La cruz invertida

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Authors: Marcos Aguinis

Tags: #Intriga, Relato

BOOK: La cruz invertida
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La Cruz Invertida
, novela ganadora del Premio Planeta de España en 1970, puede considerarse un mordaz fresco de Latinoamérica. La acción se desenvuelven un país indeterminado, pero sintetiza al continente y expresa nostalgia por su unidad perdida. Fue calificada "profética" por la intensidad de sus denuncias y por anticiparse a la dictadura de los '70. Aún mantiene vigencia entre cientos de miles de lectores. El hombre, contradictorio y abismal, abre su anatomía en diversos cortes.

Algunos personajes asumen rasgos caricaturescos. Su presencia y pensamiento en distintos planos suelen enhebrarse mediante el leit-motiv de la epístola, cursiva, puntuación o crueldad.

La Cruz Invertida provoca continuamente la reflexión. Numerosos capítulos llevan el título de los libros bíblicos en que se inspiran, pero integrando una cerrada unidad. Su lenguaje refleja el rostro del continente dionisíaco: luminoso, enigmático, irónico, grotesco, voluble, sádico, tierno y casi siempre simbólico. Como en la Biblia - novela del cosmos -, la totalidad pretende ser absorbida (y con ella el Bien, el Mal, el Gris), pero la frustración amputa proyectos.

Entre la razón y el delirio sopla el viento de la esperanza. Dijo de esta obra
Primera Plana:
"A pesar de los años transcurridos desde su primera edición, la vigencia de La Cruz Invertida demuestra que es una de esas grandes obras que enaltecen la literatura argentina... Aguinis jamás fue propenso a las grandes declaraciones o a lucrar con la literatura; por el contrario, se contrajo para brindar lo mejor de sí"

Marcos Aguinis

La cruz invertida

ePUB v1.0

GONZALEZ
12.11.11

Editorial: DEBOLS!LLO

I.S.B.N : 9789875665941

Clasificación: Ficción y Literatura »Novelas »Argentina

Publicación: 30/07/2010 | Idioma: Español

Ilustración de Josep Serra Llimona

1

GÉNESIS

Una bandada de pájaros rojos descendió en picado. Se enrolló sobre si misma batiendo sonoramente sus alas y enderezó otra vez hacia el cielo verde abriéndose en amplio abanico. Millares de jóvenes ovacionaron la proeza.

Los heridos lanzaban sus carcajadas porque se sentían curados y
sus
brazos se agitaban gozosamente, libremente, como el plumaje bermellón de las aves. La revolución había triunfado y las multitudes danzaban alrededor del gran pantano amarillo. En el centro fue instalado un enorme cartel: "Monumento histórico internacional". Allí explotaban en burbujas malolientes los restos de la vieja sociedad y sus otrora codiciados valores. Una complicada red de cloacas traía desde los más alejados rincones de la corteza terrestre esa pegajosa materia áurea. Era el sedimento despreciable que producían los alambiques de
te
revolución al destilar los elementos abstractos y concretos del mundo perimido.

Juntas, envueltas en sangre, cayeron al pantano una bota y una cruz
.
La bota se fue llenando de ese oro líquido y empezó a hundirse pero
se
trabó en un brazo de la cruz. Pudieron flotar aún sobre ese fango que había sido su motor de siglos y ahora amenazaba ahogarlas.

Les esperaba una muerte prefigurada por el rey Midas. La bota creyó estar segura con la protección de la cruz y en su puntera se esbozó una sonrisa. Pero ya había tragado mucho oro y pesaba demasiado. Lentamente, rodeadas por un collar de burbujas pestilentes, se hundieron. La cruz intentando salvar a la bota y la bota arrastrando a la cruz.

Entonces el Faraón mandó buscar a José para que le explicase su sueño. Llegó José, rodeado por guardias.


¡Déjenlo libre!

exclamó el soberano, y los guardias obedecieron su orden, opuesta a la del día anterior.

José se acercó. Su aspecto era idéntico a Carlos Samuel Torres.


Descifra mi sueño

pidió el Faraón.

Entonces Torres (que era José) dijo
:


La bota y la cruz afirman que protegen y liberan, pero la bota sólo libera al que la calza.


¡Explícate!


Libera los instintos. Gracias a ella el Coronel Pérez torturó y humilló.


¿Ésa es una liberación?


Él la siente así. Es efímera, subjetiva y falsa.

El Faraón acarició reflexivamente su puntiaguda barbita negra.


¿ Y la cruz?

preguntó.

Torres sonrió feliz: era su tema favorito.


La cruz es el símbolo de la represión. Con ella impidió Roma que se liberaran sus esclavos. En la cruz fueron colgados millares de hombres, dando su vida por los otros y a ella eligió el Hijo de Dios para señalar con máxima evidencia su abierta complicidad con los oprimidos. Jesús crucificado es un reto a los explotadores y una acusación contra sus bestiales métodos de dominio. La cruz de tu sueño, trabada a una bota en el fango de oro, no era una cruz: durante siglos los reyes y señores aprovecharon una ilusión óptica. Fíjate bien: esa cruz, en realidad, era una espada sostenida por el extremo de su hoja.

2

La iglesia de la Encarnación fue construida sobre un terreno expresamente cedido por la muy recordada Marquesa Pontificia Encarnación Lagos, viuda de Santillán Mendoza. Acatando sus piadosos deseos, la iglesia se erigió con líneas de recatada elegancia, como fueron sus últimos años de vida. El luto, las plegarias y las limosnas le ganaron la misericordia del Todopoderoso. Y su memoria es venerada por las familias capitalinas de más granada devoción.

Con el transcurso del tiempo otras iglesias concentraron a la aristocracia, pero la Encarnación siguió perteneciendo a una
élite
de impoluta y señorial dignidad.

El Obispo confió el céntrico templo a dos sacerdotes vanguardistas, Buenaventura y Torres, para alejarlos de anteriores actividades un tanto enojosas. Disímiles en edades, aspectos, temperamentos y experiencias, estos curas discutieron durante varios meses sus proyectos, antes de lanzarse a la captación del estudiantado. Torres tenía profundos conocimientos teológicos, filosóficos y socioeconómicos. Buenaventura cargaba con una prolongada y dura experiencia en zonas alejadas de la civilización.

Ambos decidieron asumir conscientemente el Evangelio, aunque significara el martirio. A las reuniones públicas acudieron multitudes. Y a su término las opiniones solían trifurcarse:

—¡Estuviste muy bien, Arturo! —exclamó Joaquín Sáenz de la Mallorca, estrechando efusivamente la mano del doctor Bello—. Le obligaste a bajar de las nubes. El cura tuvo que definirse.

—¿Te parece? ¿Crees que atraparon mi intención?

—¡Por supuesto! "Basta de Evangelio y teoría: en la práctica, ¿se une o no a los marxistas?" Esto cambió el curso del debate. Fuiste categórico.

—Pero este hombre es hábil —Bello movió el índice como advertencia.

—Entre nosotros ¿qué piensas de él?

—Bueno... Tiene intenciones sanas. Debo reconocerlo, máxime tratándose de un cura. Pero le frustrarán dos escollos: no es marxista y por lo tanto no puede interpretar correctamente la realidad. Se perderá en una maraña de contradicciones idealistas. Es como un soldado que empuña un rifle torcido.

—¿El segundo escollo?

—Su condición de fraile. Lo lleva adentro, ¿comprendes? Por más que quiera ser progresista, es un engranaje de la más vieja fuerza reaccionaria de la historia. La sonrisa no oculta sus colmillos. Este cristianismo "socialista" nació como anticomunismo. No lo engendró la injusticia ni el dolor humano. Está aquí, en primer lugar, para hacernos la competencia. Tengo grabadas en el centro de mi frente, las palabras de Pío XI: "Id a los pobres. Los pobres son los que están más expuestos a las insidias de los agitadores, que explotan su mísera condición para encender la envidia contra los ricos y excitarlos a tomar por la fuerza lo que les parece que la fortuna les ha negado injustamente; y si el sacerdote no va a los obreros, a los pobres, a prevenirlos o a desengañarlos de los prejuicios y falsas teorías, llegarán a ser una fácil presa de los apóstoles del comunismo". Encíclica
Divini Redemptoris.

B

—¡Ha sido un acto comunista, mi amigo! —sostuvo con indignación, mientras se enderezaba en el ojal de su solapa la insignia de la Acción Católica—. Las preguntas e interrupciones del doctor Bello me han enfermado. Ese sinvergüenza pretendió manejar el debate. ¡Y cómo le hacían claque sus camaradas! ¡Era el comité!

—El padre Torres hizo una conferencia demasiado secular. Se prestó a este juego.

—¡Ya lo creo! ¿Por qué la jerarquía no lo desenmascara y sanciona?

—Algo hay. Fue separado de una parroquia suburbana. Se murmura que el Obispo quiso alejarlo de los focos sindicales. Por eso lo trajo aquí.

—En el fondo, su perdición es la vanidad. Busca auditorios, aplausos y admiración. Pretende ser original plagiando al comunismo. ¡Suactividad es peligrosísima!

—Lamentablemente, su investidura le sirve de pantalla y puede infiltrarse airoso en las mentes desprevenidas. Es un instrumento del "camarada" Bello.

—Ni que se hubieran puesto de acuerdo.

—De acuerdo, no. Pero el cura oficia de idiota útil. Y Bello no es idiota, por desgracia.

C

—¿Qué te pareció? Bello ha quedado mal. Fastidió con tantas preguntas y explicaciones. Si se hubiera limitado a decir unas pocas palabras, quizás habría pasado. Pero se despachó una perorata interminable sin añadir nada nuevo. Que nos aliemos, que hagamos un frente común, que patatín que patatán —el muchacho dibujó en el aire las vueltas de un disco—. Y dale que dale por el mismo surco.

—Es un imbécil —le apoyó su condiscípulo—. No entiendo cómo le aprecian los otros comunistas.

—Porque sufren el mismo defecto: creen que los demás oyen como ellos se oyen a sí mismos. Son narcisistas. Viven espejándose sobre los mismos dogmas.

—El padre Torres le contestó con clase, pero no sé si entendió.

—¡Ni oyó! ¿Recuerdas que volvió a preguntar lo mismo?

A

—Está claro el móvil competitivo, Arturo.

—Sin embargo, estos curas son, por ahora, útiles —añadió Bello—. Cualquier institución o persona que denuncie al imperialismo y las estructuras neocoloniales beneficia nuestra causa.

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