Huracán sobre Monterrey / El valle de la Muerte (24 page)

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Authors: José Mallorquí

Tags: #Aventuras

BOOK: Huracán sobre Monterrey / El valle de la Muerte
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—Asesinó a Bauer —dijo Echagüe—. Le vi caer acribillado a balazos a la puerta del rancho, cuando trataba de huir, quizá en busca de socorros. Mañana podrán volver a recoger su cuerpo. Ahora es mejor que nos dirijamos a Grana. Una vez se demuestre que estoy vivo, cesarán todos los cargos contra ustedes y podrán reparar sus culpas.

—¿Qué culpas? —preguntó Bolders.

—Las de la ambición —contestó César—. Deben devolver a sus dueños, si pueden encontrarlos, las tierras que les quitaron y, desde luego, a la hija de Banning deberán entregarle lo que era de su padre. Y no olviden que hay cierta persona que les vigila y a la cual deben, en realidad, su salvación.

—¿Quién es esa persona? —preguntó Beach.

—La misma que le salvó a usted la vida.

—¿
El Coyote
?

—Sí. Él me salvó a mí, me enseñó los caminos secretos y me dijo, hace un momento, que Esley Carr había sido ejecutado. También me dijo que lo mismo que ha hecho con Esley Carr podrá hacer con otros.

—Creo que tiene razón —murmuró Bolders—. Hemos sido demasiado ambiciosos y por ello hemos podido ser víctimas de los manejos de ese canalla de Carr.

Estaban ya cerca de Grana y César anunció:

—Les dejo, pues quiero dar a mi esposa la noticia de que estoy vivo.

Todos se rieron y se despidieron alegremente de él.

César entró en el hotel, causando el asombro y hasta el terror del propietario, y subió a su habitación, donde Leonor, que había sabido de antemano la verdad, fingió una alegría que superaba, en ruido, a la demostración de dolor que había dado cuando se le comunicó la noticia de la supuesta muerte de su marido.

—¡No sabe cuánto me alegro de que esté vivo! —aseguró Lucy a la vez que estrechaba la mano del californiano—. ¡Fue usted tan bueno conmigo!

—Yo también me alegro mucho —aseguró Philip, que no se apartaba de la muchacha.

César les miró un momento en silencio y luego anunció:

—Tengo que darles malas noticias, señor Bauer. Se refieren a su padre.

—¿Qué…?

—Murió cuando intentaba salir del rancho de Bolders para buscar socorro. Dispararon sobre él y murió instantáneamente.

Philip Bauer inclinó la cabeza y un estremecimiento recorrió su cuerpo. No llegó a llorar, pero su emoción era tan grande que le habría sido imposible pronunciar ni una sola palabra. Lucy acercóse lentamente a él, y apoyó una mano en su espalda. La hermandad de dolores los unía con lazos todavía más fuertes.

—Vamos —dijo César, saliendo de la habitación—. Tendrán muchas que decirse.

—También yo tengo algo que decirte, César —sonrió Leonor.

—¿Qué?

Estaban en el pasillo y César volvióse hacia su mujer.

—¿No comprendes? —preguntó ésta.

—¿El qué?

—Lo que tengo que decirte.

—¿Cómo he de comprenderlo?

—No es tan difícil.

—Pero… ¿No será que…?

—Eso mismo —sonrió, ruborizándose, Leonor.

—¿De veras? —gritó César.

—De veras —respondió Leonor.

—Pero ¿estás segura?

—Segurísima.

—¡Oh!

César de Echagüe parecía un niño. Casi saltaba de alegría.

—¿Cuándo será?

—Dentro de unos cinco meses.

—¿Y será un muchacho?

Leonor ruborizóse aún más.

—¡Claro que será un muchacho! —exclamó César de Echagüe.

—Luego, levantando el rostro de su mujer, preguntó:

—¿Por qué has tardado en decírmelo?

—¡Pero si varias veces intenté decírtelo con un poco de disimulo y tú eras más torpe que una tortuga!

—¿Cómo iba yo a creer…? ¡Oh! Voy a decirlo a todo el mundo.

—No, César, eso debemos hablarlo sólo nosotros. Entra en tu cuarto.

Una vez en la habitación contigua, Leonor siguió:

—Ésta debe ser tu última aventura. De ahora en adelante,
El Coyote
habrá muerto. Vas a tener muchas responsabilidades y no quiero que el padre de mi hijo ande por esos mundos esquivando balas.

César quedó pensativo, murmuró:

—Creo que tienes razón. Ha llegado el momento de colgar las armas después de la última lucha.
El Coyote
ha muerto. Quizá le eche un poco de menos, pues ha llegado a ser un gran amigo mío.

—Estoy segura de que te alegrará su muerte. Además, creo que ya no es necesario. Pronto la ley y el orden imperarán en California.

Dos detonaciones casi simultáneas resonaron en aquel momento en la calle. Leonor y su marido corrieron a la ventana y, como en respuesta a las palabras pronunciadas por Leonor, vieron cómo en el centro del arroyo, un hombre caído de bruces, con los brazos en cruz y un revólver cerca de la mano derecha, se estremecía en los últimos estertores de la agonía, mientras otro, a unos quince pasos de distancia, estaba arrodillado en el suelo y trataba de levantarse, apoyándose en un revólver de largo cañón.

Un grupo de curiosos esperaba el resultado de sus esfuerzos, y sólo cuando, perdidas las fuerzas y la vida, el hombre rodó también por el suelo, acercáronse los demás y alguien avisó al enterrador.

Leonor abrazó fuertemente a su marido y, adivinando sus pensamientos, murmuró a su oído:

—Deja que sean otros los que expongan su vida. Tú ya has hecho tu parte de trabajo.

—Tal vez; pero nunca se ha trabajado bastante cuando la seguridad de los demás está en juego.

—Entonces…

—Sí,
El Coyote
ha muerto hoy; pero quizá resucite algún día.

FIN

JOSÉ MALLORQUÍ FIGUEROLA, Barcelona, 12 de febrero de 1913 – 7 de noviembre de 1972, escritor español de literatura popular y guionista, padre del también escritor César Mallorquí. El padre del futuro novelista abandonó a su madre, Eulalia Mallorquí Figuerola, poco antes de nacer. El niño fue criado por su abuela Ramona, después pasó a un internado de los Salesianos. Esta niñez le produjo su carácter tímido y soñador. Fue mal estudiante y a los 14 años abandonó el colegio y comenzó a buscarse la vida trabajando. Fue un gran lector de todo cuanto caía en sus manos. A los 18 años una herencia cuantiosa de su madre fallecida le proporcionó un periodo de bienestar y lujo y una vida diletante, practicando toda clase de deportes. En 1933, comienza a trabajar para la Editorial Molino. Aparte de dominar el francés, aprendió con un amigo inglés, lo que le permitió traducir y leer en ambas lenguas en idioma original. Mallorquí se anima a escribir aventuras como las que traduce y publica en «La Novela Deportiva», de Molino (que se publicó en Argentina a partir de 1937), larguísima colección íntegramente escrita por Mallorquí y que constó de 44 novelas, más otras doce en su segunda época, ya en España.

Notas

[1]
Véase el volumen anterior de esta colección.
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