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Authors: John Boyd

Tags: #Ciencia ficción

La última astronave de la Tierra (27 page)

BOOK: La última astronave de la Tierra
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—Ciencias sociales.

—Debería haberío adivinado. Siempre se os encuentra en los jaleos.

—A mí no —dijo ella—. No se organizan esas cosas con publicidad en televisión, sentadas estudiantiles y boicots. No es tan fácil. Se forman organizaciones conquistando las mentes una a una, y convenciéndolas una a una.

—¿Estás organizando algo?

—Sí. Una organización internacional de estudiantes para avanzar la amistad mundial a nivel joven-adulto. Además del intercambio de estudiantes en los campus, estoy escribiendo a estudiantes en Inglaterra, Rusia, Argentina. Tengo un joven muy entusiasta en Haifa que está deseando organizar Israel. Pero escribe en hebreo, y yo en inglés… ¿Hablas hebreo?

—Con toda fluidez —dijo él— y en varios dialectos.

—¿Lo dices en serio, Hal?

—Pues claro. También hablo árabe, griego, italiano, francés, alemán, español y ruso.

—Dime algo en griego —le desafió ella.

—¿En ateniense puro, o con acento de Creta?

—Habla en griego ateniense —dijo ella—, pero muy despacito.

Estaba seguro de que la chica mentía, pero no habló lentamente. Le dijo en tono normal y con plena sinceridad:

—Eres una de las chicas más hermosas que he conocido en la vida, y aunque sé que la belleza y la virtud raras veces se encuentran juntas, en tu caso no supondría diferencia alguna. Literalmente podría hacer el amor contigo durante cien años sin cansarme, si duraras todo ese tiempo.

Ella bajó los ojos maravillada, satisfecha y tímida, y dijo:

—Vi cómo se movían tus labios, pero no pude entender ni una palabra de lo que dijiste.

De modo que lo había entendido todo. Bien, la verdad era la verdad.

De pronto ella se inclinó hacia él hablando con intensidad:

—Nuestro movimiento podría utilizar tu talento para los Idiomas. No… seré más sincera contigo. Te necesito. Todo lo puedo ofrecerte es mi profundo aprecio y la satisfacción que obtendrías de trabajar para una causa más importante y duradera que tú o que yo.

Ahora agitaba las manos al estilo de los griegos —o los judíos— y esas manos, los ojos oscuros, el aire semítico de sus rasgos hicieron surgir en él una nostalgia que luchó por ocultar. De nuevo se sintió en el viejo Jerusalén, y la chica frente a él era María Magdalena. Tenía la misma intensidad y generosidad persuasiva de María Magdalena, y utilizaba casi los mismos argumentos que utilizara María cuando le había convencido para que dejara su sitio a Joshua, ahora llamado Jesús, y cediera el pasaje a su amigo en la última nave espacial de la Tierra.

Los esquemas nunca cambiaban. Las mareas de la historia ascendían de nuevo y su único amor terrenal llegaba otra vez. María Magdalena estaba sentada ante él apenas ligeramente cambiada en forma y modales, y su ingenio y su expresión eran los de su único amor que no era de esta Tierra, Helix. Inclinó la cabeza simulando rascarse el puente de la nariz… Incluso ésta le llamaba «tonto» y «chiflado», como Helix.

Cuando alzó los ojos, Helen estaba silenciosa, pero la súplica seguía latiendo en su mirada.

—Verás, Helen ¿por qué no voy a tu alojamiento mañana por la tarde? Podemos pensar en la idea, y ver qué sale.

—Estaré esperándote —dijo ella, hablando mientras escribía la dirección en un papel—, porque me gustas y creo que serás muy valioso para la organización. Tu mentalidad social está desenfocada, probablemente porque eres un ingeniero, y los ingenieros son hombres de acción.

—Sí —dijo él aceptando la dirección—. En lo referente a la acción estamos en el tres por ciento superior, especialmente si se trata de la unión entre estudiantes.

—¡Oh!, confío en un chiflado —dijo ella poniéndose en pie y te agradezco la invitación y la charla. Pero debo volver corriendo al Hombre y la Civilización. No te olvides del sábado. Ven hacia las seis y te prepararé algo de comer.

Comprendió que no se olvidaría del sábado cuando la vio alejarse de la mesa con un movimiento de caderas que le recordó a Helix. Había estado pensando muy a menudo en Helix últimamente. En cuestión de segundos ahora, según el tiempo de ella, Helix y su papá iban a llevarse la sorpresa de su vida cuando la puerta del taxi del espacio se abriera y saliese el Profeta Hebreo. O tal vez no fuese una sorpresa.

Bien, había tenido que hacerlo de ese modo. Había demasiadas preguntas pendientes entre aquí y allá. Como Flaxon había dicho una vez, la verdad está en el ojo del que la contempla, y Haldane tenía los ojos débiles. No es que creyera que se le habían dicho mentiras deliberadas; sólo que la verdad se comportaba extrañamente en presencia de los Fairweather. Y las parábolas de Joshua eran claras como el cristal si uno tomaba en consideración que los cristales desvían la luz, y Haldane IV, alias Judas Iscariote, alias Hal Dane, nunca había sido eliminado en el análisis del espectro.

En primer lugar, Haldane se preguntaba si se habría apartado de la historia, o la habría modificado, cuando había depositado el cuerpo de Jesús, drogado por el hisopo, en el taxi espacial justo después de la Crucifixión. Personalmente él no podía perder de ningún modo. Si había iniciado un Armagedón al lanzar la nave al espacio, entonces era el olvido para él, y muy bien que le vendría el sueño. El aparatito que le pusieron en una muela le estaba haciendo pasar muy malos ratos, y ahora no podía hacer que se lo quitaran. Cualquier dentista que echara una mirada a aquel receptor se figuraría que era un agente extranjero y llamaría a gritos al F.B.I.

Una vez el F.B.I. descubriera que él había sido ciudadano de Georgia durante trescientos años, sabrían que esa Georgia era la que estaba junto a Alabama, y llamarían a la C.I.A, la C.I.A. lo comprobaría con la Interpol, y la Policía Internacional llamaría a Estambul, Damasco, Roma, París, Londres y Moscú. (¡Caray, confiaba en que nunca lo comprobaran en Tbilsi y hablaran con los descendientes de Ailya Golovina!) Y alguien empezaría a figurarse que algo se les había ido ligeramente de la mano. Ya se imaginaba los titulares:

EL JUDIO ERRANTE DESCUBIERTO VIVO. ¡ADMITE QUE FUE JUDAS ISCARIOTE! ¿No se quedarían atónitos los goyím al descubrir que Judas Iscariote era un cristiano?

El diente hacía que se le fuera la cabeza.

Helen Patrouklos se detuvo en la entrada para hacerle un gesto de despedida, y el Judío Errante le devolvió el saludo. En el preciso instante en que su mano caía de nuevo sobre la mesa, la voz quejumbrosa de un vaquero empezó a cantar: «No puedo soportar el decir adiós».

Si él hubiera arreglado la fusión final de la tesis definitiva con la antítesis definitiva, entonces sería el gran Jubileo, y nadie perdería, excepto probablemente el profesor de economía de los Páramos de Marston.

El diente no le molestaría tanto si pudiera elegir un poco de música popular o clásica de vez en cuando.

Nada podía perder reuniéndose con Helen. Si su organización ayudaba a traer la armonía a este mundo, entonces la armonía podía apresurar el desarrollo de una tecnología decente. Si no, aún tendría el placer de su compañía, y él necesitaba toda la diversión que pudiera encontrar. Según el índice actual del progreso científico, pasarían otros dos mil años antes de que pudiera abordar una nave para salir de este planeta.

Había otra posibilidad que él temía. Tal vez tuviera que continuar hasta que Él volviese, y eso significaría el Purgatorio si estaba condenado a caminar por la Tierra, entre el primer año y el segundo año de carrera, durante los diez mil años siguientes. La vida sería realmente tediosa sólo bromeando, sentado y escuchando a su muela que tocaba la música de aquel absurdo país y la música del Oeste todo el tiempo.

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