—Creí que estabas satisfecha con el poder y la reverencia, Leonie, con el lugar más encumbrado de todos, igual al de un señor del Comyn... Leonie de Arilinn, Dama de Darkover.
Ella habló, y sus palabras parecieron provenir de una distancia inmensa.
—Si tú hubieras percibido mi rebelión, Damon, yo habría sido un fracaso. Mi vida misma, mi cordura, mi puesto de Celadora, dependían de eso, de que apenas lo supiera yo misma. Sin embargo, intenté una y otra vez que alguien ocupara mi lugar, para poder desprenderme de una carga que era demasiado pesada para mí. Siempre que entrenaba a una Celadora, alguna otra Torre descubría que su propia Celadora había decidido abandonarla, o que su entrenamiento había fracasado y que debía marcharse para casarse. Eran una buena banda de mujeres débiles e irresolutas, y ninguna de ellas tenía la fuerza necesaria para resistir. Yo era la única Celadora de los Dominios que había sostenido esa responsabilidad durante más de veinte años. Y cuando empecé a envejecer, tres veces cedí mi sucesora, dos veces a Dareleuth y una vez a Neskaya, y yo, que había entrenado una Celadora para cada una de las Torres de los Dominios, sólo deseaba entrenar a una para Arilinn, para poder descansar. Tú estabas allí, Damon, y viste lo ocurrido. Seis jóvenes, cada una de ellas con el talento suficiente para actuar como Celadoras. Pero tres eran ya mujeres y, jóvenes como eran, ya habían experimentado algún tipo de despertar sexual. Sus canales ya estaban diferenciados y no podían transportar frecuencias tan intensas, aunque dos de ellas se convirtieron más tarde en monitoras y técnicas de Arilinn y Neskaya. Entonces empecé a elegir niñas cada vez más jóvenes, casi criaturas. Me aproximé al éxito en el caso de Hilary. Dos años trabajó conmigo como Subceladora,
rikhi
, pero tú sabes lo que soportó, y al fin sentí que debía compadecerme de ella y permitirle que se marchara. Después Calista...
—Y te aseguraste de que
ella
no fracasara —dijo Damon, enfurecido—. ¡Alteraste sus canales para que no pudiera maduran
—Soy Celadora —dijo Leonie con ira—, ¡y sólo soy responsable ante mi propia conciencia! Y ella dio su consentimiento a lo que hicimos. ¿Acaso yo podía prever que su fantasía acabaría por caer sobre ese
terrano
, y que su juramento no significaría nada para ella?
Ante el silencio acusador de Damon, agregó, a la defensiva:
—¡Y aun así, Damon, la amo y no puedo soportar que no sea feliz! Si hubiera sabido que era tan sólo una fantasía infantil, la habría traído de regreso a Arilinn, conmigo. Le hubiera dado tanto amor y ternura que nunca habría echado de menos a su amante terrano. Y sin embargo... sin embargo... ella me hizo creer...
En los fluidos niveles del supramundo, Damon pudo ver y compartir con Leonie la imagen que ésta había visto en la mente de Calista: Calista en brazos de Andrew, agotada y vulnerable, mientras él la sacaba de las cuevas de Corresanti.
Ahora que la había visto, aunque sólo fuera reflejada en la mente de Leonie, tal como la joven podría haber sido, sin daño, sin cambio, y tras haberla visto una vez así, supo que no estaría satisfecho mientras no volviera a verla en ese estado.
—No puedo creer —dijo con voz suave— que le hayas hecho esto si no creías que podías remediarlo de algún modo.
—Soy una Celadora —repitió ella, con rebeldía—, y sólo soy responsable ante mi propia conciencia.
Eso era verdad. Según la ley de las Torres, una Celadora era infalible, y su palabra era ley en lo referido a cada uno de los miembros del círculo. No obstante, Damon insistió.
—Si era así, ¿por qué no la neutralizaste y acabaste con el asunto?
Ella quedó en silencio.
—Hablas de ese modo porque eres hombre, Damon —dijo finalmente—, y para ti una mujer no es más que una esposa, un instrumento necesario para darte hijos, para perpetuar tu preciosa herencia Comyn. Yo tengo otros propósitos, Damon. Estaba muy cansada, y sentí que no soportaba gastar toda mi fuerza y mi energía, poner en ella todo mi corazón durante años y años para después observar su despertar y verla marcharse en los brazos de algún hombre. O, como en el caso de Hilary, verla enfermar y sufrir las torturas de un alma condenada con cada luna. ¡No fue egoísmo, Damon! La amé como nunca amé a Hilary. Sabía que ella no fracasaría, pero temí que fuera demasiado fuerte para ceder, incluso si le tocaba un sufrimiento tan grande como el de Hilary, temía que lo tolerara... como lo hice yo, Damon... año tras año. De modo que le ahorré todo eso, y tenía el derecho de hacerlo. —Y agregó, desafiante—: ¡Yo era su Celadora!
—¡Y le quitaste el derecho de elegir!
—Ninguna mujer del Comyn tiene elección —dijo Leonie en un susurro—, verdadera elección. Yo no elegí ser Celadora, ni que me enviaran a una Torre. Era una Hastur y ése era mi destino, así como el destino de mis compañeros de juego era casarse y darles hijos a sus clanes. Y no era irrevocable. Cuando era niña conocí a una mujer que había pasado por ese tratamiento, y ella me dijo que era reversible. Me dijo que era legal, a diferencia de la neutralización, pues así la mujer podía ser reclamada, si sus padres así lo decidían, para comprometerla en uno de esos matrimonios dinásticos tan queridos a los corazones del Comyn... ¡Y no había riesgo de disminuir la preciosa fertilidad de una hija del Comyn! —El sarcasmo en su voz era tan intenso que Damon vaciló.
—Es reversible... ¿cómo? —demandó—. Calista no puede vivir así, sin ser libre y sin ser tampoco una Celadora.
—No lo sé —dijo Leonie—. Cuando se hizo, nunca creí que tuviera que revertirse alguna vez, de modo que no planifiqué nada. Pero me alegró... en la medida que algo así podía alegrarme, claro, cuando ella me dijo que mi trabajo no había sido tan bueno como creí. —Una vez más Damon compartió con ella la breve visión de Calista en brazos de Andrew, mientras él la sacaba de Corresanti—. Pero parece que Calista se equivocó.
Leonie parecía agotada, exhausta.
—¡Damon, Damon, déjala volver con nosotros! ¿Es algo tan malo que sea Dama de Arilinn? ¿Por qué debe renunciar a eso para ser la esposa de un
terrano
y parir sus mocosos mestizos?
Damon respondió con voz temblorosa.
—Si ella deseara ser la Dama de Arilinn, yo daría mi vida defendiendo su derecho a serlo. Pero ella ha elegido otra cosa. Es la esposa de un hombre honorable, a quien me enorgullezco de llamar mi hermano, y no quiero ver destruida su felicidad. Pero aunque Andrew no fuera mi amigo, defendería el derecho que tiene Calista a disponer de su vida como se le antoje. A renunciar al título de Dama de Arilinn y, si lo desea, a ser la esposa de un carbonero del bosque, o de tomar la espada, como su antecesora Lady Bruna, y comandar los Guardias en lugar de su hermano. ¡Es su vida, Leonie, no la mía ni la tuya!
Leonie ocultó el rostro entre las manos. Cuando habló, su voz sonó ahogada.
—Que así sea entonces. Ella tendrá elección, aunque yo no tuve ninguna, aunque tú no tuviste ninguna. ¡Elegirá lo que los hombres de Darkover han designado como la única vida adecuada para una mujer! Y soy yo quien deberá sufrir por su elección, cargando con el peso de Arilinn hasta que Janine sea lo suficientemente fuerte y grande para llevarlo. —Su rostro estaba tan envejecido y demacrado que Damon se alejó de ella.
Pero pensó que para ella no era una verdadera carga. Tal vez antes habría deseado deshacerse de ella. Pero ahora no tenía otra cosa y para ella era muy importante tener sobre todos ellos el poder de vida y muerte, sobre todos ellos, pobres desdichados, que daban sus vidas a las Torres. ¡Él sabía que para ella significaba mucho que Calista tuviera que venir a rogarle aquello que le pertenecía por derecho propio!
—Esa ha sido siempre la ley —dijo él, con voz dura—. Te he oído decir que la vida de una Celadora es demasiado dura para aceptarla involuntariamente. Y siempre ha ocurrido: una Celadora es liberada cuando ya no puede cumplir con su trabajo de manera segura. Dijiste, y es verdad, que eres una Celadora y que sólo eres responsable ante tu propia conciencia. ¡Pero qué es ser una Celadora, Leonie, si su conciencia no te exige la honestidad digna de una Celadora, o de una Hastur!
Se produjo otro largo silencio.
—Te doy mi palabra de Hastur, Damon, de que no sé cómo se revierte. Toda mi investigación de los registros me informó tan sólo de que cuando esto se hacía comúnmente, en la antigüedad, después de que las Torres dejaron de neutralizar a sus Celadoras para que la sagrada fertilidad de una Comynara no sufriera ni siquiera en teoría, esas Celadoras eran enviadas a Neskaya. De modo que investigué los registros de allí. Theolinda, en Neskaya, me dijo que todos los manuscritos fueron destruidos cuando Neskaya fue quemada hasta los cimientos, durante las Épocas de Caos. Y así, aunque todavía siento que Calista debería regresar a nosotros, hay una única manera posible de redescubrir lo que podemos hacer por ella. Damon, ¿sabes lo que significa Búsqueda Temporal?
El sintió un curioso estremecimiento, un escalofrío, como si la textura misma del supramundo temblara bajo sus pies.
—Había oído decir que también esa técnica se había perdido.
—No, pues yo lo he hecho —dijo Leonie—. Se había desviado el curso de un río, y todas las granjas y aldeas próximas estaban amenazadas por la sequía o la inundación, y el hambre. Yo hice una Búsqueda Temporal para averiguar precisamente por dónde había fluido cien años atrás, para poder volverlo a su curso intentando que fluyera por su canal natural. No fue fácil. —Su voz sonó leve y temerosa—. Y tú tendrás que ir más atrás que yo. Tendrás que retroceder hasta antes del incendio de Neskaya, durante las rebeliones contra los Hastur. Fue una mala época. ¿Crees que podrás llegar a ese nivel?
—Puedo trabajar en muchos niveles del supramundo —dijo Damon lentamente—. Hay otros, por supuesto, a los que no tengo acceso. No sé cómo llegar al nivel en el que puede hacerse una Búsqueda Temporal.
—Yo puedo guiarte hasta allí —dijo Leonie—. Sabes, por supuesto, que los supramundos son tan sólo una serie de convenciones. Aquí en este mundo es más fácil visualizar tu cuerpo físico desplazándose por una planicie de espacio gris, con formas ideales a modo de hitos —señaló la forma penumbrosa de Arilinn que se erguía detrás de ellos—, que acercarse a la verdad, que es que tu mente es una tenue red de intangibles deseos que se desplazan dentro de un mundo de abstracciones. Por supuesto, aprendiste eso durante tu primer año en la Torre. Es posible, por supuesto, que el supramundo esté más cerca de la realidad objetiva del universo que el mundo de la forma, lo que llamas el mundo real. Sin embargo, cualquier buen técnico puede ver allí, a voluntad, que los cuerpos son redes de átomos y energías giratorias y campos magnéticos.
Damon asintió, sabiendo que era verdad.
—No es fácil que alejes tu mente de los convencionalismos a los que llamas mundo real para liberarte del tiempo tal como lo conoces. Probablemente, el tiempo mismo no sea más que una forma de estructurar la realidad de modo que nuestros cerebros puedan darle algún sentido —dijo Leonie—. Probablemente en la realidad última del universo, con respecto a la cual nuestras experiencias son aproximaciones, tal vez no exista una experiencia del tiempo como secuencia, sino que el pasado y el presente y el futuro existen juntos como un todo caótico. En un nivel físico, y por supuesto eso incluye el nivel en el que nos hallamos ahora, el mundo de las imágenes, donde nuestra visualización recrea constantemente el mundo que preterimos ver a nuestro alrededor, nos resulta más fácil viajar siguiendo una secuencia personal desde lo que llamamos pasado al presente y al futuro. Pero en realidad, incluso un organismo físico existe probablemente de manera íntegra al mismo tiempo, y su desarrollo biológico, desde el embrión hasta la senilidad y la muerte es meramente otra de sus dimensiones, como la longitud. ¿Te estoy confundiendo, Damon?
—No mucho, prosigue.
—En el nivel de la Búsqueda Temporal todo ese concepto de secuencia lineal desaparece. Tú mismo debes crearlo para no perderte en la caótica realidad, y debes anclarte de algún modo para que tu cuerpo físico no se retrotraiga a través de las resonancias. Es como vagar con los ojos vendados en un laberinto de espejos. Preferiría hacer cualquier cosa en este mundo antes que intentarlo otra vez. Sin embargo, me temo que sólo por medio de una búsqueda en el tiempo como la que te digo, puedas hallar una respuesta para Calista. Damon, ¿
debes
arriesgarte a eso?
—Debo hacerlo, Leonie. Hice la promesa a Calista. —No quería decirle a Leonie en qué grado extremo había hecho esa promesa, ni contarle la agonía que la joven había soportado, aunque le hubiera resultado más sencillo morir si no hubiera confiado en su promesa—. No soy un Hastur, pero no traicionaré mi palabra.
Leonie suspiró profundamente.
—Yo soy una Hastur —dijo—, y Celadora, responsable de todos los que han jurado ante mí, hombres y mujeres. Ahora siento que si a mí me correspondiera elegir, ninguna mujer recibiría entrenamiento de Celadora si no consintiera en ser neutralizada, tal como se hacía en las viejas épocas. Pero el mundo marchará como quiera, no como me parezca a mí. Me haré responsable, Damon, aunque no puedo asumir toda la responsabilidad. Soy la única Celadora sobreviviente en Arilinn. Neskaya está frecuentemente fuera de los emisores porque Theolinda no es lo bastante fuerte, y Dalereuth está utilizando un círculo de mecánicos sin Celadora, de modo que me siento culpable por conservar a Janine a mi lado en Arilinn. Tal como están las cosas, no podemos entrenar suficientes Celadoras, Damon, y las que sí entrenamos suelen perder sus poderes cuando son todavía jóvenes. ¿Te das cuenta por qué necesitamos tan terriblemente a Calista, Damon?
Era un problema sin respuesta, pero Damon no aceptaría que Calista fuera convertida en un mero instrumento, y Leonie lo sabía. Ella dijo finalmente, como preguntándoselo:
—¡Cómo debes amarla, Damon! Tal vez debí habértela entregado a ti.
—¿Amor? —replicó Damon—. No en ese sentido, Leonie. Aunque es muy querida para mí por su gran coraje, que es lo que más admiro en los demás.
—¿Tú tienes poco coraje, Damon? —Leonie quedó en silencio durante largo rato y él vio que su imagen se hacía borrosa como ocurría con las olas de calor en el desierto que estaba más allá de las Ciudades Secas—. Damon, oh, Damon, ¿acaso he destruido a todos los que amo? Sólo ahora advierto que te hice daño, tal como dañé a Calista...