Casi antes de terminar aquel pensamiento, otra ristra de cazas enemigos apareció detrás de Jefe Oro. Esta vez, se abrió de forma deliberada. La espiral de torturada aflicción era tan débil como un gemido…, pero humana.
Luke fue incapaz de imaginar pilotos humanos a bordo de cazas alienígenas de aquel tamaño. Sobre todo, por parejas.
El OAB pitó. Luke reprimió su inquietud y contempló el círculo rojo de cruceros alienígenas. Destelló: vulnerable.
—Frenesí
a Rogue Uno. Ve a por ese crucero. Ya.
—Estoy en ello —graznó Wedge, apenas audible sobre un siniestro silbido en dos tonos. Cazas X pasaron ante el mirador de Luke.
De repente, varios escuadrones más de diminutas pirámides centelleantes surgieron por un extremo del crucero alienígena.
—Aborta, Wedge —gritó Luke—. Han lanzado otra oleada.
—Sí, ya lo he visto. —El silbido aumentó de potencia: interferencia. Wedge no parecía preocupado—. OAB no acaba de decidirse, ¿eh?
Los cazas X se dispersaron por parejas, arrastrando tras de sí a las naves piramidales.
Tendría que estar allí fuera. Su talento era inútil en el puente.
El OAB pitó de nuevo y llamó la atención de Luke hacia una ristra de símbolos. Había contado y calculado las posiciones de las naves, evaluado la potencia de fuego conocida y observada, resistencia del escudo, velocidad y otros factores. La retirada de los imperiales se estaba convirtiendo en un contraataque en el lejano flanco inferior del frente alienígena. Pter Thanas era un estratega de primera clase. Luke se volvió hacia su oficial de comunicaciones. Una agitación en la Fuerza, vagamente ominosa, le puso los pelos de punta.
Se acercó más al OAB. Wedge se dirigía hacia el crucero ligero. Buena señal. La posición de los imperiales se había fortalecido en un quince por ciento. Excelente señal.
No, espera.
Una cañonera alienígena, mucho más pequeña que el crucero, pero armada sin duda hasta los dientes, se había apartado de la batalla principal. Se aproximaba al escuadrón de Wedge, protegida por el crucero ligero, en un ángulo de acercamiento invisible para Wedge. Supuso que el capitán de la cañonera había esperado a que Wedge y sus chicos volvieran la espalda.
—Rogue Uno —dijo Luke—. Wedge, mira atrás. Cañones grandes abajo. Rojo Cinco y su grupo, salgan de ahí y libren a Wedge de esos cazas.
—¿Qué ha sido eso?
Apenas pudo oír a Wedge por culpa de la interferencia. Los cazas X se dispersaron. Dos se pusieron a tiro de la nave. Un destello apareció en el mirador de Luke.
Dos explosiones de angustia humana, dolorosamente familiar, estrujaron la espina dorsal y el estómago de Luke cuando los pilotos de la Alianza murieron.
No ha sido Wedge
, se apresuró a confirmar, pero eran personas, de todos modos.
Amigos de alguien. Les echarán de menos. Les llorarán
.
Se serenó y trató de protegerse mejor. Aún no podía entregarse al dolor. La nave de escolta, representada por un destello rojo en la pantalla OAB, seguía pegada a la cola de Wedge.
Detrás de Luke, la capitán Manchisco carraspeó.
—Perdone, comandante, pero está dejando el
Frenesí expuesto
a…
Luke iba a volver la cabeza, cuando una señal de alerta carmesí apareció en el tablero OAB. El
Frenesí
iba a sufrir un ataque.
Cazas alienígenas pasaron ante el mirador y reflejaron locos destellos de luz.
—Ya lo creo —contestó Luke—. Ellos también se han dado cuenta. La tripulación es suya.
Los ojos negros de Manchisco brillaron. Giró en redondo y ladró una serie de órdenes a sus tripulantes. El duro farfulló una pregunta y agitó sus manos largas y nudosas sobre los controles de navegación. Manchisco respondió. El
Frenesí llevaba
de todo, desde artillería a operadores de escudo. Luke se concentró en el peligro que corría Wedge y olvidó el suyo.
Minicazas alienígenas rodeaban casi por completo a Wedge y su escuadrón. Les tenían atrapados en el interior de un globo de escudos energéticos y fuego graneado a prueba de huidas. Luke controló el pánico y fundió su energía emocional en la Fuerza, a su alrededor y en su interior.
Proyectó su punto de presencia hacia la diminuta nave alienígena situada ante el caza de Wedge. La tocó y sintió con claridad dos presencias casi humanas a bordo del pequeño caza. Luke reprimió la sensación de sufrimiento, que casi le provocó náuseas, y rozó cada presencia. Una controlaba los escudos; la segunda, las restantes funciones de la nave. Luke se concentró en ésta, y lanzó energía de la Fuerza hacia su interior. Aunque débil y desmayada. Opuso una torturada resistencia. Su dolor le llenó de desesperación. Nadie merecía vivir libre, proclamaba todo su ser. En su opinión, Luke no podía hacer nada por Wedge, nada por salvarse y nada por salvar a los dos humanos que se hallaban a bordo del caza alienígena. Todos estaban condenados.
Luke se esforzó por ver a través de la visión del desconocido. Toda la esfera del espacio se abrió ante él. Sobrecargó sus sensaciones. Fue preciso que estrechara su campo visual para localizar el caza X de Wedge. A ambos lados de su presencia proyectada, una pirámide flotaba, al parecer inmóvil, y volaba en formación. Un sensor/analizador, similar a un ojo compuesto, le devolvió la mirada desde cada cara del triángulo. Un cañón láser sobresalía en cada vértice.
Miedo, ira, agresividad: son el lado oscuro
. Yoda le había enseñado que sus métodos eran tan precarios como sus motivos. Si utilizaba el poder oscuro, incluso para defenderse, el coste sería desastroso para su alma.
Se relajó en la Fuerza. Sin perder el control, por el bien de su alma y su cordura, amplificó la desgarrada voluntad. Su sentido de la humanidad alcanzó el grado máximo, inútil victoria para un espíritu torturado. En otro tiempo había vivido, libre. Deseaba seguir viviendo, con toda la intensidad de los condenados.
En respuesta, Luke planteó una sugerencia.
Pero una buena muerte es mejor que vivir esclavo del odio, y la paz es mejor que la angustia
.
Con una brusquedad que le sorprendió, la nave alienígena alteró su rumbo y se dirigió hacia una de sus compañeras. Aceleró hasta embestirla. Luke se liberó de la otra voluntad humana y se derrumbó en la silla, jadeante y sudorosa. Se apartó el cabello empapado de la cara.
Un alarido transmitido por los auriculares de Luke perforó su cerebro. Tardó un segundo en concentrar su mente en el puente de mando del portanaves, y otro segundo en enfocar la vista y calmar el estómago.
El caza de Wedge huyó por la brecha creada al colisionar las dos naves alienígenas.
—Señor —dijo la capitán Manchisco. Luke recobró más o menos la conciencia—. ¿Se encuentra bien?
—Lo estaré. Dentro de un minuto.
—Quizá no nos permitan ese minuto, señor.
El OAB seguía destellando en rojo. El
Frenesí
se bamboleó por efecto de un intenso bombardeo. La artillería de Manchisco había destruido un enjambre de cazas diminutos, pero detrás llegaban más, y otras tres naves de escolta alienígenas. En una esquina del tablero, seis triángulos rojos destellaban un aviso de erosión de escudo. Había atraído la atención de los alienígenas, no cabía duda. Le invadió la desesperación.
—No puede proporcionarnos más energía —dijo la capitán—. ¿Guarda algún otro as en la manga…, señor?
En otras palabras, ¿podía ayudarles a salir del lío el famoso Jedi? Seguía altiva, pero también iba acumulando adrenalina.
El navegante farfulló algo.
—No —ordenó la mujer, alarmada—. Quédese en su puesto.
El duro se pasó una larga mano sobre su plumosa cabeza gris.
—A todos los escuadrones —llamó Luke—.
Frenesí
necesita refuerzos.
La nave osciló de nuevo. Las luces del puente parpadearon.
—Ya está —anunció un tripulante desde su tablero—. Los escudos se han apagado. Ahora veremos lo resistente que es el casco.
Pirámides de dos metros pasaron ante el mirador. Luke cerró un puño. Bullían numerosas ideas en su cerebro, pero ninguna útil.
Algo brilló en la confusión de la batalla, el disco asimétrico de un carguero que había aparecido del hiperespacio entre el enjambre de cazas alienígenas. Una nave escolta se interpuso en su línea de fuego y se evaporó.
—He pensado que necesitabas ayuda —dijo una voz familiar en sus oídos.
—Gracias, Han —murmuró Luke—. Muy amable por tu parte.
Los cazas enemigos, uno tras otro, se alejaron del
Frenesí
en busca de espacio despejado. Las luces rojas de alerta viraron a ámbar.
—¿Cuántas me debes ya, pequeñín?
—Varias —contestó Luke.
Quizá estaba en deuda con Leia. Tal vez había aprendido a percibir las señales de la Fuerza.
El encarnizamiento de la batalla se apaciguó lentamente. En el OAB no paraban de desfilar cifras, pero Luke hizo caso omiso. Más tarde, tal vez utilizara la información para asesorar a sus pilotos sobre las características de las naves alienígenas, pero de momento, observó por el mirador y examinó la situación. Entregarse a la Fuerza era un acto reflejo, pero no estúpido.
—Escuadrón Rojo —ordenó Luke—, colóquese detrás de ese crucero, pase por delante de su proa y dé la vuelta.
Se rascó el pulgar y espero a que la enorme nave diera la vuelta; contuvo el aliento y se aferró al muslo con la misma mano. Poco a poco, el punto rojo enemigo empezó a girar en su pantalla. Se lanzó hacia adelante, tal como había supuesto, atraído por la presencia del Escuadrón Rojo. Unos metros más, y el Escuadrón Rojo podría…
—¿Jefe Rojo? —transmitió Luke.
—Allá vamos —chilló una voz joven.
Luke tuvo que apretar su otra mano contra el borde del tablero. La próxima vez, dejaría que Ackbar diera el mando a otra persona. Aquello era ridículo. Odiaba mandar. A la primera oportunidad, presentaría la dimisión.
Sintió la destrucción del crucero mediante la Fuerza. Milisegundos después, el estallido iluminó el mirador.
—¡Sí! —graznó la voz de Wedge—. ¡Buen trabajo, Jefe Rojo!
Luke imaginó a su jefe de escuadrón más joven sonriendo en la cabina.
—Bien hecho —coreó Luke—, pero no cierres los ojos todavía. Queda mucho por hacer.
—De acuerdo,
Frenesí
.
El racimo de puntos azules que representaban a los cazas X se dispersó en cuatro direcciones diferentes. Los analizadores de cada aparato reunieron datos que transmitieron a los tableros de batalla de la flota.
Magnífico logro, Dodonna
, felicitó mentalmente al inventor del OAB. Sus sofisticados circuitos eran tan útiles (y limitados) como los ordenadores de tiro de los cazas.
—Señor —dijo el teniente Delckis detrás de él—. ¿Un vaso de agua?
—Gracias.
Luke cogió un recipiente de fondo llano. Una nueva configuración en el OAB le intrigó. Alguien del otro bando acababa de dar una orden importante, porque los puntos rojos iban abandonando el combate.
—Jefes de escuadrón, se preparan a saltar. Manténganse alejados de su camino, pero neutralicen a cualquiera que les ataque.
Había madurado en la Fuerza. Su primera elección ya no era matar, sino intimidar, sobre todo a un grupo de combate que se hubiera revuelto contra el agonizante Imperio. Cambió de canal.
—¿Ha visto eso, comandante Thanas?
No hubo respuesta, pero el comandante imperial Thanas también estaba ocupado. Luke observó con alivio que los racimos iban desapareciendo uno tras otro.
—Se acabó —dijo en voz baja—. De momento, lo hemos conseguido. Conecte los analizadores extrasistema, Delckins. Creo que no irán muy lejos.
—Sí, señor.
Luke vertió agua reciclada en su garganta seca. Había estado respirando con fuerza.
La próxima vez, será mejor que te controles
, se dijo.
—Señor —dijo Delckis—, tenía razón. Han aparecido a escasa distancia del sistema.
—Mmmm.
Le gustaba tener razón, pero mejor que hubieran vuelto a casa.
Estiró sus cansados miembros. Y ahora, ¿qué? Dejó el recipiente sobre el OAB. Resultaba una mesa mejor que el consejero de estrategia.
—Delckis, envíe un mensaje codificado al almirante Ackbar. Necesitamos más naves. Incluya las grabaciones que ha efectuado el OAB de la batalla. Así sabrá contra qué nos enfrentamos. ¿Podrá hacerlo en media hora?
—Está hecho, señor.
Gracias a la Fuerza por los transceptores imperiales de contrabando.
—Hazlo. —A continuación, reponer el combustible y descansar—. Jefes de escuadrón, aquí el
Frenesí
. Buen trabajo. Volvamos a casa.
Manchisco exhaló un suspiro, agitó las trenzas y palmeó la espalda del duro.
Los puntos azules de la Alianza convergieron hacia el
Frenesí
. La radio de Luke crepitó.
—Comandante de la Alianza, aquí el comandante Thanas. ¿Tiene sistema holográfico?
—Sí, pero es lento. Dénos cinco minutos.
El teniente Delckis ya estaba bajando palancas y enviando energía a los componentes recién colocados. Luke adelantó su silla.
—Avíseme cuando esté preparado.
Sobre un panel de instrumentos apareció la imagen de un hombre que aparentaba unos cincuenta años, de rostro enjuto y ralo cabello castaño, cortado lo suficiente para impedir que se rizara.
—Gracias —dijo el comandante Thanas—. Les felicito.
—No han ido muy lejos.
—Ya lo veo. Estaremos atentos. Tal vez deseen, hum, abandonar la zona de batalla. Esas naves alienígenas dejan cascotes muy calientes.
—¿Calientes?
Luke echó un vistazo al indicador de temperatura del casco.
—Los aparatos teledirigidos ssi-ruuvi queman fusionables muy pesados.
Nuevo término:
ssi-ruuvi
. Y lo más importante, si los alienígenas pretendían invadir Bakura, ¿por qué llenaban el sistema de cenizas radiactivas?
¿Y por qué se tomaba la molestia Thanas de sostener aquella conversación por holotransmisión
?, se preguntó Luke, cuando la imagen de Thanas se desvaneció. O bien el comandante Thanas quería ver a su colega o, sabiendo que los rebeldes contaban con holotransmisores, quizá sospechaba que habían robado otros ingenios imperiales.
Luke contempló los puntos dorados «aliados».
—Analiza eso —ordenó al OAB.
La lectura apareció al instante, y movió el vaso para verla. El crucero imperial se alejó, visiblemente dañado. Las fuerzas restantes de Thanas se habían retirado de la batalla para establecer una red defensiva alrededor de aquella nave.,, y de Bakura.