Read Harry Potter. La colección completa Online
Authors: J.K. Rowling
Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga
—
¡EXPECTO PATRONUM!
—gritó Harry, intentando rechazar los gritos de sus oídos—.
¡EXPECTO PATRONUM!
Un delgado hilo de plata salió de su varita y bailoteó delante de él, como si fuera niebla. En ese instante, Harry notó que Hermione se desmayaba a su lado. Estaba solo, completamente solo...
—
¡Expecto...! ¡Expecto patronum!
Harry sintió que sus rodillas golpeaban la hierba fría. La niebla le nublaba los ojos. Haciendo un enorme esfuerzo, intentó recordar. Sirius era inocente, inocente... «Todo saldrá bien. Voy a vivir con él.»
—
¡Expecto patronum!
—dijo entrecortadamente.
A la débil luz de su informe
patronus
, vio detenerse un
dementor
muy cerca de él. No podía atravesar la niebla plateada que Harry había hecho aparecer, pero sacaba por debajo de la capa una mano viscosa y pútrida. Hizo un ademán como para apartar al
patronus
.
—¡No... no! —exclamó Harry entrecortadamente—. Es inocente.
¡Expecto patronum!
Sentía sus miradas y oía su ruidosa respiración como un viento demoníaco. El
dementor
más cercano parecía haberse fijado en él. Levantó sus dos manos putrefactas y se bajó la capucha.
En el lugar de los ojos había una membrana escamosa y gris que se extendía por las cuencas. Pero tenía boca: un agujero informe que aspiraba el aire con un estertor de muerte.
Un terror de muerte se apoderó de Harry, impidiéndole moverse y hablar. Su
patronus
tembló y desapareció. La niebla blanca lo cegaba. Tenía que luchar...
Expecto patronum...
No podía ver..., a lo lejos oyó un grito conocido...,
expecto patronum...
Palpó en la niebla en busca de Sirius y encontró su brazo. No se lo llevarían...
Pero, de repente, un par de manos fuertes y frías rodearon el cuello de Harry. Lo obligaron a levantar el rostro. Sintió su aliento..., iban a eliminarlo primero a él... Sintió su aliento corrupto..., su madre le gritaba en los oídos..., sería lo último que oyera en la vida.
Y entonces, a través de la niebla que lo ahogaba, le pareció ver una luz plateada que adquiría brillo. Se sintió caer de bruces en la hierba.
Boca abajo, demasiado débil para moverse, sintiéndose mal y temblando, Harry abrió los ojos. Una luz cegadora iluminaba la hierba... Habían cesado los gritos, el frío se iba...
Algo hacía retroceder a los
dementores
... algo que daba vueltas en torno a él, a Sirius y a Hermione. Los estertores dejaban de oírse. Se iban. Volvía a hacer calor.
Haciendo acopio de todas sus fuerzas, Harry levantó la cabeza unos centímetros y vio entre la luz a un animal que galopaba por el lago. Con la visión empañada por el sudor, Harry trató de distinguir de qué se trataba. Era brillante como un unicornio. Haciendo un esfuerzo por conservar el sentido, Harry lo vio detenerse al llegar a la otra orilla. Durante un instante vio también, junto al brillo, a alguien que daba la bienvenida al animal y levantaba la mano para acariciarlo. Alguien que le resultaba familiar. Pero no podía ser...
Harry no lo entendía. No podía pensar en nada. Sus últimas fuerzas lo abandonaron y al desmayarse dio con la cabeza en el suelo.
—Asombroso. Verdaderamente asombroso. Fue un milagro que quedaran todos con vida. No he oído nunca nada parecido. Menos mal que se encontraba usted allí, Snape...
—Gracias, señor ministro.
—Orden de Merlín, de segunda clase, diría yo. ¡Primera, si estuviese en mi mano!
—Muchísimas gracias, señor ministro
—Tiene ahí una herida bastante fea. Supongo que fue Black.
—En realidad fueron Potter, Weasley y Granger, señor ministro.
—¡No!
—Black los había encantado. Me di cuenta enseguida. A juzgar por su comportamiento, debió de ser un hechizo para confundir. Me parece que creían que existía una posibilidad de que fuera inocente. No eran responsables de lo que hacían. Por otro lado, su intromisión pudo haber permitido que Black escapara... Obviamente, creyeron que podían atrapar a Black ellos solos. Han salido impunes en tantas ocasiones anteriores que me temo que se les ha subido a la cabeza... Y naturalmente, el director ha consentido siempre que Potter goce de una libertad excesiva.
—Bien, Snape. ¿Sabe? Todos hacemos un poco la vista gorda en lo que se refiere a Potter.
—Ya. Pero ¿es bueno para él que se le conceda un trato tan especial? Personalmente, intento tratarlo como a cualquier otro. Y cualquier otro sería expulsado, al menos temporalmente, por exponer a sus amigos a un peligro semejante. Fíjese, señor ministro: contra todas las normas del colegio... después de todas las precauciones que se han tomado para protegerlo... Fuera de los límites permitidos, en plena noche, en compañía de un licántropo y un asesino... y tengo indicios de que también ha visitado Hogsmeade, pese a la prohibición.
—Bien, bien..., ya veremos, Snape. El muchacho ha sido travieso, sin duda.
Harry escuchaba acostado, con los ojos cerrados. Estaba completamente aturdido. Las palabras que oía parecían viajar muy despacio hasta su cerebro, de forma que le costaba un gran esfuerzo entenderlas. Sentía los miembros como si fueran de plomo. Sus párpados eran demasiado pesados para levantarlos. Quería quedarse allí acostado, en aquella cómoda cama, para siempre...
—Lo que más me sorprende es el comportamiento de los
dementores
... ¿Realmente no sospecha qué pudo ser lo que los hizo retroceder, Snape?
—No, señor ministro. Cuando llegué, volvían a sus posiciones, en las entradas.
—Extraordinario. Y sin embargo, Black, Harry y la chica...
—Todos estaban inconscientes cuando llegué allí. Até y amordacé a Black, hice aparecer por arte de magia unas camillas y los traje a todos al castillo.
Hubo una pausa. El cerebro de Harry parecía funcionar un poco más aprisa, y al hacerlo, una sensación punzante se acentuaba en su estómago.
Abrió los ojos.
Todo estaba borroso. Alguien le había quitado las gafas. Se hallaba en la oscura enfermería. Al final de la sala podía vislumbrar a la señora Pomfrey inclinada sobre una cama y dándole la espalda. Bajo el brazo de la señora Pomfrey, distinguió el pelo rojo de Ron.
Harry volvió la cabeza hacia el otro lado. En la cama de la derecha se hallaba Hermione. La luz de la luna caía sobre su cama. También tenía los ojos abiertos. Parecía petrificada, y al ver que Harry estaba despierto, se llevó un dedo a los labios. Luego señaló la puerta de la enfermería. Estaba entreabierta y las voces de Cornelius Fudge y de Snape entraban por ella desde el corredor.
La señora Pomfrey llegó entonces caminando enérgicamente por la oscura sala hasta la cama de Harry. Se volvió para mirarla. Llevaba el trozo de chocolate más grande que había visto en su vida. Parecía un pedrusco.
—¡Ah, estás despierto! —dijo con voz animada. Dejó el chocolate en la mesilla de Harry y empezó a trocearlo con un pequeño martillo.
—¿Cómo está Ron? —preguntaron al mismo tiempo Hermione y Harry.
—Sobrevivirá —dijo la señora Pomfrey con seriedad—. En cuanto a vosotros dos, permaneceréis aquí hasta que yo esté bien segura de que estáis... ¿Qué haces, Potter?
Harry se había incorporado, se ponía las gafas y cogió su varita.
—Tengo que ver al director —explicó.
—Potter —dijo con dulzura la señora Pomfrey—, todo se ha solucionado. Han cogido a Black. Lo han encerrado arriba. Los
dementores
le darán el Beso en cualquier momento.
—
decir. Y..
Harry saltó de la cama. Hermione hizo lo mismo. Pero su grito se había oído en el pasillo de fuera. Un segundo después, entraron en la enfermería Cornelius Fudge y Snape.
—¿Qué es esto, Harry? —preguntó Fudge, con aspecto agitado—. Tendrías que estar en la cama... ¿Ha tomado chocolate? —le preguntó nervioso a la señora Pomfrey
—Escuche, señor ministro —dijo Harry—. ¡Sirius Black es inocente! ¡Peter Pettigrew fingió su propia muerte! ¡Lo hemos visto esta noche! No puede permitir que los
dementores
le hagan eso a Sirius, es...
Pero Fudge movía la cabeza en sentido negativo, sonriendo ligeramente.
—Harry, Harry, estás confuso. Has vivido una terrible experiencia. Vuelve a acostarte. Está todo bajo control.
—
¡NADA DE ESO!
—gritó Harry—.
¡HAN ATRAPADO AL QUE NO ES!
—Señor ministro, por favor, escuche —rogó Hermione. Se había acercado a Harry y miraba a Fudge implorante—. Yo también lo vi. Era la rata de Ron. Es un animago. Pettigrew, quiero decir. Y...
—¿Lo ve, señor ministro? —preguntó Snape—. Los dos tienen confundidas las ideas. Black ha hecho un buen trabajo con ellos...
—
¡NO ESTAMOS CONFUNDIDOS!
—gritó Harry.
—¡Señor ministro! ¡Profesor! —dijo enfadada la señora Pomfrey—. He de insistir en que se vayan. ¡Potter es un paciente y no hay que fatigarlo!
—¡No estoy fatigado, estoy intentando explicarles lo ocurrido! —dijo Harry furioso—. Si me escuchan...
Pero la señora Pomfrey le introdujo de repente un trozo grande de chocolate en la boca. Harry se atragantó y la mujer aprovechó la oportunidad para obligarle a volver a la cama.
—Ahora, por favor, señor ministro... Estos niños necesitan cuidados. Les ruego que salgan.
Volvió a abrirse la puerta. Era Dumbledore. Harry tragó con dificultad el trozo de chocolate y volvió a levantarse.
—Profesor Dumbledore, Sirius Black...
—¡Por Dios santo! ¿Es esto una enfermería o qué? Señor director, he de insistir en que...
—Te pido mil perdones, Poppy, pero necesito cambiar unas palabras con el señor Potter y la señorita Granger. He estado hablando con Sirius Black.
—Supongo que le ha contado el mismo cuento de hadas que metió en la cabeza de Potter —espetó Snape—. ¿Algo sobre una rata y sobre que Pettigrew está vivo?
—Eso es efectivamente lo que dice Black —dijo Dumbledore, examinando detenidamente a Snape por sus gafas de media luna.
—¿Y acaso mi testimonio no cuenta para nada? —gruñó Snape—. Peter Pettigrew no estaba en la Casa de los Gritos ni vi señal alguna de él por allí.
—¡Eso es porque usted estaba inconsciente, profesor! —dijo con seriedad Hermione—. No llegó con tiempo para oír...
—¡Señorita Granger!
¡CIERRE LA BOCA!
—Vamos, Snape —dijo Fudge—. La muchacha está trastornada, hay que ser comprensivos.
—Me gustaría hablar con Harry y con Hermione a solas —dijo Dumbledore bruscamente—. Cornelius, Severus, Poppy. Se lo ruego, déjennos.
—Señor director —farfulló la señora Pomfrey—. Necesitan tratamiento, necesitan descanso.
—Esto no puede esperar —dijo Dumbledore—. Insisto.
La señora Pomfrey frunció la boca, se fue con paso firme a su despacho, que estaba al final de la sala, y dio un portazo al cerrar. Fudge consultó la gran saboneta de oro que le colgaba del chaleco.
—Los
dementores
deberían de haber llegado ya. Iré a recibirlos. Dumbledore, nos veremos arriba.
Fue hacia la puerta y la mantuvo abierta para que pasara Snape. Pero Snape no se movió.
—No creerá una palabra de lo que dice Black, ¿verdad? —susurró con los ojos fijos en Dumbledore.
—Quiero hablar a solas con Harry y con Hermione —repitió Dumbledore.
Snape avanzó un paso hacia Dumbledore.
—Sirius Black demostró ser capaz de matar cuando tenía dieciséis años —dijo Snape en voz baja—. No lo habrá olvidado. No habrá olvidado que intentó matarme.
—Mi memoria sigue siendo tan buena como siempre, Severus —respondió Dumbledore con tranquilidad.
Snape giró sobre los talones y salió con paso militar por la puerta que Fudge mantenía abierta. La puerta se cerró tras ellos y Dumbledore se volvió hacia Harry y Hermione. Los dos empezaron a hablar al mismo tiempo.
—Señor profesor, Black dice la verdad: nosotros vimos a Pettigrew.
—Escapó cuando el profesor Lupin se convirtió en hombre lobo.
—Es una rata.
—La pata delantera de Pettigrew... quiero decir, el dedo: él mismo se lo cortó.
—Pettigrew atacó a Ron. No fue Sirius.
Pero Dumbledore levantó una mano para detener la avalancha de explicaciones.
—Ahora tenéis que escuchar vosotros y os ruego que no me interrumpáis, porque tenemos muy poco tiempo —dijo con tranquilidad—. Black no tiene ninguna prueba de lo que dice, salvo vuestra palabra. Y la palabra de dos brujos de trece años no convencerá a nadie. Una calle llena de testigos juró haber visto a Sirius matando a Pettigrew. Yo mismo di testimonio al Ministerio de que Sirius era el guardián secreto de los Potter.
—El profesor Lupin también puede testificarlo —dijo Harry, incapaz de mantenerse callado.
—El profesor Lupin se encuentra en estos momentos en la espesura del bosque, incapaz de contarle nada a nadie. Cuando vuelva a ser humano, ya será demasiado tarde. Sirius estará más que muerto. Y además, la gente confía tan poco en los licántropos que su declaración tendrá muy poco peso. Y el hecho de que él y Sirius sean viejos amigos...
—Pero...
—Escúchame, Harry. Es demasiado tarde, ¿lo entiendes? Tienes que comprender que la versión del profesor Snape es mucho más convincente que la vuestra.