Historia del Antiguo Egipto (2 page)

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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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Cronología

Según han ido aumentando y diversificándose los datos históricos y arqueológicos sobre el Antiguo Egipto, se ha ido haciendo evidente que a menudo el sistema de Manetón —pese a ser simple, duradero y conveniente— impide incluir en él muchas de las nuevas tendencias cronológicas que se pueden percibir más allá del mero traspaso del trono de un grupo de personas a otro. Algunos trabajos recientes muestran que en muchos momentos de su historia, Egipto estuvo bastante menos centralizado y unido culturalmente hablando de lo que se asumía con anterioridad, apreciándose cambios culturales y políticos a diferentes velocidades en las distintas regiones. Otros análisis muestran que los acontecimientos políticos a corto plazo, considerados a menudo como los factores primordiales de la Historia, pueden ser menos significativos desde un punto de vista histórico que los graduales procesos de cambio socioeconómico, los cuales pueden transformar el paisaje cultural de forma abrumadora a largo plazo. Del mismo modo que los largos Períodos «Predinásticos» de la Prehistoria egipcia han comenzado a comprenderse en términos de desarrollo cultural antes que político, el Período Dinástico (como sucede con los Períodos Ptolemaico y Romano) ha comenzado a comprenderse no sólo en términos de la tradicional secuencia de reyes y familias reinantes concretos, sino también en términos de factores como pueden ser los tipos de pasta utilizados en la cerámica o la decoración pintada de los ataúdes de madera.

Las cronologías del Antiguo Egipto compiladas por los egiptólogos contemporáneos combinan tres sistemas diferentes. Primero se encuentran los sistemas de datación «relativa», como las estratigrafías de las excavaciones o la
sequence dating
de los artefactos, inventada por Petrie en 1899. Desde finales del siglo XX, a medida que los arqueólogos han desarrollado una percepción más sutil de los modos en que cambiaban con el tiempo los materiales y diseños de los distintos objetos egipcios (sobre todo la cerámica), ha sido posible aplicar formas de seriación a muchos tipos diferentes de objetos. Así, por ejemplo, la seriación de Harco Willems de los sarcófagos del Reino Medio ha proporcionado una mejor comprensión de los cambios producidos en las distintas provincias de Egipto de la XI a la XIII Dinastías, completando la información ya disponible respecto a los cambios políticos nacionales ocurridos durante este mismo período.

En segundo lugar están las llamadas cronologías absolutas, basadas en registros de calendarios y astronómicos obtenidos de los textos antiguos. En tercer lugar tenemos los métodos «radiocarbónicos» (de los cuales los sistemas más utilizados son la datación por Carbono 14 y la termoluminiscencia), por medio de los cuales se pueden asignar fechas a tipos concretos de objetos o restos orgánicos en términos de medidas de descomposición o acumulación radiactiva.

Las fechas de radiocarbono y la cronología egipcia

La relación entre los sistemas cronológicos calendáricos y radiométricos ha sido relativamente ambivalente a lo largo de los años. Desde finales de la década de 1940, cuando una serie de objetos egipcios fueron utilizados como punto de referencia para calcular la fiabilidad de una técnica recién inventada de fechado por radiocarbono, se ha generado un consenso que considera que a grandes rasgos los dos sistemas coinciden. No obstante, el principal problema es que el sistema de datación calendárica tradicional, cualesquiera que sean sus fallos, prácticamente siempre posee un margen de error más pequeño que las fechas de radiocarbono, las cuales han de citarse necesariamente en términos de una amplia variación de fechas (es decir, una o dos desviaciones estándar) y nunca son capaces de ubicar en un año concreto (ni siquiera en una década específica) la construcción o fabricación de un edificio u objeto. Ciertamente, la llegada de las curvas de calibración dendrocronológica —que permiten convertir los lapsos de años radiocarbónicos en años calendáricos concretos— han supuesto una mejora significativa en términos de precisión. Pese a todo, los caprichos de la curva y la continua necesidad de tener en cuenta los errores asociados significan que las fechas todavía han de citarse como una gama de posibilidades más que como un año concreto.

Por otra parte, la Prehistoria de Egipto se ha beneficiado enormemente de la aplicación de las fechas radiométricas, puesto que con anterioridad dependía de métodos de datación relativos (véanse los capítulos 2 y 3). Las técnicas radiométricas han hecho posible no sólo situar la
sequence dates
de Petrie dentro de un marco de referencia de fechas absolutas (por impreciso que sea), sino también llevar la cronología egipcia hasta los Períodos Neolítico y Paleolítico.

Desde la Prehistoria hasta la Historia: los artefactos de finales del Predinástico y la Piedra de Palermo

Sólo un pequeño número de objetos de finales del Período Predinástico se pueden utilizar como fuentes históricas que documentan la transición hacia un Estado plenamente unificado. Se trata de las estelas funerarias, las paletas votivas, las cabezas de maza ceremoniales y las pequeñas etiquetas (de madera, marfil o hueso) que en origen se ataron a objetos del ajuar funerario de la élite. En el caso de las estelas, paletas y cabezas de maza, su intención evidente era conmemorar muchos tipos distintos de actos de la realeza, ya fuera la propia muerte y enterramiento del rey, ya un acto de devoción suyo hacia una deidad. Algunas de las etiquetas más pequeñas y antiguas (en especial las recientemente encontradas en la «tumba real» U-j en Abydos, de finales del Predinástico, véase el capítulo 4) son meros registros de la naturaleza u origen del ajuar funerario al que estaban unidas; pero algunas de las etiquetas posteriores, procedentes de las tumbas reales de Abydos, utilizan un repertorio similar de representaciones de actos de la realeza para asignar a los objetos en cuestión una fecha particular del reinado de un rey concreto.

Si el propósito de este arte mueble de finales del cuarto milenio y comienzos del tercero era etiquetar, conmemorar y fechar, entonces su decoración ha de ser considerada en términos del deseo de comunicar el «contexto» del objeto atendiendo al acontecimiento y al ritual. Nick Millet ha demostrado lo anterior en su análisis de la Cabeza de Maza de Narmer, que formaba parte de un grupo de objetos votivos de finales del Predinástico y comienzos de la época faraónica (entre los cuales se encontraban la Paleta de Narmer y la Cabeza de Maza del rey Escorpión), excavados por Quibell y Green en el recinto del templo de Hieracómpoüs. El análisis de las escenas y textos de estos objetos se ve dificultado por nuestra moderna necesidad de distinguir entre acontecimiento y ritual. Sin embargo, los antiguos egipcios mostraron escasa inclinación por distinguir de forma consistente entre ambos y, de hecho, se puede decir que la ideología egipcia durante el Período Faraónico —sobre todo por cuanto está relacionada con la realeza— dependía del mantenimiento de un cierto grado de confusión entre los acontecimientos reales y los actos puramente rituales o mágicos.

En cuanto a las paletas y cabezas de maza, el egiptólogo canadiense Donald Redford sugiere que tal vez existió la necesidad de recordar ese acontecimiento único que fue la unificación a finales del tercer milenio a.C., pero que esos acontecimientos se «conmemoran» más que se «narran». La distinción es crucial: no podemos esperar desentrañar acontecimientos «históricos» a partir de unas escenas que son más conmemorativas que descriptivas y, en caso de hacerlo, a menudo podemos vernos inducidos al error.

Una de las fuentes históricas más importantes para el comienzo del Período Dinástico Temprano (3000-2686 a.C.) y del Reino Antiguo (2686-2125 a.C.) es la Piedra de Palermo, parte de una estela de basalto de la V Dinastía (c. 2400 a.C.) inscrita por ambos lados con unos anales reales que se remontan hasta los míticos gobernantes prehistóricos. El fragmento principal se conoce desde 1866 y en la actualidad se conserva en la colección del Museo Arqueológico de Palermo (Sicilia), si bien hay otros pedazos en el Museo Egipcio (El Cairo) y en el Museo Petrie (Londres). La estela original debió de tener unos 2,1 metros de altura y 0,6 metros de anchura, pero en la actualidad la mayor parte está perdida y no se conserva información sobre su lugar de origen. Este objeto —junto a los «diarios», anales y «listas reales» inscritas en las paredes de los templos y los papiros conservados en los archivos templarios y palaciegos— fue sin duda el tipo de documento que consultó Manetón cuando estaba compilando su historia o
Aegyptiaca
.

El texto de la Piedra de Palermo enumera los anales de los reyes del Bajo Egipto, comenzando con los muchos miles de años que se pensaba que habían reinado los soberanos mitológicos, hasta llegar a la época del rey Horus, que se dice que entregó el trono al rey humano Menes. Seguidamente se enumeran los soberanos humanos hasta la V Dinastía. El texto está dividido en una serie de líneas verticales que se curvan en su extremo superior, aparentemente para imitar el jeroglífico que significa año de reinado (
renpet
), indicando de este modo los acontecimientos memorables de cada uno de los años de reinado de cada rey. La situación se vuelve ligeramente confusa por el hecho de que las fechas citadas en la Piedra de Palermo parecen referirse a una serie de censos bianuales de ganado (
hesbet
) en vez de a los años que el soberano reinó; por lo tanto, el número de «años» de las fechas puede muy bien tener que multiplicarse por dos para encontrar el número real de años de reinado.

Los tipos de acontecimientos que se recogen en la Piedra de Palermo son las ceremonias de culto, el pago de impuestos, la realización de esculturas, la construcción de edificios y las guerras, precisamente el tipo de fenómenos que se grababa en las etiquetas predinásticas de marfil y ébano procedentes de Abydos, Sakkara y otros lugares de comienzos de la era histórica. La introducción del signo
renpet
en las etiquetas, producida durante el reinado de Djet, facilita esta comparación. No obstante, existen dos diferencias: la primera es que las etiquetas incluyen información administrativa, cosa que no hace la Piedra de Palermo; y la segunda que la Piedra de Palermo incluye la altura de la crecida del Nilo, cosa que no hacen las etiquetas. Estos dos tipos de información parecen haber ocupado el mismo espacio físico en los documentos, es decir, la parte inferior. Redford sugiere que los
genut
del Reino Antiguo (los anales reales que se asume existieron, pero a excepción de la Piedra de Palermo no han llegado hasta nosotros) se preocupaban por los cambios hidráulicos/climáticos que, debido a sus cruciales consecuencias agrícolas y económicas, eran en potencia el más importante aspecto de cambio por lo que respecta a la reputación individual de cada rey. No obstante, este tipo de información hidráulica puede haber sido considerada como irrelevante para la función desempeñada por las etiquetas atadas al ajuar funerario.

Listas reales, títulos reales y realeza divina

Además de la Piedra de Palermo, las fuentes básicas con las que cuentan los egiptólogos para construir la cronología tradicional del cambio político en Egipto son la historia de Manetón (por desgracia conservada sólo en forma de pasajes compilados por autores posteriores, como Flavio Josefo, Julio Africano, Eusebio y Jorge Sincello), las llamadas listas reales, los registros fechados de observaciones astronómicas, los documentos textuales y artísticos (como relieves y estelas) con descripciones aparentemente relativas a acontecimientos históricos, la información genealógica y las sincronías con fuentes no egipcias, como las listas reales de los reyes asirios. Para las Dinastías XXVIII a XXX , la Crónica Demótica es una fuente única fechada a comienzos de la época ptolemaica referida a los acontecimientos políticos del último período de la Baja Época, que hasta cierto punto compensa la escasez de información proporcionada por los papiros y monumentos de la época (así como el hecho de que Manetón se limita a dar los nombres y la duración de los reinados de los soberanos).Wilhelm Spiegelberg y Ja11net Johnson han demostrado que una cuidadosa traducción e interpretación de las «declaraciones oraculares» de este documento pseudoprofético puede arrojar nueva luz no sólo sobre los acontecimientos del período (como la sospechada corregencia entre Nectanebo I y su hijo Teo), sino también sobre el contexto ideológico y político del siglo IV a.C.

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