La Torre Prohibida (20 page)

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Authors: Marion Zimmer Bradley

Tags: #Ciencia ficción, Fantasía

BOOK: La Torre Prohibida
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Él dijo, dolorido de amor:

—No se me ocurre nada, de este mundo ni del otro, que yo no haría por ti, Cal. Mi querida, mi tesoro, cualquier cosa que te lo haga más fácil.

Ella le miró, temblando, y dijo:

—Atúrdeme de un golpe. Tómame por la fuerza, esta vez, cuando no esté en condiciones de resistirme...

Andrew se echó hacia atrás, mirándola horrorizado. Por un momento quedó literalmente sin habla, asqueado y consternado. Finalmente logró balbucear:

—¡Debes estar loca, Calista! Por Dios, ¿cómo podría hacerle eso a una mujer? ¡Y menos aún a ti!

Ella le miró, desesperada.

—Lo prometiste.

El se enfureció.

—¿Qué
eres
tú, Calista? ¿Qué clase de loca perversa...? —Las palabras le traicionaron. Indiferente a su ternura, ¿acaso ella reclamaba entonces su crueldad?

Los ojos de la joven aún estaban inundados de lágrimas. Captó la idea de él y le dijo:

—No, no, nunca creí que
querrías
hacerlo. Fue la única manera que se me ocurrió de... ¡Oh, que Avarra tenga piedad de mí, tendría que haber muerto, tendría que haber muerto...!

Ella se dio la vuelta, sepultando el rostro en la almohada, y empezó a llorar tan desesperadamente que Andrew se aterrorizó. Se acostó junto a ella, trató de tomarla en sus brazos, pero ella se desasió con violencia. Apenado, sintiendo un dolor casi tan grande como el de la joven, Andrew la abrazó, sosteniéndola contra su pecho, acariciándola y calmándola, tratando de establecer contacto con su mente, pero ella se había aislado detrás de una barrera. El la sostuvo, en silencio, y la dejó llorar. Por fin, la joven quedó inmóvil en sus brazos, como no lo había hecho desde que la había sacado en sus brazos de las cavernas de Corresanti, y a él le pareció que también había caído una barrera interna.

—Eres tan bueno —dijo ella en un susurro—, y me siento tan avergonzada...

—Te amo, Calista. Pero creo que has construido esta cosa en tu mente, fuera de toda proporción. Creo que nos equivocamos al esperar, creo que cuanto más esperemos peor será todo.

El sintió el familiar contacto de la mente de la joven y supo, ahora, que ella lo agradecía igual que en aquel momento de soledad y de miedo.

—Yo no tenía miedo entonces —dijo Calista.

—Nada ha cambiado desde entonces —dijo él con firmeza—, salvo que te amo más ahora.

No sabía demasiado acerca de las inhibiciones sexuales, pero sí sabía que existía un estado de frigidez patológica, y lo poco que le habían contado acerca del entrenamiento que recibía una Celadora le confirmaba que eso era lo que le habían hecho a la joven: un condicionamiento total en contra de cualquier respuesta sexual. No era tan ingenuo como para creer que una seducción amable pudiera disolver todos los miedos y convertirla en una esposa apasionada y sensible, pero le parecía que ésa era la forma de empezar. Al menos, tal vez le daría un poco de seguridad.

Ahora estaban profundamente en contacto. Percibió que no había en ella ni el menor rastro de excitación física, de esa excitación física que era tan intensa en él, pero supo que ella deseaba la intimidad que podría terminar con la tensión que había entre ambos. Suavemente, la atrajo hacia sí. La deseaba, sí, pero no a disgusto. Quería que ella compartiera con él esa tempestad de pasión que lo había hecho temblar. Las palabras no eran necesarias. Ella le hizo bajar el rostro, apretando sus labios contra los de él, con tímida vacilación, y él sintió una inquietud súbita. Nunca había conocido a una mujer sin experiencia. Sin embargo podía sentir (estaban profundamente contactados) el tremendo esfuerzo que ella hacía para no desasirse de él. Le pareció que estallaría de ternura. En sus brazos, ella era dócil, le acariciaba con timidez sin tratar de ocultar su falta de respuesta. No se trataba de la pasividad de la ignorancia, evidentemente comprendía lo que se esperaba de ella, pero no había ni la menor traza de excitación física.

El volvió a buscar contacto con la mente de Calista. Entonces, a través de la presencia familiar de ella, percibió una confusión, algo extraño y sin embargo familiar, intensamente sexual.
¿Ellemir? ¿Damon y Ellemir?
Su primera reacción fue retirarse, interponer barreras mentales —
¡No soy ningún «voyeur!
—, pero entonces, vacilante y todavía confuso sintió que Calista se introducía en la fusión cuádruple, que el viejo vínculo entre ellos se reestablecía como cuando todos estaban unidos a través de la matriz. Y por primera vez sintió que Calista se entregaba, no sólo mentalmente, sino también físicamente. Perdió aprensión, como si todo esto le diera menos miedo si lo compartía con su melliza. Mientras era atraído hacia el vínculo cuádruple, a una intensa participación en el amor de la otra pareja, le pareció por un instante que era Ellemir la que estaba en sus brazos, la que le besaba, la que se abría por completo a él, cálida, respondiéndole... No, era simplemente que Calista lo había sumergido en la respuesta de Ellemir, y a través de ella podía sentir la tímida sorpresa de Calista, la confirmación del placer y la excitación de Ellemir. Andrew apretó su boca contra la de Calista, en un beso prolongado e indagatorio, y por primera vez sintió un chispazo de respuesta sexual. Calista ya no le dejaba hacer pasivamente, sino que por primera vez compartía verdaderamente su beso.

¿Habría necesitado esta clase de confirmación, entonces? Ante el urgente susurro de él, la joven se apretó cálidamente contra Andrew. Él sabía que ahora se hallaba profundamente fundida con la conciencia de Ellemir. dejando que esa respuesta invadiera su propio cuerpo. También podía sentir a Damon, y eso le resultaba inquietante, ¿o se trataba tan sólo de que podía sentir y compartir la respuesta de Ellemir ante la extraña y provocativa mezcla sensual de suavidad y violencia que venía de Damon?

Por un momento le pareció que bastaba por ahora, que era suficiente deslizarse por la superficie del apasionado abrazo de
ellos
, que no había que pretender más que dejarse llevar por esta cálida conciencia múltiple. Pero todavía le resultaba demasiado extraño, y su cuerpo, que se había tornado exigente, insistía en lograr la plenitud. Jadeó como un nadador falto de aire, tratando de desembarazarse del vínculo múltiple, para centrar su conciencia solamente en Calista, que estaba en sus brazos, frágil, vulnerable, absolutamente dócil, completamente entregada.

De repente, con inimaginable violencia, la frágil fusión de conciencias se hizo añicos. En el mismo momento sintió un dolor desgarrador, abrasador, en los genitales. Consternado, gritando, escuchó que Calista gritaba también en desesperada y salvaje protesta, y sintió que algo lo arrancaba del abrazo y lo lanzaba por el aire. Su mente giraba locamente.
¡Esto no podía ser real!
Su cabeza golpeó contra algo agudo, y en un estallido de dolor, mientras luces rojas explotaban como bombas dentro de su cabeza, perdió el sentido.

8

Estaba tendido en el suelo.

Antes de recuperar completamente la conciencia, advirtió que recobraba el sentido, y una confusa protesta:
¿Cómo demonios llegué aquí?
Sentía un agudo dolor en la cabeza, y otro peor en la ingle. Emitió un sonido de protesta, sintiendo que le explotaba la cabeza, y abrió los ojos. Damon, completamente desnudo, estaba arrodillado junto a él.

—Quédate quieto —le dijo secamente, cuando Andrew intentó incorporarse—. ¡Deja que te quite la sangre de los ojos, idiota!

La más intensa emoción de Andrew, que desplazaba incluso al dolor, era la indignación. Con violencia, alejó la mano de Damon.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? ¿Cómo te atreves? Calista y yo...

—También nosotros —dijo Damon con una sonrisa maliciosa—, y lo sabes condenadamente bien. ¿Crees que queríamos ser interrumpidos de este modo? Pero mejor que hayamos sido nosotros y no los criados los que hayan venido corriendo para ver quién había sido asesinado. Por todos los infiernos, ¿no escuchaste los gritos de Calista?

Todo lo que Andrew podía oír era un gemido sollozante, pero le pareció hallar en su mente una vaga idea, que no llegaba a ser un recuerdo, de gritos desgarradores. Logró ponerse en pie, ignorando la mano auxiliadora de Damon.

—¡Calista! Debo ir con ella...

—Ellemir está con ella, y no creo que pueda enfrentarse contigo todavía. Déjame echar un vistazo a esto —dijo, y su mano escrutadora fue tan impersonal que Andrew no pudo sentirse ofendido—. ¿Te duele?

Le dolía. Damon parecía serio, pero al cabo de otra palpación, dijo:

—Los testículos no han sufrido ningún daño permanente, creo. No, no mires, no estás familiarizado con las heridas, y te parecerá peor de lo que es. ¿Puedes ver bien?

Andrew lo intentó.

—Un poco borroso —dijo.

Damon volvió a limpiarle la herida de la frente.

—Las heridas en la cabeza sangran como el infierno, pero creo que ésta necesita uno o dos puntos.

—Eso no importa —dijo, y los sollozos de Calista penetraron en su conciencia—. ¿Calista está bien? Oh, Dios, ¿le hice daño?

—¿Si

le hiciste daño? —dijo Ellemir detrás de ellos, agriamente—. Fue ella la que no logró matarte del todo, por esta vez.

—Déjala tranquila —dijo Andrew, ferozmente protector. Todo lo que recordaba era su pasión y una interrupción violenta... aterradoramente violenta—. ¿Qué pasó, un terremoto?

Calista estaba tendida de costado, con el rostro hinchado por el llanto. Desnuda, parecía tan indefensa que Andrew se sintió consternado. Buscó su bata y la extendió suavemente sobre el cuerpo desnudo de la joven. —

Querida... querida, ¿que te hice?

Ella volvió a estallar en frenéticos sollozos.

—Traté con tanta fuerza... y casi lo maté, Damon. ¡Creí que estaba lista y no era así! Podría haberle matado...

Damon le retiró el pelo del rostro húmedo.

—No llores más,
breda
. Ni siquiera todos los herreros de las Fraguas de Zandru pueden reparar un huevo roto. No le mataste, y eso es lo único que importa ahora.

—¿Estás tratando de decirme que
Calista
....?

—Un error de juicio —dijo Damon con objetividad—. No deberías haberlo intentado sin pedirme primero que la monitoreara para ver si estaba lista. Creí que podía confiar en ella.

Andrew escuchó, mentalmente, el eco de las palabras de Calista: «No es de ti de quien desconfío.» Y a Damon, que decía: «El hombre que viola a una Celadora arriesga su vida y su cordura.» Evidentemente, Calista se hallaba aún protegida por un conjunto de reflejos psi completamente involuntarios, reflejos que no podía controlar... y que no diferenciaban entre un intento de violación y el más tierno amor.

—Tengo que dar unos puntos en esa herida que Andrew tiene en la frente, Elli —dijo Damon—. Quédate con Calista, no la dejes sola ni un momento. —Su mirada se cruzó con la de Ellemir, y agregó con gravedad—: ¿Comprendes que es muy importante?

Ella asintió. De repente Andrew advirtió que ella también estaba desnuda, aunque no parecía ser consciente de ello. Al cabo de un momento, cuando percibió que él sí era consciente de su desnudez, se volvió y se puso una bata de Calista que se hallaba sobre una silla, y después se sentó junto a su hermana, sosteniéndole la mano.

—Quédate quieto. Tal vez te duela un poco.

En realidad, le dolió bastante, pero fue tan rápido que antes de que Andrew tuviera tiempo de darse cuenta, Damon ya estaba desinfectando la aguja sobre la llama de la vela antes de guardarla. Sirvió un trago a Andrew, otro más para él y se sentó frente a su amigo, mirándole pensativamente.

—Si la otra herida te molesta mucho mañana, toma un par de baños calientes. Maldición, Andrew, ¿Qué te
ocurrió
? Intentarlo ahora, sin consultar siquiera...

—¿Qué demonios te importa cuándo... o cómo se me ocurre dormir con mi esposa?

—La respuesta a tu pregunta —dijo Damon—, debería resultarte obvia. Sabes que nos interrumpisteis en un momento crítico. Podría haber interpuesto una barrera, pero pensé que tal vez podríamos ayudar a Calista. Con lo que ocurrió, si yo no tuviera entrenamiento de Torre, los dos hubiéramos resultado gravemente Heridos.
Yo
recibí el rebote, así que es asunto mío, ¿te das cuenta? Además —agregó suavemente—, Calista me importa mucho, y también tú.

—Pensé que simplemente tenía miedo. Porque había estado protegida, resguardada, condicionada a la virginidad...

Damon lanzó un juramento.

—Por los infiernos de Zandru, ¿cómo pueden ocurrir estas cosas? ¡Los cuatros somos telépatas, y ninguno tuvo el buen sentido de hablar honestamente de la cuestión! Es culpa mía. Yo lo sabía, pero nunca se me ocurrió que tú no lo sabías. Creí que Leonie te lo había explicado: evidentemente, ella pensó que te lo había explicado yo. Y sin duda creí que Calista te lo advertiría antes de intentarlo... Bien, demonios, ya está hecho, y no puede deshacerse.

Andrew se sintió totalmente fracasado, desesperado.

—No tiene sentido, ¿verdad, Damon? No sirvo para Cal ni para nadie. ¿Debo marcharme... salir silenciosamente de su vida? ¿Irme, dejar de intentarlo, dejar de atormentarla?

Damon extendió la mano y lo asió con fuerza.

—¿Quieres que se
muera
?—le dijo con tono urgente—. ¿Sabes que está muy cerca de la muerte? ¡Ahora puede matarse con un simple pensamiento, con tanta facilidad como cuando estuvo a punto de matarte a ti! No tiene a nadie, a nadie más, y puede suicidarse con un solo pensamiento. ¿Quieres hacerle eso?

—¡Por Dios,
no
!

—Te creo —dijo Damon al cabo de un minuto—, pero tendrás que lograr que
ella
te crea. —Vaciló—. Tengo que saberlo. ¿La penetraste, aunque tan sólo fuera un poco?

La indignación de Andrew fue tan intensa que Damon se echó atrás, incluso antes de que el otro hablara.

—Mira, Damon... ¿qué demonios...?

Damon suspiró.

—Podría preguntárselo a Cal, pero pensé que podría ahorrárselo.

Andrew bajó los ojos.

—No estoy seguro. Todo... fue confuso...

—Creo que si lo hubieras hecho, habrías sufrido más daño.

—¡No sabía que ella me odiara tanto! —dijo Andrew, con incontrolable amargura.

Damon apoyó una mano sobre el hombro del terrano.

—No es así. No permitas que esto arruine el recuerdo de lo que sí fue bueno. Esa parte también existió. —Agregó, al cabo de un momento—: Lo sé, yo estaba allí, ¿recuerdas? Lamento que eso te moleste, pero suele ocurrir, sabes, en el caso de los telépatas, y todos estuvimos reunidos por la matriz.
Fue
real, y Calista te ama y te desea. En cuanto al resto, un simple error de cálculo, quizá creería que ya estaba libre. La mayoría de las Celadoras, ¿sabes?, cuando van a casarse o cuando se enamoran, usualmente se marchan de la Torre antes de que el condicionamiento se complete. O descubren que no pueden trabajar a causa del dolor o las perturbaciones, así que eso mismo desgasta el condicionamiento y pueden marcharse. El entrenamiento de una Celadora es terrible. Dos de cada tres muchachas que lo intentan no pueden resistirlo. Y una vez que está completo, si se ha hecho de manera apropiada, es muy raro que desaparezca. Cuando Leonie le dio a Calista autorización para casarse, creería que era uno de esos casos raros, pues de otro modo Cal no hubiera querido abandonar la Torre.

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