Read La vida perra de Juanita Narboni Online
Authors: Angel Vazquez
Muy bonito. Y qué niño más gracioso, es como un Niñito Jesús. Por lo menos es decente, lleno de pompas de jabón por todas partes. Pues mira, el primero que me regalan este año. Miento: uno le dieron en El Chiquet a Hamruch, pero lo tiré, una pareja en bañador, tomando café, una indecencia. Gracias, gracias, y qué fresquito da... ¿Os queda esmalte nacarado de rosas Carpe? No, si ya lo sé. Pues búscamelo cuando puedas. Os encuentro muy bien. Con muy buen aspecto a las dos. ¿Qué decías, Alberta? Las piernas, sí, hija, con este clima, tanta humedad... ¿por qué no os tomáis unas vacaciones? Ana María estuvo en los baños de Marmolejo y le sentó muy bien. Ya lo sé, caros sí son, pero vale la pena. Bueno, me voy. No, no me puedo estar más. No te olvides del esmalte, Flores. ¿Cuánto son las horquillas? ¡Anda, anda, pues sí que vais a hacer negocio de esa manera! No, eso sí que no. Está bien, gracias. Mañana os mando una pasta real con Hamruch. Que sí, que sí, que lo hago de corazón. Un beso. Adiós, adiós, sigo mi camino. Ahora no encuentro el pañuelo. ¿Dónde lo habré metido? ¡Ojalá no se hayan despachurrado los chumbos! Me meteré en este portal. Miles de ojos te observan, Juani, desde todas partes. Eres la mujer marcada. La hermana de la que se escapó, se fue, la ida del fumo
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. ¿Qué queréis de mí? ¿Qué culpa tengo yo? ¿Qué daño os hice, malditas? ¿Es que no se os va a olvidar nunca? Olvidáis a vuestros muertos, en la mejará deberíais estar todas, que hasta para ponerme un pañuelo tengo que esconderme como si estuviera haciendo una cosa fea. Aquí no me ve nadie. Cruzar el paso golpeando siempre con la punta y el tacón... ¡Eso, eso, como si estuviera aplastando cucarachas, matando esas malditas cucarachas que tienen lenguas de víboras! Ahora, extender los brazos sin perder el compás, ¡pobre de mí, siempre extendí los brazos, mamá, pero por lo visto siempre de una forma descompasada! Lo que me faltaba, María Luisa... ¿Adonde irá ésa? A algún mandado. Cada día está más negra. Y esos pelos, frisés más que nunca. Nunca olvidaré el día de su Primera Comunión organizada por las que organizan todo en esta ciudad. Organizadoras de espectáculos. Las que le metieron a mi hermana en la cabeza que viviera su vida. La diadema de flores de azahar se le resbalaba por aquellos pelos y cada dos por tres Rosario Arroyo subía al altar a colocársela. Mercedes, que nunca vio tres en un burro, protestaba: «Y por qué no se le ha ocurrido a ninguna ponerle un elastiquito, hubiéramos ido de Marmita Medina, está dando el espectáculo.» «Que vaya una a Galeries Lafayette y se traiga veinte centímetros de elástico, esto es una vergüenza...» Y esta pobre —más fea que nunca— se reía feliz de recibir en ese cuerpo trastocado a Nuestro Señor... ¡Qué guapa estás, María Luisa! ¿De quién es ese vestido que llevas puesto? Rosa Lagier. Pues, hija... te sienta muy bien. ¿Adonde vas? ¿A la farmacia de la Cruz Roja? Oye... ¿quién está mala? Momi, claro ¿cómo no? Pobrecito... o pobrecita, que nunca sé cómo hay que llamar a esa mariquita. Habrá estado toda la noche bailando en La Mar Chica. No te pregunto lo que tiene porque me vas a decir lo peor. ¿Y te acuerdas de mí, María Luisa? ¡Hija, qué memoria, conoces a toda la ciudad! Toma, toma cinco pesetas para que vayas al cine. De nada, mujer. No, no me beses... (con esos labios tan gordos), bueno, cerraré los ojos, lo haré por caridad. Ve con Dios. ¿Has visto qué viento? Ten cuidado no te vayas a caer. ¡Adiós, mi reina! ¡Anda, hija, que me has dejado un pestazo a esencia de clavel! Nada, que no llego nunca. «Carioca, no me seas esquiva...» ¡Ayúdame! Estoy torpe de piernas. «Carioca, tuyo es mi corazón...» Bueno, ya estamos llegando. Cada día está esta entrada más puerca y siempre me olvido decirle a Hamruch que le pase una manita de agua. De mañana no pasa que se lo diga. No servirá de nada, los niños del zapatero han estado jugando aquí, como si los viera, mira cómo me lo han dejado todo, y que no pase un guardia nunca, ¡claro, como nadie protesta! Para encalijos estoy ahora, y menos esa desgraciada de Hamruch, herniada quedaría. «Nadie, ni usted misma notará que está herniada si usa el cómodo, ligerísimo y diminuto aparato Hernius.» La Gran Dama sale de su casa, ¿adonde irá? Muy elegante. Ni mirarme. ¿Qué se puede esperar de una mujer que ni siquiera se dignó a darme el pésame cuando murió papá? Esto es... Un taxi, ¿cómo no? Habías pedido un taxi, para no despeinarte. Te vieras como yo me veo... ¿Y esos dos niños? ¿Quiénes serán? No los conozco. Hijos de algún ministro, seguro. «Rumbo al Cairo va la Dama, en su yate occidental, con su mono y su negrito, y en la vela su inicial»
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. ¡Que el diablo te lleve! Me he puesto tan nerviosa que no doy con la llave. Hija, tienes el don de sacarme de quicio. «Ninon, quand tu me souris, de toutes mes larmes je me sens guéri:»
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. ¡Viento maldito, para de una vez! ¿No estás viendo que no me dejas sacar las cosas del bolso? «El método principal para bailar esta danza es: juntar las frentes fúertemente apretadas, y sea cual fuere el paso de baile, no separarlas nunca.» Ahora arranca el taxi. Adiós, adiós, te digo con la mano. ¿Te creías que yo me había ofendido? Pues te equivocas, bendita. Adiós, Ninón. Que te diviertas en el baile o donde quiera que vayas. ¡Si yo no me ofendo nunca, nunca, mujer! Por nada, no faltaba más. Tengo yo mucha entereza. Tú, a mí, Gran Dama, no me conoces. Tú no conoces ni a tu padre que viniera del otro mundo. Que lo pases bien, mi reina, que lo pases de lo mejor y que el diablo te confunda. Se lleve el mal encima de tu cabeza. Bueno, Juani, esa llave... ¿No te la habrás dejado en el balneario? No tendría nada de particular. Todo lo temo de ti, loca disparatada. No te extrañe, ni te emberrenchines porque la gente no te salude. Lo tienes bien merecido, memloca de mierda. ¡Ea, ya perdí la llave! ¡Castigo de Dios! No, no, si no lloro, mamá. Chumbitos de mierda. A lo peor se me cayó al suelo cuando fui a sacar el monedero. El monedero está aquí. Y los churros. ¿Y las gafas? ¡A bueno está! ¿Es que también he perdido las gafas? ¿No te digo que estás loca, Juani? Las llevas puestas, mujer. ¡Ea, mamá, aquí me tienes cruzá de brazos pa no mirarla
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. ¿Y si llamara a la puerta de al lado? ¿Estará Mona en su casa? ¡A estas horas, y hoy sabat, estará en el cine, la negra, loca por el cine estuvo siempre ésa! Llamaré... A lo mejor está. Podría saltar desde su patio al mío, me dejará una escalera, muy alto no es ¡y me ve rán desde el patio de Juanito el Malagueño! No quiero ni pensarlo. Tengo que hacer algo. No lo pienses más, Juani, parada aquí y abofeteada por el viento no te vas a quedar. Que mañana aparezcas muerta en el portal de tu casa como la vendedora de mixtos, ¡bonito final! ¡Asesinada por el viento! ¡Precioso final! De lo mejor. Llamaré de una vez. Este timbre no suena, y esta desgraciada no tiene llamador, lo quitó cuando le dio por modernizar la casa, en mala hora... Golpearé, a lo mejor está en el patio. ¡Golpea, golpea fuerte, golpeada te veas, Juani, por imbécil! Aquí no hay nadie. ¡La fin del mundo es esto!
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. No aparece un alma, ¿qué hago? ¿Dónde me meto? Volveré a la mercería... Mis macetas. ¡Mira tú qué preocupación! ¡Ojalá se hayan roto todas! Me lo merezco. Nunca me pareció mi casa más bonita, ni más tranquila que en estos momentos. ¡Ay, mamá, que ahora no me acuerdo de aquella oración a San Antonio para encontrar los objetos perdidos! ¿Cómo era? Mamá, te lo pido por todos los santos, haz que me recuerde. «Carioca, carioca, es el baile que disloca...» ¿Lo ves como soy una disparatada? Me tendré que confesar. Sólo me acuerdo un poquito del responsorio... ¿Cómo era? Mal fin tenga. A veces quisiera morirme... Si supiera que iba a estar contigo, te lo juro. Perdona, mi bien, no sé lo que me digo. Perdóname. «Si buscas milagros, mira muerte y error desterrados, miseria y demonios huidos, leprosos y enfermos sanos...» No, con el responsorio no encuentro la llave, ni la encontraré jamás. Y el viento sigue. ¡Viento, viento, mátame de una vez! Acaba conmigo si eso es lo que quieres. Estoy borracha, seguro. Nada de lo que estoy haciendo es normal. ¡Aquí te espero, comiendo huevo!
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. ¿Qué hago yo sola en el portal de mi casa, disimulando? La llave... Eso es. La llave que no la encuentro. ¡Ábrete, sésamo! Mira, ahora aparece el peine. Lo estuve buscando todo el día y ahora apareces, cabrón. Me da igual. No quiero peinarme, ya hice lo que pude en casa de las merceras. ¡Qué tristeza! Ahora mismo lo único que deseo es estar dentro, sentada en la butaquita de papá. Sólo eso. No es mucho, Dios Santo, y hasta eso me lo niegas. Luego dicen... Estoy por estrellar el bolso contra la pared y sentarme en el escalón a llorar a lágrima viva. ¡Que se despachurren y revienten los chumbos y manchen la pared como si fuera sangre, y que se destripen todos los churritos del mundo! No quiero nada. No tengo ganas de nada. No deseo nada. No, no, que no tengo deseos. Hasta llorar me cuesta trabajo de lo cansada y harta que estoy. Ya tienen ésas la radio puesta, para que la oiga todo el mundo. «A petición de la señorita Milagros Junquera y para sus amigas de San Roque, Carmen y Pilar, escucharán ustedes "Solamente una vez"
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. De Daisy y Mery Molledo de Gibraltar para su primo Jimmy por lo que él ya sabe, y finalmente de la abuelita más guapa del mundo para sus nietecitos que la quieren con locura.» Así anda el mundo. Eso. Solamente una vez, una, cien y mil veces. Bolso, bolsito ¡a la mierda! ¡Dios Santo, la llave... pero si la llave está ahí, he encontrado la llave! Pobres chumbos... La llave, tengo la llave... ¡Qué temblor! ¿Podré abrir? Los nervios no me dejan. ¡Ya estoy en casita! Cierra esa puerta, Juani. Aquí no te pasará nada, puedes hacer lo que te dé la gana. Fuera, el viento y esos malditos ojos detrás de todas las ventanas, que no te pierden de vista, esperando que metas la pata. Todo está cerrado. ¿Cómo están mis macetitas bonitas? Huele demasiado a zotal y a jabón carbónico, a esta desgraciada se le va la mano. Mis macetitas, mis macetitas... ¿Cómo estáis, preciosas? ¡El cóleo! Pobrecito mío, se te ha roto el tiesto, ¿no, mi vida? Mañana que es domingo iré al zoco y compraré uno más grande, más bonito... Tú no sufras, mi rey, te envolveré esta noche en un trapo húmedo. Te cuidaré. Te llevaré a mi cuarto. Menos mal. Las demás estáis bien. ¿Os ha dado agüita Hamruch? ¿Os dio bien de beber? «Carioca, no me seas esquiva...» Ven, ven a mis brazos, coral, que te voy a poner a resguardo de este maldito viento. ¡Malo, malo, viento, eres muy malo! No le hagas daño a mis niñas... ¡Aquí, aquí todas, en esta esquinita! Que llega la noche y el viento es muy malo para las niñas que no son obedientes. Quietecitas. Eso es. ¿Ha sido buena Hamruch? ¿No ha hecho ninguna tontería? Me alegro. Ya está llegando la noche. Buenas noches, que descanséis bien. Voy, voy por un trapito para envolverte, cóleo... No te impacientes. Te meteré dentro para que no destrocen tus hojitas. Ahora vengo. Menos mal, yo esperaba lo peor. ¿Dónde habrá un trapo que no sirva? En el trastero. Aquí, en este cesto, mira aquí hay un trapito. ¡Guós por mí se haga! Mira lo que saqué... Un vestido de aquella maldita. Está roto... Me acuerdo yo de este vestido, y de la tarde que lo estrenó. Yo estrené otro igual, con el mismo estampado, pero fondo turquesa, más discreto. Fuimos al Roma Park. En mala hora se me ocurrió buscar un trapito. Ven, ven que te moje, vestido pecador, yo te sumerjo en las aguas del Jordán... ¡Qué cosas digo! ¡Me da la gana! Estoy sola. En mi casa, puedo hacer lo que me dé la gana. Desnudarme si quiero, no me ve nadie. Ya es hora de ir encendiendo las velas. Papilla de chumbos voy a cenar yo esta noche, a lo mejor no están tan malos mezclados con churros. Un puré exótico. Juani, acabas de inventar un nuevo puré... Estoy loca. «Carioca, no me seas esquiva; Carioca, tuyo es mi corazón; Carioca, quiero darte mi vida; Carioca, si tú quieres darme con fe tu amor...»
Buenos dias, mamá, que Dios te bendiga. ¡Qué silencio! Hamruch ¿eres tú, Hamruch? Me he quedado dormida. Buenos días, Hamruch, mientras yo me doy una douche en el cuarto de baño, ve poniendo el agua a calentar. No, no traigas nada. Hoy no hay periódicos. No, no necesito pan, queda pan de ayer, estoy engordando demasiado. ¿Qué es esto? El puré de chumbos, ¡qué horror!, de pronto creí que eran barras de rouge machacadas. ¿Quieres tirar esto a la basura? ¡Cómo estaría yo para hacer esta porquería! Anda, pon el agua a calentar. Voy a tomar té. Tú tienes café en aquella cafetera, no tienes más que recalentarlo... Pon a tostar esos bollitos. No hace viento, se ha quitado el levante. Se lleve el mal. ¡Qué tranquilidad! ¡Qué mala cara tengo, Dios mío! Cada día estoy peor. Me voy a duchar, tengo que ir a la Electra. Ya no me acordaba, hoy es domingo, otra noche sin luz, la mansión de Drácula. El agua está fría... Me sentará bien. Iré a misa. Debería confesarme, pero lo dejaré para mañana. Digo tantos disparates... Si supieras lo mala que soy, mamá. Y te juro que soy mala sin maldad, a lo tonto. Siempre fui un poco atolondrada. ¿Qué hora es, Hamruch? Bueno, ¡mira tú a quién le voy a preguntar! Ahora voy. ¿Qué vestido me pongo? ¿Qué pregona ese loco? Jureles... No, hoy no voy a comer nada. Tengo que mortificarme. ¿Quedan patatas y huevos, Hamruch? Pues tú te haces una tortilla o lo que quieras. Menos mal que ahora nadie lleva medias en verano, con lo que yo critiqué a Elizabeth, nunca digas de este agua no beberé; tienen todas unas carreras... El lunes tengo que pasar por el Consulado a ver si ha llegado la paga de papá. En mala hora se me ocurrió comprar la casita del Marshan, esas protestantes no pagan ni a tiros, mañana les presentaré los dos recibos. Tal vez Ana María o Marmita puedan dejarme algún dinero, claro que la pobre de Marinita está como para prestar. Reza, Juani, reza, rézale a quien tú sabes, siempre ocurre el milagro. A mí me pasa lo que a Perla Blanca, que cuando ya crees que la va a pillar el tren... Estos polvos son horrendos, me dan una palidez mortal. Le dije a esa estúpida de Charito Coslado que me los trajera mate y además «Maderas de Oriente». Tengo que ir a la peluquería en cuanto cobre. Esta cabeza no puede esperar más. Julián ya me puso el otro día mala cara cuando me lo tropecé por el Zoco Grande. Hamruch, en cuanto termines de tomar el café te pones el jaique, que nos vamos al Zoco de Fuera a ver si encontramos un tiesto para ese cóleo. Este té cada día sabe más amargo. Yo creo que esta memloca me está echando algo en el agua. Un hechizo. ¿Cómo están mis macetitas bonitas esta mañana? ¿Habéis dormido bien? Se fue el levante... Ese levante maldito ya no volverá a hacerle daño a mis niñas. ¡Anda, date prisa!
No te quedes ahí parada con toda esta solina viendo los camellos. ¡Será la primera vez que los has visto! De buena gana me llevaba un quesito. Sí, compraré dátiles y un quesito, como los eremitas en el desierto. Ésa va a ser mi comida de hoy. Sólo me faltaban los camellos, y el hijo del Caíd que me llevara de una vez...
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. ¿Qué hora está dando? Las once. Hamruch, llévatelo todo a casa. Yo me voy para la iglesia. Espérame. Limpia los cacharros y le echas agua a las macetas. En cuanto salga de misa voy para allá. De paso, compra una lechuguita, que te la den buena. Tengo que tener alguna pulga en alguna parte, porque siento un picor... Me pasaré todo el tiempo que dure la misa rascándome, con tal de que no me caiga la de Tovar al lado y se enrede a darme patadas, como es su costumbre. No, no, si no llego. Llegaré al introito. Y tendré que sentarme en los últimos bancos, o arriba del todo, donde me dan esos vértigos tan espantosos. ¡Eso, hijo, atropéllame! Hoy todo el mundo tiene coche. Burro grande, ande o no ande. ¿Quién les iba a decir a ésos, que hace diez años estaban vendiendo calentei
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y pipas de girasol, que iban a tener un Cadillac! ¡Vivir para ver, Juani! A veces me acuerdo de ti, bastarda, ¿qué estarías haciendo tú, ahora, en esta ciudad, si no te hubiera dado la locura de escaparte? Otro disparate.