Durante ese día —día que aparentemente nunca llegaba a su fin (27 de julio)—, el destino de Aha-Men-Ptah quedó sellado. En el extremo meridional del continente que se hundía, flotaban los
Mandjits
considerados como imposibles de hundirse y ahora había llegado el momento de probar su reputación. En Occidente, el cielo aún brillaba con un color púrpura, a causa de los acontecimientos producidos por el cataclismo. Pero ¿en verdad era el Oeste? Se avecinaba una tormenta, en tanto olas de varios metros de altura se estrellaban contra los
Mandjits
. El agua entraba por los huecos de las embarcaciones haciendo difícil que estas se mantuvieran derechas. Luego de un período relativamente tranquilo, la violencia volvió a desatarse. Esta vez fue un ciclón y algunos de los barcos de papiro se hicieron trizas. En estas enormes masas de agua, los capitanes sobrevivientes de los barcos trataron de luchar contra el terror de la naturaleza. Aún no habían sobrepasado el límite de lo imposible. En el cielo púrpura que ahora estaba tranquilo, de repente vieron salir el Sol con movimientos abruptos y lo observaron con angustia. Se aferraron a las barandas de los barcos para cerciorarse de que todavía estaban a bordo. Unos minutos más tarde, el Sol volvió a desaparecer y sobrevino la noche. Para su asombro, las estrellas también adoptaron ese ritmo rápido; luego la Luna apareció y se movió con tal velocidad por el cielo que parecía que iba a chocar con la flota. La noche entera sobrevino en menos de una hora. Nadie sabía qué estaba sucediendo, nadie podía decir si este día sería seguido por otro o no. El horizonte se mantuvo color carmín, con una claridad sobrenatural, fantasmal y enigmática. Todos pensaban que su final había llegado, como así también había llegado el fin del mundo, por obra de titánicos terremotos. Todo se había ido, excepto la bruma.
Figura 10
. Esta es una de las ilustraciones fundamentales, escritas en las paredes de los templos egipcios. Muestra el escape de Osiris, Horus e Isis. A la izquierda está la inundación y a la derecha, los Mandjits casi destruidos. En el medio la reina Nut. Ella los protege.
En el horizonte la calma reinaba otra vez. Un chorro de piedras incandescentes fue arrojado en la lejanía y el mar turbulento se encendió. Mientras caía una lluvia de fuego, los sobrevivientes se dieron cuenta de que habían presenciado las últimas convulsiones de Aha-Men-Ptah. Para muchas personas era demasiado duro de creer, pues por generaciones y generaciones su tierra había sido el centro del mundo y ahora se caía a pedazos, mezclándose con las aguas que se elevaban, abandonándolos. Los que tenían buena vista pudieron ver a través de una niebla púrpura que las últimas montañas habían desaparecido bajo las aguas. ¡Nada había quedado! ¡Nada!
Este hundimiento elevó el nivel de las aguas. Una ola gigantesca, de doce metros de altura y varios kilómetros de ancho se aproximó envolvente hacia ellos, destruyéndolo todo a su paso. Cientos de personas fueron arrojadas al mar pero, afortunadamente, muchos se habían atado a los mástiles, con las sogas que colgaban de las velas. Isis y Horus estaban atados sujetos en su barco perdido, igual que Nepthys y Nut y sus compañeros. ¡Y Seth también! Él se las había ingeniado para escapar y ahora buscaba a los «Hijos de la Rebelión».
Mientras tanto, Horus empezó a diseñar estrategias tratando de olvidar su insoportable dolor. No iría a salvarse permaneciendo en su barco; a fin de sobrevivir, debía elegir un lugar de destino donde pudiera desembarcar sin peligro. Se preguntaba cómo podría suceder todo esto. Del «Maestro de las Combinaciones Matemáticas Celestiales» había aprendido que la Tierra era una esfera, igual que la Luna y el Sol. La observación, seguida por minuciosos cálculos de figuras geométricas formadas por los planetas y los cuerpos celestiales, habían revelado una única ley universal, la cual condujo a este gran cataclismo. Pero la Tierra iba a seguir existiendo, aunque fuera destruida en su mayor parte por los acontecimientos. Esto era algo esperanzador.
De repente, Horus se dio cuenta de que los
Mandjits
no se mantendrían a flote. Habían sido tratados con betún y este ya se estaba derritiendo a causa del calor. Pronto comenzarían a tener filtraciones y desaparecerían en las profundidades. Después de este descubrimiento, volvió a dormirse y llenarse de sueños. Se preguntaba por qué los sacerdotes apuntaban a la falta de creencia como la causa principal del cataclismo. ¿Acaso su Creador no sentía ninguna piedad por ellos? Él tendría que empezar todo de nuevo para poder comprenderlo. Un grito de su madre lo devolvió a la realidad. Abrió el ojo que le quedaba, que por cierto tenía severas heridas, y a través de la bruma preguntó: «¿Hay algún problema con los
Mandjits
, madre?».
«No, es el día, el cual aparentemente está comenzando por el lado correcto».
«¿Por el lado correcto? ¡Eso es imposible! Eso sería posible sólo si estuviéramos en la dirección equivocada».
«Por cierto que es el Este, Horus, porque hay tierra visible en el Oeste».
El nuevo acertijo dejó a Horus perplejo; ya era hora de encontrar una solución para todos estos acontecimientos apocalípticos. Un clamor angustioso provenía de todos los barcos cuando vieron este inexplicable movimiento del Sol. Todos estaban aterrorizados. Pero el día transcurrió con el Sol del lado equivocado, sin que nada sucediera y la paz fue restituida. Isis se cambió la ropa y fue reconocida por su pueblo. Cuando estuvieron cerca, ella habló con voz estentórea: «Les hablo a todos, si están dispuestos a vivir en paz con Dios, quien los creó a su imagen, entonces una segunda patria los aguarda: Ath-Ka-Ptah. Allí, los rayos de un segundo Sol se encargarán de nuestra resurrección».
En otro barco, Nepthys pensaba. En la proa se encontraba el cuerpo de su querido hermano, envuelto a salvo en el cuero del toro. De repente ella «vio» ¡a una persona muerta!, algo que no tenía cómo explicar…
Entonces se llenó de regocijo; comprendió que un milagro se había producido. Frente a ella, Osiris apareció en el cielo estrellado. ¡Él, que había nacido como un Dios y asociado con esta constelación, renacía en el cielo! Su Padre, para hacerles saber de su omnipresencia en toda circunstancia, ¡le dio vida otra vez a su Hijo!
Nepthys no sabía por qué, pero de pronto se sintió llena de confianza en sí misma.
Aquí la historia de los muertos de la Atlántida llega a su fin. Todos los hechos estarían entretejidos más adelante en la religión egipcia.
La constelación de Orión —nombre con el cual Osiris fue designado—, hallará su imagen en la Tierra en las tres pirámides de Giza. El hecho de que Orión (Osiris) volvió a «despertar» en el cielo estrellado, se convertirá en la fuerza conductora que sustenta la religión estelar egipcia. Todos los posteriores faraones que fueron sucesores quisieron «renacer» en la bóveda de estrellas, como lo había hecho su ilustre predecesor. Por eso, las pirámides están construidas a semejanza de las estrellas; la culminación del ciclo real de nacer de nuevo. En esencia, una religión basada en estrellas se generó a partir de la creencia de que los reyes muertos se convertirían en almas estelares. ¡Esta religión iba a durar más de 9000 años!
Figura 11
. Osiris, Amo de las Dos Tierras: Aha-Men-Ptah y Ath-Ka-Ptah.
Los faraones se consideraron a sí mismos como los seguidores de Horus reencarnado, el Viviente. Cuando murieran, renacerían a fin de poder elevarse a las estrellas. Todos los funerales tuvieron lugar en la margen occidental del Nilo, donde la comarca de las pirámides simbolizaba el área que rodeaba a Orión en las «orillas» de la Vía Láctea. El traslado de los cuerpos muertos a la orilla opuesta del Nilo era un simbólico pasaje ritual del alma hacia el otro lado del Nilo celestial (la Vía Láctea), donde se encontraba el paraíso celestial y donde Osiris empuñó el cetro. Ahora todos pueden comprender por qué: Orión (Osiris) fue el primer rey-Dios que resucitó, ¡por eso el monumento erigido en su nombre es la mayor obra «arqueoastronómica» de la resurrección que jamás haya existido!
Los puntos cardinales en esta brújula eran importantes en este ritual, pues el Sur marcaba el comienzo del ciclo, el Oeste el inicio de la muerte simbólica en el momento en que la estrella desaparecía en el horizonte; el Este simbolizaba el renacimiento de la estrella. Todo esto es una reminiscencia de los acontecimientos del día del «Gran Cataclismo». Aparte de eso, hay centenares de cosas que podrían simbolizar la religión y los hechos interconectados. Por ejemplo, en Heracleópolis, se ofrendaba un toro por día para que tomaran su cuero; en el templo de Dendera, el cuero del toro simbolizaba la mayor santidad. El ojo perdido de Horus puede hallarse en el pecho de todos los faraones, etc. En Egipto, también es posible encontrar «arcas» de la Atlántida.
LOS
MANDJITS
DE LA ATLÁNTIDA
Del capítulo anterior sabemos que los sobrevivientes de la catástrofe tuvieron que agradecer por sus vidas a los
Mandjits
, que tenían fama de permanecer siempre a flote. Naturalmente, sus descendientes iban a incluir este gozoso suceso en su religión. El descubrimiento de embarcaciones en medio del desierto, sólo representó una fuente de problemas insuperables e inexplicables para los egiptólogos. En mayo de 1954, el arqueólogo Kamal-el-Mallakh halló un pozo en el lado sur de la Gran Pirámide, de 31,5 metros de largo y 23,5 metros de profundidad. Dos metros debajo de eso, encontró bloques de piedra caliza, algunos de los cuales pesaban más de quince toneladas. Debajo de este techo de piedra se encontró un bote de cedro, desarmado. Tardaron catorce años en reconstruirlo, pero el resultado valió la pena, pues resultó ser una nave de 43 metros de longitud, del mismo tamaño que tenían las que eran usadas por los vikingos para cruzar el Atlántico. El hallazgo provocó muchos interrogantes entre los egiptólogos. Si este barco había sido construido por armadores que tenían conocimiento de navegación en el mar abierto, entonces ¿quiénes eran ellos? Según la historia ortodoxa, los egipcios fueron nómadas durante algunos siglos antes de la construcción. ¿Dónde habrían podido adquirir los conocimientos en el desierto para construir embarcaciones para navegar en el mar? Por cierto, podría decirse que los faraones sólo los usaban en los rituales, pero aun así, ¿de dónde obtuvieron el diseño? Preguntas, preguntas y más preguntas. Por supuesto, ya sabemos que la única respuesta lógica es que provenía de sus antepasados, los cuales usaron embarcaciones similares para escapar de su país. En 1991 el misterio fue aun mayor para los egiptólogos. En Abydos existe uno de los edificios más antiguos de Egipto, el Osireion. Según el profesor Naville, quien descubrió la estructura en 1914, este enorme edificio fue un gran depósito de agua que se llenaba cuando subía el rio Nilo. El templo cercano de Seti estaba dedicado a Osiris. Los textos de la pirámide dicen lo siguiente sobre el tema: «Tú has muerto, pero vivirás de nuevo. Ve al lago y sigue por el canal a Abydos».
Figura 12
. Oronteus Finaeus, mapa de la Antártida, Oronteus Finaeus de la Antártida.