Hikaru (14 page)

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Authors: Julián Ignacio Nantes

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Hikaru
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—¿Y por qué es tan importante ese cable que no puede simplemente desenchufarlo?

El viejo lo mira seriamente.

—Responderé esa pregunta más adelante, si has logrado entretenerme lo suficiente. A propósito, yo ya sé todo sobre ti, Suigen. Permíteme que me presente, mi nombre es Ruth.

Un par de cabos están charlando en la cafetería.

—Mira la hora que es, el viejo debió haber acabado con el nuevo recluta hace tiempo, esta vez te toca limpiar a ti Migue. Yo ya me voy, así que nos vemos mañana.

—W, espera… ¿ya tienes listo tu traje? Quiero que mi padrino esté presentable el día de mi boda.

—¡Cierto! Lo había olvidado, tengo que pasar a buscarlo por la tintorería, ¿qué haría sin ti Migue?

—Mira si te conozco, sigues igual que cuando éramos pequeños.

Migue camina y camina hasta la sala donde están Hikaru y el jefe del laboratorio.

La puerta se abre de repente y entra caminando.

—Permiso, vengo a retirar el cadáver del nuevo reclu…

Hikaru y el jefe están charlando apaciblemente.

—¡¿Cómo osas interrumpir así nuestra conversación?!

El cabo cae al piso retorciéndose, producto del control mental de Ruth, toma su propia arma y se vuela la cabeza.

Hikaru mira con ojos azorados y aprieta fuertemente el puño. Le cuesta contener las ganas de saltar sobre el viejo y destrozarlo a golpes. Inmediatamente entran corriendo dos soldados con ametralladoras.

—Está bien, no ha pasado nada —dice Ruth—. Llévense ese cuerpo de allí.

Los soldados se llevan el cadáver a la rastra.

Hikaru se levanta.

—Bien, ya es tarde —le informa a Ruth.

—¡No! ¡No puedes irte! Deseo seguir conversando.

—Soy humano y me canso por naturaleza. Seguramente perderé el hilo de la conversación, usted se aburrirá y terminará matándome. Quizá sea mejor esperar hasta mañana, así seguirá teniendo a alguien con quien conversar.

—Aún no. Dime algo de lo que tú quieras hablar, cualquier cosa, algo que te mantenga despierto por un par de horas más.

—En ese caso… me gustaría hablar de la guerra. No es que sea mi tema favorito, pero hay algo absurdo en todo esto. Todos pelean, pero nadie reclama nada a nadie, ni siquiera los terrenos conquistados, simplemente están allí matándose unos a otros. ¿Cómo puede subsistir el conflicto, si no hay conflicto? Esa pregunta es para mí el mayor reto al que me he enfrentado.

—Hay ciertas cosas de las que simplemente no se puede hablar —responde Ruth visiblemente nervioso.

—¿Un secreto? Eso lo hace aún más interesante, quizás pueda pasar de largo la noche charlando, y quedarme hasta que termine mi horario de servicio mañana…

—¡Oh, qué más da! Te contaré lo que sé, pero te advierto, ante cualquier sospecha de que se ha fugado información que compartí contigo, entraré en tu cabeza para averiguar con quién te has contactado y te mataré. Luego mataré a tus contactos, a los contactos de tus contactos, y a todos los que se relacionen hasta que quede satisfecho. ¿Comprendes eso?

—Lo comprendo. Hablemos, entonces.

W. se detiene en la tintorería y pide el traje. “¡Je, je! ¡Mi mejor amigo se casa! Aún no lo puedo creer… ¡Oh, casi lo olvido! ¡Mañana es la despedida de soltero! Tengo que llamar a las chicas…”. Y sale de la tintorería con el celular en la mano.

Hikaru y el viejo hablan incansablemente durante toda la noche, sólo cambian de tema durante un instante, cuando Hikaru nota gotas de vapor condensándose en la superficie metálica de Ruth.

—¿No cree que hace demasiado calor aquí? —pregunta.

—Puede ser. Este es un edificio antiguo y originalmente se calentaba por radiadores, han aprovechado esa arquitectura y decidieron mantener el sistema viejo, aunque ahora el vapor lo generan por un proceso químico. Supongo que aún no le toman la mano, cada vez que lo encienden se vuelve un infierno… Claro que yo no lo noto.

Ya de día.

Abren la puerta y entra Vulpécula.

—Tenemos que hablar —le dice a Ruth.

Hikaru se sobresalta.

—Bien Suigen, lo has hecho bien, tomate el resto del día, debes estar cansado. —Ruth le indica a su acompañante.

—Gracias —responde Hikaru y sale de la habitación mirando a Vulpécula de reojo. Vulpécula no le presta atención ni lo mira.

Hikaru sale de la habitación y atraviesa el patio de armas. Se cruza con W. que está comenzando su turno.

—Disculpa —dice Hikaru—, ¿podrías indicarme dónde se encuentra el pabellón residencial número quince?

—Seguro —y le hace algunas señas, luego lo mira extrañado—. ¿Te conozco de algún lado?

—No que yo sepa. Soy nuevo por aquí.

—Si, el nuevo recluta, yo te escolté a la oficina del viejo loco… ¿cómo te fue? —lo mira extrañado.

—Sobreviví, aunque no puedo decir lo mismo de los que interrumpían en la oficina.

Al escuchar sus palabras W. entra en pánico y le pregunta:

—¿No pasó un joven a buscarte … tu cadáver, mejor dicho.

—Ah, sí. Entró de repente y el viejo perdió en seguida el control. Ese fue tan solo el primero.

—¡Migue! ¡Ese viejo desgraciado ha matado a Migue!… —W. quiere correr hacia la oficina y Hikaru lo detiene por la fuerza.

—¿Lo conocías? Mira, lo siento… pero no puedes ir ahora a esa oficina, te matará a ti también.

—¡Suéltame! ¡Migue se iba a casar este fin de semana! ¡Lo que hizo ese viejo es imperdonable! Lo voy a ma…

Hikaru lo tranquiliza de un golpe en el estómago. No queda inconsciente, simplemente retorcido de dolor, en seguida lo carga y lo lleva consigo a las barracas.

En la habitación.

Hikaru permanece sentado en una silla al lado de la cama donde se encuentra acostado W. hecho un bollito, agarrándose el estómago, mientras le caen las lágrimas.

Hikaru está pensativo. “Así que Ruth ha logrado sobrevivir y él es quien tiene a los líderes de cada nación bajo control mental y los tiene luchando entre sí… Eso cierra con mis primeras teorías… y pensar que esos avances fueron posibles gracias al Internet por IdIn… ¡Qué desgracia! ¡Cuánta gente ha muerto a causa de mi invento! … Y Vulpécula, él es quien tira de los cables…”

W. lo saca de su profundo pensamiento.

—¿Por qué defiendes al viejo?

—No lo defiendo. Considero que es un ser desagradable y entiendo que quieras matarlo, pero corriendo hacia él encolerizado y a los gritos sólo conseguirás que te mate, y él ni siquiera se habrá enterado de por qué intentabas matarlo. Nada habrá tenido sentido. ¿No consideras que morir así sería estúpido?

—Al menos me libraría de la carga de llevarle la noticia a su prometida… no podría… —de repente se encoleriza—. ¡A lo mejor debería matarte a ti! ¡Se suponía que ibas a estar muerto para cuando él llegara!

Hikaru lo agarra de los hombros y lo sienta.

—Puede ser, pero yo no asesiné a tu amigo. Escucha, yo no estoy aquí porque simpatizo con todo esto. También tengo asuntos pendientes con el viejo y creo que podemos ayudarnos mutuamente. Si todo sale bien, tú podrás vengarte del viejo y vivir para llevarle la noticia con la frente en alto a la prometida de tu amigo.

W. escucha en silencio.

—Bien, este es el asunto, matarlo en sí no es un problema, morirá como cualquier mortal a pesar de que sea un robot. Pero el viejo está las veinticuatro horas conectado a una máquina con la que transmite y recibe datos. Si esa conexión se pierde se activarán una serie de bombas distribuidas por todo el planeta y los daños serían ilimitados.

—¿Y cuál es el problema? ¡Estamos en guerra!

—Mira, es un asunto complicado y me tomaría demasiado tiempo explicártelo. Además, no podemos volar medio planeta por una venganza. De todos modos no sabemos dónde se encuentran esas bombas, por lo que sé bien podrían estar también en nuestras propias ciudades.

—¿Qué sugieres que hagamos?

—Si no queremos que explote ninguna bomba, nuestra única opción es discapacitarlo. Si pudiésemos conseguir una copia del código fuente del virus del 3I yo podría modificarla para que sea efectiva en el robot.

—Vulpécula es nuestro líder militar, si hay alguien que tiene una copia del virus debería ser él.

—Sí, cuento con ello…

Vulpécula sale de su oficina del tercer piso y baja las escaleras. Sale de su edificio y se sube a un jeep estacionado a unos pasos de la entrada en un estacionamiento reservado. Frente de ese edificio hay una pequeña plaza donde se iza la bandera, desde allí W. vigila. Cuando Vulpécula se marcha en su jeep W. envía un mail a Hikaru desde un celular que lleva escondido.

Hikaru se encuentra conversando con Ruth en la oficina de éste. Recibe el mensaje y se levanta de su silla.

—Permiso, necesito ir por un café, el calorcito de la tarde está empezando a adormecerme.

—Espera, le diré a mi asistente que te lo traiga —dice Ruth.

—No, está bien, preferiría ir por mi cuenta, de paso estiraré las piernas. Además ya casi es el horario en que lo visita diariamente el führer.

—Bien, puedes ir, ni bien salga el führer por esta puerta te quiero ver entrando nuevamente.

—Por supuesto, con permiso.

Hikaru sale de la habitación, cruza el patio de armas y sale del edificio. Se sube a un jeep estacionado por ahí y maneja hacia el edificio de Vulpécula.

Hikaru y Vulpécula se cruzan en el camino.

Hikaru se encuentra con W. en la plaza frente a las oficinas de Vulpécula.

—Llévate el jeep y observa de cerca de Vulpécula —le dice Hikaru—. Avísame cuando esté pegando la vuelta a la oficina, trataré de ser lo más rápido posible.

Hikaru entra al edificio y va hasta la oficina de Vulpécula en el 3er piso. Hikaru mira un poco alrededor. No hay nadie, prueba la manija y la puerta se abre.

Hikaru entra a la habitación. Al hacerlo, del marco de la puerta se dispara un pequeño transmisor que se adhiere en su espalda sin que lo note. Cierra la puerta tras de sí. Vulpécula, que se encuentra a punto de abrir la puerta de la oficina de Ruth, recibe la señal en un rastreador y emprende la vuelta rápidamente.

W. se dirige en el jeep que tomó de Hikaru hacia el edificio donde se halla Ruth, pero se cruza a Vulpécula que viaja de regreso. Alarmado, escribe inmediatamente a Hikaru.

“¿Cómo?…” piensa Hikaru luego de recibir el mensaje. “¿Ya ha dado la vuelta? Debía haber una alarma en la puerta… ahora, ¿dónde podrán estar esos datos?” Hikaru se conecta a la computadora personal de Vulpécula en su oficina.

Vulpécula baja del auto y camina hacia el edificio.

W. le escribe “¡¡¡Vulpécula ya ha entrado al edificio, sal de allí!!!”

—Aquí no hay nada… —dice Hikaru desenchufándose de la máquina. Se ubica en el centro de la habitación, cierra los ojos y da un gran aplauso… Escucha… Se acerca a una librería, tira un par de libros al piso y atrás encuentra una caja fuerte. “Bueno, ya he llegado hasta aquí…” piensa levantando los hombros, la toca y la suelta, la puertita es arrancada por completo y cae en el centro de la habitación. Hikaru saca de adentro de la caja un dispositivo de almacenamiento.

Vulpécula se acerca a la puerta con el rastreador en mano.

Hikaru está dentro de la oficina, se enchufa el dispositivo. “¡Es este!”

Vulpécula abre la puerta. Hikaru ya no se encuentra, la ventana está abierta y en el rastreador el punto comienza a moverse.

Vulpécula salta por la ventana y lo persigue.

Hikaru se sube al jeep donde lo espera W.

—Rápido, a la oficina de Ruth… Vulpécula viene detrás de nosotros.

W., que tenía el jeep encendido, sale a toda prisa.

—¿Y el código?

—Ya lo tengo, lo estoy modificando en este momento, no demoraré demasiado.

Vulpécula los ve alejarse, se sube a su jeep y ordena por la radio.

—Preparen la sala de armas para una emboscada, tenemos un traidor… esperen órdenes.

W. y Hikaru bajan en el edificio de Ruth. W. camina rápido y va delante de Hikaru, cruzan la sala de armas que está prácticamente desierta.

—Aquí pasa algo raro… —señala Hikaru mientras detiene un momento su marcha. W. apura el paso y echa a correr enfurecido.

—¡Hey! ¡W. espera, aún no he terminado! —grita Hikaru. W. abre de una patada la puerta de la oficina de Ruth.

Equilibrio

Ruth ve abrirse la puerta de golpe.

—¡Ahora pagarás por lo que le has hecho a mi mejor amigo! ¡Suigen, ahora! —grita W. al entrar.

Ruth lo mira inmutable.

—¡Suigen! —W. se da vuelta pero no hay nadie.

Hikaru corre hacia la oficina y entra. W. está parado, quieto.

—¿Por qué este sujeto está tan pendiente de ti, Suigen? —pregunta Ruth.

Hikaru piensa: “Ya casi termino el código, sólo debo entretenerlo unos segundos”.

—No sé —dice—. ¿De qué hablas?

—Vamos, Suigen… estoy controlando la mente de tu compañero en este momento y puedo leer sus pensamientos.

—¿Y qué es lo que ves?

Vulpécula camina por el patio de armas, mirando el localizador.

Ruth está controlando la mente de W. que a su vez está acogotando a Hikaru, a quien tiene de rodillas.

—Debo decirte que me has sorprendido —dice Ruth—, pero todo este asunto me entretiene bastante… ¿Explícame por qué lo haces?

—Puedes meterte en mi cabeza y averiguarlo.

—Podría, pero sabes que no es tan divertido, quiero escucharlo de ti.

—¿Qué sucede aquí? —pregunta Vulpécula al ver la escena que se desarrolla cuando irrumpe en la habitación.

—Tenemos un par de desertores… pero ya está todo bajo control —le responde Ruth.

—Este muchacho de aquí tiene algo que me pertenece —dice Vulpécula, y se acerca extendiendo su mano derecha, en la izquierda aún tiene el localizador.

—¡Jamás obtendrán información de mí! —dice Hikaru, saca el arma de su funda y la lleva a su cabeza.

—¡NO! —grita Ruth e intenta detenerlo por control mental.

En ese intento desesperado Ruth accede realmente a Suigen Trats, que está internado en el hospital. La solicitud de acceso llega a Hikaru y él retransmite el virus a Ruth. El virus actúa inmediatamente y Ruth cae hacia adelante Queda sólo sostenido por los cables que lo conectan a la máquina.

W. deja de estrangular a Hikaru, retrocede unos pasos y cae sentado al piso, se toma la cabeza porque le duele demasiado.

Vulpécula mira asombrado.

—Ruth… —mira furioso a Hikaru—. ¿Qué han hecho? —dice sacando un arma con la que le apunta.

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