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Authors: Andy McDermott

Tags: #Aventuras

La tumba de Hércules (29 page)

BOOK: La tumba de Hércules
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Curso de colisión…

El piloto de la lancha giró primero, apartando a Chase de la mirilla de los otros dos hombres. Justo como él había esperado.

Arrojó el gancho a la lancha cuando las dos embarcaciones se cruzaron. El metal golpeó la proa con estrépito y la cuerda salió zumbando detrás de él.

El gancho atravesó la lancha de proa a popa y se enganchó firmemente en la barandilla trasera.

Los tiradores ya estaban volviendo a apuntarlo… pero el morro de su navío se elevó por los aires de repente y la lancha volcó cuando el hidrodeslizador tiró de ella hacia atrás.

Los tres hombres salieron volando de la lancha y cayeron al agua lodosa. Poco después, la lancha invertida amerizó sobre ellos y los golpeó, dejándolos inconscientes.

El hidrodeslizador se tambaleó por ir arrastrando la lancha. Chase señaló la anilla metálica con la que estaba atado el cabo al casco. Nina avanzó hasta ella y, con algún esfuerzo, deshizo el nudo. El cabo se soltó y desapareció tras ellos. El hidrodeslizador salió disparado hacia delante, una vez liberado del peso de la lancha.

Chase miró hacia arriba, tratando de orientarse por el sol, y después giró hacia el norte. Todavía los perseguía una lancha. Escucharon acelerar su motor.

Y otro sonido más, un rugido distante hacia el nordeste.

Rápidos.

Sin embargo, Chase no tenía tiempo de pensar en ellos. Había más islotes delante, una mezcolanza de rocas y árboles con pequeños canales que serpenteaban entre ellos. Un par de gacelas miraron a su alrededor, asustadas por el ruido del bote, y después salieron huyendo, saltando de una isla a otra.

Envidiando su velocidad, Chase viró hacia la izquierda, deseando llegar de nuevo al río que iba hacia Nagembe…

—¡Eddie! —chilló Nina, señalando hacia atrás.

Chase vio la lancha de Fang a solo veinte metros a babor, navegando en dirección a ellos.

Fang estaba de pie en el asiento del copiloto, agarrado a la parte superior del parabrisas. Tenía algo en una mano que desprendía destellos de luz…

—¡Jesús! —jadeó Nina—. ¡Ese cabrón loco sigue con su espada!

A Chase solo se le ocurría una razón por la que Fang podría tener dispuesta un arma como aquella.

—¡Va a saltar a bordo!

—¡Oh, Dios mío! ¿Pero qué se piensa que es esto? ¿Los piratas del jodido Caribe?

—¡Sube aquí! —le gritó Chase—. ¡Tú pilotas esto… y yo me ocupo de él!

—¿Hablas en serio?

Chase le dedicó una rápida sonrisa traviesa mientras bajaba torpemente del asiento para dejar que subiera Nina.

—¡Prepárate para repeler el abordaje!

Saltó a la cubierta y Nina tomó los controles.

La lancha ya estaba a su altura y se acercaba rápidamente.

—¡Pasa entre las islas! —le dijo Chase a Nina mientras él cogía el remo, indicándole el canal sinuoso que tenían delante.

—¡Es demasiado estrecho! ¡Esto gira peor que un todoterreno!

—¡Tú finge que estás tratando de sortear los baches de la Quinta Avenida!

Chase se agarró a la estructura metálica que sujetaba la silla con una mano justo cuando la lancha los embistió lateralmente, levantando un muro de agua y casi tirando a Nina de su atalaya. Chase se tambaleó y solo evitó caerse de espaldas gracias a que estaba sujeto.

Gritando, Fang saltó desde la lancha.

Aterrizó sobre la proa vacía del hidrodeslizador e inmediatamente se puso en posición de combate, sosteniendo la espada ante él y con las piernas bien abiertas para mantener el equilibrio. Nina pilotaba hacia el canal entre las islas. Era demasiado estrecho para que las dos embarcaciones entraran la una junto a la otra, así que la lancha redujo la marcha bruscamente y viró para colocarse tras ella, con su proa a pocos centímetros de la popa del hidrodeslizador.

Chase evaluó rápidamente a su oponente. La espada-bastón no era un simple accesorio de adorno: no había duda de que Fang sabía cómo blandir la hoja con furia.

Y lo único que tenía él como arma era un remo…

Fang saltó hacia delante, tratando de asestarle un tajo a la cabeza de Chase. Chase levantó rápidamente el remo para desviarlo.

¡Crac!

El remo se partió en dos con un corte limpio de la espada. Consternado, Chase esquivó el golpe y después tiró torpemente el extremo de la pala. Fang cogió impulso y volvió a atacar, esta vez apuntándole al pecho. Chase movió el otro trozo de remo como si fuese un garrote y trató de golpear el brazo de la espada de Fang, al tiempo que se alejaba de la estocada.

Fang adivinó su movimiento… y cambió de objetivo.

La espada atravesó la manga de la chaqueta de cuero de Chase y penetró en su bíceps derecho. Chase rugió de dolor, tiró el remo y se sujetó la herida con la mano izquierda. Su adversario movió la espada ensangrentada hacia atrás, preparándose para otro golpe…

El hidrodeslizador se agitó violentamente. Nina había abierto el giro y el borde del casco rozó la orilla empinada del canal. Fang dio un bandazo y estiró los brazos, tratando de mantener el equilibrio.

Chase se abalanzó hacia él. Lo embistió con la cabeza en la caja torácica, como si fuese un toro, y después le asestó un puñetazo con la izquierda en el estómago. El aire se escapó por la boca de Fang, que cayó sobre uno de los bancos.

Chase se enderezó y sujetó el brazo de la espada del asiático con la mano izquierda, clavándole el pulgar con fuerza en los tendones de la muñeca. Si pudiese hacer que soltase la espada…

El dolor explosionó en su brazo herido. Fang le estaba haciendo lo mismo a él… ¡pero su pulgar se hundía en el corte sangriento de su bíceps!

Chase gritó, casi desbordado por el dolor. Soltó la muñeca de Fang y consiguió desembarazarse de su mano. En ese proceso, tropezó encima de un banco y cayó de espaldas.

Fang se puso de pie y levantó la espada, preparado para clavarla como si fuese una estaca de acero en el corazón del inglés…

Nina hizo chocar el hidrodeslizador contra la otra orilla del canal, esta vez a propósito. Una lluvia de polvo y piedras cayó sobre sus ocupantes. Tiró de los controles y la embarcación zigzagueó, tambaleante, en el canal de aguas confinadas.

Fang trastabilló por el impacto y resbaló. La hoja seguía apuntando hacia Chase…

Esté atisbó el destello plateado bajando hacia él y levantó las dos piernas, golpeando a Fang en el torso con las suelas de las botas y lanzándolo por encima su cabeza. Cayó delante del asiento del piloto.

Otra orilla se avecinaba. Nina tiró de las palancas y el hidrodeslizador viró de un lado a otro, rodeándola y consiguiendo evitar, por poco, estrellarse contra la ribera rocosa. Después salió del canal y entró en otro río, a favor de la corriente. La lancha rápida los siguió, ganando velocidad y tratando de ponerse a su altura.

El piloto sacó una pistola.

Chase rodó y se puso de pie, haciendo una mueca ante otra punzada de dolor lacerante del brazo. Fang parecía aturdido, pero seguía sosteniendo la espada.

Si pudiese arrebatársela…

Saltó por encima de los bancos…

Nina vio la pistola apuntándola.

—¡Mierda!

Hizo virar bruscamente al hidrodeslizador… no alejándose de la otra embarcación, sino yendo hacia ella.

La cubierta se movió bajo Chase cuando aterrizó del salto. La bota no golpeó por poco la mano de Fang. Se tambaleó, desequilibrado.

La otra lancha intentó alejarse. Su piloto luchó desesperadamente con el timón, tratando de evitar una colisión, y olvidándose momentáneamente de su pistola.

Fang levantó el brazo.

La hoja se abrió paso entre los vaqueros de Chase y le hizo un corte en la pantorrilla del que salió un chorro de sangre.

El dolor fue tan agudo que Chase casi se desmaya. Se desplomó sobre uno de los asientos. Fang se puso de pie, con la coleta agitándose al viento. Chase veía a Nina en el asiento del piloto, detrás de él, con una mirada de terror impotente en la cara.

Apretó la herida con la mano izquierda y sintió otra oleada de dolor atravesándole la pierna. Fang lo miró despectivamente y volvió a alzar la espada. La punta sangrienta danzaba como un insecto ante los ojos de Chase, a punto de asestarle el golpe mortal…

De repente, la cabeza de Fang salió despedida hacia delante cuando Nina le estrelló el tacón de la bota desde detrás.

Fang se tambaleó…

Y se puso al alcance de la pierna sana de Chase.

Chase golpeó con fuerza la rótula de Fang con su pie. Se oyó un crujido terrible y la cara de Fang se contorsionó de dolor al tiempo que renqueaba hacia atrás. Nina movió el brazo y le dio un puñetazo de revés en la cara cuando pasó por su lado, impulsándolo aún más hacia popa…

La coleta se le enganchó en la hélice.

Antes de tener siquiera tiempo de gritar, Fang fue izado en el aire y conducido, cabeza por delante, hacia las palas desprotegidas. De la parte trasera del hidrodeslizador manó un enorme chorro de sangre, como si se tratase del aspersor del jardín de un psicópata. El crujido húmedo de su calavera desintegrándose se pudo oír incluso por encima del ruido del motor. El cuerpo sin cabeza cayó sobre la cubierta, al lado del asiento del piloto, sin dejar de blandir la espada en la mano temblorosa.

Nina no tuvo tiempo de reaccionar ante esa horrible visión porque tenía otras dos cosas por las que preocuparse. El piloto de la lancha, aunque parecía tan sorprendido y asqueado por la muerte de su jefe como ella, había superado su pérdida rápidamente y se giraba hacia ella, pistola en mano.

Y el río se estaba volviendo más bravo. Las aguas, antes plácidas, empezaban a agitarse y espumear. La embarcación cogía velocidad y los rápidos fluían hacia una…

—¡Catarata! —gritó Nina.

Delante de ellos, el río bajaba por el borde de una enorme cuenca, una depresión causada por las fallas geológicas que atravesaban el delta del Okavango. El precipicio no era alto y la caída de la cascada no superaba los seis metros. Sin embargo, esa era altura más que suficiente para destrozar al hidrodeslizador y para probablemente matar a sus ocupantes al chocar contra las rocas que había abajo.

O el piloto de la lancha no había visto lo que se avecinaba, o estaba lo suficientemente cabreado como para que no le importase, porque aceleró en dirección hacia el hidrodeslizador.

—¡Agárrate! —le chilló Nina a Chase cuando las dos embarcaciones colisionaron—. ¡Jesús!

Ella se aferró con fuerza a las palancas de control, totalmente consciente de que no había tenido tiempo de ponerse el cinturón, y las utilizó para redirigir los timones de detrás de la hélice. El hidrodeslizador giró y cortó la superficie del agua como una piedra sobre el hielo. Si tuviese suficiente espacio, podría conseguir que la embarcación diese un giro completo antes de llegar al borde de la cascada.

Otra colisión, más fuerte, casi la arrojó del asiento. La espada de Fang se cayó de su mano floja y repiqueteó sobre la cubierta. Chase se lanzó a por ella, arrastrándose dolorosamente por encima de los asientos.

Nina efectuó el giro, ahora que por fin el hidrodeslizador empezaba a responder al impulso de la hélice. Miró la lancha.

El piloto la apuntaba con la pistola…

Se agachó y la bala le pasó silbando justo por encima.

Chase escuchó el disparo y, arrastrándose todavía, observó la nueva amenaza.

La lancha se acercó una vez más, botando sobre las aguas revueltas. Se aproximaban rápidamente al precipicio, a unos cuarenta y cinco metros… El estruendo de la cascada iba en aumento.

El piloto volvió a disparar. Su tiro acertó al motor del hidrodeslizador, produciendo un sonoro «¡pan!». El motor tosió inmediatamente e hizo un ruido áspero, al tiempo que un chorrito de aceite salía con fuerza de una grieta en su carcasa. Una columna de humo se desprendió de los tubos de escape y se extendió por detrás de la hélice.

Nina se encogió cuando el hombre apuntó para efectuar su último disparo…

Chase cogió la espada y la lanzó a la lancha.

Se la clavó en el hombro al piloto y allí se quedó, como un dardo sobredimensionado. El hombre aulló y dejó caer el arma, luchando por extraer la hoja de la carne. La lancha se alejó del hidrodeslizador.

Nina tiró de las palancas e hizo virar a la embarcación. El motor protestó tras ella… pero seguía teniendo la potencia suficiente para poder girar, saltando sobre las aguas turbulentas, mientras se precipitaba hacia el borde del abismo, ahora a solo diez metros, cinco…

Chase y Nina se deslizaron entre la neblina de gotitas del borde de la catarata durante un momento, paralelos al precipicio, antes de girar y alejarse hacia la orilla.

La lancha no tuvo tanta suerte. El piloto giró el timón en un intento desesperado de virar, pero con una sola mano no pudo hacerlo lo suficientemente rápido. El bote salió disparado por encima del borde y se estrelló contra las rocas que había bajo las tempestuosas aguas. Explotó y ocasionó una lluvia de astillas de madera, fibra de vidrio y acero.

Luchando con los mandos, Nina rezaba mientras guiaba al hidrodeslizador hasta la orilla. El motor ya ardía y desprendía un denso humo negro. Se sujetó cuando las rocas rasparon la quilla del barco, a medida que las aguas perdían profundidad…

La quilla del hidrodeslizador se subió a una orilla lodosa y chocaron contra una cuesta empinada cubierta de maleza, parándose de golpe. Nina saltó del asiento del piloto justo antes del impacto y cayó al suelo con un ruido sordo, rebotando una vez antes de quedar tumbada en una zona de hierba alta y seca.

Se sentó. La cabeza le daba vueltas. El motor de la embarcación se había calado y soltaba una columna de un humo negro y aceitoso.

¿Dónde estaba Chase?

—¡Eddie! —gritó, deslizándose por la cuesta, con un punzante dolor en su tobillo torcido.

El cuerpo decapitado de Fang yacía sobre uno de los asientos, pero Chase no se encontraba a la vista.

—Aquí abajo.

La respuesta llegó con un resuello y su familiar acento de Yorkshire. Chase levantó la mano desde el otro lado del bote y la agitó débilmente antes de incorporarse. Señaló el cuerpo.

—Utilicé al enano este de colchón. No es tan bueno como un airbag, pero funcionó, más o menos.

Nina rodeó la embarcación para ayudarlo.

—¿Estás muy herido?

—Bueno, me clavó la espada en el brazo y me cortó la pierna como si tratase de trinchar un pavo, así que te puedes hacer una idea.

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