Pero no contenta con eso continuó explicando que:
«Cuando las camionetas se llenaban por completo, los hombres de las SS y yo conducíamos hacia el crematorio, donde descargábamos los prisioneros en un cobertizo de herramientas. En mi papel como
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les ordenaba que se desnudaran y cuando lo habían hecho, un hombre de las SS disfrazado con un bata blanca llevaba a las mujeres, una por una, a otro cobertizo para herramientas. Cuando esta nave se llenaba, entonces se cerraba. A los reclusos varones se les ordenó subir al techo y ví cómo dejaban caer algo dentro de una abertura que se cerró enseguida. Después de que los prisioneros bajasen del techo, se encendían los motores de los camiones para que no se pudieran escuchar los gritos de las víctimas».
El 26 de abril de 1948 concluye el juicio y el Tribunal Británico emite un claro veredicto respecto a la exsupervisora nazi. Ruth Closius es culpable de todos los cargos y debe ser condenada a morir en la horca. De las cinco ella fue la única en ser ajusticiada.
Durante la mañana del 29 de julio de 1948 el verdugo Albert Pierrepoint fue el encargado de colocar a la
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en posición y llevar a cabo el ahorcamiento en la prisión de Hamelín.
Pasó a la historia por ser una más de las guardianas encargadas de impartir golpes, patadas y latigazos a los reclusos del campo de concentración que vigilaba. Todos la conocían como Herta Ehlert, pero en realidad su verdadero nombre era Herta Liess. Esta alemana rubia de mirada penetrante, gesto severo y actitud brusca, nació en Berlín el 26 de marzo de 1905. Se desconoce por completo lo que sucedió durante los primeros años en la capital germana. Lo más que se encuentra es documentación que sitúa a la futura criminal en un puesto como vendedora. Pero no especifica a qué se dedicaba verdaderamente esta mujer. De cualquier forma, un dato importante aquí es que cambió su apellido por el de Ehlert una vez que contrajo matrimonio en la ciudad berlinesa unos años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Tras la llegada al poder de Adolf Hitler, la propaganda nazi empezó a expandirse por cada rincón de la localidad. Grupos de partidarios de la pureza aria recorrían las calles en busca de algún alma caritativa que quisiera ayudarles en su lucha. De este modo el 15 noviembre de 1939 Herta fue reclutada por oficiales de las SS para formar parte de su personal de campo. «El Puente de los Cuervos» se convertiría en su primer hogar nazi.
Ravensbrück la formó, la instruyó en las artes de la vigilancia, la adiestró para maltratar a los presos sin impunidad alguna y hasta la muerte y, ante todo, impulsó a que emergieran sentimientos maquiavélicos. La disciplina recibida fue tan manipuladora a la vez que poderosa que sacó lo peor de ella.
Imaginamos que debido a ese cambio en el carácter, que se reflejaba perfectamente en la dureza de su rostro, se divorció del que hasta entonces era su marido. Se despojó de su vida anterior y enterró todos sus recuerdos personales. En Ravensbrück murió y nació una nueva Herta Ehlert.
Ya en octubre de 1942 y cumplido su fiel entrenamiento, fue transferida como
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al campo de exterminio de Majdanek cerca de Lublin. Según la declaración de la propia acusada, sus superiores no estaban contentos con ella, porque se mostraba de lo más afable, condescendiente, y porque ayudaba a los prisioneros entregándoles más comida. A pesar de que estos apuntes están basados en su particular testimonio, nos enfrentamos a una gran contradicción. Las testificaciones de las supervivientes que narraron con todo detalle cómo fueron golpeadas por la criminal chocaban radicalmente con su versión.
No obstante, y siguiendo con tales declaraciones, parece ser que Ehlert tuvo que regresar nuevamente al campamento de Ravensbrück en 1943 para tomar, y siempre presuntamente, otro curso de entrenamiento. Su nueva supervisora: Dorothea Binz. Insisto en que estos datos no cuadran con la realidad ya que durante sus tres primeros años en el «Puente de los Cuervos», su superior fue María Mandel, más conocida como
La bestia de Auschwitz
, una de las
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más terroríficas del momento. Por consiguiente, sería extraño que Herta no se hubiera doblegado a la mezquindad de su jefa.
Un nuevo traslado en noviembre de 1944 hizo que la
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se mudara al campo de concentración de Auschwitz donde supervisó un Kommando de los grupos de trabajos forzados. Entre las tácticas empleadas para que los internos rindieran más estaba la de pegar con sus propias manos en el rostro de cualquiera que no hiciese lo correcto. Aquellas bofetadas llevaban impresas tanta brutalidad que los más débiles se caían súbitamente al suelo.
Tan solo dos meses después de su llegada y coincidiendo con la evacuación del campamento en enero de 1945 Herta Ehlert fue destinada al campo de concentración de Bergen-Belsen donde estuvo bajo las órdenes de Irma Grese y Elisabeth Volkenrath.
En esos tres escasos meses su principal tarea fue la de controlar la alimentación de los reclusos. Pero los testigos de aquella barbarie explicaron actuaciones de lo más dispares durante los interrogatorios oficiados en el juicio de Bergen-Belsen. Por ejemplo, la judía polaca Lidia Sunschein dijo que:
«Ehlert siempre estaba en la puerta de Belsen cuando los Kom-mandos iban a trabajar. Golpeaba a las prisioneras por cosas como tener una bufanda puesta incorrectamente o los cordones de las botas mal hechos. Ella golpeaba a la gente sobre todo con sus manos».
Estos hechos fueron corroborados por otras supervivientes como Helene Klein, Regina Bialek o Etyl Eisenberg. Esta última, una semita belga, declaró que a veces la SS sustituía a la
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Völkenrath y que al hacerlo también se comportaba de una manera despiadada. Tenía por costumbre golpear ferozmente a las reclusas y tirarles de los pelos. En este sentido, Hilda Loffler además aseguró que Ehlert y otras compañeras fueron las responsables del hambre, los golpes y el exceso de trabajo en el campo. Una de sus víctimas fue Helen Herkovitz, a quien golpeó broncamente y mantuvo aislada durante dos semanas sin apenas comida ni bebida en un refugio antiaéreo.
Cuando el 15 de abril de 1945 los aliados llegan al campo de Ber-gen-Belsen, arrestan a todos los miembros del personal nazi y Herta Ehlert es puesta a disposición judicial y conducida a la cárcel de Celle.
Durante el proceso de Bergen Belsen celebrado entre el 17 de septiembre y el 17 de noviembre de 1945 en Lüneburg, la inculpada explicó que quedó tan sorprendida ante las pésimas condiciones en las que se encontraba Belsen, que acudió al comandante del campo para intentar mejorar la situación. Y aunque negó que fuese inhumana con los prisioneros, admitió haber golpeado a alguno de ellos pero solo cuando era estrictamente necesario.
Reseño a continuación un pequeño fragmento del interrogatorio realizado por el Major Munro a Ehlert:
«
P:
¿Se ha dicho que usted era muy cruel, no es así?R:
Depende de cómo entienda uno la palabra "crueldad". Admito que abofeteé la cara de las prisioneras, pero siempre cuando había una grave razón para ello. Nunca abofeteé sus caras con ambas manos, solo con una.P:
Lidia Sunschein y Helen Klein dijeron que usted solía estar en la puerta y que golpeaba a las prisioneras al pasar mientras les hacía el control. ¿Es eso cierto?R:
Así es, pero la razón es porque pusieron sus mantas alrededor de los hombros, lo que no estaba permitido, y las cortaban para fabricar diferentes tipos de ropa incluso sacaban zapatos de ellas. Solían llevar paquetes, lo que no estaba permitido».
En todo momento la guardiana intentó camelar a la Corte arguyendo que su conducta con los reos era poco menos que digno de admirar. «Era demasiado buena con ellos», insistía Ehlert. Su argumento era que si bien muchas veces pillaba a alguno contraviniendo las reglas —esto es, enviar mensajes a familiares o pasar paquetes—, ella les ayudaba haciendo de intermediaria. Una de las declaraciones que más impactaron por estar hecha a su favor, la hizo Jutta Madlung. Esta alemana conoció a la
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en el campo de Ravensbrück, de quien se llevó un grato recuerdo tal y como reconoció ante el Tribunal:
«Ehlert estuvo a cargo de nuestro equipo de trabajo en Siemens, y nos trataba muy bien. Ella no nos pegaba, no nos hizo ningún daño y también era muy amable con las rusas.
Me dio pan para mi hermana que estaba enferma, y me dio manzanas y otras cosas para comer. Nunca la vi maltratar a nadie».
Para Madlung la criminal nazi fue la excepción que confirmaba la regla de toda aquella inmoralidad humana.
Al finalizar el juicio, Herta Ehlert fue condenada a 15 años de prisión por cooperar en el maltrato y asesinato de prisioneros en el campo de concentración de Bergen-Belsen entre el 1 de octubre de 1942 y el 30 de abril de 1945.
La mujer «decente» —como su abogado defensor la llamó en alguna ocasión— permanecería encerrada en la prisión de Hamelín hasta su puesta en libertad el 22 de diciembre de 1951.
Sin llegar a cumplir la totalidad de su pena y tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, esta delincuente decidió cambiar su nombre por el de Herta Naumann.
Vivió sin la intromisión de ningún cazanazis hasta su muerte en abril de 1997. Acababa de cumplir 92 años.
A la hora de catalogar a las guardianas, nos encontramos con diversas escalas. Aquellas donde se encuentran las criminales más perversas y bestiales —con miles de muertos a sus espaldas—; pasando por vigilantes causantes de cientos de maltratos físicos y psicológicos; hasta las que sin haber formado parte de la selección de prisioneros a las cámaras de gas, destacaron por su especial crueldad hacia los prisioneros. Este cargo no le valió la muerte, pero si una cadena perpetua. Hablamos de Luise Helene Elisabeth Danz.
La exguardiana nació el 11 de diciembre de 1917 en Turingia en el seno de una familia protestante. Sus padres se llamaban Heinrich y Anna y tuvo varios hermanos, ahora bien, no se conoce el número exacto. Se graduó en la escuela primaria y con 20 años, la joven Luise decidió abandonar el hogar familiar para mudarse hasta Branderburgo. Allí trabajaría como dependienta en una panadería de la ciudad.
En 1940 tuvo que regresar a la casa de los padres para su cuidado, se estaban haciendo mayores. Entonces inició un curso para entrar en la oficina de correos y durante unas vacaciones en Ulm conoció al Dr. Freiherr Franz von Bodman. Este hombre resultó ser médico en el campo de concentración de Majdanek. Danz intentó mantener un romance con él, pero Bodman ya estaba casado y tenía tres hijos. Aun así, la convenció para que se alistase en las
Schutzstaffel
. La labor de las mujeres solteras durante la guerra lo hacía indispensable. Para ello solo tenía que cumplir dos condiciones: gozar de buena salud y no tener antecedentes penales o haber estado condenada nunca.
Según parece, Luise Danz explicó ante el tribunal —una vez detenida— que fue reclutada por la fuerza para ser guardiana de un campo y que intentó rechazar el servicio. Sin embargo, todos y cada uno de los empleados tenían que firmar un contrato, y su rúbrica estaba en él junto con la de Bodman a modo de beneplácito. Por lo que aquella excusa no le servía de nada.
Asimismo, es necesario dejar claro que Danz no fue miembro en ningún momento del partido nazi, sino que fue el 24 de enero de 1943, cuando se incorpora directamente como
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dentro del sistema de los campos de concentración nazis. Su primer destino, como el de la mayoría de aquellas mujeres, fue Ravensbrück. Aquel centro de entrenamiento habitual para las guardias de sexo femenino se hacía indispensable para aprender las reglas y preceptos en cuanto a la supervisión de prisioneros de cualquier campamento. Una vez concluida su instrucción, el 22 de marzo de 1943 la trasladan al campo de mujeres de Majdanek donde pese a su supuesto recelo, acabó comportándose de la forma más bárbara posible.
Una de las testigos que informó en Lublin, durante el juicio de Ma-jdanek, acerca de dicha conducta, fue Danuta Medryk:
«Al principio a Luisa Danz le dio la impresión de que solo entraba por casualidad en la banda de los Alemanes comunes. […] Pero después de un mes ella también cambió. […] Más tarde ella detuvo a prisioneros, les pateaba. Todo esto lo veía como una diversión»
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