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Authors: Ian Shaw & Stan Hendrickx & Pierre Vermeersch & Beatrix Midant-Reynes & Kathryn Bard & Jaromir Malek & Stephen Seidlmayer & Gae Callender & Janine Bourriau & Betsy Brian & Jacobus Van Dijk & John Taylor & Alan Lloyd & David Peacock

Tags: #Historia

Historia del Antiguo Egipto (64 page)

BOOK: Historia del Antiguo Egipto
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Avanzado el Período Ramésida, los «pueblos del mar» aparecen descritos y representados en los relieves de Medinet Habu y Karnak, además de en el Gran Papiro Harris, una lista de donaciones a los templos del reinado de Ramsés III (1184-1153 a.C.). Estas fuentes indican que los «pueblos del mar» no se limitaban sólo a actos aleatorios de saqueo, sino que formaban parte de un significativo movimiento de pueblos desplazados que migraron a Siria-Palestina y Egipto. Está claro que su intención era asentarse en las zonas que atacaban, porque no aparecen representados como meros ejércitos de guerreros, sino también como familias enteras que llevaban consigo sus posesiones en carros tirados por bueyes. El estudio de los nombres «tribales» recogidos por los egipcios y los hititas ha demostrado que se puede relacionar a varios grupos de los «pueblos del mar» con puntos de origen concretos o, cuando menos, con los lugares donde terminaron asentándose. De este modo, los ekwesh y los denen posiblemente puedan relacionarse con los griegos aqueos y dáñeos de la Ilíada, mientras que los lukka pueden proceder de la región licia de Anatolia, los sherden tener su origen en Cerdeña y los peleset identificarse casi con seguridad con los filisteos bíblicos (quienes dieron su nombre a Palestina).

El primer ataque de los «pueblos del mar» contra el delta egipcio, aliados a los libios, data del quinto año de reinado de Merenptah (1213-1203 a.C.). Los grupos individuales que forman los «pueblos del mar» (además de los meshwesh libios) se mencionan como erwesh, lukka, shekelesh, sherden y teresh. Según los relieves de Merenptah en uno de los muros del templo de Amón en Karnak y en el texto de una estela procedente de su templo mortuorio (la llamada Estela de Israel), el soberano consiguió repelerlos con éxito, matando al menos a seis mil de ellos y poniendo en fuga al resto. Las excavaciones de Moshe Dothan en la ciudad filistea de Ashdod, en 1962-1969, descubrieron un estrato de incendio fechado en el siglo XIII a.C. que quizá corresponda a la campaña levantina del faraón Merenptah o a la propia llegada de los peleset.

Desde el punto de vista egipcio, la confrontación final con los «pueblos del mar» tuvo lugar en el año octavo del reinado de Ramsés III, en un momento en el que probablemente ya habían capturado las ciudades sirias de Ugarit y Alalakh. Atacaron Egipto por mar y tierra, siendo la batalla naval representada en los celebrados relieves de los muros externos del templo mortuorio de Ramsés III, en Medinet Habu. Esta victoria protegió a Egipto de una invasión abierta desde el norte, pero fue finalmente la más insidiosa infiltración de gentes libias procedentes del oeste la que tuvo éxito como medio de conseguir el control de Egipto (véase el capítulo 12).

Conclusión

Las relaciones de Egipto con el mundo exterior se basan principalmente en el poder y el prestigio. El motivo fundamental de los primeros contactos comerciales entre los egipcios y sus vecinos de África y Oriente Próximo parece que fue conseguir materias escasas o exóticas y productos que pudieran servir para reforzar la base de poder de los individuos o grupos afectados. El comercio, ya sea regional o internacional, fue una parte integral de la formación y expansión de los primeros Estados de Oriente Próximo.

Cuando ya estaba en marcha un aparato administrativo nacional completamente desarrollado, durante los Reinos Medio y Nuevo, había grandes sectores de la burocracia regia y del poder militar dedicados exclusivamente al proceso de obtener impuestos y azofra de las provincias de Egipto. Este eficiente sistema económico nacional era la base ideal para el proceso de conseguir tributo (
inu
) y botín de las tierras situadas fuera de las fronteras egipcias. Tanto ideológica como económicamente, los actos de conquista y gobierno eran inseparables de la idea de inyectar nuevas riquezas a las heredades del rey y a los principales cultos religiosos.

No obstante, no era sólo cuestión de importar materias y bienes a Egipto. También parece haber existido un constante flujo de gentes y de influencias lingüísticas y culturales que condujeron a la creación de una sociedad característicamente cosmopolita y multicultural desde al menos el Reino Nuevo. Pese a todo, la aparente tolerancia respecto a los extranjeros en el seno de la sociedad egipcia se acompañaba de una tremenda continuidad en cuanto a los valores y creencias centrales de la población indígena (al menos eso parece, dada la parcialidad de las fuentes respecto a la élite de la sociedad). Aparentemente, la cultura egipcia era lo bastante fuerte y flexible como para sobrevivir a largos períodos de dominio libio, kushita, persa y ptolemaico sin que se viera afectada la identidad de los egipcios como nación.

12. EL TERCER PERÍODO INTERMEDIO
(1069-664 a.C.)
JOHN TAYLOR

Este período de 400 años, que se extiende desde la XXI a la XXV Dinastías (1069-664 a.C.), puede considerarse como el comienzo de una nueva fase de la historia de Egipto. Esta etapa se caracteriza por unos significativos cambios en la organización política, la sociedad y la cultura. El gobierno centralizado fue sustituido por la fragmentación política y la reaparición de centros locales de poder; un flujo permanente de no egipcios (libios y nubios) modificó de forma permanente el perfil de la población, mientras Egipto en su conjunto se volvió más introspectivo y sus contactos con el mundo exterior (sobre todo su impacto en el mundo levantino) se redujeron de escala. Estos y otros factores tuvieron importantes consecuencias en el funcionamiento de la economía, la estructura de la sociedad, las actitudes religiosas y las prácticas funerarias de sus habitantes. Es cierto que el período estuvo marcado por las tensiones generadas por los intentos de control del territorio y los recursos, que condujeron a enfrentamientos ocasionales, pero la violencia no fue una constante; el período en su conjunto fue estable y es mucho más que un ínterin en el tradicional gobierno faraónico (una desgraciada implicación de la tradicional designación «Intermedio»). Muchos de los acontecimientos y tendencias de estos años tuvieron efectos permanentes y representaron un papel crucial a la hora de modelar el Egipto del primer milenio.

Conseguir un marco histórico sólido para estos siglos ha sido más difícil que para ninguno de los otros grandes períodos de la historia egipcia. Ninguna lista real incluye de la XXI a la XXV Dinastías, por lo que el egiptólogo se ve forzado a basarse más de lo estrictamente deseable en los a menudo confusos extractos de la historia de Manetón (en sí misma derivada sobre todo de fuentes situadas en el delta, con lo cual ofrece, como mucho, una imagen incompleta). Una cuidadosa comparación de las listas manetonianas con las dispersas inscripciones de reyes y dignatarios locales del período, además de las referencias cruzadas con las fuentes de Oriente Próximo, ha proporcionado una cronología que en sus puntos principales la aceptan la mayoría de los estudiosos, si bien algunas zonas siguen siendo objeto de debate (sobre todo las relaciones y esferas de influencia de algunos de los gobernantes provinciales que adoptaron categoría real durante el final del siglo IX y el siglo VIII a.C.). Con excepción de yacimientos como Tanis, la conservación de documentos de este período en el delta es, como siempre, relativamente pobre, y, si bien Tebas ha proporcionado una gran cantidad de objetos, tienden a predominar la estatuaria privada y los ajuares funerarios, mientras que las fuentes económicas como los papiros administrativos son escasas. Dado que fue en el norte donde tuvieron lugar los cambios más significativos de esta época, es difícil conseguir una imagen equilibrada del país en conjunto.

Esbozo histórico

El Tercer Período Intermedio comenzó con una gran turbulencia política y el despertar de la economía. La guerra civil fomentada por Panhesy, el virrey de Kush, golpeó al país y su subsiguiente derrota y expulsión fuera de la frontera meridional sólo fue una victoria parcial para el gobierno. La acción militar contra Panhesy, dirigida por el general Piankh, no pudo restablecer la autoridad egipcia en Nubia y se perdió el control sobre los recursos de los territorios meridionales —las minas de oro y el lucrativo comercio de los productos del África subsahariana—. De ahí que, justo al comienzo del período, Egipto sufriera una seria reducción de los ingresos procedentes de sus antiguos dominios. Como vemos en el
Cuento de Wenamon
(una narración que describe una expedición supuestamente enviada por Herihor a Biblos), los nuevos soberanos egipcios también pudieron perder en el Levante el prestigio del que habían gozado sus predecesores.

Con la muerte de Ramsés XI, c. 1069 a.C., terminó la XX Dinastía y con ella la era del «renacimiento»; pero los cimientos de una nueva estructura de poder ya existían y la transición hacia un nuevo régimen tuvo lugar sin problemas. Al menos de puertas afuera, la XXI Dinastía estuvo políticamente unida, pero en realidad el control se encontraba dividido entre un linaje de reyes en el norte y una serie de comandantes militares, que también ostentaron el cargo de «gran sacerdote de Amón», en Tebas. Esmendes (1069-1043 a.C.), un influyente personaje de origen desconocido, fundó la dinastía del norte, con su base de poder en Tanis, en el delta. Se trataba de una ciudad de nueva creación cuyos principales monumentos se construyeron en gran parte con materiales reutilizados traídos desde Piramsés y otras ciudades del norte. Se piensa que Tentamón, probablemente la mujer de Esmendes, era miembro de la familia real ramésida. Si bien esta conexión puede haber sido un factor en la toma de poder del nuevo soberano, la creciente influencia del culto de Amón y sus funcionarios también fue significativa. Durante este período el gobierno de Egipto fue una teocracia, en la cual la suprema autoridad política la ejercía el propio dios Amón. En un himno a este dios en un papiro procedente de Deir el Bahari, apodado el «credo de la teocracia», el nombre del dios aparece escrito en un cartucho y se dirigen a él como el superior de todos los dioses, la fuente de la creación y el verdadero rey de Egipto. Ahora los faraones no eran sino meros soberanos temporales nombrados por Amón y a los que se comunicaban las decisiones del dios por medio de oráculos. Las decisiones del gobierno teocrático están explícitamente documentadas en Tebas, donde las consultas oraculares quedaron formalizadas mediante la creación de una fiesta de la Audiencia Divina, celebrada de forma regular en Karnak. Los mismos principios se aplicaban en el norte: Esmendes y Tentamón aparecen descritos en
Wenamon
como «los pilares que Amón ha levantado para el norte de su tierra», mientras que la ciudad de Tanis se desarrollaba como la contrapartida septentrional a Tebas, el principal centro de culto de Amón. Se erigieron templos a la tríada tebana y el papel de Tanis como ciudad sagrada se incrementó al situar las tumbas de los reyes de la XXI Dinastía en el interior del recinto del templo. No obstante, se puede cuestionar hasta qué punto Tanis fue realmente un centro de poder
político
durante esta época, puesto que las excavaciones hasta ahora no han revelado en la zona ni residencias, ni monumentos de particulares (a excepción de unos pocos bloques reutilizados procedentes de las tumbas de cortesanos), ni estelas de donación (es decir, registros de la concesión de tierra cultivable a los dioses de los templos locales). Sin embargo, sí hay pruebas de que Menfis funcionó como residencia de los reyes del norte —un decreto de Esmendes se proclamó aquí—, por lo cual la antigua ciudad pudo haber sido de nuevo la principal base administrativa.

Las actividades de los soberanos septentrionales durante la XXI Dinastía están escasamente documentadas. Dentro del propio Egipto, los restos principales son los trabajos de construcción de Psusennes I (1039-991 a.C.) en Menfis y Tanis; mientras que las relaciones con el Levante parecen haber sido esporádicas y poco arriesgadas. El matrimonio de una princesa real (quizá hija de Siamon) con Salomón de Israel es un sorprendente testimonio del reducido prestigio de los soberanos egipcios en la esfera internacional. En el cénit del Reino Nuevo, los faraones se casaban de forma habitual con las hijas de los príncipes de Oriente Próximo, pero se negaron siempre a permitir que sus propias hijas se casaran con soberanos extranjeros.

A comienzos del Tercer Período Intermedio, el más destacado de los comandantes meridionales fue el general Herihor. Al tomar posesión del cargo de «gran sacerdote de Amón» —y en ocasiones también de los títulos y parafernalia de un faraón—, quedó combinada en sus manos la autoridad civil, militar y religiosa. No obstante, fue a la familia de su colega, el general Piankh, a la que pasaría después el control a largo plazo del Alto Egipto. Todos estos personajes ostentaron los cargos de general y «gran sacerdote de Amón». Bajo los auspicios de la teocracia obtenían sus poderes ejecutivos de los oráculos de Amón, Mut y Khonsu, mediante los cuales se sancionaban los nombramientos del clero y las principales decisiones políticas de los soberanos. Si bien la autoridad temporal de los reyes tanitas se reconocía formalmente en todo Egipto y los comandantes tebanos sólo tuvieron limitadas pretensiones de alcanzar la categoría de reyes, no por ello dejaron de ser quienes poseían el control efectivo del Alto y el Medio Egipto. Entre ambas regiones se fijó una frontera formal enTeudjoi (El Hiba), al sur de la entrada al Fayum. Aquí y en otros lugares a lo largo del Nilo, los gobernantes meridionales construyeron una serie de fortalezas. Aparte de esto, la principal actividad documentada en el sur durante la XXI Dinastía fue el desmantelainiento sistemático de las tumbas reales del Reino Nuevo en la necrópolis tebana. El Valle de los Reyes dejó de ser el lugar de enterramiento real, se disolvió la comunidad de constructores de tumbas de Deir el Medina, se apropiaron del contenido de las tumbas y las momias se ocultaron en
cachés
.

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