez que rayos de deseo recorrían el cuerpo femenino hasta la ingle traspasándole el corazón—. Admira tu abdomen, tu tripita dulce y cómoda, no sabes cuánto deseo reposar mi cabeza sobre ella y mirarte desde esa posición, como hice la primera vez en el hotel... He soñado con ello desde entonces, me he tumbado boca arriba en la cama imaginando que la almohada bajo mi cabeza era en realidad tu tripa. Cerraba los ojos y recordaba tus pechos mientras reposaba sobre ti, saboreaba en sueños el aroma dulce de tu cuerpo... me he masturbado una y otra vez imaginándolo. —Le recorría el abdomen dibujando círculos en el ombligo, acariciando cada estría, bajando hasta el pubis para subir acto seguido y hundir los dedos en la suave piel de su estómago a la vez que presionaba su pene endurecido contra ella—. No se te ocurra decir que no eres perfecta. No se te ocurra siquiera pensarlo, porque te estarías mintiendo a ti misma. Mírame. —Ella lo miró y encontró la verdad en sus ojos—, ¿Crees que te estoy mintiendo? —Alex esperó su respuesta, la mirada franca y serena llena de convicción.
—No.
—¿Cómo eres?
—Preciosa.
—No lo olvides —dijo retirándole el pelo de la nuca para poder besarla allí.
Alex se arrodilló ante ella totalmente vestido, le quitó los zapatos y subió por los tobillos hasta llegar al final de las medias para volver a bajar mientras las iba enrollando hasta deshacerse de ellas. Recorrió con caricias las pantorrillas, la cara interior de las rodillas, los muslos, llegó a la cinturilla de los vaqueros y esas manos suaves y pacientes se introdujeron por debajo de los pantalones y del tanga bajando ambas prendas poco a poco, lamiendo cada rincón de piel que iba apareciendo, saboreando cada recodo, sintiendo en su pene escalofríos de placer con cada beso que depositaba. Cuando la tuvo totalmente desnuda se incorporó hasta quedar de pie tras ella. Luka intentó girarse, pero unas fuertes manos se anclaron en su cintura impidiéndoselo. Se quedó quieta, expectante.
—Es mi fantasía, déjame hacer a mí. —Le acarició con el aliento la nuca.
Apoyó una mano en la espalda femenina y la instó a que se inclinara sobre la mesa hasta tocar con los pezones ardientes el frío cristal. El placer fue instantáneo, un jadeo surgió de los labios de Luka, todo su cuerpo se estremeció. Se miró en el espejo. Tenía los brazos extendidos sobre la mesa, estaba pegada a ella desde la cintura hasta la yema de los dedos. El trasero al aire, en pompa. Las piernas abiertas. Y Alex observando detenidamente todo su cuerpo. Vio cómo se quitaba el jersey y dejaba su fabuloso torso desnudo, pero no hizo intención de deshacerse de más ropa. Ella gruñó, Alex sonrió.
—Ten paciencia —susurró mientras se inclinaba sobre ella.
Apuntaló las manos en la mesa a ambos lados de sus caderas femeninas, presionando la erección enfundada en vaqueros contra su vagina impaciente. Con los ojos cerrados y la cabeza caída Alex gimió deleitándose con la sensual fricción. Pasados unos segundos comenzó ;i lamer y mordisquear la columna vertebral mientras las manos se deslizaban hasta las nalgas masajeándolas, apretando los dos cachetes entre sí para a continuación recorrer la unión entre ellas hasta encontrar el perineo y masajearlo con los dedos. Siguió recorriendo con labios y dientes toda la longitud de la espalda mientras los dedos se introducían en la vagina, humedeciéndose para a continuación encontrar el clítoris y acariciarlo.
Eran tantas las sensaciones que recorrían el cuerpo de Luka a la vez que apenas podía respirar entre jadeos, pero Alex era implacable. Cuando sus labios llegaron a las nalgas, se entretuvo jugando con ellas, mordiéndolas con ímpetu para luego lamerlas y calmarlas, recorriéndolas con besos ligeros mientras se arrodillaba tras ella con sus ojos a la altura de la vulva. Transitó con la lengua el perineo hasta llegar a la hendidura de la vagina para una vez allí introducirla en ella, lamiendo su jugo, bebiendo con fruición mientras sus dedos hacían milagros con el clítoris, apretándolo y pellizcándolo, recorrió el sexo femenino mordisqueando la zona interior de los muslos, acercándose hasta el clítoris para alejarse sin llegar a tocarlo, introduciendo una y otra vez los dedos en el agujero ardiente.
Luka no podía controlar las sacudidas de placer que recorrían su cuerpo, la espalda se arqueaba, los labios se abrían buscando aire entre jadeos, los pezones se frotaban contra el frío cristal. Estaba a punto.