Gusanos de arena de Dune (32 page)

Read Gusanos de arena de Dune Online

Authors: Kevin J. Anderson Brian Herbert

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Gusanos de arena de Dune
4.81Mb size Format: txt, pdf, ePub

¿A qué serpientes dejarán sueltas entre nosotros?

En la sala principal del centro médico, lejos de los tanques, Yueh se encontró al viejo rabino farfullando mientras recogía un kit médico. Desde que había dejado a los suyos en Qelso, pasaba horas junto al tanque que él llamaba Rebecca. Y aunque detestaba lo que le habían hecho, parecía que le aliviaba que no fuera a ella a quien habían implantado el nuevo ghola.

Las hermanas, que no veían con buenos ojos que el rabino pasara mucho tiempo cerca de los tanques, procuraban tenerle ocupado.

—Voy a hacer unas pruebas a Scytale —le bufó el hombre a Yueh retirándose ya—. Sheeana quiere que pase una revisión… otra vez.

—Puedo hacerlo yo, rabino. Mis obligaciones son pocas.

—No. Clavar agujas al tleilaxu es uno de los pocos placeres que me quedan estos días. —Su mirada se posó en el diamante de la frente de Yueh, pero no hizo ningún comentario—. Acompáñame un trecho. —El rabino sujetó con fuerza el brazo de Yueh y lo arrastró a los corredores, lejos de la mirada vigilante de las Bene Gesserit, cuando le pareció que ya se habían alejado lo suficiente, el anciano se inclinó y le habló en tono conspirador—. Estoy convencido de que Scytale es el saboteador, aunque aún no tengo pruebas. Antes el viejo, y ahora el sustituto. Son todos lo mismo. Ahora que ha recuperado sus recuerdos, el joven Scytale sigue con la insidiosa misión de destruir nuestra nave. ¿Quién puede confiar en un tleilaxu?

¿Quién puede confiar en nadie?
, pensó Yueh.

—¿Por qué habría de querer dañar la nave?

—Sabemos que tiene algún sucio plan. Si no ¿por qué llevar células de Danzarines Rostro en su tubo de nulentropía junto con las otras… entre ellas la tuya? ¿Para qué las necesita? ¿No te parece eso bastante sospechoso?

—Las células que fueron confiscadas por Sheeana están seguras. Nadie ha tenido acceso a ellas.

—¿Estás seguro? Quizá quiere matarnos a todos para poder crear un ejército de Danzarines Rostro para él. —El rabino meneó la cabeza. Detrás de sus gafas, sus ojos enrojecidos parecían furiosos—. Y eso no es todo. Las brujas también tienen sus maquinaciones. ¿Por qué crees que no quieren revelar la identidad del nuevo ghola? ¿Sabe Duncan Idaho quién se está desarrollando en ese tanque? —Estiró el cuello y miró por encima del hombro al centro médico, pendiente de las cámaras de seguridad—. Pero tú puedes descubrirlo.

Yueh estaba perplejo, e intrigado, pero no dijo al rabino que él mismo se había planteado algunas de esas dudas.

—¿Cómo? A mí tampoco me lo dirán.

—¡Pero a ti no te vigilan como a mí! Las brujas temen que haga algo para entorpecer su programa, pero ahora que tú has recuperado tus recuerdos, eres su ghola de confianza. —El rabino deslizó en su mano un pequeño disco sellado de polímero, con una gota de una sustancia muy fina en el centro—. Tú tienes acceso a los escáneres. Esto son muestras celulares del tanque embarazado. Nadie me ha visto conseguirlas, pero no me atrevo a hacer yo los análisis.

Yueh se guardó el disco subrepticiamente en el bolsillo.

—¿Quiero yo realmente saberlo?

—¿Puedes permitirte no hacerlo? En tus manos está. —El rabino se escabulló, mascullando. Cargado con su kit médico, se dirigió hacia la cabina del tleilaxu.

La muestra parecía pesar en el bolsillo de Yueh. ¿Por qué mantener en secreto la identidad del nuevo ghola? ¿Qué tramaban las hermanas?

Yueh tardó varias horas en encontrar una oportunidad para colarse en una de las pequeñas cámaras de laboratorio de la no-nave. Como doctor Suk, estaba autorizado a utilizar las instalaciones. Aun así, cotejó la pequeña muestra con el catálogo de ADN tan deprisa como pudo. Comparó las células del ghola con las identificaciones que se habían hecho años atrás, cuando las hermanas revisaron por primera vez el material de la cápsula de nulentropía de Scytale.

Yueh encontró la coincidencia enseguida. Y cuando supo la respuesta, se encogió físicamente.

—¡Imposible! ¡No se atreverían! —Pero en su corazón, mientras recordaba el tormento que Sheeana había utilizado para despertar sus recuerdos, supo que las brujas harían cualquier cosa. Ahora entendía por qué Sheeana no había querido dar a conocerla identidad del ghola.

Aun así, la elección no tenía sentido. Las hermanas tenían muchas otras opciones. Mejores opciones. ¿Por qué no intentar recuperar de nuevo a Gurney Halleck? ¿O a Ghanima, compañera del pobre Leto II? ¿Con qué propósito podían querer recuperar a… se estremeció, Piter de Vries?

Porque a las Bene Gesserit les gustaban los juguetes peligrosos, resucitar a gente y utilizarla como piezas de ajedrez en su gran tablero de juego. Sabía muy bien la clase de preguntas que se plantearían para satisfacer su curiosidad infernal. ¿Estaba corrompida la composición genética de Piter de Vries o era malo porque los tleilaxu le pervirtieron? ¿Quién puede saber mejor cómo piensa el Enemigo que un Harkonnen? ¿Había alguna evidencia que hiciera pensar que el nuevo Piter de Vries saldría tan malo como la vez anterior si no lo exponían a la influencia perniciosa del barón?

Ya se imaginaba a Sheeana mirándole con expresión ceñuda y condescendiente.

«Necesitamos otro mentat. Tú justamente, entre todos los demás, no tendrías que tener los pasados crímenes de un ghola contra él, Wellington Yueh».

No se lo podía creer. Cerró los ojos con fuerza e incluso el falso diamante tatuado en su frente parecía arder. Recordaba cómo le habían obligado a presenciar la interminable tortura de Wanna a manos de aquel perverso mentat. Cómo le clavó un cuchillo con fuerza por la espalda y retorció la hoja. ¡Piter de Vries!

Aún podía sentir el acero afilado desgarrándolo por dentro, una herida mortal, uno de los últimos recuerdos de su primera vida. La risa de Piter reverberaba, junto con los gritos de Wanna en la cámara de tortura… y él no podía ayudarla.

¿Piter de Vries?

Yueh se tambaleó, incapaz de asimilar aquello. No podía permitir que un monstruo semejante volviera a nacer.

— o O o —

Unos días más tarde, Yueh entró en el centro médico y caminó hacia el único tanque embarazado. De momento no era más que un bebé inocente. Incluso si era De Vries, aquel niño ghola no había cometido ninguno de los crímenes del original.

¡Pero lo hará! Está pervertido, es malvado, malicioso. Las hermanas lo criarían e insistirían en despertar sus recuerdos. ¡Y entonces volverían a tenerlo entre ellos!

Y sin embargo Yueh estaba atrapado en su misma lógica. Si el ghola de Piter —todos los gholas en realidad— no podía huir de las cadenas del destino, ¿le pasaría lo mismo a él? ¿Estaba pues destinado a traicionarlos a todos? ¿Estaba condenado a cometer otro terrible error… o tendría que sacrificarlo todo para evitar ese error? Había pensado en consultar a Jessica, pero finalmente decidió no hacerlo. Era su carga, su decisión.

Utilizando la muestra del rabino, Yueh había hecho la comprobación en privado y había visto el resultado. Tenía que hacer aquello solo. Aunque era un doctor Suk, entrenado y condicionado para salvar vidas, a veces era necesaria la muerte de un monstruo para salvar a muchos inocentes.

¡Piter de Vries!

Indirectamente, él había provocado la muerte de Vries la primera vez al dar el diente con gas venenoso al duque Leto, que apretó la mandíbula y lo rompió en presencia del mentat. Yueh había fracasado en tantos sentidos…, había provocado tanto dolor y desengaño… Incluso Wanna habría detestado ver lo que se hizo a sí mismo y lo que hizo a los Atreides.

En cambio ahora… una segunda vida, una segunda oportunidad. Wellington Yueh podía hacer las cosas bien. En teoría cada uno de los niños ghola resucitados tenía una gran misión. Y estaba convencido de que la suya era aquella.

Yueh se debatía tratando de decidir, y el diamante negro que se había pintado en la frente hacía más pesada su carga. En sus recuerdos veía claramente el momento en que se convirtió en doctor Suk, tras superar un régimen completo de Alto Colegio de Condicionamiento Imperial y pronunciar su juramento. «Un doctor suk no tomará una vida humana».

Y sin embargo, su juramento se corrompió, gracias a los Harkonnen. Gracias a Piter de Vries. Qué ironía, que la ruptura de su juramento ahora le permitiera destruir al hombre que le había hecho romperlo. Era libre de matar.

Yueh ya tenía el instrumento de la muerte en el bolsillo de su bata. Sus planes estaban hechos, no se arriesgaría. Dado que las cámaras de seguridad seguían controlando el centro médico y los tanques axlotl, no podría hacerlo en secreto como había hecho el verdadero saboteador. Una vez actuara, todos en el
Ítaca
sabrían que él había matado al ghola De Vries. Y tendría que afrontar las consecuencias.

La frente se le cubrió de sudor cuando cruzó la habitación. Con aquella guarda Bene Gesserit tan aguda observándolo, no podía demorarse. Las condenadas brujas podían detectar su inquietud, su nerviosismo. Yueh sacó el artilugio, giró un dial como para recalibrarlo y lo insertó en el tanque como si pretendiera tomar una muestra biológica. Y de este modo administró sin trabas una dosis letal de veneno. Por el momento, nadie sospechaba nada.

Ya está. Hecho. Muy apropiado, puesto que De Vries era experto en ingeniosos venenos. Y no había antídoto para aquella toxina; Yueh se había ocupado de eso. En unas horas, aquel De Vries no nacido se encogería y moriría. Por desgracia, el tanque también moriría. Pero era inevitable. Un sacrificio necesario.

Yueh abandonó la cámara y apretó el paso con una sonrisa torva. Mañana no podría esconderse. Thufir Hawat y el bashar Teg revisarían los hologramas e interrogarían a las guardias. Sabrían quién había sido. A diferencia del saboteador, él no podía borrar las imágenes. Le atraparían.

Y a pesar de eso, Yueh se sentía satisfecho consigo mismo por primera vez desde su despertar. Por fin había podido deleitarse con el esquivo sabor de la redención.

46

Que un equipo de investigación vaya a Buzzell para averiguar por qué las exportaciones de soopiedras han caído de forma tan drástica. Esta ausencia de suministros, junto con la vertiginosa bajada en la producción de melange que ha seguido a la epidemia en Casa Capitular es altamente sospechosa, sobre todo porque las brujas están implicadas en ambas empresas. A lo largo de los milenios hemos aprendido a no confiar en su palabra.

Directiva de la CHOAM

A hora que tenía en su poder la muestra de ultraespecia, Khrone sabía con exactitud qué había en los fértiles mares de Buzzell. Ciertamente los navegantes habían pergeñado un bonito plan al liberar una nueva raza de gusanos productores de especia. Tendría que ir allí y verlo por sí mismo. Al líder de la miríada de Danzarines Rostro poco le preocupaba la pérdida del negocio de las soopiedras pero en su disfraz de funcionario de la CHOAM tuvo que fingir un desagrado extremo.

—¿Monstruos? —En pie en el muelle principal, le dedicó a la tal Corysta una mirada furiosa—. ¿Serpientes marinas? ¿No se les ocurre una excusa mejor para su incompetencia?

Khrone miró al mar con el ceño fruncido y se arregló su túnica oscura de negocios sobre los hombros. Allá fuera, en el agua, unos fibios recelosos nadaban y se sumergían para recoger las gemas de los lechos de cholistes, muchos de los cuales habían sido devorados por los voraces gusanos de mar. Botes blindados patrullaban las cuevas, aunque sin duda no servirían de gran cosa si las inmensas criaturas decidían atacar.

La reverenda madre Corysta se mantenía erguida, y extrañamente no parecía intimidarle la presencia del falso funcionario.

—No es una excusa, señor. Nadie sabe de dónde han salido los gusanos ni por qué han aparecido justo ahora. Pero son reales. Las naves de caza de la Cofradía arrastraron hasta aquí una carcasa, si desea verla.

—Tonterías. Es evidente que una historia semejante beneficia a la Nueva Hermandad. —Sin hacer caso de sus protestas, Khrone le indicó que la acompañara por un sendero pedregoso que corría junto al mar, mientras sus zapatos crujían sobre las piedras sueltas. Pisó un charco, se miró los pies con gesto hosco y siguió andando—. La CHOAM sospecha que están provocando una falsa escasez para subir los precios. Tienen compromisos financieros. Desde hace años, la Hermandad ha estado encargando naves extremadamente costosas, armas, suministros militares. Sus pérdidas en la guerra son tremendas.

—Se trata de pérdidas de la humanidad, señor. —La voz de Corysta era áspera.

—Y ahora Casa Capitular, doblegada por una epidemia. Parece que la Nueva Hermandad no puede cumplir con sus compromisos económicos. Por tanto, la CHOAM ya no considera que ofrecerles a ustedes crédito sea un riesgo aceptable.

Corysta se volvió hacia la vivificante brisa marina.

—Eso son cuestiones que debería discutir con la madre comandante.

—Debería, pero dado que está en un planeta en cuarentena, no puedo visitarla precisamente, ¿me equívoco? Vuestra Hermandad se está desmoronando como resultado de los ataques externos y las disputas internas.

Unas mujeres esperaban en una rampa de plazpiedra al borde del agua para recibir a un grupo de fibios de aspecto cansado que llevaban una red llena de pequeñas y deformes soopiedras.

A simple vista Khrone veía que eran gemas de escasa calidad, pero al menos podía llevárselas como parte de un cargamento a modo de pago.

—¿Tienen vuestros fibios miedo de los monstruos marinos? ¿No pueden ir a lechos más ricos en moluscos?

—Recogen lo que pueden, Señor. No hay lechos más ricos. Los monstruos se han comido a muchos de los cholistes. Nuestras cosechas submarinas han sido saqueadas. Y sí, los fibios están comprensiblemente asustados. Muchos de ellos han muerto devorados. —Corysta lo miró con frialdad; Khrone valoraba el acero de aquella mirada, lo respetaba—. También tenemos pruebas documentales, si es que duda usted de mi palabra.

—Que yo crea o no su historia no tiene importancia. Lo único que me interesa es saber qué piensa hacer la Hermandad al respecto. —Khrone sabía que no podían hacer nada. Con el tiempo, los gusanos de mar hundirían el comercio de soopiedras en Buzzell, eliminando así otra de las monedas de cambio de la madre comandante cuando más desesperadamente necesitaba comprar alianzas y asegurarse material.

Las hermanas exiliadas aún no entendían el verdadero potencial de aquellos gusanos. Los atributos químicos primarios de la nueva melange robada en Buzzell serían mil veces más efectivos en los receptores nerviosos de los humanos. ¡Oh, funcionaría muy pero que muy bien, desde luego!

Other books

Dead Giveaway by Brenda Novak
Sent to the Devil by Laura Lebow
Dust to Dust by Heather Graham
Wild Nights by Karen Erickson
Love Don't Cost a Thing by Shelby Clark
Week-end en Guatemala by Miguel Ángel Asturias