La última batalla (40 page)

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Authors: Bill Bridges

Tags: #Fantástico

BOOK: La última batalla
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—De acuerdo, a ver qué te parece esto: lo llamaremos una visión general de nuestros procedimientos estratégico-tácticos durante el esperado conflicto.

Evan sonrió y meneó la cabeza.

—Demasiado abstracto.

Albrecht sonrió.

—¿Informe de guerra?

Evan asintió.

—Sucinto y descriptivo.

—Si conseguimos salir vivos de esto, te nombraré mi nuevo portavoz de gobierno.

Evan suspiró, sonriendo, y volvió a bajar la vista hacia el cochambroso mapa, mientras esperaba el mensaje de Mari.

En la llanura, el viento había amainado. El día estaba nublado, pero no nevaba. Mari y los guardias Colmillos Plateados estaban al borde del bosque, justo en la línea de árboles, viendo cómo se aproximaba el gran ejército.

—¿Tienes una estimación de su tamaño? —le preguntó Mari a Eric.

—Ciento cincuenta. Quizás doscientos —dijo él—. Esperábamos a cincuenta.

Mari asintió con aprobación.

—Algo debe de haber cambiado para traerlos a todos. Algo más que Albrecht.

Eric frunció el ceño y miró enfadado a Mari. Ella lo miró con indiferencia.

—Sé realista. Ellos nos rechazaron antes, con buenas razones. Puedo entender que metan a unos pocos guerreros más porque Albrecht lo pida, pero no tantos. Esto se parece más a un ejército de refugiados que de soldados.

A medida que el ejército se fue aproximando, quedó claro que muchos de los Garou cojeaban o se apoyaban en otros para que los ayudaran. Alrededor de un cuarto del total ya venían heridos.

Mari dio un paso adelante. Le habló a Eric mientras seguía vigilando al ejército.

—Deja a la mitad de los guardias aquí, escondidos entre los árboles. —Se giró para mirar a Tormenta Silenciosa, la Wendigo luna-nueva que los había acompañado desde el campamento y a Cojitranco, el Theurge Roehuesos—. Vosotros dos os venís con nosotros. Quiero una vigilancia constante. Si captáis aunque solo sea un tufillo a Wyrm o algo extraño, nos avisáis a Eric y a mí. —Los dos jóvenes Garou asintieron y se pusieron justo detrás de ella.

Salió del bosque con Eric, cinco guerreros Colmillos Plateados, Tormenta Silenciosa y Cojitranco.

A la cabeza del ejército, un lobo se detuvo y regresó corriendo a la formación. Esta se abrió y una manada de hombres y una mujer avanzaron; iban vestidos con pieles de invierno blancas. El jefe se puso la mano en la frente, por encima de los ojos y los entornó para bloquear el brillo de la nieve, que todavía relucía incluso bajo el cielo encapotado. Echó la cabeza hacia atrás y aulló un saludo a Mari.

Ella reconoció el aullido, dio otro de respuesta y aceleró el paso para reunirse con el hombre.

—Me suena a Abbot y desde aquí parece él. Chicos, ¿oléis algo raro?

—No —contestó Cojitranco—. Solo huelo a nieve y a Garou.

—Todo parece normal —dijo Tormenta Silenciosa—. Cojitranco, ¿cómo está la Umbra?

El lobo entornó los ojos y se quedó mirando a las nubes, como si estuviera soñando despierto.

—Vacía. Nada más que espíritus del viento.

Tormenta Silenciosa asintió. Conocía a los espíritus del viento. Los Wendigo ya habían hablado con ellos. Los espíritus les habían prometido llevarles noticias de cualquier suceso extraño.

—¡Mari Cabrah! —gritó Thomas Abbot, al tiempo que agitaba la mano por encima de su cabeza.

—¡Abbot! —gritó a su vez Mari, también agitando la mano.

—Definitivamente, es Abbot —dijo Eric—. Si esto es una trampa, es la mejor que he visto en mi vida.

Mari recorrió corriendo el resto de la distancia y cogió la mano del anciano senescal. Abbot sonrió, encantado de verla y le dio una palmadita a Eric en la espalda.

—Me alegro de volver a encontrarme con unos amigos —dijo Abbot—. No estoy acostumbrado a caminatas tan arduas.

—Me alegro mucho de verte —dijo Mari, mientras miraba al ejército—. Parece que hayas estado jugando a ser Noé.

Abbot sonrió, pero obviamente era una sonrisa forzada.

—Tenemos representantes de todas las tribus. Muchos de ellos… no tuvieron elección. Hemos perdido un montón de túmulos, Mari. El nordeste es una tierra baldía. Muchos de los supervivientes se unieron a nosotros porque no tenían otro sitio al que ir.

Mari hizo un gesto hacia el bosque.

—Ya sospechaba que estaba pasando algo malo. Aquí tampoco ha sido un paseo por el campo. Vamos, metámoslos en el valle.

—¿El valle? —dijo Abbot. Miró hacia el bosque—. No puedo verlo desde aquí.

—Está bien escondido —contestó Mari, dirigiéndole hacia los árboles—. Estos pinos son más altos de lo que parecen desde lejos. Ocultan el cañón. Es un antiguo túmulo Gurahl.

Abbot enarcó las cejas.

—Fascinante. ¿Y el rey? ¿Cómo está?

—Albrecht está bien —dijo Mari—. Llegó justo a tiempo de ayudarnos a salir de un apuro. Incluso los Wendigo están aliviados de tenerlo al mando. Y eso ya es decir mucho.

Abbot asintió y le hizo un gesto al ejército, que lo siguió, mirando ávidamente a los árboles como quien llega a un oasis después de vagar por el desierto.

Cuando el sol se puso por el borde de las paredes del valle, los jefes Garou se congregaron en la arena del centro de mando y se sentaron formando un círculo alrededor del mapa dibujado en el barro.

Albrecht, se sentó en una roca cercana, con un palo largo en la mano. Señaló al dibujo del pasillo del valle.

—Este es el único camino de verdad que entra en el valle. Algunas criaturas podrían escalar las paredes, pero son escarpadas y no tienen muchos asideros. Solo por si acaso, estamos colocando lunas-nuevas y cachorros a lo largo del perímetro de la parte superior del precipicio; disponen de un montón de piedras para que las arrojen a cualquier cosa que escale por allí.

—Por supuesto, las criaturas voladoras pueden entrar directamente. Por eso es por lo que tenemos arqueros aquí, aquí y aquí —Albrecht señaló tres puntos en el mapa, uno en la retaguardia, otro en el medio y otro a lo largo del borde superior del precipicio, por encima del pasillo—. Tendrán tantas flechas de pesadilla y otros talen como puedan hacer hasta que llegue la hora.

Albrecht señaló a Aurak, que se sentó a su lado.

—Aurak me ha dicho que hay muchos espíritus que están huyendo hacia el sur, porque sus hogares han sido destruidos. Están deseando ayudar en la venganza y resulta fácil pactar con ellos para que nos sirvan. Desde esta noche, necesito que todos los Theurge del nuevo ejército vayan con Aurak a encargarse de esto. Además, decid a todo el que conozca y maneje el arte de los fetiches que se reúna con Aurak. Tienen que abandonar el valle para hacerlo, así que tenemos un regimiento de guardias preparados para escoltarles a la hora de entrar y salir.

Albrecht se inclinó hacia delante y dibujó tres rayas que bloqueaban el lugar donde el pasillo entraba en el valle.

—Por lo que respecta a nuestras defensas centrales, nuestra musculatura, hay cinco filas de nuestros mejores guerreros justo aquí, a donde el enemigo se tiene que dirigir para entrar en el valle.

Un guerrero de la Camada de Fenris dio un paso adelante. Albrecht le hizo un gesto con la cabeza, indicándole que podía hablar.

—¿Y no deberíamos intentar detenerles antes de que entren en el paso?

—Sí —dijo Albrecht—. Para eso también tenemos planes. Hablaré de ello en un minuto. —Dibujó más líneas en varios puntos cercanos a la boca del valle—. El resto de nuestros guerreros, los de apoyo, estarán colocados aquí y aquí, preparados para entrar y rellenar las posiciones de los heridos y caídos.

»Fuera del valle, escondidas entre los árboles, hay unas trampas; la mayoría son fetiches, pero también hay algunas trampas ingeniosas con cables para tropezar y árboles que se caen. Puede que acaben con unos pocos enemigos, pero como mucho es una táctica para retrasarles. Lo que conseguiremos es hacer que vayan más despacio mientras les lanzamos una lluvia de flechas. Una vez que pasen, claro, golpearán las filas frontales que ya he descrito.

»Aquí atrás están los otros puestos. Manadas de corredores Garou transportarán a los heridos para que los curen. Una vez que estén recuperados, se irán con los apoyos y esperarán su oportunidad para volver a unirse a la defensa.

»La segunda línea de apoyo está aquí para defender a los chamanes y a los medias-lunas que coordinarán nuestras defensas espirituales. Tenemos suerte. No hay ningún frente Umbral que vigilar, gracias a la naturaleza del valle. Pero eso también significa que no podemos enviar fuerzas Umbrales para un ataque relámpago; no podrían volver a entrar.

»El apoyo secundario también está preparado en caso de que los enemigos encuentren la manera de evitar el pasillo. Tendrán que mantenerlos a raya mientras la defensa principal recurre a nuestros planes alternativos. Los comentaré después con los generales, que se los explicarán a sus manadas. Básicamente, hay varias formaciones diferentes para responder a los ataques que lleguen de cualquier parte del valle. Por ejemplo, si entran a través de la pared del cañón de aquí, vamos a la formación número cinco.

Un Señor de las Sombras dio un paso adelante y esperó a que Albrecht le diera la palabra. El rey asintió. Él señaló al suelo del valle.

—¿Y si tienen un Trueno del Wyrm? Puede llegar desde cualquier parte del subsuelo.

Albrecht miró a Zarpa Pintada, que se levantó para dirigirse al grupo.

—Mi manada tiene experiencia contra los Truenos del Wyrm. Pentex intentó incubar una camada cerca de nuestros bosques hace unos pocos años. Los cimientos que hay bajo el valle son muy duros, más que la mayoría. Los Truenos del Wyrm pueden cruzarlos, pero les llevará tiempo. Los oiremos y sentiremos las vibraciones mucho antes de que lleguen. Si ese es el caso, Albrecht llamará a la formación número diez, en la que el apoyo secundario se prepara para correr hacia el punto de incursión. Todos los jefes medias-lunas se unirán a ellos y convocarán a los espíritus de la tierra para que los ayuden en la defensa.

Zarpa Pintada volvió a sentarse.

Albrecht bajó el palo y se levantó.

—Ese es el resumen básico. Los detalles se desarrollarán con cada manada, de manera que conozcan su papel y sus acciones alternativas. ¿Alguna pregunta?

Nadie dijo nada. Todos miraban el mapa, familiarizándose con él. Al final, Garras-de-Plata, el jefe de los Hijos de Gaia del Túmulo de los Finger Lakes, se levantó. Albrecht le hizo un gesto con la cabeza.

—¿Qué tipo de enemigos nos esperamos? Nueva York fue atacada por Danzantes de la Espiral Negra, pesadillas y fomori. He oído historias preocupantes sobre la batalla de la Llanura del Apocalipsis, donde se dice que cayeron el margrave Konietzko y la reina Tvarivich. La increíble variedad de enemigos que había allí… si nos enfrentamos a la misma composición, será una prueba dolorosa.

Albrecht paseó la vista por las caras que le miraban.

—No hay razón para dulcificar todo esto. La batalla en la llanura fue mal. Pero fue decisiva y a nuestro favor. Allí murieron un montón de criaturas, gracias a la dirección del margrave y Tvarivich. Estas cosas nunca llegaron al mundo material. Las criaturas contraías que hemos estado luchando en nuestros túmulos hasta el momento son solo maldades de cosecha propia. Y ya se ha demostrado que son suficientemente malas. Ahora, sin embargo, nos están lanzando todo lo que tienen. Este ejército viene de Malfeas, lo que significa que está lleno de las peores cosas imaginables. Cosas que ni siquiera pueden existir normalmente en el mundo material. Sospecho que han encontrado cierto poder para superar esa limitación.

»No sé si somos su único objetivo. Seguramente habrá otros focos de resistencia Garou por el mundo. Las fuerzas del Wyrm tendrán que encargarse de ellos también. Si dividen sus fuerzas, nuestras posibilidades mejoran. Sin embargo… creo que Zhyzhak, la jefa del túmulo de los Danzantes de la Espiral Negra de Nuevo México, hizo algo sin precedentes. De alguna manera liberó el poder del Laberinto de la Espiral Negra y lo utilizó para sacar a los ejércitos de Malfeas. Juró que volvería a darme una patada en el culo. Creo que esta es su jugada.

Los de la Camada de Fenris gruñeron y hablaron sin esperar a que les dieran permiso.

—¡Entonces la destriparemos y estrangularemos al Wyrm con sus intestinos! ¡Que venga! ¡Salve, Albrecht, verdadero enemigo del Wyrm!

Otros lanzaron gritos de aseveración y aullidos de gloria. Albrecht no respondió. Miró a las caras de los jefes, la mayoría de los cuales no se alegraban, aunque asintieron sabiamente. Ninguno de ellos se quejó o pareció estar en desacuerdo con lo que se había dicho. Aquello era una pequeña victoria en sí misma, puesto que no tenía precedentes en su experiencia con ellos.

—De acuerdo —dijo Albrecht, al tiempo que levantaba las manos para que todos se callasen. La euforia desapareció—. Como he dicho, la reunión ha terminado. Ahora van los detalles. Aquí Abbot —señaló a Thomas Abbot, el que se había encargado de conducir a los refuerzos— ha sido informado de todos los pormenores. Ayudará a que la información llegue a los generales, quienes a su vez informarán a sus manadas. Quiero que todo el mundo esté completamente preparado para el amanecer. Todas las estimaciones que nos llegan de los espíritus parecen apuntar a que se producirá un ataque en algún momento de mañana por la noche. Aquí hemos terminado. Ahora difundid el mensaje.

Albrecht se alejó, seguido por Evan y Mari. Los Garou reunidos se levantaron y se marcharon arrastrando los pies; cada uno se dirigió a la manada que tenía asignada. Los guerreros se quedaron atrás para recibir las órdenes detalladas de Thomas Abbot y Eric Honnunger.

Albrecht se apoyó contra la pared del precipicio, bajo el alero que sobresalía por encima de su campamento. Se frotó la frente y hundió los hombros.

—Algo te inquieta —dijo Evan—. Suéltalo. A los demás se lo puedes ocultar, pero a nosotros no.

Albrecht les miró cansadamente.

—Esta vez he fracasado pero bien. Es culpa mía que estemos en este follón.

Mari frunció el ceño.

—¿De qué diablos estás hablando?

Albrecht cruzó los brazos, todavía apoyado contra el risco.

—Tvarivich me pidió que me uniera a ella y al margrave. Estaba reuniendo un ejército. Quería que yo lo dirigiera con ellos. Me negué, porque estaba demasiado preocupado por volver a casa.

—Eso a mí no me suena egoísta —dijo Evan—. Tú no tenias ni idea de lo que estaba pasando aquí. Nadie podría haber predicho que las cosas se pondrían así de mal.

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