Continentes hundidos y surgentes.
Hay dos márgenes del continente africano y el problema fundamental aparece dos veces, a saber: ¿por qué los continentes de la Tierra terminan de manera tan abrupta y se sumergen tan empinadamente en el profundo mar? […]. Y más sorprendente aún, ¿cuál es el significado de las márgenes montañosas de la mayoría de los continentes, que son altas, gruesas y en relieve? […]. La corta sección transversal en la larga cadena Lebombo no parece demasiado impresionante, pero ilumina acontecimientos lejanos de este remoto solar de la Tierra, pues aquí queda expuesta la antigua margen del continente. No hace mucho tiempo, durante el período cretácico, el mar se extendía hasta aquí desde el Este. Y la llanura entre las colinas de Lebombo y la actual costa, es el lecho del mar elevado… Lo que vemos son los flancos de una curva descendente de África Septentrional hacia el océano Índico.
Pero vemos mucho más. Vemos los estratos sedimentarios seguidos por rocas volcánicas hacia el este de las colinas; algunas corren paralelas a los estratos, como torrentes o láminas derramados sobre ellos e inclinadas con ellos. Otras irrumpen por las capas de piedra arenisca, elevándose empinadamente desde abajo. Esto significa que, dado que el borde del continente se plegó en las colinas de Lebombo, la corteza explotó y se abrieron grietas, por las cuales la sustancia incandescente e hirviente salió disparada.
En consecuencia, la margen oriental —hacia fines del período paleozoico—, era una gigantesca bisagra sobre la cual se doblaba la corteza terrestre para ser cubierta por el océano. Lo que vemos aquí es meramente una sección transversal […], uno puede seguir más adelante hacia el Norte o Sur, e incluso al otro lado del continente y descubrir que grandes franjas de esta tierra especial han tenido el mismo destino. Los océanos se hundieron adyacentes a los continentes, y el continente se elevó desde el océano.
Por lo tanto, queda en claro que los continentes se elevaron y se plegaron a escala gigantesca y que volverán a hacerlo en el año 2012. Esto nos retrotrae a nuestra historia. Cuando, luego de horas y horas, la onda cargada de partículas declina, el magnetismo del interior de la Tierra puede restablecerse. Sin embargo, los polos igual se moverán porque el que se encuentra más cerca del Sol habrá recibido el impacto completo. La corteza terrestre dejará de flotar acompañada nuevamente por apocalípticos terremotos, con partes de tierra que se derrumban, una desconocida actividad tectónica y volcanes en erupción. Pero entonces, como si eso no fuera lo suficientemente malo, la mayor catástrofe sucederá, pues debido a la inercia, el movimiento de los océanos no puede detenerse, por lo tanto, una gigantesca ola cubrirá la tierra. Según la antigua tradición, la altura de semejante ola llegó a alcanzar en muchos lugares un kilómetro y medio. Por eso, y no sin razón, los mayas estaban horrorizados. Escondido en lo alto de la montaña había un templo de vírgenes quienes, luego del desastre, debían encargarse de volver a poblar el mundo.
Antigua ciencia
Esta es la ciencia de los ancestros y yo creí firmemente en ellos sin ninguna duda. ¿Por qué? Porque nuestro campo magnético es una de las maravillas menos comprendidas del universo. En el artículo
Reversiones geomagnéticas
publicado en
Science
el 17 de enero de 1969, Alian Cox afirma: «Existe una incómoda falta de teorías que expliquen el actual campo magnético». En el año 2000 nada ha cambiado. ¿Qué piensan los científicos ahora? Nuestro campo magnético es electromagnético; todo el mundo lo sabe. ¿Cómo es eso? Bueno, dado que nuestro planeta rota, el magnetismo es inducido de una manera muy similar a la inducción por el flujo de una corriente eléctrica, a través de una bobina de alambre. En otras palabras, la Tierra es una dínamo gigantesca con un polo norte y otro sur. Eso es todo. No les pregunte más, pues ¡en verdad no lo saben!
Las reversiones de la polaridad suelen ocurrir y los geólogos lo han comprobado. Sucede cada 11 500 años, pero nadie sabe por qué. Toda especulación conduce a una «fuerza desconocida» que produce las reversiones, pero aún no hay respuestas. ¿Incómodo? ¡Seguro que sí! Eso nos conduce al Sol, donde se observa qué poderosa puede llegar a ser una reversión magnética. Las fuerzas magnéticas son el mismísimo disparador de millones de explosiones nucleares en el Sol. Esto es así porque nuestro Sol es una estrella magnética, con un polo norte y un polo sur, además de un ecuador.
Al igual que la Tierra, el Sol rota y lo hace muy rápidamente, a más de 6400 km por hora en la superficie, creando millones de campos magnéticos que calientan su corona a más de un millón de grados. Sólo una llama solar que explota desde un cortocircuito en un campo magnético, da tanta energía como dos mil millones de bombas de hidrógeno. Imagine semejante explosión en la Tierra y rápidamente podrá calcular la magnitud del daño.
Luego están las manchas solares. Su propiedad más predominante es su intenso campo magnético. La fuerza magnética de una mancha solar es inmensa, 20 000 veces más poderosa que la de la Tierra. Las manchas solares explotan por la superficie del Sol cada once años, ese es su ciclo. Al comienzo de cada ciclo, la polaridad magnética en las manchas solares se revierte, creando gigantescas explosiones nucleares.
Eso nos retrotrae a los antepasados. Ellos habían hallado una teoría sobre los campos magnéticos del Sol. En su libro
The Mayan Prophecies [Las profecías mayas]
, Cotterell describe esta teoría y presenta los cálculos mayas de las reversiones en el campo magnético del Sol, estableciendo que al cabo de miles de años se produce una verdaderamente grande. Cuando eso suceda, enormes llamas solares escaparán del Sol y caerán sobre los polos de la Tierra. Y luego, ¡pum! El campo magnético de la Tierra se revertirá y esta comenzará a girar en otra dirección, convirtiéndose el polo norte en el sur y viceversa. ¿Leyó eso? ¡La Tierra comenzará a girar en sentido contrario y los polos se revertirán!
Después de leer estas advertencias, un terrible temor se apoderó de mí. Es evidente que un desastre mundial de desconocidas proporciones se está acumulando para nosotros. Casi toda la población de la Tierra perecerá. Europa se deslizará nuevamente a la era glacial y se tornará inhabitable, pues la corriente del Golfo habrá desaparecido. América del Norte será peor, pues desaparecerá de un momento a otro bajo el hielo del Polo Sur, así como ocurrió con la Atlántida. Me desesperé tanto que pude haberme matado. Por fortuna, no tuve tiempo de hacerlo porque primero debía terminar mi investigación. No cabe ninguna duda de que esto va a suceder. En su libro
The Path of the Pole
, el profesor Charles Hapgood escribe:
He hallado evidencia de tres posiciones diferentes del Polo Norte, recientemente.
Durante la última glaciación de América del Norte, el polo parece haber estado ubicado en la bahía de Hudson, aproximadamente a 60° de latitud Norte y a 83° de longitud Oeste.
Parece ser que se corrió a su sitio actual en medio del Océano Ártico, hace unos 12 000 años.
Los métodos para obtener datos sobre la radiación, también nos sugieren que el polo llegó a la bahía de Hudson hace unos 50 000 años; antes de esa fecha, se encontraba ubicado en el Mar de Groenlandia, aproximadamente a 73° de latitud Norte y a 10° de longitud Este. Treinta mil años antes, es probable que el polo haya estado en el distrito del Yukón en Canadá.
Si el Polo Norte cambia, el Polo Sur cambia también. Hapgood escribe lo siguiente:
Una poderosa confirmación de otro de los corolarios de un polo emplazado en la bahía de Hudson, proviene de la Antártida. Con un Polo Norte a 60° de latitud Norte y 83° de longitud Oeste, el Polo Sur correspondiente habría estado ubicado a 60° Sur y 97° Este en el océano que baña las costas de Mac-Robertson en la tierra de la Reina Maud, en la Antártida. Esto colocaría al Polo Sur unas siete veces más lejos del casquete del Mar de Ross en la Antártida, de lo que está ahora (ver la figura). Cabe esperar, entonces, que el Mar de Ross no se haya helado en esa época.
Precisamente, tenemos la confirmación de este hecho.
Junte la precesión equinoccial —que es un desplazamiento de la corteza terrestre— y las reversiones magnéticas y habrá creado un asesino colosal. Estas transportan islas y montañas más alto aún, hacia el cielo, provocando extinciones a una escala gigantesca. Es innegable que existe un vínculo entre las eras glaciales y las reversiones magnéticas. El hielo desempeñó un papel fundamental en casi todas las extinciones de la historia. Steven M. Stanley —de la Universidad John Hopkins— dice que el enfriamiento climático fue el «agente dominante» de la extinción cámbrica, como lo fue en el periodo pérmico, en el devónico, etcétera.
Figura 5
. La senda del Polo Sur según Hapgood.
Figura 6
. Nueva vista del interior de la Tierra
Hace poco más de cien años, la gente se asombraba ante la sugerencia de que grandes láminas de hielo con un espesor de aproximadamente 1,6 km, alguna vez se depositaron sobre las templadas tierras de América del Norte y Europa. Luego, la gente aceptó la idea no sólo de una era glacial sino de una serie de ellas. A medida que pasó el tiempo se hallaron evidencias de eras glaciales en todos los continentes, aun en los trópicos. Se descubrió que las láminas de hielo alguna vez cubrieron vastas áreas de la India tropical y del África ecuatorial. Coleman, una de las mayores autoridades sobre eras glaciales, escribió en su libro
Ice Ages Recént and Andent [Eras glaciales recientes y antiguas]
:
También se descubrió que estas láminas de hielo se distribuyeron aparentemente de una manera caprichosa. Siberia, ahora una de las partes más frías del mundo, no estaba cubierta, tampoco lo estaban la mayor parte de Alaska ni el territorio del Yukón en Canadá, si bien el norte de Europa, con su clima relativamente cálido, se encontraba bajo el hielo a la altura de Londres y Berlín. La mayor parte de Canadá y Estados Unidos estaba cubierta de hielo hasta la altura de Cincinnati y el valle del rio Mississippi.
Los escritores más recientes concuerdan en que la situación descripta por Coleman, en esencia es muy precisa. El profesor J. K. Charlesworth, de la Universidad de Queen en Belfast, expresa su opinión de la siguiente manera: «La causa de todos estos cambios, uno de los mayores acertijos en la historia geológica, aún no ha sido desvelada, a pesar del esfuerzo realizado por generaciones de astrónomos, biólogos, geólogos, meteorólogos y físicos».
Coleman, quien realizó un gran trabajo de campo en África y la India, estudiando las evidencias de las eras glaciales, narra de manera interesante sus experiencias, al hallar signos de un intenso frío, en áreas donde debía trabajar bajo el abrasante calor del sol tropical:
Una calurosa tarde de comienzos del invierno, a dos grados y medio dentro de la tórrida zona en medio de un entorno tropical, era muy difícil imaginar esta región cubierta, durante miles de años, con miles de pies de hielo. El contraste del presente con el pasado era sorprendente y resultaba fácil ver por qué algunos de los primeros geólogos lucharon tanto tiempo contra la idea de la glaciación en la India a fines del período carbonífero.
Después de algunas horas de trepar y martillar bajo el intenso sol africano, a 27° 5 minutos de latitud, sin una gota de agua, juntando piedras estriadas, y una losa de piso pulido de pizarra, me ofrecieron un contraste sumamente impresionante entre el presente y el pasado, pues aunque en el 27 de agosto aún está por comenzar la primavera, el calor es muy igual al que se encuentra en un soleado día de agosto en América del Norte. La luminosidad agobiante y la transpiración hicieron que la idea de pensar en una lámina de hielo de algunos miles de pies de grosor, en ese punto, fuera algo sumamente increíble pero muy atractivo…
Por lo tanto, ahora sabemos que las eras glaciales y los desplazamientos de los polos suceden con frecuencia. En unos pocos años volverá a ocurrir. Pero aún yo tenía muchas preguntas que seguían sin respuesta, tales como: si de repente mi país es destruido, ¿cómo puedo escapar si no tomé ningún recaudo? En la obra
When the Sky Fell
estaba claramente escrito que, luego del desastre de la Atlántida, se inició la agricultura en diversos lugares del mundo y con los mismos cultivos y las mismas técnicas. ¡Estos debían provenir sin duda de la misma civilización! Con intriga lo leí y me quedé pensando sobre el tema. Parecía un acertijo sin solución, algo imposible. Si su país desaparece de un plumazo, no puede levantar vuelo con una carga de cereales y construir una civilización como la de Egipto. Me era imposible resolver esto, hasta que un día recibí el libro
Le Grand Cataclysme (El gran cataclismo)
de Albert Slosman. Anne Papillon me lo envió desde París. Yo la había conocido dos meses antes en Amberes y le había comentado acerca de mi investigación. Entonces, ella comenzó a buscar en las librerías de París para mí y halló una copia del libro, de segunda mano. Empecé a leerlo con grandes expectativas.