La emperatriz de los Etéreos (25 page)

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Authors: Laura Gallego García

Tags: #Aventuras, fantástico, infantil y juvenil

BOOK: La emperatriz de los Etéreos
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Hacía falta valor para
Cambiar
, recordó la joven.

«Pero yo no tengo la menor intención de
Cambiar
—se rebeló—. Ya he
Cambiado
demasiado.» Lo notaba también en sus ropas, que ya le quedaban anchas. «Cuando todo esto termine —se dijo—, regresaré a casa y volveré a vivir como una persona normal. Y pronto seré la misma de antes.»

Podría recuperar fácilmente el peso que había perdido en cuanto volviera a alimentarse correctamente. Pero dudaba que pudiera recobrar su cabello oscuro y su tono de piel original. Estaba preguntándose si Maga contaría con algún remedio contra la «enfermedad
etérea
» cuando llegó a su destino.

La aguardaban dos
transparentes
. El primero era Uno, al que reconoció por el
Ópalo
de su frente. El otro podía ser Dos o Tres, o quizá una cuarta persona. Bipa no lo sabía.

—¿Has decidido ya lo que vas a hacer? —preguntó Uno.

—Sí —respondió Bipa—. Voy a seguir por el túnel que lleva hasta los
etéreo
s. Ahora mismo —añadió tras una pausa. Lo cierto es que no se sentía cansada ni hambrienta. Estar
Cambiando
hacia el estadio
etéreo
tenía sus ventajas.

Los dos
transparentes
cruzaron una mirada de estupor.

—¡Pero no puedes ir ahora!

—¿Por qué no?

—Eres demasiado corpórea. Te hundirás.

Bipa comprendió entonces que, si se internaba por el túnel, en algún momento dejaría de tener suelo sólido bajo sus pies.

Se acordó de la placa de cristal que le había servido de balsa y tuvo una idea.

—No me hundiré —les aseguró—. Lo bueno de ser corpórea es que mi cerebro todavía no se ha reblandecido tanto como los vuestros.

Ellos no parecieron ofendidos. La siguieron, con cierto recelo, cuando Bipa se adentró en el túnel que conducía a los dominios de la Emperatriz.

Como sospechaba, un poco más allá el suelo cristalino se fundía con el agua. Bipa se arrodilló en la misma orilla y trató de arrancar un fragmento de cristal del borde. Necesitó tres intentos hasta conseguir lo que quería: un pedazo de cristal puntiagudo y alargado como una daga. Entonces se volvió sobre sí misma y empezó a golpear el suelo un poco más allá, intentando abrir una brecha.

—¿Qué haces? —quiso saber Uno.

—Trato de fabricarme una balsa como la que me trajo hasta aquí —explicó Bipa.

—Pero no puedes destruir el túnel.

—No voy a destruir el túnel. Sólo necesito un trozo de suelo, lo bastante grande como para que pueda transportarme.

Uno no parecía muy conforme. Intentó arrebatarle el cristal a Bipa, con el resultado de que ambos se cortaron con sus afiladas aristas.

Bipa lanzó una exclamación de dolor y soltó el fragmento. Se llevó el dedo a la boca para lamer la herida, y descubrió, consternada, que la sangre que manaba de ella no era roja, sino de un desvaído tono rosáceo.

Sin embargo, contrastaba vivamente con la sangre de Uno.

El transparente no había dado muestras de dolor, a pesar de que su herida parecía más grave que la de Bipa. De ella brotaba un líquido totalmente incoloro.

—No puede ser agua —balbuceó la chica—. No puedes tener agua en las venas.

Uno trató de atraparla, pero Bipa retrocedió un paso y dio un salto en el sitio.

El suelo, que a fin de cuentas flotaba sobre el mar, se bamboleó. Los
transparentes
se quedaron quietos.

Bipa saltó de nuevo.

Se oyó un crujido.

—Sacadla de ahí —ordenó Uno a los gólems de agua.

Las criaturas avanzaron hacia ella, obedientes.

Bipa saltó por tercera vez. Y entonces, con un chasquido, la placa de cristal sobre la que estaba se desprendió del resto y se deslizó lentamente, túnel abajo.

Bipa contempló los rostros de Uno y del otro transparente. A pesar de ser inexpresivos como máscaras de hielo, casi podía oler su consternación.

—¡Lo siento mucho! —les gritó mientras se alejaba—. ¡No pretendía ser grosera! ¡Pero tengo que encontrar a Aer!

«... Antes de que sea demasiado tarde», añadió para sí misma. Se preguntó si al muchacho todavía le quedaría sangre en las venas. Si aún poseería la capacidad de sentir.

«No importa —se dijo—. He de llevarlo de vuelta a casa.»

Si no lo hacía... ¿cómo iba a explicarle a Nuba que su hijo se había transformado en un
etéreo
sin cuerpo? ¿Le consolaría saber que había alcanzado la eternidad?

—No llegarás hasta el final —le dijo entonces una voz conocida, sobresaltándola.

En la superficie del agua, cerca de ella, flotaba el rostro líquido de Todo.

—No me importa —respondió Bipa—. No pretendo llegar hasta el final. Sólo quiero encontrar a Aer.

—¿Lo ves? Eres esclava de tus sentimientos.

—Mejor eso que ser esclavo de la Emperatriz. ¿Crees que no sé que la luz de esa
Estrella
atrae a la gente? ¿A eso lo llamas libertad?

Todo le dirigió una mirada indescifrable.

—Podría hacer que volcaras ahora mismo —le dijo—. Y entonces te arrepentirías de ser
opaca
y no poder flotar por encima de las aguas.

—¿Vas a hacer eso? —dijo Bipa, inquieta.

—No —replicó Todo—. Porque no me importa nada lo que digas o lo que hagas. Y no me importas tú. No me importas en absoluto.

Se hundió en las aguas, dejando apenas una ligera onda en su superficie. Bipa aguardó, pero no sucedió nada. El mar seguía tranquilo, y el rostro de Todo no volvió a aparecer.

Aquella fue la última vez que Bipa lo vio.

La balsa de cristal continuó flotando bajo la bóveda del túnel de agua. La joven perdió la noción del tiempo. El océano parecía infinito, y aquel túnel, tan eterno como la existencia que se les suponía a los
etéreo
s.

XIII

LOS CASI-
ETÉREOS

P
or fin, el agua dejó de fluir y la cortina líquida se abrió ante ella. Bipa apenas tuvo tiempo de ver la enorme
Estrella
azul brillando sobre su cabeza. De pronto, el agua a sus pies cedió, y la joven se vio a sí misma precipitándose, junto con su balsa de cristal, por una formidable cascada que caía a través del banco de niebla más enorme que había visto en su vida. Cayó y cayó a través de la niebla, y cuando ya pensaba que caería eternamente, su cuerpo se estrelló contra un suelo extrañamente blando.

Bipa se incorporó, dolorida.

El suelo parecía tierra normal; pero había perdido color y consistencia. Tenía la transparencia del agua más pura, y era suave y mullido como un colchón de plumas.

Alzó la mirada hacia lo alto, pero sólo pudo ver niebla y más niebla. ¿Dónde había caído? ¿En un foso? ¿Era una quebrada?

Se volvió para ver la cascada, preguntándose adónde iría a parar tanta agua. Descubrió que desaparecía antes de tocar el suelo. Simplemente se iba evaporando hasta que ya no quedaba nada.

«Esto es —se dijo Bipa—. La
Estrella
hace que hasta el agua y la tierra pierdan solidez. Los convierte en aire, en vapor.»

Nunca había visto nada parecido. En los dominios de la Emperatriz, incluso el suelo se volvía inmaterial. Por eso había caído durante tanto rato. La niebla que había atravesado durante el descenso había sido tierra sólida en un pasado remoto. Y el suelo que pisaba seguía sublimándose poco a poco, transformándose en aire, bajo la influencia de la
Estrella
azul, cuyo poder había ido excavando, con el paso del tiempo, un formidable agujero en el rostro de la tierra. Un agujero que suplía con niebla lo que antaño había sido roca viva y tierra fértil.

Bipa se estremeció. ¿Sería aquello el país de los
etéreo
s? Comenzó a caminar entre la niebla, desorientada. Comprendía que en aquel lugar no podía existir nada sólido, por lo que tampoco podría encontrar puntos de referencia. Empezó a gritar llamando a Aer, pero nadie le contestó.

De modo que, aunque no sentía un especial deseo por conocer a la Emperatriz, optó por seguir el rastro de la pálida luz azul que llegaba hasta las profundidades de la fosa.

Era el camino que Aer habría seguido. Continuó llamándolo sin dejar de andar entre la niebla. Pero nada cambiaba. Todo parecía igual, como si el tiempo se hubiese detenido, y llegó un momento en el que Bipa dejó de llamar a Aer, casi sin darse cuenta. Siguió caminando sobre aquel suelo blando; y ya había perdido la esperanza de encontrar algo más, cualquier cosa, cuando tropezó con un bulto y cayó al suelo.

El golpe, aunque no fue doloroso, la hizo reaccionar.

—¡Eh! —exclamó.

No había nada. Bizqueó, tratando de ver algo entre la niebla. Estaba segura de que no se lo había imaginado; el golpe había sido real.

«Mira por dónde vas,
opaca
», gruñó una voz en su mente.

Bipa ahogó un grito y sacudió la cabeza. Aquellas palabras no las había escuchado a través de sus oídos. ¿Se estaría volviendo loca?

«No seas grosero —dijo otra voz, más suave, más dulce—. No es una
opaca
, es una pálida, casi translúcida, ¿no lo ves?»

«Me ha parecido muy corpórea cuando ha chocado contra mí. Y mírala: hasta tiene definidos los contornos. No trates de suavizar mis palabras: es una
opaca
en toda regla.»

«Bueno, pero no hace falta restregárselo así, pobrecita. Seguro que no es culpa suya. Hay gente que tiene dificultades para
Cambiar
. Hay que ser comprensivos con ellos.»

—¿Quiénes sois? —exigió saber Bipa, entre inquieta y molesta—. ¿Por qué no puedo veros?

«Si hasta tiene voz —dijo el primer interlocutor, con cierto fastidio—. Lo que nos faltaba: una
opaca
ruidosa.»

«A mí sí puedes verme —dijo la segunda voz, algo entristecida—. Mira detrás de ti.»

Bipa obedeció y descubrió, con asombro, a una chica de su edad, increíblemente pálida e increíblemente delgada; largos cabellos de un blanco inmaculado enmarcaban su rostro marmóreo.

—¿Eres... una
etérea
? —preguntó, fascinada; había una elegancia sobrenatural en su forma de moverse, mucho más grácil que la de los gólems de agua; parecía flotar entre la niebla.

«Casi —respondió ella, y Bipa descubrió que no necesitaba mover los labios para hablar—. Soy inmaterial, lo que significa que soy visible, pero no tangible. Mi amigo, con el que has chocado antes —añadió—, es invisible. Lo que implica que no puedes verlo, pero sí tocarlo. Los verdaderos
etéreo
s pierden toda la materialidad. No se les puede ver ni tocar —concluyó, con tono soñador».

Bipa, que había tratado de comprender la exactitud de sus palabras, descubrió que, en efecto, su mano pasaba a través de la chica cuando intentaba tocarla. Pero se quedó de una pieza al escuchar la descripción que hizo de los
etéreo
s.

—Pero, si no se les puede ver ni tocar —razonó—, ¿cómo sabes que existen?

«Tampoco puedes ver ni tocar el aire, y sabes que existe», intervino el ser invisible.

—Porque si no existiera, yo no podría respirar y me asfixiaría.

«Eso tú, que todavía respiras.»

Bipa parpadeó, desconcertada.

—¿Habéis perdido el cuerpo... por completo?

Hubo un breve silencio, y entonces se oyó de nuevo la voz telepática del ser invisible, repleta de incredulidad.

«¿De dónde ha salido esta chica?»

Bipa no veía por qué debía avergonzarse de su ignorancia.

—¿Cómo podéis estar seguros de que no estáis muertos? —insistió.

«Está muy confundida, pobrecilla —dijo la muchacha inmaterial, compasiva—. No estamos muertos, cielo. Simplemente,
Cambiamos
. Perdimos corporeidad. Nuestros cuerpos se fueron reblandeciendo hasta desaparecer por completo. Ahora no estamos encerrados en la cárcel de carne. Pensamos sin necesidad de cerebro, vemos sin ojos, hablamos sin voz. Somos nuestra propia esencia, sin cargas, sin límites. Somos lo más puro que había en nosotros. Somos espíritus.»

«Habla por ti —gruñó el otro—. Yo sólo soy invisible. Todavía puedo ser golpeado por muchachas
opacas
desconsideradas.»

Bipa le ignoró.

—Si no te late el corazón, no puedes estar viva —sentenció—. Y si no estás viva, ya que no tienes un corazón que pueda latir, sólo puedes estar muerta.

«Hay más estadios aparte de la vida y la muerte», dijo la chica; pero parecía algo incómoda.

A Bipa le caía bien y no quería discutir con ella, por lo que cambió de tema:

—Soy Bipa —dijo—. Estoy buscando a un amigo mío. Se llama Aer. ¿Lo habéis visto?

Ninguno de los dos pareció reaccionar. Bipa recordó que para los
etéreo
s los nombres no tenían ningún sentido.

—Tiene que haber llegado hace poco. Un chico de mi edad, más o menos.

«¿Para qué le buscas?», inquirió el invisible.

Bipa comprendió que no podía decirles cuáles eran sus verdaderas intenciones para con Aer. Aquellas personas, si es que todavía eran personas, consideraban que lo mejor que le podía pasar a alguien era llegar a ser
etéreo
. No entenderían que ella pretendiese alejar a su amigo de la Emperatriz y su perniciosa
Estrella
.

—Es mi amigo —dijo solamente.

«Pobrecita —volvió a decir la joven inmaterial—. Por eso está tan perdida. Partieron juntos y él se adelantó y la dejó atrás.»

«Me pregunto por qué», dijo el invisible, con sorna.

«No seas cruel —le reprochó la chica—. Todos los recién llegados van derechos al palacio de la Emperatriz —le explicó a Bipa—. Ahí tratan de
Ascender
. Si están preparados, alcanzarán su objetivo y se transformarán en
etéreo
s —dijo, y por un instante pareció estar en éxtasis—. De lo contrario, seguirán rondando por aquí hasta que estén preparados para la
Ascensión
. Eso es lo que estamos haciendo nosotros en este lugar», añadió, con súbita tristeza.

—Entonces —quiso asegurarse Bipa—, aún hay que pasar otra prueba antes de llegar hasta la Emperatriz. Lo cual quiere decir que es muy posible que Aer todavía siga por aquí.

«Oh, pero algunos lo consiguen a la primera —se apresuró a responder la joven, malinterpretándola, y creyendo tranquilizarla con sus palabras—. Puede que tu amigo sea de ésos. Los hay que escuchan la llamada de la Emperatriz con mucha más fuerza. Quién pudiese ser como ellos», añadió, nostálgica.

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