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Authors: Louise Cooper

Tags: #Fantasía

LA PUERTA DEL CAOS - TOMO I: La impostora (6 page)

BOOK: LA PUERTA DEL CAOS - TOMO I: La impostora
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—¡Lias, eres un cínico!

—Tonterías. Soy un realista, que es algo muy distinto. Pero, en serio, Ria, creo que deberías devolver tu conciencia a su lugar. Sé que Keridil ha puesto el listón muy alto, pero para todo el mundo, incluido el Círculo, es evidente que Chiro está admirablemente capacitado para el cargo. Has hecho la elección adecuada.

—Estoy segura de que tienes razón. Pero sigo teniendo mis dudas acerca de los principios de todo este asunto. Me siento una entrometida.

Lias se rió.

—Si eso fuera verdad, ¿crees que el Círculo de Adeptos permitiría que metieras los dedos en su sopa sin oponerse? No, no es más que algo para la galería, Ria, y todos aquí lo saben.

—Todos excepto yo, querrás decir —replicó Ria con cierto rencor.

—No, no quiero decir eso. Lo que pasa es que tienes una conciencia algo más activa que la del resto de nosotros, y ésa es una de las muchas cosas por las que te queremos.

La Matriarca le dirigió una mirada aviesa y luego, de improviso, se echó a reír.

—Lias, eres un granuja sin remedio. Cuando todo lo demás falla, recurres sin escrúpulo alguno a tu encanto y tus trucos. Me recuerdas a mi hermano —añadió con fingida seriedad.

Lias hizo una mueca.

—¿Cómo está Paon? Hace muchos años que no lo he visto.

—Oh, no ha cambiado. Su fortuna crece con cada cosecha de uva, al igual que la buena opinión que tiene de sí mismo.

—Señor de todo lo que ve, ¿eh? Y el completo contrario de su hermana. ¡De verdad, Ria, nunca entenderé cómo una familia pudo producir una hija tan modesta y un hijo tan creído! —Sonrió—. ¡Casi superas a Chiro en tu ausencia de autoestima!

—Y, cuanto más vieja se hace una, más estúpida —contestó Ria ásperamente—. Puede que a Chiro y a mí nos falte el autobombo que tanto os gusta a los nativos de la Isla de Verano, pero somos bastante conscientes de nuestras cualidades. Y una de ellas es saber cuáles son nuestras limitaciones.

Lias volvió a reírse. Él y Ria siempre habían disfrutado con aquellas peleas medio en broma, que con los años se habían convertido en parte integral de su amistad.

—Ojo —dijo—. Chiro debe saber que está mejor cualificado que nadie para ocupar el lugar de Keridil, aunque nada consiga hacer que lo admita. A propósito, ¿sabías que recientemente fue confirmado en el séptimo grado?

—¿De verdad? No me había enterado. —El séptimo era el máximo grado del Círculo y, si bien la naturaleza de las pruebas de iniciación sólo era conocida por los adeptos superiores, Ria sabía que muy pocos conseguían superarlas. Aunque no tuviera ni un ápice de vanidad, Chiro debería sentirse orgulloso en privado de aquel honor.

—Es un logro espléndido —comentó Ria.

—Y también muy conveniente. Según tengo entendido, Keridil Toln se mostró especialmente contento. La superioridad que confiere hará que las cosas sean mucho más fáciles para Chiro cuando en el futuro tenga que tratar con Margraves de provincia recalcitrantes o con eruditos con ganas de polémica. Nadie se pelearía con un mago de séptimo grado, ¡no fuera a ser que éste enviara a uno de sus demonios domados a hacer una visita en el momento más inesperado!

—¡Vamos, Lias! —le recriminó Ria; sin embargo, no pudo evitar sonreír ante su irreverencia—. Eres un hombre molesto —afirmó—. Debería estar enfadada contigo, pero en vez de eso me siento en deuda. En estos minutos me has hecho mejorar el humor y me has ayudado a recuperar mi sentido de la proporción. —Miró su plato y tocó sin ganas la comida fría con el tenedor—. Hasta empiezo a tener hambre, aunque, la verdad, esto no tiene ahora un aspecto muy apetitoso.

Lias sonrió.

—He estado tan ocupado que casi no he probado bocado desde el amanecer. ¿Crees que si nos presentamos juntos en el comedor y ponemos cara de indefensos y perdidos, alguno de los criados se apiadará de nosotros?

Ria se echó a reír.

—Estoy segura de que así será.

Él se levantó y, haciendo una reverencia, señaló la puerta.

—Entonces, dejad que os sirva de escolta, Matriarca. Comeremos, beberemos y disfrutaremos de un par de horas de chismorreos y después nos enfrentaremos al resto de las obligaciones de este día con satisfecha ecuanimidad. ¿Trato hecho?

—Trato hecho —asintió la Matriarca.

Dos días después se celebró un banquete para dar la bienvenida a los distinguidos huéspedes del Castillo. Aunque la expectación ante la conferencia que debía tener lugar al día siguiente frenó un tanto la animación, fue, de todas maneras, un espléndido acontecimiento y Ria lo disfrutó mucho, a pesar de la tristeza que sentía en el fondo. Había viejos conocidos con los que renovar el contacto, gente nueva para descubrir y, sobre todo, la oportunidad de charlar familiarmente con Chiro Piadar Lin. Ambos eran viejos amigos —se conocían desde que Ria había visitado por primera vez el Castillo como hermana recién ordenada muchos años atrás—, pero hasta entonces sólo habían tenido tiempo para unos cuantos encuentros breves en medio de asuntos de trabajo, y Ria deseaba una mayor comunicación.

Durante la comida, se sintió muy halagada al descubrir que la habían colocado a la derecha del Sumo Iniciado en la mesa del banquete, con Chiro a su lado. Keridil era el perfecto anfitrión, pero la tensión de hacer frente al acontecimiento era evidente en él; tenía aspecto cansado, hablaba poco y, con el gran salón del Castillo como fondo —iluminado con antorchas, lleno de música y de la animada conversación de los invitados—, parecía una sombra, un fantasma viviente.

Chiro era muy consciente de cuánto había afectado a Ria el declinar de Keridil y aunque su galante determinación de distraerla era a veces un poco demasiado obvia, ella le agradeció el respiro que le proporcionaba. También hallaba algo de consuelo en el hecho de que el Sumo Iniciado por fin se encontraba lo bastante bien para tomar parte en las celebraciones. Ria le había presentado a Avali poco antes, aquella misma noche, y él parecía haberla adoptado como sobrina, de manera que, cuando el banquete acabó y la fiesta dio paso a charlas menos ceremoniosas, mezclándose los invitados, Avali se sintió emocionada al ver que la invitaban a sentarse a la mesa del Sumo Iniciado.

Ria, una vez convencida de que Avali no bebería demasiado vino ni hablaría de manera indiscreta, paseó por la sala, saludando a los pocos viejos amigos a quienes todavía no había tenido tiempo de ver desde su llegada, y asegurándose de que las otras hermanas se encontraban a gusto. Sus colegas más jóvenes estaban cohibidas por todo lo que las rodeaba, pero el calor de la bienvenida y la amabilidad de sus anfitriones estaban derribando barreras, por lo que, poco a poco, hasta las más tímidas vencían su introversión.

Chiro la alcanzó cuando regresaba a su mesa, tras una breve consulta con la hermana Fiora. La cogió del brazo, la llevó a uno de los bancos que flanqueaban las paredes e indicó una botella de vino y dos copas que había en una pequeña mesa.

—Especialmente para ti, Ria —dijo sonriente—. Una botella de la cosecha del Festival de Shu.

—¿Recuerdas eso? —exclamó, sorprendida y emocionada.

—¿Tu preferencia por ese vino en particular? Sí, lo recuerdo muy bien. —Esperó a que ella se sentara para servir las copas y luego tomó asiento a su lado y le entregó una de ellas.

—Brindo por tu buena salud. Y quizá debería añadir por la buena salud de tu futuro… sobrino o sobrina nieta, ¿verdad?

Ria sonrió.

—Sí. Gracias.

Chiro miró hacia Avali, que seguía sentada junto a Keridil y sus acompañantes.

—El Sumo Iniciado le ha cogido mucho cariño a tu sobrina. Me dijo antes que la encontraba hermosa e inteligente, y una compañía refrescante.

—Qué amable… —Ria se sentía muy honrada, pero sentía que debía añadir algo—. Aunque en el fondo pienso que no debería haberle permitido venir. Resulta una gran carga para la hospitalidad del Círculo.

—Nada de eso. Keridil quería que esta conferencia fuera también un acontecimiento social, y le alegra tener caras nuevas a su alrededor. Y, si encuentra agradable la compañía de tu sobrina, tenemos que estarte agradecidos por haberla traído. —Ria sonrió y el adepto prosiguió—: Fiora me ha contado que la chica estará en tu Residencia hasta que nazca el niño, y que estás pensando en adoptar a la criatura.

Ria sabía que la pregunta nacía tan sólo de una amistosa curiosidad. Aun así, para su enojo, sintió que se ruborizaba.

—Bien, sí, es verdad. El bebé será, como tú has dicho, mi sobrino nieto o sobrina nieta, y me siento responsable en cierto modo. —Lo miró de reojo y decidió ser sincera—. En especial cuando nadie más parece preocuparse por su bienestar.

—Ah, ¿entonces Avali no tiene intención de quedarse con el niño, o de casarse con el padre?

—No, de hecho… No debería decirlo, Chiro, ni siquiera a ti. Me parece que no soy leal. Pero… —Sería un alivio poder expresarse con sinceridad, pensó Ria. Estaba harta de ocultar sus sentimientos o de aparentar que no los tenía. Chiro seguro que la comprendería. Prosiguió, hablando en tono de confidencia—: Quiero decir que no sé si Avali sabe siquiera quién es el padre. —Ya estaba, lo había soltado—. No se lo quiere decir a nadie, ni siquiera a sus padres, y tengo la sospecha de que ha sido… más bien pródiga a la hora de conceder sus favores.

—Ah —repitió Chiro.

Ria hizo un gesto de impotencia.

—Sé que no es raro en los tiempos que corren, pero hay algo en esa liberalidad imprudente que me incomoda. Supongo que me hago vieja y remilgada, pero no puedo evitarlo. Parece que a Avali no le importa la nueva vida que se está gestando y que es su responsabilidad.

—Es su responsabilidad en parte —corrigió Chiro con una tenue sonrisa.

—Bueno, sí. Pero comprendes lo que digo, ¿verdad, Chiro? Para Avali, el bebé es una molestia que hay que soportar el menor tiempo posible, algo que después… entregará a alguien y de lo que se olvidará.

Chiro asintió.

—Me he encontrado con problemas parecidos entre las mujeres jóvenes del Castillo. Me pasa como a ti; me cuesta entender su actitud, sobre todo dentro de estos muros, donde, más que otra cosa, intentamos enseñar un código moral.

—Quizás ése sea un problema que compartimos. Tú en el Círculo, yo en la Hermandad; tal vez vivamos en una torre de marfil.

Chiro sonrió de nuevo, esta vez con cierta melancolía, pensó Ria.

—¿Es eso tan malo?

—Oh, no lo sé. Han cambiado tantas cosas en los años del Equilibrio… Me pregunto si nosotros, los más viejos, no corremos el riesgo de resultar anacrónicos en este mundo. Quizá las Avalis de esta época tengan razón y ha llegado el momento de que nuestra torre sea demolida.

Cerca de ellos, un grupo de jóvenes estaba reunido en torno a la gran chimenea con su enorme fuego; surgieron risotadas incontroladas. Chiro miró con severidad al grupo, y las risas cesaron al instante.

—No creo que pueda ser tan pesimista —dijo al volverse hacia la Matriarca—. Nuestro deber, el deber del Círculo y el Matriarcado quiero decir, es prever el futuro, y no creo que lo hayamos evitado. De hecho creo que las gentes como tú y como yo todavía tenemos mucho que decir.

Ria bebió un sorbo de vino y su mirada se llenó de calor.

—Puede que tengas razón —dijo—. Quizá sólo me pone nerviosa el pensar en educar un niño a mi edad. ¡Soy tan inexperta, Chiro! ¿Qué sabe una vieja solterona de criar niños?

—En tu caso, todo lo que hace falta —declaró Chiro con firmeza—. Como hermana, te has ocupado de los niños durante gran parte de tu vida. Les has enseñado el catecismo, les has dado protección, los has guiado, les has enseñado… Y tienes un don natural para los niños; lo he visto muchas veces. No le des tantas vueltas, querida Matriarca. El bebé no podría tener mejor guardiana.

—Será lo que tenga que ser, y creo que me estás halagando. —Ria pensó que había llegado el momento de cambiar de tema—. Te he molestado con mis problemas demasiado tiempo, y ésta es la primera ocasión que tenemos para hablar desde hace más de un año. Háblame de tus asuntos, Chiro. ¿Cómo están Karuth y Tirand?

Chiro sonrió. Fue una sonrisa extraña, de completa tranquilidad, que transformó los severos rasgos de su rostro. Quería muchísimo a sus hijos, con un sentido de posesión, y los había cuidado sin escatimar esfuerzos desde la muerte repentina de su esposa, seis años atrás.

—Ambos están bien —le dijo a Ria—. Karuth tiene catorce años y ya es toda una mujer. Ha alcanzado el segundo grado y estudia con Carnon para ser médico.

—¿Ha sido aceptada en el Círculo? No lo sabía.

—Fue iniciada el año pasado. Tirand seguirá sus pasos en su próximo cumpleaños.

—Debes estar muy orgulloso de ambos.

Chiro pareció avergonzado, pero se relajó y soltó una risa.

—Sí, no puedo decir que no lo esté.

—Y con motivos. Imagino que Karuth será una espléndida médico-adepto. Tiene la mezcla justa de dedicación y curiosidad. ¿Sigue con la música?

—Oh, desde luego. De hecho tendrás ocasión de escucharla dentro de un rato. Habrá un pequeño concierto antes de que acabe la velada, y el Sumo Iniciado le ha pedido explícitamente que toque.

—Keridil siempre apreció mucho a tu familia —comentó Ria.

—Sí, y ha sido como un abuelo para Karuth y su hermano. Tirand lo adora. —Chiro vaciló—. La muerte de Keridil lo afectará mucho.

Era la primera vez que uno de los dos hacía una referencia directa al verdadero motivo de la reunión, y, por mucho que le costara hablar del asunto a Ria, tras su conversación con Lias, tenía que hacer una pregunta antes de la reunión del día siguiente.

—Chiro, me alegra que hayas dicho eso. Lo del respeto y admiración que Tirand siente por el Sumo Iniciado. Porque, como estoy segura de que tú ya sabes…

—Matriarca —la interrumpió—, preferiría que no…

—No. —Ria habló con decisión y vio que él se ruborizaba ante su amable regañina—. No podemos eludir la cuestión, Chiro. Keridil se muere y no tiene hijo que lo suceda. Por lo tanto, debe elegirse un sucesor de entre las filas de los adeptos superiores del Círculo, y por eso se ha convocado esta conferencia. —Sostuvo su mirada con autoridad—. Debes saber que tanto el Alto Margrave como yo deseamos que tú seas el próximo Sumo Iniciado, y que tan sólo aguardamos el acuerdo del Círculo para ratificar nuestra decisión. Si aceptas el nombramiento, Tirand será tu heredero, con todas las responsabilidades que ello implica.

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