Read Harry Potter. La colección completa Online
Authors: J.K. Rowling
Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga
—¿Has visto a Hermione? —preguntó McLaggen un minuto más tarde mientras se abría paso entre la gente.
—No, lo siento —contestó Harry, y se volvió para atender a la conversación de Luna, olvidando por un instante quién era su interlocutora.
—¡Harry Potter! —exclamó la profesora Trelawney, que no había reparado en él, con voz grave y vibrante.
—¡Ah, hola! —dijo Harry.
—¡Querido! —prosiguió ella con un elocuente susurro—. ¡Qué rumores! ¡Qué historias! ¡El Elegido! Yo lo sé desde hace mucho tiempo, por supuesto… Los presagios nunca fueron buenos, Harry… Pero ¿por qué no has vuelto a Adivinación? ¡Para ti, más que para nadie, esa asignatura es sumamente importante!
—¡Ah, Sybill, todos creemos que nuestra asignatura es la más importante! —intervino una potente voz, y Slughorn apareció junto a la profesora Trelawney; con las mejillas coloradas y el sombrero de terciopelo un poco torcido, sostenía un vaso de hidromiel con una mano y un pastelillo de frutos secos en la otra—. ¡Pero creo que jamás he conocido a nadie con semejante talento para las pociones! —afirmó contemplando a Harry con afecto, aunque con los ojos enrojecidos—. Lo suyo es instintivo, ¿me explico? ¡Igual que su madre! Te aseguro, Sybill, que he tenido muy pocos alumnos con tanta habilidad; mira, ni siquiera Severus…
Y Harry, horrorizado, vio cómo el profesor tendía un brazo hacia atrás y llamaba a Snape, que unos instantes antes no estaba allí.
—¡Alegra esa cara y ven con nosotros, Severus! —exclamó Slughorn, e hipó con regocijo—. ¡Estaba hablando de las extraordinarias dotes de Harry para la elaboración de pociones! ¡Hay que reconocerte parte del mérito, desde luego, porque tú fuiste su maestro durante cinco años!
Atrapado, con el brazo de Slughorn alrededor de los hombros, Snape miró a Harry entornando los ojos.
—Es curioso, pero siempre tuve la impresión de que no conseguiría enseñarle nada a Potter.
—¡Se trata de una capacidad innata! —graznó Slughorn—. Deberías haber visto lo que me presentó el primer día de clase, ¡el Filtro de Muertos en Vida! Jamás un alumno había obtenido un resultado mejor al primer intento; creo que ni siquiera tú, Severus…
—¿En serio? —repuso Snape y miró ceñudo a Harry, que sintió un leve desasosiego. No tenía ningún interés en que Snape empezara a investigar la fuente de su recién descubierto éxito en Pociones.
—Recuérdame qué otras asignaturas estudias este año, Harry —pidió Slughorn.
—Defensa Contra las Artes Oscuras, Encantamientos, Transformaciones, Herbología…
—Resumiendo, todas las requeridas para ser
auror
—terció Snape sonriendo con sarcasmo.
—Sí, es que eso es lo que quiero ser —replicó Harry, desafiante.
—¡Y serás un
auror
excelente! —opinó Slughorn.
—Pues yo opino que no deberías serlo, Harry —intervino Luna, y todos la miraron—. Los
aurores
participan en la Conspiración Rotfang; creía que lo sabía todo el mundo. Trabajan infiltrados en el Ministerio de Magia para derrocarlo combinando la magia oscura con cierta enfermedad de las encías.
Harry no pudo evitar reírse y se atragantó con un sorbo de hidromiel. Valía la pena haber invitado a Luna a la fiesta aunque sólo fuera para oír ese comentario. Tosió salpicándolo todo, pero con una sonrisa en los labios; entonces vio algo que lo satisfizo en grado sumo: Argus Filch iba hacia ellos arrastrando a Draco Malfoy por una oreja.
—Profesor Slughorn —dijo Filch con su jadeante voz; le temblaban los carrillos y en sus ojos saltones brillaba la obsesión por detectar travesuras—, he descubierto a este chico merodeando por un pasillo de los pisos superiores. Dice que venía a su fiesta pero que se ha extraviado. ¿Es verdad que está invitado?
Malfoy se soltó con un tirón.
—¡Está bien, no me han invitado! —reconoció a regañadientes—. Quería colarme. ¿Satisfecho?
—¡No, no estoy nada satisfecho! —repuso Filch, aunque su afirmación no concordaba con su expresión triunfante—. ¡Te has metido en un buen lío, te lo garantizo! ¿Acaso no dijo el director que estaba prohibido pasearse por el castillo de noche, a menos que tuvierais un permiso especial? ¿Eh, eh?
—No pasa nada, Argus —lo apaciguó Slughorn agitando una mano—. Es Navidad, y querer entrar en una fiesta no es ningún crimen. Por esta vez no lo castigaremos. Puedes quedarte, Draco.
La súbita decepción de Filch era predecible; sin embargo, Harry, observando a Malfoy, se preguntó por qué éste parecía tan decepcionado como el conserje. ¿Y por qué miraba Snape a Malfoy con una mezcla de enojo y… un poco de miedo? ¿Cómo podía ser?
Pero, antes de que Harry hallara las respuestas, Filch se había dado la vuelta y se marchaba murmurando por lo bajo; Malfoy sonreía y estaba dándole las gracias a Slughorn por su generosidad, y Snape había vuelto a adoptar una expresión inescrutable.
—No tienes que agradecerme nada —dijo Slughorn restándole importancia—. Ahora que lo pienso, creo que sí conocí a tu abuelo…
—Él siempre hablaba muy bien de usted, señor —repuso Malfoy, ágil como un zorro—. Aseguraba que usted preparaba las pociones mejor que nadie.
Harry observó a Malfoy. Lo que le intrigaba no era el peloteo que éste le hacía a Slughorn (ya estaba acostumbrado a observar cómo adulaba a Snape) sino su aspecto, porque verdaderamente parecía un poco enfermo.
—Me gustaría hablar un momento contigo, Draco —dijo Snape.
—¿Ahora, Severus? —intervino Slughorn hipando otra vez—. Estamos celebrando la Navidad, no seas demasiado duro con…
—Soy el jefe de su casa y yo decidiré lo duro o lo blando que he de ser con él —lo cortó Snape con aspereza—. Sígueme, Draco.
Se marcharon; Snape iba delante y Malfoy lo seguía con cara de pocos amigos. Harry vaciló un momento y luego dijo:
—Vuelvo enseguida, Luna. Tengo que ir… al lavabo.
—Muy bien —repuso ella alegremente.
Mientras Harry se perdía entre la multitud le pareció oír cómo Luna retomaba el tema de la Conspiración Rotfang con la profesora Trelawney, que se mostraba muy interesada.
Una vez fuera de la fiesta, le resultó fácil sacar la capa invisible del bolsillo y echársela por encima, pues el pasillo estaba vacío. Lo que le costó un poco más fue encontrar a Snape y Malfoy. Harry echó a andar; el ruido de sus pasos quedaba disimulado por la música y las fuertes voces provenientes del despacho de Slughorn. Quizá Snape había llevado a Malfoy a su despacho, en las mazmorras. O quizá lo había acompañado a la sala común de Slytherin. Sin embargo, Harry fue pegando la oreja a cada puerta que encontraba hasta que, con una sacudida de emoción, en la última aula del pasillo oyó voces y se agachó para escuchar por la cerradura.
—… no puedes cometer errores, Draco, porque si te expulsan…
—Yo no tuve nada que ver, ¿queda claro?
—Espero que estés diciéndome la verdad, porque fue algo torpe y descabellado. Ya sospechan que estuviste implicado.
—¿Quién sospecha de mí? —preguntó Malfoy con enojo—. Por última vez, no fui yo, ¿de acuerdo? Katie Bell debe de tener algún enemigo que nadie conoce. ¡No me mire así! Ya sé lo que intenta hacer, no soy tonto, pero le advierto que no dará resultado. ¡Puedo impedírselo!
Hubo una pausa; luego Snape dijo con calma:
—Vaya, ya veo que tía Bellatrix te ha estado enseñando Oclumancia. ¿Qué pensamientos pretendes ocultarle a tu amo, Draco?
—¡A él no intento esconderle nada, lo que pasa es que no quiero que usted se entrometa!
Harry apretó un poco más la oreja contra la cerradura. ¿Qué había pasado para que Malfoy le hablara de ese modo a Snape? ¡A Snape, hacia quien siempre había mostrado respeto, incluso simpatía!
—Por eso este año me has evitado desde que llegaste a Hogwarts, ¿no? ¿Temías que me entrometiera? Supongo que te das cuenta, Draco, de que si algún otro alumno hubiera dejado de venir a mi despacho después de haberle ordenado yo varias veces que se presentara…
—¡Pues castígueme! ¡Denúncieme a Dumbledore! —lo desafió Malfoy.
Se produjo otra pausa, y a continuación Snape declaró:
—Sabes muy bien que no haré ninguna de esas cosas.
—¡En ese caso, será mejor que deje de ordenarme que vaya a su despacho!
—Escúchame —dijo Snape en voz tan baja que Harry tuvo que apretar aún más la oreja para oírlo—, yo sólo intento ayudarte. Le prometí a tu madre que te protegería. Pronuncié el Juramento Inquebrantable, Draco…
—¡Pues mire, tendrá que romperlo porque no necesito su protección! Es mi misión, él me la asignó y voy a cumplirla. Tengo un plan y saldrá bien, sólo que me está llevando más tiempo del que creía.
—¿En qué consiste tu plan?
—¡No es asunto suyo!
—Si me lo cuentas, yo podría ayudarte…
—¡Muchas gracias, pero tengo toda la ayuda que necesito, no estoy solo!
—Anoche bien que estabas solo cuando deambulabas por los pasillos sin centinelas y sin refuerzos, lo cual fue una tremenda insensatez. Estás cometiendo errores elementales…
—¡Crabbe y Goyle me habrían acompañado si usted no los hubiera castigado!
—¡Baja la voz! —le espetó Snape porque Malfoy cada vez chillaba más—. Si tus amigos Crabbe y Goyle pretenden aprobar Defensa Contra las Artes Oscuras este curso, tendrán que esforzarse un poco más de lo que demuestran hasta aho…
—¿Qué importa eso? —lo cortó Malfoy—. ¡Defensa Contra las Artes Oscuras! ¡Pero si eso es una guasa, una farsa! ¡Como si alguno de nosotros necesitara protegerse de las artes oscuras!
—¡Es una farsa, sí, pero crucial para el éxito, Draco! ¿Dónde crees que habría pasado yo todos estos años si no hubiera sabido fingir? ¡Escúchame! Es una imprudencia que te pasees por ahí de noche, que te dejes atrapar; y si depositas tu confianza en ayudantes como Crabbe y Goyle…
—¡Ellos no son los únicos, hay otra gente a mi lado, gente más competente!
—Entonces ¿por qué no te confías a mí y me dejas…?
—¡Sé lo que usted se propone! ¡Quiere arrebatarme la gloria!
Se callaron un momento, y luego Snape dijo con frialdad:
—Hablas como un niño majadero. Comprendo que la captura y el encarcelamiento de tu padre te hayan afectado, pero…
Harry apenas tuvo un segundo para reaccionar: oyó los pasos de Malfoy acercándose a la puerta y logró apartarse en el preciso momento en que ésta se abría de par en par. Malfoy se alejó a zancadas por el pasillo, pasó por delante del despacho de Slughorn, cuya puerta estaba abierta, y se perdió de vista tras la esquina.
Harry permaneció agachado y sin apenas atreverse a respirar cuando Snape abandonó el aula con una expresión insondable y se encaminó a la fiesta. Se quedó agazapado, oculto bajo la capa, reflexionando sobre todo lo que acababa de escuchar.
—¿Que Snape le ofrecía ayuda? ¿Seguro que le ofrecía ayuda?
—Si me lo preguntas una vez más te meto esta col por… —lo amenazó Harry.
—¡Sólo quiero asegurarme! —se defendió Ron. Estaban solos junto al fregadero de la cocina de La Madriguera limpiando una montaña de coles de Bruselas para la señora Weasley. Tras la ventana que tenían delante caía una intensa nevada.
—¡Pues sí, Snape estaba ofreciéndole ayuda! —repitió Harry—. Le dijo que había prometido a su madre que lo protegería y que había prestado un Juramento Inquebrantable o algo…
—¿Un Juramento Inquebrantable? —se extrañó Ron—. No, eso es imposible. ¿Estás seguro?
—Sí, lo estoy. ¿Por qué? ¿Qué significa?
—¡Hombre, un Juramento Inquebrantable no se puede romper!
—Aunque no te lo creas, eso ya lo había deducido yo sólito. Pero dime, ¿qué pasa si lo rompes?
—Que te mueres —contestó Ron llanamente—. Fred y George intentaron que yo prestase uno cuando tenía más o menos cinco años. Y estuve a punto de comprometerme; ya le había dado la mano a Fred cuando papá nos descubrió. Se puso como loco —explicó con un brillo nostálgico en la mirada—. Es la única vez que lo he visto ponerse tan furioso como mamá. Fred asegura que su nalga izquierda no ha vuelto a ser la misma desde aquel día.
—Ya, vale, y dejando aparte la nalga izquierda de Fred…
—¿Qué estás diciendo? —preguntó Fred. Los gemelos acababan de entrar en la cocina—. Mira esto, George. Están usando cuchillos y todo. ¡Qué escena tan conmovedora!
—¡Dentro de poco más de dos meses cumpliré diecisiete años —gruñó Ron—, y entonces podré hacerlo mediante magia!
—Pero mientras tanto —dijo George al tiempo que se sentaba a la mesa de la cocina y apoyaba los pies encima— podemos disfrutar con tu exhibición del uso correcto de un… ¡Ojo!
—¡Mira lo que me he hecho por tu culpa! —protestó Ron chupándose el corte del dedo—. Espera a que tenga diecisiete años…
—Estoy convencido de que nos deslumbrarás con habilidades mágicas hasta ahora insospechadas —replicó Fred dando un bostezo.
—Y hablando de habilidades mágicas insospechadas, Ronald —intervino George—, ¿es cierto lo que nos ha contado Ginny? ¿Sales con una tal Lavender Brown?
Ron se sonrojó un poco, pero no pareció molesto. Siguió limpiando coles.
—Métete en tus asuntos.
—Una respuesta muy original —dijo Fred—. Francamente, no sé cómo se te ocurren. No, lo que queremos saber es cómo pasó.
—¿Qué quieres decir?
—¿Tuvo Lavender un accidente o algo así?
—¿Qué?
—¿Cómo sufrió semejante lesión cerebral?
La señora Weasley entró en la cocina justo cuando Ron le lanzaba el cuchillo de pelar coles a Fred, que lo convirtió en un avión de papel con una perezosa sacudida de su varita.
—¡Ron! —gritó ella—. ¡Que no vuelva a verte lanzando cuchillos!
—Sí, mamá —dijo Ron, y por lo bajo añadió—: Procuraré que no me veas hacerlo. —Y siguió con su tarea.
—Fred, George, lo siento, queridos, pero Remus llegará esta noche, así que Bill tendrá que dormir con vosotros.
—No importa —dijo George.
—Así pues, como Charlie no va a venir, sólo quedan Harry y Ron, que dormirán en el desván; y si Fleur comparte habitación con Ginny…
—Van a ser las Navidades más felices de Ginny —murmuró Fred.
—… creo que estaréis cómodos. Bueno, al menos todos tendréis una cama —dijo la señora Weasley, que parecía un tanto nerviosa.
—Entonces ¿está confirmado que no vamos a verle el pelo al idiota de Percy? —preguntó Fred.
Su madre se dio la vuelta antes de contestar: