La vida perra de Juanita Narboni (5 page)

BOOK: La vida perra de Juanita Narboni
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Gracias, mamá. Gracias por ese beso aunque me hayas despertado. ¿Por qué nunca despiertas a la otra? No importa. ¡Cómo hueles! ¿Cómo...? ¿Que cuando llegaron los qué?¿Los pilotos? ¡Ah, sí, los pilotos! Todos os pusisteis de pie y aplaudisteis... ¿Qué es esto? ¿Un aeroplano de papel? Como la cara de ellos.

¡Cómo está esto! De bote en bote. Todas las aspidistras, hortensias y enredaderas de la ciudad. Y claveles. Doña Fe sabe hacer las cosas. Con razón llamaron a casa esta mañana muy temprano y vi salir a Hamruch con dos macetas de aspidistras. El vestíbulo ha quedado precioso con tantas alfombras, las mejores alfombras de Rabat y de Marrakech. No me empujes, mamá. Alguien me está pisando la punta de la capa. No hay quien llegue al guardarropas. Te noto como pálida, cansada, mamá, parece mentira, con lo que a ti te han gustado siempre todas estas cosas. ¡Anda, y la estúpida de mi hermana ya se ha quitado la capa! Ella, por tal de lucirse, es capaz de todo. De Libélula: esas antenas son un disparate. Cogerás una pulmonía. A mamá, la pobre, ese dominó le está grande. Que Dios me perdone pero parece la Aixa Kandisha
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; como siempre ha tenido esas piernas tan finas, esta noche me parecen patas de cabra. ¡Qué horror! Soy una maldita. No merezco el pan que me como. Es que soy malísima. No, hijita, si no empujamos no llegaremos nunca. Nunca llegaremos a esa escalera. Y soy yo, yo, la que tiene que preocuparse de mamá. Esa ida que tienes por hija ya nos adelantó dando capotazos. ¡Todas las banderas, qué bonito! La española, la francesa, la inglesa, la italiana..., la Asamblea Legislativa en pleno. No llegaremos nunca. A este paso, desde luego que no. «Reservado el derecho de admisión.» Pues el chusmerío...

¡quelle mélange! Mucha manga ancha veo yo en esto. Todos con los antifaces puestos —da igual—, nos conocemos todos demasiado bien. ¿Quién es ésa? Daisy Braccone vestida como en
The Mikado
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. Te sienta como un tiro, mi reina. No, aquí no hay quien suba. Si hubiera venido sola me hubiera colado por una de las puertas de atrás. Mira ésa cómo adelantó, pero yo, claro, tirando de mamá... Y arriba nos estará esperando el otro. No me atrevo a llamarlo mi novio. ¡También ha sido una ocurrencia la de mamá que viniera vestida de Colombina! Claro, como él viene vestidito de Pierrot... pues estamos a punto de coger una pulmonía. Dame un pisotón, bestia. ¿Quién será esta bestia? ¡Anda que esas dos niñitas hebreas vestiditas de soldaditos de plomo como suban las escaleras con esas dificultades, desde luego, no llegaremos nunca! Qué corazón el de esa madre para ponerles tantísimo plomo en las suelas de los zapatos... ¡Hija, mamá, no te sofoques, ármate de paciencia! Si papá fuera un hombre como Dios manda no pasaríamos estos apuros, tendríamos, por lo menos, un palco reservado; pero como es un egoísta, se ha quedado en casa oyendo la radio. Maldita sea la hora en que se compró ese cacharro, egoísta. ¡Ea, ya hemos llegado al primer rellano, algo es algo! Madame de Pompadour —no la conozco— así, al pronto, su cara con el antifaz no me dice nada. Esta noche está aquí toda la historia de Francia. Ésa es Germaine Laroc, de Princesa Tarakanowa. La cabrona sabe lo que se hace: se ha traído un antifaz en forma de impertinentes para poder hacer con su carita lo que le dé la gana, como es guapa. Bonita de quita y pon está la niña esta noche. Y es que estas francesas... Mira cómo se para ante el espejo. Ella se dirá: «Ea, que no soy fea, y si lo soy, que lo sea», como decía Isabel. Es guapa, elegante y decente. El que está de lo mejor es su hermano Leonard, ¡qué prenda! Le sienta de morir ese disfraz de húsar.

Guardia me tendrías tú que hacer a mí esta noche, y no el Pierrot que me cayó. Mamá, no te agarres con tanta fuerza de mi brazo, me haces daño, vas a arrancarme la capa, debo tener el brazo lleno de cardenales. La pobre está cada vez más torpe. Ya entramos. ¡Qué barbaridad, qué gentío! ¿Dónde estará ése? Dijo que nos esperaba cerca de la concha, como si estuviéramos en San Sebastián. No, si es que doña Fe sabe hacer las cosas: todo el escenario lleno de hortensias. Dicen que traen mala pata, pero a mamá le encantan y a mí también. Y ahora... ¿quién llega hasta allí? La orquesta no está mal, todos los músicos con pelucas empolvadas como en
El rey que rabió
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, dicen que los han traído de Madrid, no me lo creo. ¡Qué bonito! Eso es de
El Príncipe Carnaval
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. Muy apropiado. No, si está todo precioso. ¡Qué de flores, qué de colorines!, todos los jardines de la ciudad se han volcado esta noche en el Teatro Cervantes. Cuando alzo la vista y miro al techo, me quedo como extasiada. La araña es igualito que la de
El fantasma de la Ópera
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, y de ella cuelga la piñata. Es inmensa. Mamá, buscaremos a alguien que te invite a su palco, tú no puedes pasarte de pie toda la noche. Ya sé que no puedes con tus piernas, yo tampoco puedo con las mías, no te creas. ¿Adonde habrá ido a parar el pendón de mi hermana? Tiene la facultad de desaparecer, es una Frégoli.
«A long, long way to Tipperary
»
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y el cónsul inglés de pie. ¡Qué emoción! A mí todas estas cosas me emocionan. Dicen que al empezar tocaron la «Marcha Real» y después «La Marsellesa». ¡Nos lo perdimos! Si no hubiera sido por papá, hubiéramos llegado antes, pero como tiene esa mala uva a última hora se le ocurrió pedirlo todo. Eres una santa, mamá, no comprendo cómo tienes esa paciencia. ¿Qué es eso? Las empleaditas de Galeries Lafayette vestidas como en
La Corte de Faraón
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. Ahora comprendo por qué la orquesta ha atacado los compases del babilonio que me mareo. Aplausos. Tiran serpentinas. A mí quien me está mareando no es ningún babilonio, es francés y vive en la calle Juana de Arco, se llama Leonard y es hermano de la Princesa Tarakanowa. No sé, de pronto siento una tristeza... Aquí hay de todo. Rebeca Benamar vestida de gitana, riá, riá, pita, ¡qué viva es! Por ahí va la Libélula de mi hermana, ni mirarnos. Ella va a lo suyo. Te conozco, hija. Candilito de casa ajena, aunque también en casa hace muchas cuquerías para ganarse a papá. Y a mamá, que pareces tonta, hija. Algún día te pesará. ¿Crees que yo no pienso, mi bien? ¿Crees que ni siento ni padezco? Vas muy equivocada, mi vida. Por ese caminito vas de lo peor. Creen que soy la idiota de la familia. Todo llegará. Anda, vamos a acercarnos a la concha a ver si vemos a ese estúpido de Adolfo que te ha ganado con cuatro zalamerías. Y la madre, que para mí no es agua clara, aunque tú pienses que es una señora respetable. En esta ciudad todos somos respetables, conozco el percal, pero en cuanto se menea un poquito la cosa y sale el fondo a relucir... Todos con antifaz, enmascarados, y en cuanto intentas anancarte el antifaz, por lo menos yo las veces que lo he intentado, he quedado de lo peor. Cada vez que he intentado cantar las cuarenta... todos dicen que jamás han visto tanta mala leche y tanto desagradecimiento. Y es que la verdad hay que pensarla por dentro, y para afuera las mentiras: Qué mona estás, qué bien te veo... Miente, hija, miente y calla. Lo estoy pasando fatal. Si no fuera por mamá... A estas horas me gustaría estar encerrada en un convento. ¡Qué bien hizo Margarita Espinosa! Sin que ni siquiera la hubiera dejado plantada el novio... A estas horas deben estar cantando o rezando en la capilla, transportada, feliz, porque Margarita fue siempre sincera y no podía soportar el jaleo de este mundo. Con esa madre que es una cabra loca, no me extrañaría nada que anduviera por aquí disfrazada de cualquier cosa. Nunca de nada normal, por supuesto. ¡Qué mamarracho! ¿Quién es ésa? ¡Anda, si es Mimy d'Aro vestidita de Pastorcilla de Watteau!
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. Pensará llevarse el premio, no me digas, si parece la pantalla de la lamparita que tiene mamá en su mesilla de noche. ¿Qué es aquello? Un columpio en la platea de Mimy, con las cuerdas forradas de flores de papel. ¿Acaso esa memloca piensa columpiarse? Eso no me lo pierdo yo por nada del mundo. Estos nuevos ricos... Y dos niñitas vestidas de pajecillos. A una la conozco yo, hemos jugado con su madre cuando éramos niñas. ¡Claro! Ésa es la hija de Messody Laudi, tiene toda la cara de su madre, se lo tengo que preguntar a mamá. Aquí viene el hombre de mi vida. Buena vida me espera. ¡Cómo se contonea! Sí, hijo, sí, tírame confetis que así pareceré un bizcocho de azúcar cande con sus anises. ¡Cómo sonríe! Un besito, sí, cariño, y la estúpida de mi hermana no hace más que preguntarme que qué es lo que hacemos: nada. ¿Qué se puede hacer con esta polvera? Ésta noche, hijo, vestidito de Pierrot estás fatal. No, si yo me había dado cuenta antes, pero lo de esta noche ya es definitivo. Desde luego, hija, Mimy, qué mamarracho... ¡Que se columpia, que se columpia Mimy! ¡Qué barbaridad, y no se cae! Mamá dice que Adolfito es un muchacho muy sensible, para mí que el pobrecito tiene una vena. ¿Qué una vena? Todo un sistema venoso. No, la verdad es que no me gusta. Me callaré, como siempre. El tiempo lo dirá. Olvidemos, Juani. ¡Bendita seas, Mimy, por esos muslazos que son el número de la noche! El trabajo que te está costando subirte al columpio, ni pajecillos ni nadie, como que ha tenido que venir un bombero. ¡Y que no se aprovecha el tío! Y lo que tú te ríes, lo estás pasando bomba, mi reina, todo el mundo pendiente de ti, hasta la orquesta. ¡Aupa, mi bueno! Y ahora a columpiarte como una pastora de verdad. ¡Qué gracia, no se rompen las cuerdas! Lluvia de flores de papel. No tienes que agarrarte con tanta fuerza. Los músicos atacan «La Madelón». Hasta la pobre de mamá se ríe. Gracias, Mimy, mi vida, porque en estos momentos estoy a punto de estallar y tú me estás haciendo mucho bien. ¡Anda, le ha dado una patada a la bandeja del camarero, qué loca, una gracia, pues le has manchado el vestido de dogaresa a Rachelita Bentos. Oye, niño, no mires tanto al bombero. Adolfito, mi vida, te caiga un mal, ¿me llevas al ambigú? A ver cómo subo yo ahora esas escaleras, porque los nervios no pueden conmigo. Colombina camino del cadalso. ¿Habrá venido la mamá? No te quepa la menor duda. Y no hay un alma caritativa que invite a sentarse a la mía. Lo primero colocarla a la pobrecita. Se lo diré a éste. Claro, mamá con mamá, bueno, a la pobre mía eso le gusta. La puta de mi hermana me mira y se ríe. Viene de meterse mano con alguien, por algún pasillo, seguro. Se le han desprendido las perlitas de las alas, no le quedan más que los alambres retorcidos, pareces un cable de la telefonía sin hilos. No me digas, Adolfito, que tu mamá ha venido disfrazada de Monje. ¡Para morirse! El Dominó y el Monje se encuentran. Mamá la admira. Dice que es una gran señora. Que Dios le conserve la vista. En mala hora te vestiste de Pierrot; máscara más desenmascarada, nunca vi. Mamá, mi cielo, puesto que tu hija predilecta no piensa ocuparse de ti en toda la noche, aquí tienes al sensible de mi novio que te besa, te coge del brazo y te lleva al palco de su madre. ¿De dónde sacará esta gente el dinero? Tienen para todo. Sube con él, anda. Hay que subir escaleras. Yo os espero aquí. No, bendito, no. No quiero saludar a tu madre. No ahora. Después. Después subiremos los dos. Tú, ahora, llévate a mamá. Vuelve, aquí te espero. Avergonzada, ésa es la verdad. No te preocupes, nadie me molestará. Anda, sube, acompaña a mamá. Y no mires más a Pepe Hurgado. Bombero, que te delatas. Cada vez que te tropiece por esas calles, me excitaré. Sí, mamá, me portaré bien. Me hablas como si fuera una perdida, cuando la perdida ya sabes tú quién es... Bueno, no lo sabes, pero lo sabrás.

El día menos pensado lo sabrás y ese disgusto te llevará a la tumba. Niño, hijo de la gran puta, que me vas a dejar tuerta con tu matasuegras. ¡Mira quién entra! Clotilde Briones con un mantón que para mí se quede. ¡Qué maravilla! ¡Qué escándalo, se le marca todo! Un mantón blanco con una rosa de trapo roja justo en el sitio. ¡Qué ojos, qué mujer! Desde luego, Juani, vivir para ver... Y todo ello con el nihil obstat, como dice mamá. Caridad Medio de chulapona. Le va a tu lengua, mi vida. Más chula que tu lengua no hay nada. Es más chula que un ocho, como decía doña Soconito, que era de Madrid. Chagrin d'Amour de Bella Durmiente: ¡despierta, mi alma! ¿Quién es ésa de Pichi? Las hijas del doctor Durán de una Morena y una Rubia, y el padre de Don Hilarión. Se llevan el premio. Esa que se ha asomado hace un momento es Nena Madison. ¡Qué aparición! Viene disfrazada de Nena Madison. ¡Qué bien lo has hecho, hija, con ese frac y ese monóculo! Te va. Y te vas. Esto no es para ti. ¡Cómo me gustaría ser como tú! Para ser como tú hay que tener muchas cosas detrás: un Monte como el que tú tienes, que todo es tuyo. Llegar y pegar. ¿Cuántos caballos ha matado esta semana tu marido? Exceptuando los que le regala a El Raisuni. Dichosa tú, que puedes hacer lo que te da la gana. Eso quisiera yo, pero no puedo. Yo soy como soy, y los demás son como son. ¡Los militares! ¡La que se armó! Acaban de llegar de Cuesta Colorada. ¡El comandante Revilla! Aplausos. Claro, y ahora todos a bailar con las judías. Son las más guapas, ésa es la verdad. Y con las francesas, claro. Mi hermana recogerá las migas. Buena es ésa. ¿Para qué les habrá servido a esas tontas el colegio de monjas? Por lo menos, tienen una idea del pecado. Yo, ni eso. Silencio. Reparto de premios. ¿No te lo decía? El primero para Mimy. No lo comprendo. Eso, y ahora el comandante Revilla la saca a bailar. El vals de la Viuda Alegre
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, ¡qué cachondeo! ¡Bravo! El segundo para el doctor Durán y sus hijas. Me alegro. Clotilde está bailando con el Húsar. Haces bien. ¡Qué trasiego! Quisiera pasar un momento al tocador para echarme una manita de polvos, pero tendré que esperar que vuelva ese idiota, porque si no creerán que me han raptado. Menos mal, mamá ya está en el palco, por lo menos está sentada la pobrecita, y no se habrá perdido nada. Desde luego no se puede negar que la madre de mi prometido tiene sentido del humor, con ese capuchón me recuerda a alguien. ¡Ya está, al franciscano del barómetro! Todo el mundo la mira. ¡Qué loca! No me extraña que el niño le haya salido tan... exótico. Le están robando papel a Mimy d'Aro, que esta noche es la reina de la fiesta. El palco no tiene un desperdicio. Dominó, Pierrot y el Monje. Nunca vi a un Monje con las piernas cruzadas y fumando «Abdullahs». Yo no subo. ¡Pobre mamá, no se da cuenta del ridículo que hace en compañía de esa gente! Todo lo hace por mi bien, la bendita. Mi hermana estará en sus glorias. Baja ya, Coquito, baja de una vez. Quiero que antes de que empiece la piñata me lleves al ambigú y me invites a algo. Ten un detalle, mi rey. Ya que, por lo visto, no los tienes carnales. Tengo que quitarme el antifaz, no soporto este dolor detrás de las orejas. Pero aquí es imposible. En público, antes de las doce, trae mala pata. ¡Anda, mariconazo, baja ya de una vez! Aquí estás, corazón. Mira, ¿me esperas un momentito? Voy al tocador. Eso es. Eres obediente. Así me gusta. Sí, sí, todo lo que tú quieras. Muy original, no hay más que verlo. Sobrio. Si eso es la sobriedad, para ti se quede. No, no me acompañes. Quédate aquí, desde aquí podrás ver muy bien a tu bombero. Déjenme pasar ¡qué espanto! estos niñitos... Perdón. ¡Qué barullo! A todas las mascaritas les ha entrado ganas de mear al mismo tiempo. No hay quien entre en el tocador. ¿Qué pasa? ¿Qué gritos son ésos? Parece como si estuvieran matando a alguien. Siempre me horrorizaron los crímenes de Carnaval. Esos gritos... Bueno, sin empujar. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa? ¿Cómo? La orquesta interpreta ahora «Dardanela»
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; estoy viendo a mamá con los ojos anasados de lágrimas. ¿Que se atrancó? ¿Quién se atrancó? ¡No me digas! Corina Brazos fue a mear y se atrancó en la puerta del lavabo con su miriñaque. ¿A quién se le ocune ir a mear disfrazada de Marie Antoinette? ¡Pobrecilla! De los nervios, dicen que se lo ha hecho allí mismo. Y dentro, las otras mascaritas chillando y desmayándose. ¿No te enseñaron, mi niña, que esas cositas se hacen antes de salir de casa? Yo, de Colombina, no tengo problemas. No hay mal que por bien no venga. Ha tenido que venir un tramoyista con unos alicates. ¡Pobrecilla, cómo va! Hecha polvo. Hecha jirones. No llores, mi reina. Pobrecita, avergonzada. Toma, toma mi bueno, se te ha caído una perla. Te acompañaremos. ¡Dejen paso, por favor! Lo que es este domingo de piñata no se te olvidará en la vida. ¡Consuélate, bendita, peor acabó la verdadera Marie Antoinette!

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