Read Harry Potter. La colección completa Online
Authors: J.K. Rowling
Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga
Pero al parecer no sabía decir con exactitud lo que le sucedía a Seamus, y tras una pausa un tanto violenta, salió también del dormitorio.
Neville y Ron miraron a Harry como diciendo «Es problema suyo, no le hagas caso», pero eso no lo consoló demasiado. ¿Tendría que aguantar muchas situaciones semejantes?
—¿Qué os ocurre? —les preguntó Hermione cinco minutos más tarde, cuando se reunió con sus dos amigos en la sala común antes de que bajaran todos a desayunar—. Estáis completamente… ¡Vaya!
Se había quedado mirando el tablón de anuncios de la sala común, donde habían colgado un gran letrero.
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—Se han pasado —comentó Hermione con gravedad, y descolgó el letrero que Fred y George habían clavado encima de un póster que anunciaba la fecha de la primera excursión a Hogsmeade, que sería en octubre—. Vamos a tener que hablar con ellos, Ron.
Ron se mostró muy alarmado.
—¿Por qué?
—¡Porque somos prefectos! —exclamó Hermione mientras trepaban por el agujero del retrato—. ¡Es tarea nuestra impedir este tipo de cosas!
Ron no dijo nada, pero, por la apesadumbrada expresión de su amigo, Harry comprendió que la perspectiva de evitar que Fred y George hicieran lo que les gustaba no lo ilusionaba.
—¿Qué te pasa, Harry? —continuó Hermione mientras bajaban un tramo de escalera cuya pared estaba cubierta de retratos de viejos magos y brujas que no les hicieron ni caso, pues se hallaban enfrascados en sus propias conversaciones—. Te veo de muy mal humor.
—Seamus cree que Harry miente acerca de Quien-tú-sabes —contestó brevemente Ron al comprobar que Harry no respondía.
La chica suspiró, lo cual sorprendió al muchacho, que esperaba que su amiga manifestara indignación.
—Ya, Lavender también lo cree —comentó Hermione con tristeza.
—Seguro que has tenido una interesante charla con ella sobre si soy o no soy un mentiroso y un presumido que sólo busca llamar la atención, ¿no? —dijo Harry en voz alta.
—No —repuso Hermione con calma—. La verdad es que le he dicho que cierre su sucia boca y que no hable mal de ti. Y haz el favor de dejar de lanzarte a nuestro cuello a cada momento, Harry, porque, por si no lo sabías, Ron y yo estamos de tu parte.
Hubo una breve pausa.
—Lo siento —se disculpó Harry en voz baja.
—Así me gusta —dijo Hermione con dignidad. Luego hizo un gesto negativo con la cabeza y añadió—: ¿No os acordáis de lo que dijo Dumbledore en el banquete de final de curso del año pasado? —Harry y Ron la miraron sin comprender, y la chica volvió a suspirar—. Sí, habló sobre Quien-vosotros-sabéis. Dijo que su «fuerza para extender la discordia y la enemistad entre nosotros es muy grande. Sólo podemos luchar contra ella presentando unos lazos de amistad y mutua confianza igualmente fuertes».
—¿Cómo consigues acordarte de esas cosas? —preguntó Ron mirando a Hermione con admiración.
—Escucho, Ron —respondió ella con un deje de aspereza.
—Yo también, pero sería incapaz de decirte con exactitud qué…
—El caso es —prosiguió Hermione, imponiéndose— que a eso es precisamente a lo que se refería Dumbledore. Sólo hace dos meses que Quien-vosotros-sabéis ha regresado y ya hemos empezado a pelearnos entre nosotros. Y la advertencia del Sombrero Seleccionador era la misma: permaneced juntos, estad unidos…
—Y Harry ya dijo anoche —replicó Ron— que si eso significa que tenemos que hacernos amigos de los de Slytherin…, lo tiene claro.
—Bueno, pues yo creo que es una lástima que no fomentemos la unidad entre las casas —dijo Hermione con enfado.
En ese momento llegaron al pie de la escalera de mármol. Una fila de alumnos de cuarto de Ravenclaw cruzaba el vestíbulo; al ver a Harry se apresuraron a apiñarse, como si temieran que él pudiera atacar a los rezagados.
—Sí, deberíamos intentar trabar amistad con gente como ésa —comentó Harry con sarcasmo.
Siguieron a los de Ravenclaw al interior del Gran Comedor, y al entrar miraron instintivamente hacia la mesa del profesorado. La profesora Grubbly-Plank hablaba con la profesora Sinistra, de Astronomía, y Hagrid, una vez más, brillaba por su ausencia. El techo encantado del recinto reflejaba el estado anímico de Harry: tenía un triste color gris, como el de las nubes de lluvia.
—Dumbledore ni siquiera mencionó durante cuánto tiempo vamos a tener a la profesora Grubbly-Plank —comentó Harry mientras los tres se dirigían hacia la mesa de Gryffindor.
—A lo mejor… —insinuó Hermione pensativa.
—¿Qué? —preguntaron Harry y Ron a la vez.
—Bueno…, a lo mejor no quería llamar la atención sobre la ausencia de Hagrid.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Ron medio riendo—. ¿Cómo no íbamos a fijarnos en que no está aquí?
Antes de que Hermione pudiera contestar, una muchacha alta y negra, que llevaba el pelo peinado en largas trencitas, se había acercado a Harry.
—¡Hola, Angelina!
—¡Hola! —contestó ella con brío—. ¿Qué tal las vacaciones? —Y sin esperar respuesta, añadió—: Me han nombrado capitana del equipo de
quidditch
de Gryffindor.
—¡Qué bien! —dijo Harry sonriéndole; se imaginó que las charlas de Angelina para infundir ánimo no serían tan densas como las de Oliver Wood, lo cual suponía una mejora.
—Sí, bueno… Necesitamos un nuevo guardián ahora que Oliver se ha marchado. Las pruebas serán el viernes a las cinco y quiero que venga todo el equipo. Tenemos que ver quién encaja mejor en esa posición.
—De acuerdo —contestó Harry.
Angelina le sonrió y se fue.
—Ya no me acordaba de que Wood se marchó —comentó Hermione con vaguedad mientras se sentaba junto a Ron y se acercaba un plato de tostadas—. Supongo que el equipo lo notará, ¿no?
—Supongo —contestó Harry, y se sentó en el banco de enfrente—. Era un buen guardián…
—De todos modos, no irá mal un poco de sangre nueva, ¿verdad? —observó Ron.
De repente se oyó como un rugido, y cientos de lechuzas entraron volando por las ventanas más altas. Bajaron hacia las mesas del comedor y llevaron cartas y paquetes a sus destinatarios, a quienes rociaron con gotas de agua; evidentemente, fuera estaba lloviendo. Harry no vio a
Hedwig
, pero eso no le sorprendió: su único corresponsal era Sirius, y dudaba mucho que su padrino tuviera algo nuevo que contarle ya que sólo llevaban veinticuatro horas sin verse. Hermione, en cambio, tuvo que apartar con rapidez su zumo de naranja para dejar sitio a una enorme y chorreante lechuza que llevaba un empapado ejemplar de
El Profeta
en el pico.
—¿Todavía recibes
El Profeta?
—le preguntó Harry con fastidio, acordándose de Seamus, mientras Hermione ponía un
knut
en la bolsita de piel que la lechuza llevaba atada a la pata y el ave volvía a emprender el vuelo—. Yo ya no me molesto en leerlo. Sólo cuentan tonterías.
—Conviene saber lo que dice el enemigo —respondió ella misteriosamente; luego desplegó el periódico y desapareció tras él, y no volvieron a verla hasta que Harry y Ron terminaron de desayunar—. Nada —se limitó a decir; enrolló el periódico y lo dejó junto a su plato—. No hace ningún comentario sobre ti, ni sobre Dumbledore ni sobre nada.
En ese momento la profesora McGonagall pasó por la mesa repartiendo horarios.
—¡Mirad lo que tenemos hoy! —gruñó Ron—. Historia de la Magia, clase doble de Pociones, Adivinación y otra sesión doble de Defensa Contra las Artes Oscuras… ¡Binns, Snape, Trelawney y Umbridge en un solo día! Espero que Fred y George se den prisa y se pongan a fabricar ese Surtido Saltaclases…
—¿He oído bien? —dijo Fred, que llegaba en ese instante con George. Los gemelos se sentaron junto a Harry—. ¡No es posible que los prefectos de Hogwarts intenten saltarse clases!
—¡Mirad lo que tenemos hoy! —repitió Ron de mal humor, y le puso el horario bajo la nariz a Fred—. Es el peor lunes que he visto en mi vida.
—Tienes razón, hermanito —le dijo Fred leyendo la lista—. Si quieres puedo darte un turrón sangranarices; te lo dejo barato.
—¿Por qué barato? —preguntó Ron con recelo. —Porque sangrarás hasta quedarte seco. Todavía no hemos conseguido el antídoto —respondió George mientras se servía un arenque ahumado.
—Gracias —repuso Ron de mal humor, y se guardó el horario en el bolsillo—, pero creo que iré a las clases.
—Por cierto, hablando de vuestro Surtido Saltaclases —dijo Hermione mirando a Fred y a George con sus redondos y brillantes ojos—, no podéis poner anuncios en el tablón de Gryffindor para contratar cobayos.
—¡¿Ah, no?! —exclamó George con sorpresa—. ¿Quién ha dicho eso?
—Lo digo yo —contestó Hermione—. Y Ron.
—A mí no me metas —se apresuró a apuntar éste.
La chica le lanzó una mirada fulminante y los gemelos rieron por lo bajo.
—No tardarás en cambiar de actitud, Hermione —vaticinó Fred mientras untaba un buñuelo con mantequilla—. Vas a empezar quinto, y dentro de poco vendrás a suplicar que te vendamos un Surtido Saltaclases.
—¿Y qué tiene que ver que empiece quinto con que quiera comprar un Surtido Saltaclases? —preguntó Hermione.
—Quinto es el año de los
TIMOS
—le recordó George.
—¿Y?
—Que llegarán los exámenes, ¿no? Vais a tener que hincar los codos hasta que se os queden en carne viva —dijo Fred con satisfacción.
—La mitad de los de nuestro curso sufrieron pequeñas crisis nerviosas cuando se acercaban los exámenes del
TIMO
—añadió George la mar de contento—. Lágrimas, rabietas… Patricia Stimpson se desmayaba a cada momento…
—Kenneth Towler se llenó de granos, ¿te acuerdas? —dijo Fred con nostalgia.
—Eso fue porque le pusiste polvos Bulbadox en el pijama —aclaró George.
—¡Ah, sí! —admitió Fred, sonriente—. Ya no me acordaba… A veces resulta difícil llevar la cuenta de todo, ¿verdad?
—En fin, quinto es un curso de pesadilla —concluyó George—. Si te importan los resultados de los exámenes, naturalmente. Fred y yo conseguimos no desanimarnos.
—Sí, claro… —intervino Ron—. ¿Qué sacasteis, tres
TIMOS
cada uno?
—Sí —afirmó Fred con indiferencia—. Pero nosotros creemos que nuestro futuro está fuera del mundo de los logros académicos.
—Nos planteamos muy seriamente si íbamos a volver a Hogwarts este año para hacer séptimo —comentó George alegremente— ahora que tenemos…
Se interrumpió al captar la mirada de advertencia de Harry, que se había dado cuenta de que George estaba a punto de mencionar el premio en metálico del Trofeo de los tres magos que les había entregado.
—… ahora que tenemos nuestros
TIMOS
—se apresuró a añadir George—. No sé, ¿de verdad necesitamos los
ÉXTASIS
? Pero creímos que mamá no soportaría que abandonáramos los estudios tan pronto, sobre todo después de que Percy resultara ser el mayor imbécil del mundo.
—Pero no vamos a malgastar nuestro último año aquí —prosiguió Fred echando un afectuoso vistazo al Gran Comedor—. Vamos a utilizarlo para hacer un poco de estudio de mercado. Nos interesa saber con exactitud qué le exige el alumno medio de Hogwarts a una tienda de artículos de broma para luego evaluar meticulosamente los resultados de nuestra investigación y crear productos que satisfagan la demanda.
—Pero ¿de dónde pensáis sacar el oro necesario para montar una tienda de artículos de broma? —inquirió Hermione con escepticismo—. Necesitaréis muchos ingredientes y materiales, y también permisos, supongo…
Harry no miró a los gemelos. Notó que estaba ruborizándose, de modo que dejó caer a propósito el tenedor y se agachó para recogerlo. Cuando todavía no se había incorporado oyó que Fred decía:
—No nos hagas preguntas y no tendremos que decirte mentiras, Hermione. Vamos, George, si llegamos pronto quizá podamos vender unas cuantas orejas extensibles antes de que empiece la clase de Herbología.
—¿Qué habrá querido decir con eso? —dijo Hermione mirando primero a Harry y luego a Ron—. «No nos hagas preguntas…» ¿Significa que ya tienen dinero para montar la tienda?
—Mira, yo ya lo había pensado —repuso Ron frunciendo el entrecejo—. Este verano me compraron una túnica de gala nueva y no sé de dónde sacaron los galeones…
Harry decidió que había llegado el momento de desviar aquella conversación tan peligrosa.
—¿Creéis que es cierto que los exámenes de este año serán muy duros?
—¡Oh, ya lo creo! —exclamó Ron—. Los
TIMOS
son muy importantes, y del resultado dependerá el tipo de ofertas de empleo a las que puedas presentarte más adelante. Además, este año podemos pedir consejo sobre las diferentes carreras. Me lo ha dicho Bill. Así puedes elegir qué
ÉXTASIS
quieres hacer el año que viene.
—¿Vosotros ya sabéis qué os gustaría hacer cuando salgáis de Hogwarts? —preguntó Harry a sus dos amigos poco después, cuando salían del Gran Comedor y se dirigían hacia el aula de Historia de la Magia.
—Pues no —contestó Ron—. Salvo…, bueno… —añadió un tanto avergonzado.
—¿Qué? —lo animó Harry.
—Bueno, no me importaría ser
auror
—declaró Ron con brusquedad.
—A mí tampoco —repuso fervorosamente Harry.
—Pero los
aurores
son… la élite —comentó Ron—. Para ser
auror
tienes que ser muy bueno. ¿Y tú, Hermione?
—No lo sé. Creo que me gustaría hacer algo que valga la pena.
—¡Ser
auror
vale la pena! —exclamó Harry.
—Sí, ya lo sé, pero no es lo único que vale la pena —dijo Hermione con aire pensativo—. No sé, si pudiera seguir trabajando en la
PEDDO
… —añadió, y Harry y Ron evitaron mirarse.
Todos los alumnos de Hogwarts estaban de acuerdo en que Historia de la Magia era la asignatura más aburrida que jamás había existido en el mundo de los magos. El profesor Binns, su profesor fantasma, tenía una voz jadeante y monótona que casi garantizaba una terrible somnolencia al cabo de diez minutos (cinco si hacía calor). Nunca alteraba el esquema de las lecciones y las recitaba sin hacer pausas mientras los alumnos tomaban apuntes o contemplaban el vacío con aire amodorrado. Hasta entonces, Harry y Ron habían conseguido unos aprobados justos en esa asignatura copiando los apuntes de Hermione antes de los exámenes; ella era la única capaz de resistir el efecto soporífero de la voz de Binns.