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Authors: Patricia Cornwell

Tags: #Intriga, #Policíaco

La isla de los perros (36 page)

BOOK: La isla de los perros
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—Escuche —dijo ella, indignada. No estoy bo… rracha.

—Yo no he dicho que lo estés, pero no tienes coche.

—El sí tiene coche, y ésa es la razón por la que estoy aquí —dijo al tiempo que señalaba el Freckles con la barbilla. Era obvio que se refería a Macovich.

No está en condiciones de conducir —dijo Andy—. Se ha tomado demasiadas cervezas y no está de humor. Creo que sus sentimientos están heridos.

—¿Qué? —dijo Hooter con los ojos encendidos de interés—. Ese es demasiado insensible como para que le hieran los sentimientos.

—Eso no es cierto —replicó Andy—. A veces los hombres más grandes y duros son los más sensibles, pero se lo guardan todo dentro. Podrías llevarlo tú a casa, en su coche.

—Y luego, ¿qué hago? ¡Yo no me quedo con un hombre que todavía vive con su madre!

Mientras seguía conduciendo en la noche, Cruz Morales habría dado cualquier cosa por tener cerca a su madre. A las tres de la madrugada, miró furtivamente a su alrededor, cerró la puerta de una cabina telefónica y sacó la sucia servilleta que le diera la empleada del peaje. Parecía una buena persona y Cruz necesitaba ayuda. Con aquel Pontiac matrícula de Nueva York nunca conseguiría salir de la ciudad, ya que había helicópteros y policía por todas partes. Por lo menos, ya entendía a qué se debía todo aquel jaleo.

Mientras se alejaba a toda velocidad del bar donde un hombre chiflado saltaba junto a un contenedor, Cruz oyó por la radio que alguien había muerto carbonizado junto al río y que todo el mundo buscaba a un sospechoso hispano de Nueva York. Este podía ser el asesino en serie que llevaba cometiendo crímenes racistas desde Jamestown, un caso sin resolver porque una policía no hacía bien su trabajo, según declaraciones del gobernador. Cruz no sabía de qué iba todo aquello, pero era hispano, y tampoco comprendía por qué se había convertido en fugitivo de unos delitos con los que nada tenía que ver. Por ello se detuvo en un 7-Eleven para hacer una llamada urgente. Miró la servilleta y vio que había dos núme… ros apuntados, uno a cada lado. Habría jurado que la mujer del peaje sólo había anotado uno; se preguntó de dónde habría salido el otro y cuál era el correcto. Metió un cuarto de dólar en el teléfono público y marcó el pri… mer número.

—¿Hola? —dijo la voz masculina que respondió.

—Busco a la señora del peaje —dijo Cruz, suponiendo que la señora del peaje debía de tener novio.

—¿Quién es usted?

—No puedo decírselo, pero tengo que hablar con ella. Me dijo que la llamara —aseguró Cruz.

Andy trabajaba al ordenador en el artículo siguiente del Agente Verdad, cuando tuvo la intuición de que la mujer en cuestión era Hooter. Pero ¿por qué alguien la buscaba allí, en su casa?

—En este momento no está —dijo Andy, lo cual era cierto aunque se prestaba a confusiones.

Hooter había llevado a Macovich a casa y nadie sa… bía nada más de ellos. Después Andy llamó a los munici… pales, que se presentaron a recoger el paquete de armas pero decidieron no arrestar a Trader por falta de pruebas y porque era un importante funcionario del Gobierno.

—Pero si conseguimos relacionar estas pistolas con usted —le dijo uno de los policías—, se verá metido en un buen lío. Me importa un pito cuál sea su cargo, por lo que le recomiendo que vuelva a su casa y no intente salir de la ciudad ni cometa ninguna imprudencia de ese estilo.

—Pues claro que no saldré de la ciudad —mintió Trader. Por asombroso que pareciera, los cables de su mente se hallaban de nuevo conectados y volvía a hablar con normalidad—. Mañana iré a trabajar a la oficina del gobernador, como siempre.

—Mire, creo que sería mejor que eso lo hablase con el gobernador —le había dicho Andy—. En estos mo… mentos, no está muy satisfecho con su trabajo.

—Tonterías —le espetó Trader—. Nuestras relacio… nes siempre han sido buenas y, en realidad, me conside… ra su mejor amigo.

—Tal vez deje de hacerlo, Trader, sobre todo si el trabajo sangriento de Regina tiene resultados desafortu… nados para usted —replicó Andy—. Me han dicho que tuvo que ser ingresada de urgencias hace un rato aquejada de un fuerte dolor gastrointestinal. Tanto usted como yo sabemos que la causa fueron las galletas que, según varios testigos, usted llevó a la mansión y dejó en una encimera de la cocina. Oyeron que decía que esas galletas eran sólo para el gobernador, pero Regina se hizo con ellas cuando nadie miraba.

—Con las galletas de mi esposa nunca ha enfermado nadie —dijo Trader.

—¿Y cuándo volverá? —preguntó la persona no identificada, con un fuerte acento hispano, que había lla… mado por teléfono.

—No lo sé seguro, pero si puedo ayudarle en algo… —Andy intentó hacer hablar a aquel hombre evasivo y sospechoso.

—Mire, es que estoy preocupado, ¿sabe? Han dicho que un hispano mató a alguien junto al río, pero yo no he matado a nadie y la policía me está buscando —explicó Cruz, agazapándose en la cabina telefónica cuando vio un Land Cruiser negro que aparcaba en la gasolinera.

—¿Por qué cree que la policía le está buscando?

—Porque me dieron el alto en el peaje y me persi… guieron sin razón. ¡Tuve que esconderme porque temí por mi vida! La señora de la cabina me dio su número de teléfono y dijo que me ayudaría.

Andy intentó comprender por qué Hooter le había dado el número de su casa a un posible fugitivo, y en… tonces recordó el caso del tipo de la bolsa del año ante… rior.

—Quizá deberíamos vernos y hablar de esto —sugi… rió Andy mientras hacía clic en el ratón con aire ausente y cambiaba una palabra del artículo que iba a colgar en Internet momentáneamente—. Huir de la policía, aunque se sea inocente, es absurdo. Lo único que consegui… rá es tener más problemas legales. ¿Por qué no nos en… contramos en un sitio seguro y hablamos de ello? Yo tengo contactos y tal vez pueda ayudarle.

Cruz estaba a punto de acceder. Y seguramente ha… bría hecho lo más inteligente, encontrarse con la perso… na con la que hablaba por teléfono, de no haber sido por el acontecimiento imprevisto que se desarrolló ante sus propios ojos. A través del cristal del 7-Eleven vio que una mujer blanca entraba en el establecimiento y habla… ba con la dependienta. A continuación, un tipo blanco con el cabello trenzado entraba tambaleándose, con as… pecto de estar colocado, sacaba una pistola del bolsillo de su abrigo y apuntaba a la empleada, que estaba lejos del timbre de seguridad que todos los supermercados tenían. Cruz no oyó lo que el tipo decía, pero mientras in… sultaba a la aterrorizada dependienta ataviada con la chaqueta a cuadros naranjas del 7-Eleven, su aspecto era muy malvado y violento. La mujer empezó a llorar y su… plicar mientras el hombre vaciaba la caja registradora. Entonces, para horror de Cruz, la mujer de cabello largo y negro le quitó la pistola al individuo, la puso junto a la sien de la dependienta y disparó repetidas veces. Las ex… plosiones sacudieron la cabina telefónica y Cruz chilló.

—Qué ha sido eso? —preguntó Andy, sorprendido por lo que parecían unos disparos de pistola.

—¡Ah! ¡El tipo ese de las trenzas! ¡Acaba de disparar a la dependienta! —gritó el hispano antes de colgar el te… léfono.

«Smoke», pensó Andy mientras recordaba la des… cripción que Pinn, el guardián de la prisión, le diera de él después de que éste escapara. Según el identificador de llamadas, el hispano había telefoneado desde el 7-Eleven de Hull Street, al sur del río, y Andy llamó a emergencias mientras Cruz montaba en su coche de un salto y se marchaba de allí a toda prisa.

Un minuto más tarde, quedó horrorizado al ver que llevaba el Land Cruiser pegado a su parachoques. Había aprendido a conducir en la ciudad de Nueva York, y se metió por varios callejones, cortó por un pasaje lateral, luego cruzó una mediana y, pasando de forma temeraria entre los coches, terminó en la carretera de Three Chopt, en el aparcamiento de lo que parecía una gran mansión con pistas de tenis.

UNA BREVE HISTORIA DE CREMALLERAS por el Agente Verdad.

Una cremallera, para aquel de ustedes que tal vez no se haya detenido nunca a pensar en ello, es un engranaje simple que se emplea para unir los bordes de una aber… tura, tal como una bragueta, la espalda de un vestido o una bolsa de congelados, aunque esta última en realidad va sellada mediante un cierre hermético más parecido a unas encías que a unos dientes, apretadas una contra otra. La cremallera que nos interesa consiste en dos bandas de tela, cada una con una hilera de dientes de metal o plástico que encajan de modo muy parecido a una vía de tren cuando se tira de la pieza corrediza hacia arriba. A la inversa, esta vía de tren se separa cuando se tira de la pieza corrediza hacia abajo… a menos que la cremallera se salga de la guía o se atasque, que es lo que le sucedió anoche a ese ponzoñoso y falso Major Trader.

El primer cierre con corredera de que hay constan… cia fue exhibido en 1893 por Whitcomb L. Judson en la Feria Mundial de Chicago. El señor Judson llamó «cie… rre de abrazo» al sofisticado objeto de ganchos y presi… llas. Unos cuantos años después Gideon Sundback, un inmigrante sueco e ingeniero eléctrico, mejoró el engra… naje al sustituir los ganchos y presillas por grapas de re… sorte, y en 1913 produjo el «Sin Gancho número 2», aunque no se llamaría cremallera hasta que B. F. Goo… drich empleó el nombre en 1923, cuando su empresa manufacturó unos chanclos impermeables que llevaban este cierre.

No es preciso decir que, si tropezáramos casualmente con una cremallera en lo que creemos que es una tumba colonial de Jamestown, podríamos llegar como mínimo a la conclusión de que los restos humanos son posteriores a 1913. Sólo para ir con la suposición un po… co más allá, pongamos que yo, al descubrir una tumba en el emplazamiento arqueológico, desenterrara una cre… mallera junto a la zona pélvica de los restos del esquele… to; de inmediato, se lo habría hecho notar a alguno de los arqueólogos, preferiblemente al doctor Bill Kelso, que es el arqueólogo jefe de Jamestown y experto en artilu… gios coloniales, botones incluidos.

—Doctor Kelso —le habría dicho probablemente—, mire, una mancha verde en la tierra que tiene la forma exacta de una cremallera. Mi interpretación es que el verde indica una cremallera de latón oxidada por el tiempo.

Y, muy posiblemente, el apreciado arqueólogo estaría de acuerdo e indicaría que, cuando los alfileres de co… bre y latón de las mortajas se oxidan, también dejan una mancha verde; pero el alfiler deja una mancha en forma de alfiler que se distingue con facilidad de la forma de una cremallera. También añadiría que el alfiler medieval podía ser de hierro y estar rematado con una cabeza de peltre en la que, a veces, llevaría incrustado cristal o una piedra semipreciosa. Sin embargo, la mayor parte de al… fileres hallados en emplazamientos históricos son de alambre de latón estirado y poseen una cabeza cónica, que es otra pieza de alambre que da entre tres y cinco vueltas en torno al extremo y luego es aplastado de un golpe. Este método de hacer alfileres se mantuvo hasta 1824, cuando Lemuel W Wright patentó un alfiler de cabeza sólida que se elaboraba en un único proceso.

Si encontráramos un alfiler que midiera doce centí… metros, sospecharíamos que teníamos en las manos un alfiler para el cabello y que el cuerpo de la tumba perte… necería, muy posiblemente, a una mujer. Si halláramos un imperdible, la tumba sería sin lugar a dudas posterior a 1857. Si se tratara de un alfiler para mortaja, la perso… na de la tumba debería estar envuelta reverentemente con un sudario en el momento de ser enterrada. Si en… contráramos corchetes de alambre de latón para sujetar capas, la tumba bien podría datar del siglo xvi. En cuanto a agujas, es probable que el doctor Kelso mencionara que apenas se encuentran porque se oxidan, salvo que estén hechas de hueso, en cuyo caso podríamos llegar a la conclusión de que los restos pertenecían a un tejedor de alfombras.

—¿Y los dedales? —le preguntaría al doctor Kelso mientras limpiaba con cuidado la tierra de la mancha de la cremallera de mi tumba.

Su respuesta bien podría ser que eso varía, según su empleo.

Los dedales del siglo xvi y principios de XVII eran, por lo general, chatos y pesados, y rara vez estaban de… corados. Si descubriera un dedal muy alto, la tumba sería casi con certeza de mediados del xvii y, si tuviera un agujero horadado en la punta, muy posiblemente habría sido vendido a algún indio de las praderas, que lo colga… ría de una tirilla de cuero a modo de campanilla para adornar ropas y bolsas. Los nativos americanos tenían un gran sentido de la estética y les encantaba llevar cuentas, pedazos de cobre, útiles domésticos y cabezas y partes del cuerpo de muñecos de madera prendidos en sus ropas.

La mayoría de partes de muñecos al alcance de esos nativos americanos estaban moldeadas en arcilla, con un molde de dos piezas. Muy apreciados por los chicos de la colonia eran los cañones y arcabuces fundidos en peltre o cobre, con las ánimas perfectamente horadadas, sugiriendo que los muchachitos podían bombardear James Fort si querían, o que si un nativo americano se apoderara de tal juguete y lo luciera colgado de una tirilla, podría dispararse accidentalmente en su propio pie o algo peor. Por desgracia, no encontré juguetes enteros ni partes de ellos durante mi investigación junto a los arqueólogos de Jamestown, ni tampoco tuve la suerte de hallar monedas o tan siquiera un botón. Sin embargo, topé con cierto número de balas de mosquete, una punta de lanza y restos del esqueleto de una mujer que había sido fumadora crónica de pipa y no se había cortado los cabellos en un período de entre cuatro y siete años.

Y, como narrador veraz que soy, también diré, para que conste, que no encontré ninguna cremallera mientras excavaba en Jamestown. Pero si la hubiese hallado, estoy seguro de que la habría reconocido al momento y habría obtenido de ella abundante información.

Volvamos ahora a Major Trader, esa sabandija: sigue suelto y sin remordimientos. Se le ha visto por última vez haciendo uso de una pistola detrás del Freckles y muy probablemente sigue aún en la ciudad, dedicado a sus atroces asuntos, como de costumbre. Si usted hace clic en el icono de la cárcel, en el ángulo superior dere… cho verá una foto reciente de Trader junto al goberna… dor Crimm, el caballero que empuña una lupa y está a la izquierda. Por favor, no los confunda. El gobernador es un hombre cumplidor de la ley y me gustaría aprovechar esta oportunidad para decirle lo siguiente:

Sé que es un tema delicado, señor, pero es preciso que haga usted algo con respecto a la vista, y me gustaría sugerirle que adopte un perro guía o un caballo guía. En realidad, pienso que lo mejor es lo segundo, porque el tiempo de espera para obtener un minicaballo no es tan larga, viven mucho más que un perro y usted ya tiene uno que protestaría ante la presencia de otro. Me he to… mado la libertad de preguntar cómo podría usted hacerse con un minicaballo y he descubierto que hay uno dis… ponible ahora mismo. Lo han entrenado para que sea aseado y utiliza unas fundas que le impiden resbalar en superficies lisas. Le gusta viajar en la trasera del coche o de la furgoneta, y también le gustan las otras mascotas y los niños. Se llama Tip. Me he tomado la libertad de en… viar un correo electrónico a los criadores para que le re… serven a T¡p y lo llamen a su despacho para informarle, lo cual han prometido hacer de inmediato.

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