Pero esto no era lo peor.
La tremenda erupción mágica había perturbado el delicado equilibrio de la creación, es decir, lo que los enanos de Chelestra denominarían más adelante «la Onda». Imaginemos el mar en calma, las olas lamiendo la orilla una tras otra, alzándose y rompiendo, alzándose y rompiendo. Imaginemos ahora una ola de marea, una ola fuera de control que se alza y se alza y se alza... Una ola así tendería, de forma natural, a corregirse. Y, en este caso, así sucedió. El mal que había existido en el mundo antes de la Separación adquirió así la capacidad para hacerse tangible y para adoptar una forma concreta. Y ese mal se manifestó en la forma de las serpientes, o serpientes dragón.
Las serpientes siguieron a Samah hasta Chelestra con la esperanza, indudablemente, de aprender más sobre el nuevo mundo en el que se habían encontrado de pronto. Conocían la existencia de la Puerta de la Muerte, pero ignoraban su funcionamiento. Sólo podían entrar en ella si los sartán la abrían. Tal vez buscaban también la Séptima Puerta, aunque esto último es sólo una conjetura. En cualquier caso, su aparición fue otra amarga sorpresa para los sartán, que no podían imaginar cómo habían cobrado existencia criaturas tan espantosas. Pero, ay, habían sido los propios sartán quienes habían provocado su presencia.
«Tú nos creaste», le dijeron a Samah y, en cierto sentido, así era. Todos las creamos. Todos contribuimos a ello, a través del miedo, del odio y de la intolerancia.
Pero esto son divagaciones...
LOS DRAGONES BUENOS DE PRYAN
Por fortuna para los mensch y para los sartán —aunque entonces no tenían modo de saberlo—, la Onda continuó sus intentos de corregirse. La maldad de las serpientes dragón fue equilibrada por la manifestación de la bondad en forma de los dragones de Pryan. Si la Puerta de la Muerte hubiera permanecido abierta, según lo previsto, el bien y el mal podrían haberse equilibrado y anulado mutuamente; así, la Onda habría logrado corregirse.
Sin embargo, una vez más, el miedo guió los actos de Samah. Temeroso de las serpientes dragón y, en los últimos tiempos, también de los mensch —cuyos someros poderes mágicos no eran afectados por el agua del océano—, Samah envió llamamientos a los sartán de los otros mundos, a los que pedía que acudieran en su ayuda para combatir y someter a aquellos nuevos enemigos.
Sus llamadas no tuvieron respuesta o, al menos, eso fue lo que Samah dijo a los suyos. Según Orla, la esposa del gran consejero, las llamadas sí fueron contestadas. Los sartán de los otros mundos dijeron a Samah que no podían acudir porque ellos también tenían graves problemas. Samah mintió para ahorrar la terrible verdad a los suyos, muchos de los cuales tenían parientes y amigos en esos otros mundos. El grandioso plan establecido empezaba a hacerse añicos.
EL CIERRE DE LA PUERTA DE LA MUERTE
Según Orla, en esa época Samah se sentía frustrado e irritado. Había perdido el control de los acontecimientos y no tenía idea de cómo ni por qué. El plan debería haber resultado. Todo había sido preparado de forma muy lógica y racional. Achacó la culpa a los mensch, acusó a los sartán de debilidad... pero nada de ello resolvió su problema inmediato.
Si las serpientes atacaban el Cáliz —el refugio sartán—, Samah y los suyos no tendrían modo de defenderse. Las serpientes no tenían más que arrojar un cubo de aquella agua que anulaba la magia sobre un sartán y éste estaba perdido. Los mensch se peleaban entre ellos y culpaban a los sartán de la aparición de las serpientes. Peor aún, los mensch habían visto a los sartán humillados, acosados y vencidos por las serpientes. Samah expulsó del Cáliz a los mensch y los envió al mar para que encontraran su propio camino en aquel mundo.
A algunos, tal conducta les parecerá un acto de crueldad. Al fin y al cabo, Samah no hacía sino enviar a los mensch a las desdentadas fauces de las serpientes. No obstante, según Orla, Samah acertó al intuir que las serpientes no estaban interesadas en los mensch. Su principal objetivo era entrar en la Puerta de la Muerte y, para hacerlo, tenían que ayudarse de los sartán.
Ante el temor de que las malignas serpientes pudieran desplazarse desde Chelestra hasta los otros tres mundos, Samah consideró que no tenía más solución que el cierre de la Puerta de la Muerte. También debería haber destruido la Séptima Puerta en aquel momento, pero consideró que tal vez pudiera necesitar de nuevo su poderosísima magia y se decidió por relegar la Puerta al olvido.
Una vez conseguido esto, Samah y los suyos se sumieron en un estado de animación suspendida, en un profundo sueño del que proyectaban despertar un siglo después. El gran consejero calculó que, para entonces, las cosas ya se habrían estabilizado en los otros mundos. La Tumpa-chumpa habría entrado en funcionamiento y las ciudadelas estarían activadas. Cuando despertaran, la vida sería mejor.
Pero las cosas no resultaron así.
LAS SERPIENTES CONGELADAS
He aquí un nuevo ejemplo de cómo la Onda se corrige a sí misma.
Dado que la magia sartán no surtía efecto en el océano de Chelestra, su sol se mantuvo inestable. Estaba previsto que dicho sol quedara fijo en el centro del mundo del agua, desde donde debía calentar el interior del globo dejando la porción exterior de éste como una cáscara de hielo. Pero la inutilidad de la magia hizo que el sol no pudiera ser controlado, de modo que flotaba a la deriva, desplazándose lentamente entre las aguas y calentando partes de aquel mundo mientras el resto de Chelestra permanecía apresado en el hielo.
Cuando los sartán se instalaron en Chelestra, el sol calentaba la parte de aquel mundo que ocupaban: un lugar conocido como el Cáliz. (Para una descripción más completa, véase el volumen que Haplo tituló, pese a mis protestas,
El Mago de la Serpiente)
. Pero con el paso del tiempo, mientras los sartán seguían durmiendo, el sol empezó a moverse a la deriva.
Las malvadas serpientes advirtieron demasiado tarde la amenaza que se cernía sobre ellas. Incapaces de huir a través de la Puerta de la Muerte y reacias a abandonar a los sartán por si éstos despertaban, las serpientes esperaron demasiado tiempo para escapar. Cuando el sol se alejó, las serpientes no lo siguieron y, en consecuencia, quedaron congeladas en el océano de hielo.
La Onda casi recuperó la normalidad. Las serpientes buenas de Pryan, para no perturbar el equilibrio, se ocultaron a la vista e hicieron todo lo posible para evitar el contacto con los mensch y con los sartán.
LA ONDA CONTINÚA
Ariano
Mientras los sartán dormían, pasó el tiempo. La gloriosa visión de Samah de los cuatro mundos interconectados, trabajando juntos, no llegó a materializarse. La población sartán menguó mientras el número de mensch, que prosperaban en los nuevos mundos (con excepción de Abarrach), se incrementó. Sus generaciones se hicieron demasiado numerosas como para que los escasos sartán pudieran controlarlas. Los sartán se retiraron con la esperanza de reagruparse algún día, con la permanente esperanza de restablecer algún día el contacto con sus hermanos de los otros mundos. Un contacto que no llegó a producirse jamás.
En Ariano, la gran Tumpa-chumpa entró en funcionamiento, pero su trabajo carecía de directrices. Los mensch no tenían idea del propósito de la máquina. Los sartán encomendaron las instrucciones para el funcionamiento de la Tumpa-chumpa a los elfos kenkari, una raza a la que los sartán consideraban de la máxima confianza.
Pero los elfos de Ariano estaban divididos entre ellos en una agria disputa por el poder. Y todos los elfos temían y detestaban a los humanos, los cuales, a su vez, no tenían ningún aprecio por los elfos. Los kenkari, al leer el libro de instrucciones de la Tumpa-chumpa, se dieron cuenta de que la máquina uniría las tierras de los elfos y de los humanos, pero que el control de la máquina estaría en manos de los enanos. Esto, a los elfos, les pareció intolerable. Los kenkari escondieron el libro en la biblioteca de la Catedral del Albedo, donde permaneció olvidado durante muchos siglos.
Después de entregar el libro, los sartán de Ariano procedieron a ocultarse en unos túneles que habían construido bajo el suelo. Pusieron a sus jóvenes en estado de animación suspendida con la esperanza de que, cuando despertaran, las cosas habrían mejorado. Por desgracia, la mayoría de los jóvenes sartán de Ariano murieron durante el sueño. (Considero probable que estas muertes misteriosas se debieran a la práctica de la nigromancia en Abarrach, pues está escrito que, cuando una vida es prolongada más tiempo del que le corresponde, otra muere antes de su hora. Sin embargo, se trata de especulaciones. ¡Con un poco de suerte, mi teoría no podrá demostrarse nunca!)
Pryan
En Pryan, los sartán vivían en las ciudadelas con los mensch que habían llevado con ellos a aquel mundo. Los sartán se ocupaban de las cámaras de las estrellas, que estaban diseñadas para funcionar conjuntamente con la Tumpa-chumpa con el fin de enviar energía a los demás mundos. Poco tiempo después, además de insistir en sus esfuerzos para poner en acción las cámaras estelares, los sartán tuvieron que dedicar su atención a intentar controlar a los mensch, cuyo número aumentaba rápidamente.
Encerradas en las ciudadelas, las razas mensch empezaron a luchar entre ellas. Los sartán, que consideraban a los mensch como una especie de chiquillos revoltosos y molestos, los trataron como a tales. En lugar de colaborar con los mensch para negociar soluciones a los problemas de éstos, los sartán crearon una especie de «niñeras». Así nacieron los titanes, temibles gigantes cuyo fin era encargarse del funcionamiento de las cámaras de las estrellas (¡si algún día se ponían en marcha!) y de servir de amas de cría a los mensch. Con esta acción, producida por miedo y por ciegos prejuicios, los sartán empeoraron las cosas en lugar de mejorarlas. Los titanes resultaron ser criaturas demasiado poderosas y, finalmente, se volvieron contra sus creadores.
No está claro cómo o por qué los sartán de Pryan entraron en contacto con el poder superior. En su visita a ese mundo, Haplo entró en una de las ciudadelas y descubrió allí una estancia que, según su descripción, era una réplica casi exacta de la Séptima Puerta.
Sólo puedo apuntar la hipótesis de que los sartán de Pryan construyeron lo que cabría denominar una Séptima Puerta en miniatura, quizá con la esperanza de restablecer la comunicación con sus hermanos de otros mundos o incluso en un intento desesperado de reabrir la Puerta de la Muerte.
Los sartán de este mundo afirmaban que ese poder superior los había obligado a abandonar las ciudadelas. A mi entender, es probable que les resultara más sencillo escapar de sus problemas que buscar soluciones. Achacar la culpa al poder superior los libraba de señalar a los verdaderos responsables: ellos mismos.
Abarrach
En cuanto a los sartán de Abarrach, su situación era la más desesperada de todas. Casi todos los mensch que habían llevado con ellos habían muerto debido a la atmósfera venenosa de Abarrach. Los sartán se encontraron ante la certidumbre de que, a menos que llegara ayuda pronto, ellos también estaban condenados.
Fue un grupo de estos sartán de Abarrach el que, en sus intentos por restablecer contacto con sus hermanos perdidos, tropezó con la Séptima Puerta. Sus descubridores sabían que habían encontrado una fuente de poder tremenda pero, como habían perdido gran parte de sus facultades para llevar a cabo la magia sartán, no alcanzaron a comprender qué era aquel lugar. Estos sartán fueron los que más se acercaron a entender qué era ese poder superior; pero, su propia maldad —provocada por la sed de poder y exacerbada por la práctica odiosa de la nigromancia— fue la causa de su ruina. La violencia penetró en la cámara sagrada y todos quienes estaban en ella perecieron.
Anonadados y aterrorizados, los sartán supervivientes inscribieron runas de defensa en lo que pasó a denominarse Cámara de los Condenados. Nadie más se atrevió a entrar y, con el tiempo, todo conocimiento de la Séptima Puerta se perdió.
El Laberinto
La prisión del Laberinto se había convertido en una especie de sala de los horrores. Según Orla, Samah había previsto que los sartán actuaran de guardianes de tal prisión, dirigiéndola y controlando el progreso de los presos hacia la rehabilitación. Cuando los sartán perdieron el control de sus propias existencias, tuvieron que renunciar a cualquier esperanza de control del Laberinto. La magia oscura del lugar se alimentó del odio y del miedo de los sartán y se volvió mortífera. Y del Laberinto, nacido del odio, surgió Xar.
XAR, EL SEÑOR DEL NEXO
La historia de los primeros años de vida de Xar se desconoce pero, sin duda, debió de ser parecida a la de incontables patryn nacidos en esa prisión espantosa. Xar se distingue de los demás porque fue el primer patryn
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que logró escapar del Laberinto, abriéndose paso a brazo partido a través de la Última Puerta. Él fue el primer patryn en ver el Nexo.
Debe reconocerse a Xar que trabajó con abnegación, a menudo con grave peligro de su propia vida, para salvar del Laberinto a sus congéneres patryn. No es de extrañar que, aún hoy, el recuerdo de su Señor sea honrado y venerado por ellos.
La ruina de Xar fue su ambición. No se contentó con dirigir a su pueblo sino que, al descubrir la existencia de los cuatro mundos,
Quiso gobernarlos también. Descubrió el modo de abrir la Puerta de la Muerte. No del todo, sólo una rendija; pero fue suficiente. El primer patryn, Haplo, abandonó el Nexo y penetró en Ariano. Al mismo tiempo, en su deriva, el sol de Chelestra volvió a acercarse al Cáliz. El calor fundió el hielo y liberó las serpientes. El conocimiento de que sus primas habían despertado provocó que los dragones buenos de Pryan asomaran de sus escondrijos. Todos estos hechos, que se produjeron simultáneamente, podrían tomarse por meras coincidencias. Yo prefiero ver en ellos un nuevo intento de la Onda por restablecer el equilibrio.
No describiré aquí lo que sucedió a continuación. Baste decir que, por una curiosa serie de incidentes, encontré a Haplo y a su notable perro.
Los interesados en leer más sobre las emocionantes aventuras de Haplo y las más humildes que yo mismo corrí, pueden encontrarlas en lo que ha venido en conocerse como
El ciclo de la Puerta de la Muerte
.
Como conclusión añadiré, para aquellos que puedan estar interesados en ello, que la Onda prosigue su flujo y reflujo. En la actualidad, patryn y sartán conviven en una paz inquieta. Los sartán se han dividido en dos facciones, una dirigida por Balthazar, que desea la alianza con los patryn, y la otra liderada por Ramu, quien, aunque todavía con algunas molestias a causa de su desdichada herida, se niega por completo a confiar en el antiguo enemigo.