Y estas eran sólo las erupciones más pacíficas. Una vez que el horno de fuego atómico alcanza su máximo poder, la estabilidad del Sol mismo está en peligro. El comienzo de la catástrofe es anunciado por movimientos sísmicos producidos en las estrellas; capas de materia ardiendo son arrojadas desde las capas subterráneas y se libera una indescriptible cantidad de luz y energía. Lejanos espectadores observarían este espectáculo (de hecho, increíblemente hermoso) con consternación. Las llamaradas solares forman una especie de red alrededor del Sol, provocada por las salvajes erupciones ondulantes; tienen una belleza sobrenatural en el espacio desértico. El enloquecido plasma solar lleva las células cerebrales a su máximo, haciendo surgir un demente entusiasmo a causa de tanta belleza, sumado a una aterradora tensión al conocer su descomunal poder destructivo; algo milagroso y a la vez mortal, como hielo que se evapora instantáneamente cuando se coloca en un horno atómico. Sin embargo, el mundo de ensueños de los astrofísicos fue sólo una pura realidad para todos los habitantes de la Tierra, que iría a terminar en una catástrofe destructora, la más grande jamás conocida. Es un evento que sólo puede experimentarse una vez en la vida si, de más está decir, se logra sobrevivir a él. Increíblemente bello y a la vez, desesperadamente mortal. Peor que la peor de las pesadillas.
Figura 40
. Gigantescos dedos de fuego se elevan en lo alto del cielo, formando aterradores giros y superando en muchas veces el tamaño de la Tierra. El fin de nuestra civilización está próximo.
Los cambios en el campo magnético del Sol, viajando a la velocidad de la luz, ahora han alcanzado la Tierra. A su vez, produjeron cambios en los cerebros de los terrícolas; no muy drásticos, sino sólo sutiles. Esto fue suficiente para empujar el miedo a niveles desconocidos. Todos ahora estaban convencidos de que la población de la Tierra podía desaparecer completamente. Un grito primordial estaba ahora en la mente de casi todos: «Sobrevivir, ¡debo sobrevivir!». Otros, por su parte, permanecían completamente estoicos; sus voces sonaban más fuerte mientras recitaban sus plegarias pidiéndole perdón a su Dios. Para eso, ya era demasiado tarde. El Creador estaba encolerizado por los crímenes que la humanidad había cometido contra la naturaleza. Con su enojo contenido, Él generó el caos en ese Sol de miles de millones de años de antigüedad. Los Testigos de Jehová ahora tenían su fin del mundo, los islámicos decían que era la voluntad de Alá y muchos se convirtieron repentinamente. A la larga, la Biblia demostró ser cierta, pues había llegado el fin de los tiempos. En Nueva York, un nuevo día comenzaba. Una luz difusa, oculta detrás de espesa niebla, con un brillo jamás irradiado por la más brillantes de las luces, dominó la atmósfera entera. En la ciudad, se había detenido toda la actividad este 21 de diciembre. La nieve en las calles se derretía velozmente y la temperatura se elevó con toda rapidez. Una figura solitaria miraba toda la ciudad con su cámara infrarroja desde el edificio del
Empire State
y luego dirigía su mirada al Sol invisible. Tembló ante esta visión apocalíptica y decidió quedarse esperando lo inevitable. Mientras tanto, en el barco
Atlantis
, todo estaba dispuesto. Los casi 4000 pasajeros que se habían anotado años atrás para este viaje de supervivencia, estaban más que alertas. Observaban muy de cerca lo que ocurría. El barco pesaba más de 100 000 toneladas y estaba completamente lleno de alimentos, ropa y suministros energéticos. Contaba con un quirófano y también con un consultorio odontológico. Todos lucían ropa de estreno, tenían sus dentaduras en excelentes condiciones, habían traído anteojos de repuesto y demás. Después del cataclismo, iban a pasar años, antes de que la civilización comenzara a funcionar otra vez.
Desde el comienzo, todo estaba racionado porque la ola gigantesca podía llegar a destruir prácticamente todos los suministros de alimentos del mundo. También había algunas gallinas a bordo, un par de cabras y algunos pocos animales más. Muchos otros, así como plantas, semillas y aparatos estaban en otro barco carguero alquilado con este propósito. También se hallaban centenares de jóvenes mujeres a bordo, a las que se les habían ofrecido unas vacaciones gratis a bordo de un crucero, con la intención de que ellas se ocupasen de repoblar el mundo. Ellas lo sabían y dieron su consentimiento para viajar en estos días específicos. Uno nunca sabe. Seguro que no iban a lamentarlo.
Mientras sucedía todo esto, continuaban las erupciones solares con toda su fuerza, liberándose un torrente de radiación de onda corta energizada. Esta onda de choque interestelar, principalmente de rayos X y radiación gamma, podrían matar a los astronautas que se encontraran a miles de millones de kilómetros de distancia del lugar del hecho, y la tormenta de plasma solar desorientaría por completo su nave espacial. Las agujas de la brújula van a girar alocadamente, los equipos eléctricos van a entrar en cortocircuito y el radiofaro va a ser barrido por la tormenta de electrones. Una nave muerta va a circular en el espacio eternamente. Ahora la onda de choque de plasma solar interestelar se acercaba a la atmósfera terrestre. Los electrones y protones tenían una velocidad mucho mayor que la normal, debido a su impetuoso origen. En la Tierra había vientos, tormentas, huracanes y tornados. Los vientos no eran los causantes del mayor daño, las tormentas podrían arrancar árboles y hacer volar techos, etc., los huracanes iban a arrasar pueblos y ciudades enteras, mientras que los tornados destruirían todo lo que encontraran a su paso. Lo mismo va a ocurrir con las tormentas solares. La baja actividad arroja plasma a una velocidad lenta y la mayor actividad produce una importante cantidad de plasma que puede alcanzar algunos millones de toneladas. Pero ahora, todos los registros se habían dañado. Cientos de miles de toneladas de electrones con carga negativa y protones con carga positiva eran lanzados como torpedos al vacío del espacio. Las primeras partículas se aplastaron contra la magnetosfera y la mayoría de ellas rebotó, continuando su viaje hacia otros destinos. En circunstancias normales, la magnetosfera tiene la forma de una lágrima, con una parte globular en dirección hacia el Sol y alargada en la línea de la onda de choque. Cada vez más y más partículas empezaron a golpear contra el campo protector, que había funcionado perfectamente durante los últimos 11 003 años y, del mismo modo que el parabrisas de su auto lo resguarda del viento, la magnetosfera cumplía con su tarea de protección. La incesante corriente de partículas radioactivas estaba haciendo su lento y destructivo trabajo.
Figura 41
. Gigantescas explosiones magnéticas nucleares parecen desgajar al Sol de manera continua.
El campo magnético de la Tierra colapsa
El parabrisas empezó a quebrarse, las partículas eran cada vez más grandes pero la pantalla aún se mantenía en pie —del mismo modo que un parabrisas completamente resquebrajado puede sostenerse debido a los soportes reforzados— filtrándose por él, billones y billones de partículas cargadas. Estas sobrecargaban los cinturones de Van Allen, que también circunvalan la Tierra. Otras partículas corrían en espirales descendentes hacia las líneas magnéticas de los Polos Norte y Sur. De ese modo, gran cantidad de energía se liberaba debido al estímulo recibido por los átomos de nitrógeno y oxígeno. El resultado fue la generación de auroras boreales y australes teñidas de brillantes colores, tornándose a cada minuto, más y más violentas, y representando una señal de advertencia de lo que estaba por venir. El escudo de deflexión de la Tierra también se estaba afectando progresivamente por la tormenta geomagnética que estaba por alcanzar su máxima potencia. Y no podía ser de otra manera, pues el Sol había arrojado partículas al espacio, a una turbovelocidad. Eyectadas a enormes velocidades, estas partículas electromagnéticas se abrieron paso por la atmósfera con una fuerza mayor que la usual, creándose una especie de chimenea donde las líneas del campo de los vientos solares se adentraron en la magnetosfera. Se generaron tormentas sumamente fuertes en las capas superiores de la atmósfera, las conversaciones telefónicas se interrumpieron, las conexiones radiales se desconectaron abruptamente y las señales televisivas entraron en cortocircuito. En resumen, desapareció toda posibilidad de comunicación en la Tierra. Era algo aterrador, más aterrador que cualquier otra cosa, pues sin comunicaciones, este mundo no podría sobrevivir.
Figura 42
. El punto culminante se alcanza cuando una gigantesca red de llamas solares rodea al Sol. Una de ellas contiene la misma energía que cien mil millones de bombas explosivas de hidrógeno.
La tormenta solar más grande de la historia desde el fin de la Atlántida, estaba ahora haciendo su trabajo mortal. El flujo de electrones se hacía sentir en los polos, donde hallaron su camino. En Canadá, se sobrecalentaron los transformadores eléctricos, siendo esta una reacción en cadena seguida de reactores que se derrumbaban. El flujo de electrones ahora adquiría una fuerza huracanada, penetrando la atmósfera cada vez más. Todas las plantas de energía eléctrica y nuclear del planeta entero fueron cayendo una por una. Había vuelto la era del hombre de las cavernas. En muchas partes, los motores de combustión entraron en cortocircuito y quedaron fuera de servicio; era como si ya nada fuera a funcionar nunca más. Los Testigos de Jehová rezaban para estar entre los elegidos, otros tenían un color gris mortecino y sólo atinaban a murmurar incoherencias; sólo les quedaban unas pocas horas y entonces, sus vidas, abruptamente llegarían a su fin en un terremoto, erupción volcánica u ola gigantesca.
En el barco
Atlantis
, aislado con plástico contra las corrientes de inducción y los campos magnéticos, podía oírse una voz por sobre las restantes. Era la mía: «Estimados amigos, la hora de la verdad ha llegado, hemos estado preparándonos durante años para este día, y ahora está aquí. La Tierra se ha desplomado en una feroz y desconocida tormenta magnética y toda conexión con el mundo exterior ha desaparecido. Ahora no sabremos qué sucede, lo que sí sabemos es que dentro de poco, la corteza terrestre se desconectará y causará una catástrofe mundial. No tenemos certeza de que vayamos a sobrevivir, pero tenemos posibilidades si la ola gigantesca no es demasiado alta y el océano no se abre a causa de un maremoto. Ahora quisiera que tomen todos sus asientos o se dirijan a su camarote y se aseguren lo mejor posible contra los golpes que el barco recibirá. Recuerden que no deben comer y pueden beber lo menos posible; si van al baño mientras el barco está luchando contra las olas, pueden llegar a lastimarse seriamente. Si logramos sobrellevar este día, entonces lo peor habrá pasado; esperemos lo mejor. Les aseguro que será bueno vivir en el nuevo mundo que iremos a comenzar».
Hubo un silencio mortal durante un minuto y luego se produjo un ruidoso aplauso, liberando las emociones que habían quedado contenidas. Fue un gran momento para todos y les pertenecía a los pocos que habían creído en las profecías del zodíaco. Gracias a ello, ahora estaban por recibir la recompensa de seguir viviendo. El hecho de que iban a perder todo lo que poseían los conmovió profundamente, pero la esperanza surgió de la nueva vida que estaba por comenzar luego de la catástrofe. Las crecientes necesidades de la humanidad habían colocado a la Tierra al borde del desastre; este evento la haría llegar a su fin, creando una nueva posibilidad de hacerlo mejor esta vez, siguiendo las leyes de la naturaleza y no las leyes opresivas del supercomercio y sus fuerzas destructivas. Valía la pena seguir vivo. De un solo golpe muchos problemas desaparecerían, aunque muchos otros iban a comenzar. Sin embargo, la creencia en la supervivencia era muy fuerte y constituiría la fuerza motriz detrás de una nueva existencia.