Authors: Leandro Palencia
Antes de comenzar a actuar en cafeterías y clubes de comedia trabajó en múltiples empleos como quitar conchas a las ostras o pintar casas. En 1982 gana un concurso de televisión por cable y la nombran "La persona más divertida de América". Se muda a San Francisco y pronto es invitada a los
talk shows
más importantes (Jay Leno, David Letterman u Oprah). En 1994 le ofrecen su propia
sitcom,
un clon de "Seinfeld"/"Friends", titulado "These Friends of Mine". Es un éxito y en la siguiente temporada le cambian el titulo a "Ellen". Tras su clausura DeGeneres retoma su carrera como humorista —en gira— y ahora incluye bromas sobre su vida como lesbiana. En la telemovie "If These Walls Could Talk 2 " (2000) interpreta una escena de amor con Sharon Stone, segmento que dirigió Heche. En 2001 tiene una nueva teleserie para la CBS,
"The Ellen Show",
en la que su personaje vuelve a ser lesbiano pero no es el tema central. Fracasa en el primer año. Más éxito tiene el
talk show
que hace desde 2003 "The Ellen DeGeneres Show", que ya ha ganado 15 premios Emmy. En 2007 presenta la gala de los Oscars y antes de presentar a un grupo de gospel dice «Si no fuera por los negros y los gays, no tendríamos premiados para el Oscar... Ni nadie que se llamara Oscar». Ellen ha denunciado que la mayoría de las películas de Hollywood son heterosexistas, que los personajes heterosexuales dominan la trama y que a ella la gustaría ver a más actores interpretando a parejas gays.
Maria Magdalene Dietrich Von Losch
27 de diciembre en Schóneberg (Alemania) — 6 de mayo de 1992 en París (Francia)
Sexualmente insaciable era una alegre bisexual que seducía compulsivamente a mujeres hermosas. Klaus Kinski relata en su autobiografía "Yo necesito amor" (1992) la historia de su antigua novia, Edith Edwards y «su relación con Marlene D. cuando ambas estaban empezando. Marlene rompió las bragas de Edith entre bastidores en un teatro de Berlín y, usando sólo la boca, la llevó al orgasmo». Dietrich fue la única estrella capaz de tener relaciones sexuales abiertas con mujeres sin dañar su carrera. «En Europa —diría más tarde— no importa si eres hombre o mujer hacemos el amor con cualquiera que encontremos atractivo». Según Andrea Weiss, durante los años treinta es junto a Greta Garbo el emblema de la comunidad "diferente", debido a los rumores sobre las vidas privadas de ambas, a que en sus películas mantiene relaciones equívocas con los hombres, no haya personajes masculinos fuertes, aparezcan referencias irónicas respecto a la institución matrimonial y utilicen atuendos varoniles que perturban las definiciones convencionales de la heterosexualidad femenina. Dietrich se hizo con una colección de amantes a quienes Marjorie Main definirá como el tipo de actriz «chica sáfica
glamourosa».
Al igual que Dietrich eran sofisticadas, inteligentes, bien remuneradas, izquierdistas y activas sexualmente. Según Kenneth Anger, «Su enjambre de amiguitas se granjeó el sambenito de "las costureras de Marlene". No eran lesbianas propiamente dichas, como las de la "banda Nazimova", aunque sí alegres vividoras que, como Marlene, se divertían en jugar a dos bandas». A menudo se reunían en la mansión
art decó
de Dolores del Río. Una vez el marido de del Río, Cedric Gibbons, sorprendió a ésta acariciando los pechos de Garbo junto a la piscina. Mientras Orson Welles rodaba
Ciudadano Kane
(1941) tuvo una
liason
con del Río, a la vez que ella mantenía otro con Dietrich. Las conquistas de esta última incluyen a Claudette Colbert, Lili Damita o Joe Castairs (heredera de
Standard Oil).
Frederique Baule dijo «Yo no era más que una niña (Baule tenía 20 años) y ella me hacía hacer todo lo que quería. Pero siempre fue buena y generosa». En 1938 Dietrich la financió en secreto un bar de lesbianas en París, La Silhouette. Otras relaciones fueron con Margot Lion —interpretaba a su hermana en
La bella extranjera
(Georges Lacombe, 1946)— o Edith Piaff. Su relación más prolongada fue con Mercedes de Acosta. En 1932 esta se alejó de Garbo y mantuvo un
affaire
con Dietrich que duró el resto de la década, simultaneado con su intermitente relación con "la divina". La distinción e intensidad de Acosta eran del agrado de Dietrich, quien se desmayaba ante los "adorados" y "sagrados" labios y manos de ella. Si Acosta la escribía que «Tienes una textura de piel que me recuerda a la luz de la luna» Dietrich le contestaba que era su «mujer adorada». Una vez que Dietrich iba a llegar tarde a una cena con Acosta la mandó este mensaje: «Mi amor... por favor, haz la comida y métete en la cama y espérame allí». Cuando Dietrich se marchó a Europa la declaró «Va a ser duro dejar Hollywood ahora que te conozco». Maria Riva, la única hija de Dietrich, se refería a Acosta como «Drácula con cara blanca». Dietrich también gozó de una relación con Ona Munson pues había jurado llevarse a la cama a cualquiera de las amantes de Acosta. Dietrich convenció a Josef von Sternberg para que Munson encarnara a una fulana de buen corazón en
El embrujo de Shangai
(1941). Munson había sido amante de Ernst Lubitsch y Alla Nazimova aunque su verdadero amor fue Acosta, de la que se enamoró mientras rodaba
Lo que el viento se llevó
(Victor Fleming, 1939). Según Munson, habían «compartido el momento espiritual más profundo que la vida proporcionaba a los seres humanos» y «creado una entidad igual que si hubiéramos concebido y tenido un hijo».
El complejo enigmático-exótico-erótico que aportaba la imagen de Dietrich llevó a Jean Cocteau a compararla con un fabuloso pez tropical. Dietrich entendía sus cualidades alemanas como un «catálogo de masculinidad». Su primer amor fue una profesora de francés a quien abrumaba con regalos e imitaba sus ropas y peinados. Actuó en sórdidos clubes,
music-halls
y cabarés de Berlín, que a la vez ofrecían servicios sexuales para cualquier gusto. En este período se da cuenta de que está mucho más interesada en las mujeres. Estudia teatro con Max Reinhardt y debuta en 1922 en "La caja de Pandora". En 1923 actúa en "El despertar de la primavera", la primera obra en mostrar en escena la masturbación y la homosexualidad. La primera película alemana hablada,
El ángel azul
(Sternberg, 1930), la lanza internacionalmente como
femme fatale.
En ella Dietrich es el sexo en sí: su masculinidad apela a las mujeres mientras que su sexualidad lo hace a los hombres. Su imagen en esta película se construye según la estructura de la representación travesti. En el estreno porta un ramo de violentas, símbolo del lesbianismo, sujeto a la entrepierna de su vestido.
La unión entre Sternberg y la actriz se prolonga en EE.UU. a siete películas más, resultando poco rentables. Tal ciclo expone un interés por lo andrógino y lo
camp.
Los personajes de Dietrich suponen una atracción irresistible para los hombres pero al mostrar ella indiferencia hacia su deseo evidencia la imposibilidad que tienen los varones de poseerla. O sea que Dietrich se resiste a ser el ideal masculino de lo femenino. Según Gaylin Studlar en "In the Realm of Pleasure: Von Sternberg, Dietrich and the Masochistic Aesthetic" (1988) al excluirse de esas películas la mirada masculina con la que se identifique el espectador se proporciona un espacio voyeurístico para que las espectadoras contemplen y deseen directamente a la estrella femenina. Así, dirá Tom Hinn, en el personaje de Dietrich se favorece «su ocasional apropiación del atuendo masculino, normalmente con la finalidad de parodiar al sexo "fuerte", al que vence invariablemente de un modo u otro». Para Richard Dyer, Dietrich ejemplifica cómo el carisma de una estrella podía trabajar contra las ideologías de clausura de la narrativa heteronormativa. Ya que su carisma extra-cinematográfico provocaba un exceso de significado que cautivaba la mirada del espectador, lo que interrumpía la progresión edípica de sus películas. Es decir, la visión de la Dietrich real siempre era más fuerte que los personajes que encarnaba.
En su primer viaje a Hollywood —contratada por Paramount— lleva escondida en el equipaje literatura lesbiana con ilustraciones picantes. A su llegada se instala en un bungaló de El jardín de Alá. A lo largo de su carrera, Dietrich sufre numerosos fracasos y resurrecciones, aunque ella siempre se mantuvo como una estrella. Ello se debe, según Studlar, a que su fuerza y agresividad sexual la asociaban con una madre pre-edípica: autoritaria, distante y devota.
Marruecos
(Sternberg, 1930) es su debut en EE.UU., en la que interpreta a una cantante de cabaré vestida de frac y con sombrero de copa que en una escena, cuando finaliza de cantar, coge la gardenia de una clienta, la inhala con erotismo y besa a la joven en la boca, lanzando la flor a Gary Cooper, quien las observa. Éste, en un guiño de ambigüedad sexual, se la coloca detrás de la oreja. Pero no hay que olvidar que esta película trata del masoquismo heterosexual y que el beso se produce para inflamar el deseo de Cooper. Sternberg quedó encantado con lo que llamó «el acento lésbico» de la escena. Según Sternberg, las aventuras lesbianas ejercían un potente magnetismo andrógino sobre la cámara, con lo cual se atraía a ambos sexos. En
La Venus rubia
(Sternberg, 1932) Dietrich flirtea en la pantalla con bailarinas árabes, a las que coge de la manga y pellizca en las mejillas mientras sostiene un largo cigarrillo como parodia del poder fálico. Ese año escandaliza a la sociedad llevando pantalones en público, a la vez que implanta la moda de usarlos. Igualmente le gustaba utilizar otros atuendos masculinos, como sombreros, corbatas o chaquetas que le daban una apariencia andrógina y, por tanto, ambigüedad sexual. Mientras rueda
Ángel
(Lubitsch, 1937) tiene un
affaire
con Anna May Wong. Dietrich la solía preparar té verde. En
De isla en isla
(Tay Garnett, 1940) viste de uniforme y canta "The man's in the Navy". Mientras rueda
Capricho de mujer
(Mitchell Leisen, 1942) se convierte en cliente habitual de Gala, un club nocturno de Hollywood muy frecuentado por homosexuales. Durante la contienda hace giras de entretenimiento para las tropas y tras la liberación asiste a la reapertura de La Silhoutte, ahora renombrado Carroll's. Tras la Segunda Guerra Mundial aparece menos en el cine, incluso rechaza intervenir en
Les Portes de la Nuit
(Marcel Carné, 1946). Se dedica a espectáculos de cabarés alrededor del mundo. En los años cincuenta, en Las Vegas, canta románticas baladas a las mujeres del público. Al final de su carrera suele subir ebria al escenario. Se pone peluca u oscurece la sala para camuflar su edad. Su última película fue
Gigoló
(David Hemmings, 1979), con el andrógino David Bowie. Los últimos años de su vida permanece recluida en su apartamento de París (doce de ellos encamada) y según su hija se rodeó de «un batallón de adoradores, lesbianas y gays, y sus asistentes». Al final de su vida niega sus aventuras con ambos sexos tachándolas de pura invención y profesa un indignado horror a perversiones como el lesbianismo. Su funeral en Berlín se convirtió en una procesión de travestis y transformistas. Fue enterrada con una blusa de volantes que Tallulah Bankhead le había regalado.
La homosexualidad, y especialmente la cultura gay, ha sido tradicionalmente fijada en un mundo de fantasía. A sus componentes se les equipara con hadas, reinas, princesas... Habitantes de un mundo alternativo al real. Uno de los mayores creadores de cuentos, Hans Christian Andersen (1805-1875), fue homosexual o bisexual latente, y a temprana edad manifestó en sus diarios que prefería masturbarse a tener relaciones sexuales y es probable que muriera virgen. Los cuentos ofrecen modelos indirectos a los niños para aprender a vivir, basados en la crítica a los patrones de normalidad y en la denuncia de la marginación y de la intolerancia. Así, películas animadas tipo
Shrek
(Andrew Adamson y Vicky Jenson, 2001) pueden ser leídas como
queer
dado que sus protagonistas luchan cada día por librarse de las fuerzas regresivas que les intentan impedir ser lo que son.
De todos los estudios de animación, Disney ha sido el que ha dominado con gran repercusión en la infancia. Supuestamente, sus producciones contienen una mística de la ase-xualidad. Por ejemplo, sus personajes animales eran representados sin órganos sexuales, casi sin ropa y con una voz aflautada que, como en el caso de Mickey Mouse, si no fuera por el nombre nada más indicaría cuál era su identidad sexual. De hecho, en los años treinta, Mickey Mouse era un código para identificarse entre los gays.
Lo cierto es que tal mundo de "pureza" e "inocencia" oculta una ideología reaccionaria que promueve la homogeneidad cultural y el conformismo político. Amén de retrógrados roles sexuales que invocan los valores de la familia convencional: heterosexual, blanca y de clase media.