Guardianas nazis (43 page)

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Authors: Mónica G. Álvarez

Tags: #Histórico, #Drama

BOOK: Guardianas nazis
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La testigo también contó que Lothe la pegaba con un palo de madera al menos dos veces por semana. Una vez incluso, le dio un puñetazo en la nariz hasta hacerle sangrar.

Algo importante que Gryka quiso dejar claro en su interrogatorio, fue que Lothe también había sido responsable de enviar a muchos prisioneros a la cámara de gas.

Otras supervivientes como la judía polaca Sonia Watinik corroboró estos hechos cuando le tocó subir al estrado de Bergen-Belsen.

Llegado el turno de la acusada, Ilse Lothe negó conocer a alguna de las testigos que la habían acusado de pegar a otras reclusas. Desmintió que Rozenwayg o Watinik formasen parte de su Kommando porque si fuese así las hubiera reconocido inmediatamente. También rebatió el hecho de que conociese o trabajase con Irma Grese. En este sentido, tanto la guardiana como la Kapo afirmaron que se trataba de una falsedad y esta última, terminó por argumentar que fue castigada por el Departamento Político de Auschwitz.

«… tres veces. La primera vez porque llevé una carta de contrabando fuera del campo. La segunda vez porque quemé el somier de las camas —hice un fuego con ellas—. Y la tercera vez porque organizamos alguna comida y cigarrillos. La primera vez me dieron 25 latigazos realizados de esta manera: pusieron un bloque en medio de mis rodillas y me ataron las manos, me balancearon de una banda a la otra golpeándome de ambos lados mientras me balanceaban de un lado al otro. Dos hombres de las SS me golpearon con una porra de goma. He oído hablar de otros Kapos que fueron castigados de esta manera».

Continuando con la historia de Ilse Lothe, reseñar que tan solo cuatro meses del primer Kommando, este finalmente fue disuelto. Poco después obtuvo otro de 50 judías húngaras cuyo cometido fue construir bunkers en puestos preparados para las armas de fuego.

En noviembre de 1944, le envian al Kommando n°107 destinado a Obras Hidráulicas y en diciembre la destituyen como Kapo a causa de los altercados anteriormente mencionados. Es a partir de entonces cuando la envían a un Kommando de castigo llamado Vistula.

Desde enero de 1945 comienza su odisea de un campo de concentración a otro. Primero trasladan a este grupo de castigo hasta Ravensbrück donde permanecieron cuatro semanas. A principios de marzo, es incluida en un transporte de mujeres embarazadas con destino Belsen. Cae enferma por tres semanas pero cuando se recupera, Ilse se convierte de nuevo en la Kapo del Kommando de hortalizas. El grupo de 140 personas constaba de mujeres rusas y de unas pocas judías de Hungría y Polonia.

Cuando a mediados de abril de 1945, las tropas británicas liberan el campamento de Bergen-Belsen, Ilse Lothe es puesta en libertad y empieza a trabajar como campesina. Más tarde lo hizo como enfermera.

Por otra parte, el 22 de junio y mientras paseaba por el campo en compañía de una judía polaca, un grupo de otros seis o siete exprisioneros gritan: «Esa es un kapo de Auschwitz». Cuando Ilse se dio la vuelta, ya tenía dos soldados británicos pidiéndole los papeles. Fue arrestada rápidamente y trasladada a la cárcel de Celle junto con los que habían sido sus verdugos. Estaba acusada de cometer crímenes de guerra en el campo de concentración de Auschwitz y en el de Bergen-Belsen.

Dada la falta de pruebas y los testimonios tan «contradictorios» aportados durante el proceso, el Tribunal de Bergen-Belsen dicta su veredicto el 17 de noviembre de 1945. «N° 10 Lothe; La Corte encuentra que no es culpable del primer cargo y no culpable del segundo cargo».

Tras ser absuelta de todos los cargos, desaparece de Lüneburg. Nada se ha vuelto a saber sobre su paradero.

Therese «Rosi» Brandl

Entre las discípulas más fieles del Tercer Reich, se encuentra sin lugar a dudas Therese Brandl. Esta mujer un tanto masculinizada, que siguió al dedillo los preceptos que la
Oberaufseherin
María Mandel le inculcó, siempre fue leal a la causa nazi a pesar de no destacar en exceso por encima de sus camaradas. Podemos afirmar que se trató de una de las más devotas prosélitos del Nazismo.

Rosi
, que era así como la denominaban en los campos de concentración donde trabajó, nació el 1 de febrero de 1902 en la localidad de Staudach-Egerndach perteneciente al distrito de Traunstein (Bavaria). Tal y como pasaba con las guardianas femeninas de Hitler, poco o nada se sabe de su vida personal anterior a su alistamiento. Eso nos da a entender lo poco que les gustaba su pasado, al que en ocasiones, preferían mantener oculto. Las
Waffen-SS
supuso para muchas de ellas un nuevo renacer, tal y como el
Führer
pretendía que se sintieran.

A partir del mes de marzo de 1940, Therese Brandl inició un duro entrenamiento en el centro de instrucción de Ravensbrück. Ejercicio físico extremo, adiestramiento psicológico para conocer las premisas del Nazismo, «clases especiales» de comportamiento hacia los prisioneros, y todo ello aderezado con los métodos más salvajes que pudiésemos imaginar.

La
Rosi
aprendió cómo se podía minar psicológicamente a un recluso, además de recibir lecciones de maltrato físico para contener a su grupo de internos. Lecciones sobre cómo dar bastonazos, bofetadas y patadas, puñezatos, latigazos y otros tantos actos inhumanos fueron haciendo mella en la nueva recluta.
La Bestia
se encargó de adiestrar a Brandl como si se tratase de un perro de caza. Los objetivos: sus cautivas.

La nueva aprendiz no sobresalía por encima del resto de sus compañeras, pero tal era su necesidad de conocer todos los entresijos de la degeneración, que en poco tiempo se ganó no solo el respeto de su su-pervisora, sino también el de los mandamases. Su perseverancia le llevó a subir de rango convirtiéndose en
Rapportaufseherin
.

Su trabajo consistía principalmente en contar el número de prisioneras que había durante los famosos
roll-calls
(pases de revista) y repartir castigos. Si alguna de las presas no se encontraba en su puesto en el momento del llamamiento, Brandl le propinaba multitud de golpes en el rostro, la cabeza y el estómago que dejaban inconsciente a la víctima. Ya en el suelo, continuaba con su macabro ritual hasta que se cansaba. Muchas de ellas murieron tras la paliza. Y no era de extrañar, había aprendido de la mejor.

Pero llegó la primavera de 1942 y Therese Brandl fue promovida, junto con otras guardianas de las
Waffen-SS
, a continuar con su puesto en el campo de exterminio de Auschwitz. Como
Rapportaufseherin
y responsable de velar por el buen funcionamiento de los pases de revista, Rosi seguía manteniendo una conducta vil con los confinados. Esto propició que el propio comandante Hössler le pidiese que tomara parte en el proceso de selección a las cámaras de gas.

Cada vez que llegaba un transporte, el 90 por ciento de sus ocupantes iba directo al crematorio. Brandl compartió dicha «afición» con el doctor Mengele, la
Oberaufseherin
Margot Drexler o el propio Hossler, quienes iban alternándose a la hora de elegir a los internos más débiles.

En octubre de ese mismo año Therese fue trasladada al recién inaugurado segundo campo de Auschwitz, el conocido como Birkenau. Irma Grese era la líder indiscutible del campamento y Brandl se limitó a seguir sus directrices. Su mano izquierda con el
Ángel de Auschwitz
le valió para subir otro escalafón en su carrera. Fue nombrada
Erstaufseherin
(Primera Guardiana) y en el verano siguiente, recibió la famosa medalla del Reich por su «buena conducta».

Un año después en Birkenau su rutina fue supervisar uno de los barracones femeninos del campo, siempre a las órdenes de Grese, e intentar que nadie formara demasiado follón. Si alguien se atrevía con alguna osadía su respuesta era de lo más implacable: una buena paliza.

Ante los rumores de un posible acercamiento del Ejército Soviético a Auschwitz-Birkenau, en noviembre de 1944 Brandl es trasladada al subcampo de Mühldorf, en el campo de concentración de Dachau. Le acompañaba la
Bestia
.

Allí le quitan su rango de
Rapportaufseherin
y vuelve a ejercer como
Aufseherin
bajo las órdenes de María Mandel. Y aunque de esta última se conoce su especial simpatía por las selecciones a las cámaras de gas, de Brandl no se descubrió ningún informe sobre su criminal talante.

En abril de 1945, unas semanas antes de la llegada del Ejército Norteamericano al campamento, las dos delincuentes nazis huyeron de Mühldorf. Se escaparon a través de las montañas del sur de Baviera pero se separaron a mitad de camino y cada una tomó un rumbo distinto.

El 29 de agosto las tropas americanas detuvieron a Therese Brandl mientras continuaba con su fuga a través de la cordillera bávara. El gobierno norteamericano la retuvo en prisión durante un año a la espera de ser extraditada a Polonia para iniciar el pertinente proceso judicial. Otro año más tardó en celebrarse la vista. Para cuando transcurrieron los dos años, Rosi fue conducida a una Corte de Cracovia para ser enjuiciada por cometer crímenes contra la humanidad.

El 24 de noviembre de 1947 comenzó el Primer Juicio de Auschwitz donde la acusada compartió banquillo con María Mandel, Luise Danz, Hildegard Lächert o Alice Orlowski, entre otros exmiembros de las SS. El Tribunal dictó sentencia el 22 de diciembre y la proclamó culpable de participar en la selección de prisioneros. Su condena: la horca.

Durante el siguiente mes, Rosi permaneció arrestada en la cárcel de Montelupich (Cracovia) donde esperó pacientemente hasta el día de su ejecución. Este llegó el 28 de enero de 1948.

Primero colgaron al grupo de su exsupervisora, María Mandel, y después el suyo. Exactamente a las 8:48 de la mañana se procedió a ejecutar la pena. Therese Brandl y un grupo de cinco hombres, fueron ahorcados en línea.

Veinte minutos después, el médico de la prisión certificó su muerte. Los cadáveres de los criminales nazis fueron llevados al Instituto de Anatomía de la Universidad de Cracovia donde se utilizaron como conejillos de indias. Sus estudiantes practicarían múltiples disecciones con ellos.

Epílogo

Dicen que cuando nos suceden acontecimientos terribles en nuestra vida, el cerebro pone en marcha un mecanismo de defensa que impide que nada nos haga daño. Es como si nuestro cuerpo obstaculizase cualquier esbozo de tristeza o sufrimiento. Como diría el gran divulgador científico español Eduard Punset, «hasta las bacterias funcionan por consenso, o no funcionan». Si tras leer estas páginas he conseguido lo contrario, es decir, que se te haya removido la conciencia aunque sea durante un instante, me habré dado por satisfecha. No pretendo que te incomode la realidad, que lo hará, pero sí que seas consciente de que no olvidar lo ocurrido es la mejor forma de recordar a aquellos que perecieron en pos de la libertad.

En este libro he querido reunir los casos más impactantes y escalofriantes de unas mujeres que, de acuerdo al régimen del
Führer
, mataron, asesinaron y vejaron a miles de prisioneros en sus campos de concentración. Hablamos de cómo la mente femenina pudo ser aún más cruel que la masculina, llegando a ser el brazo ejecutor de los peores crímenes que ha dado la Humanidad.

Con ellas se demuestra que la maldad y el sadismo es cosa del género humano, sin distinción de sexos, algo que han puesto en duda las feministas más radicales.

En las
Memorias
de Sir Winston Churchill, el político británico dijo en una ocasión: «Si Hitler hubiera invadido el infierno, yo habría hecho por lo menos una favorable alusión al demonio en la Cámara de los Comunes». Si trasladamos esta cita a las «torturadoras» de los campamentos de exterminio, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que si la Maldad existe, ellas fueron sus principales representantes en la tierra.

Sus ademanes hicieron de ellas unas cruentas asesinas de acuerdo a un bien común: la pureza aria.

Y por mucho que rebatieran subidas a un estrado que simplemente acataron las órdenes que provenían de sus superiores, la realidad es que se tomaron la justicia por su mano. Con cada golpe y latigazo, con cada privación de alimentos, con cada selección a la cámara de gas, las «guardianas» minaron la moral de sus enemigos ya confinados. Su único objetivo: ser un ejemplo para el resto de sus camaradas. El resultado: millones de vidas despojadas en una zanja. ¿Verdaderamente fue necesaria tanta barbarie? Quiero creer que no.

Bibliografia

—AIBESHITS, Jehoshua, EILENBERG-EIBESHITZ, Anna, y SILVERMAN, Fayge:
Women in the Holocaust: a collection of testimonies
, Remember, 1993.

—AILSBY, Christophe
R:
SS, roll of infamy
, Motorbooks International, Pensilvania,1997.

—ALEXANDER, Stephan:
Glienke Erfolgsgeschichte Bundesrepublik?: Die Nachkriegsgesellschaft im langen Schatten des Nationalsozialismus
, Wallstein Verlag, Gottingen, 2008.

—ALFRED, Walter, y PHILIPS, Pete
R:
The Tragedy of Nazi Germany
, Taylor & Francis, Londres, 1969.

—ANDERSON, Bonnie S., y ZlNSSER, Judith P.:
Historia de las mujeres: Una historia propia
, Editorial Crítica, Barcelona, 2009.

—ARENDT, Ana:
Eichmann en Jerusalén
, Editorial DeBolsillo, Barcelona, 2006.

—ARMENGOU, Montse, y BELIS, Ricard:
Ravensbrück, l'infern de les dones
, Angle Editorial, Barcelona, 2007.

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