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Authors: John Scalzi

Tags: #ciencia ficción

Las Brigadas Fantasma (22 page)

BOOK: Las Brigadas Fantasma
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Jared sabía que se suponía que tenía acceso a la mayoría de esos pasillos, pero dudaba que ese extraño cuerpo tuviera permiso. Empezó a caminar como si tuviera un propósito, dirigiéndose al pasillo donde sabía que se encontraban su laboratorio y su despacho. Tal vez cuando llegara allí dedujera qué hacer a continuación. Casi había llegado cuando vio que todos los guardias de las FDC que tenía delante se volvían a mirarlo.

«Mierda», pensó Jared. Su pasillo estaba a menos de cincuenta metros de distancia. Por impulso, echó a correr hacia allí y se sorprendió de lo rápido que llegó su cuerpo al objetivo. Lo mismo le pasó al soldado que lo protegía: alzó su MP, pero para cuando se lo llevó a la cara, Jared lo había alcanzado. Jared empujó al soldado con fuerza. Éste chocó contra la pared y cayó. Jared pasó de largo sin interrumpir el ritmo y corrió hacia la puerta de su laboratorio, a sesenta metros pasillo abajo. Mientras corría, las sirenas tronaron y las puertas de emergencia se cerraron. Jared apenas había atravesado el umbral de la que le habría separado de su objetivo cuando el pasillo se cerró, aislando la sección en menos de medio segundo.

Jared llegó a la puerta de su laboratorio y la abrió de golpe. Dentro había un técnico de Investigación Militar de las FDC y un raey. Jared se quedó inmóvil ante la disonancia cognitiva de ver a un raey en su laboratorio, y a través de la confusión llegó una aguda puñalada de temor, no hacia el raey, sino por haber sido pillado haciendo algo peligroso y terrible y castigable. El cerebro de Jared trató de buscar un recuerdo o una explicación para adjuntarla a aquel miedo, pero no llegó a nada.

El raey sacudió la cabeza y rodeó la mesa donde se hallaba, para avanzar hacia Jared.

—Eres él, ¿verdad? —dijo el raey, en un inglés de pronunciación extraña, pero comprensible.

—¿Quién? —preguntó Jared.

—El soldado que crearon para atrapar al traidor —dijo el raey—. Pero no pudieron conseguirlo.

—No te entiendo. Éste es mi laboratorio. ¿Quién eres?

El raey volvió a sacudir la cabeza.

—O tal vez lo consiguieron, después de todo —dijo el raey. Se señaló a sí mismo—. Cainen. Científico y prisionero. Ahora sabes quién soy. ¿Sabes quién eres tú?

Jared abrió la boca para responder y advirtió que no sabía quién era. Se quedó allí, aturdido, con la boca abierta, hasta que las puertas de emergencia se abrieron unos segundos más tarde. La soldado con la que había hablado antes entró, alzó una pistola, y le disparó en la cabeza.

* * *

:::Primera pregunta —dijo el general Szilard. Jared estaba tendido en la enfermería de la Estación Fénix, recuperándose del disparo aturdidor, con dos guardias de las FDC al pie de la cama y Jared junto a la pared—. ¿Quién eres?

:::Soy el soldado Jared Dirac —respondió él. No preguntó quién era Szilard; su CerebroAmigo lo había identificado cuando entró en la habitación. El propio CerebroAmigo de Szilard podría haber identificado fácilmente a Jared, así que la cuestión no era asunto de mera identificación—. Estoy destinado en la
Milana.
Mi comandante es la teniente Sagan, que se encuentra ahí.

:::Segunda pregunta —dijo el general Szilard—. ¿Sabes quién es Charles Boutin?

:::No, señor. ¿Debería?

:::Posiblemente —dijo Szilard—. Te encontramos delante de su laboratorio. Era su laboratorio y le dijiste a ese raey que era tuyo. Lo cual sugiere que pensaste que eras Charles Boutin, al menos durante un momento. Y la teniente Sagan me dice que no quisiste responder por tu nombre cuando trató de hablar contigo.

:::Recuerdo no saber que era yo —dijo Jared—. Pero no recuerdo haber pensado que era otra persona.

:::Pero llegaste al laboratorio de Boutin sin haber estado allí antes. Y sabemos que no accediste a tu CerebroAmigo para que te proporcionara un mapa de la estación y poder llegar allí.

:::No puedo explicarlo —dijo Jared—. El recuerdo estaba en mi cabeza.

Jared vio que Szilard miraba a Sagan tras aquellas palabras.

La puerta se abrió y entraron dos hombres. Uno de ellos se acercó a Jared antes de que su CerebroAmigo pudiera identificarlo.

—¿Sabes quién soy? —preguntó.

El puñetazo de Jared envió al hombre al suelo. Los guardias alzaron sus MR Jared, que ya se recuperaba de su repentino subidón de ira y adrenalina, levantó inmediatamente los brazos.

El hombre se incorporó mientras el CerebroAmigo de Jared finalmente lo identificaba como el general Greg Mattson, jefe de Investigación Militar.

—Eso lo responde —dijo Mattson, llevándose la mano al ojo derecho. Se dirigió al lavabo de la habitación, para comprobar el daño.

—No estés tan seguro —le dijo Szilard. Se volvió hacia Jared—. Soldado, ¿conocías al hombre al que acabas de golpear?

—Ahora sé que es el general Mattson —respondió Jared—. Pero no lo sabía cuando lo golpeé.

—¿Por qué lo golpeaste?

—No lo sé, señor. Es que… —se detuvo.

—Responde a la pregunta, soldado —dijo Szilard.

—Me pareció que era lo adecuado en ese momento —contestó Jared—. No puedo explicar por qué.

—Decididamente, está recordando algunas cosas —dijo Szilard, volviéndose hacia Mattson—. Pero no lo recuerda todo. Y no recuerda quién era.

—Chorradas —dijo Mattson, desde el lavabo—. Recordó lo suficiente para darme un puñetazo. Ese hijo de puta lleva años esperando para hacerlo.

—Puede que lo recuerde todo y que esté intentando convencerlo de que no, general —le dijo el otro hombre a Szilard. El CerebroAmigo de Jared lo identificó como el coronel James Robbins.

—Es posible —respondió Szilard—. Pero hasta ahora sus acciones no parecen sugerirlo. Si realmente fuera Boutin, no le interesaría hacernos saber que recuerda algo. Golpear al general no habría sido muy inteligente.

—De inteligente nada —dijo Mattson, mientras salía del lavabo—. Sólo catártico.

Se volvió hacia Jared y se señaló el ojo, rodeado de gris donde la SangreSabia había rebosado las venas, causando una magulladura.

—En la Tierra, me lo habrías dejado en mis manos un par de semanas. Debería hacerlo fusilar sólo por principios.

—General… —empezó a decir Szilard.

—Relájate, Szi —dijo Mattson—. Acepto tu teoría. Boutin no sería tan estúpido como para golpearme, así que éste no es Boutin. Pero partes de él están saliendo a la luz, y quiero ver cuánto podemos conseguir.

—La guerra que Boutin trató de iniciar ha terminado, general —dijo Jane Sagan—. Los eneshanos van a volverse contra los raey.

—Bueno, eso es maravilloso, teniente —dijo Mattson—. Pero en este caso dos de tres no nos sirve. Los obin pueden estar planeando todavía algo, y como parece que Boutin está con ellos, tal vez no deberíamos declarar la victoria y cancelar la búsqueda aún. Seguimos necesitando saber qué es lo que sabe Boutin, y ahora que este soldado tiene a dos personas sacudiéndose dentro de su cráneo, tal vez podamos hacer un poco más para animar a la otra a salir a jugar.

Se volvió hacia Jared.

—¿Qué dices, soldado? Os llaman las Brigadas Fantasma, pero tú eres el único con un auténtico fantasma dentro de la cabeza. ¿Quieres que salga?

—Con el debido respeto, señor, no tengo ni idea de lo que está hablando —dijo Jared.

—Pues claro que no —respondió Mattson—. Al parecer, aunque sabes dónde está su laboratorio, no tienes ni zorra idea de quién es Charles Boutin.

—Sé una cosa más —dijo Jared—. Sé que tenía una hija.

El general Mattson se tocó el ojo morado.

—Sí que la tenía, soldado —Mattson bajó la mano y se volvió hacia Szilard—. Quiero que me lo devuelvas, Szi —dijo, y entonces vio que la teniente Sagan le dirigía a Szilard una mirada; sin duda le estaba enviando uno de esos mensajes mentales ra-ta-tat que los de las Fuerzas Especiales solían emplear en vez del habla—. Sólo es temporal, teniente. Y le prometo que no lo romperé. Pero no vamos a sacar nada útil de él si lo matan en una misión.

—No tuvo ningún problema con que lo mataran en una misión antes —dijo Sagan—. Señor.

—Ah, la famosa actitud irritante de las Fuerzas Especiales —dijo Mattson—. Me estaba preguntando cuándo quedaría claro que tiene usted seis años.

—Tengo nueve —dijo Sagan.

—Y yo tengo más de ciento treinta, así que escuche a su tatarabuelo —dijo Mattson—. No me importaba si moría antes porque no creía que pudiera ser útil. Si resulta que no lo es, podrá recuperarlo y morirse de nuevo, por lo que a mí respecta. De todas formas, usted no puede decidir. Así que cállese, teniente, y deje hablar a los adultos.

Sagan rebulló por dentro, pero permaneció callada.

—¿Qué vas a hacer con él? —preguntó Szilard.

—Voy a ponerlo bajo el microscopio, por supuesto —dijo Mattson—. Averiguaré por qué está filtrando recuerdos ahora y veré qué hace falta para que filtre algunos más —indicó a Robbins con un pulgar—. Oficialmente, será asignado a Robbins como ayudante. Extraoficialmente, espero que se pase un montón de tiempo en el laboratorio. Ese científico raey que os quitamos de encima está resultando útil. Veremos qué puede hacer con él.

—¿Crees que puedes fiarte de un raey? —preguntó Szilard.

—Mierda, Szi. No le dejamos cagar sin ponerle una cámara en el culo. Y se morirá de un día para otro si no recibe su medicina. Es el único científico que tengo en el que sé que puedo confiar absolutamente.

—Muy bien —dijo Szilard—. Me lo entregaste una vez cuando te lo pedí. Puedes quedártelo ahora. Pero recuerda que es uno de los nuestros, general. Y sabes cómo soy con los míos.

—Muy bien —dijo Mattson.

—La orden de transferencia está en tu lista. En cuanto la apruebes, estará hecho.

Szilard saludó con un gesto a Robbins y Sagan, miró a Jared, y se marchó.

Mattson se volvió hacia Sagan.

—Si tiene que despedirse de él, ahora es el momento.

—Gracias, general —respondió Sagan.

:::Qué gilipollas —le dijo a Jared.

:::Sigo sin saber qué está pasando y quién es Charles Boutin —dijo Jared—. He intentado acceder a información sobre él, pero todo está clasificado.

:::Vas a averiguarlo muy pronto —dijo Sagan—. Descubras lo que descubras, quiero que recuerdes una cosa. Por encima de todo, eres Jared Dirac. Nadie más. No importa cómo te crearan ni por qué ni lo que suceda. A veces lo olvido, y lo lamento. Pero quiero que lo recuerdes.

:::Lo recordaré.

:::Bien —dijo Sagan—. Cuando veas a ese raey del que estaban hablando, dile que la teniente Sagan le pidió que te cuidara. Se llama Cainen. Dile que lo consideraría un favor.

:::Lo he visto. Se lo diré.

:::Y lamento haberte disparado en la cabeza con el rayo aturdidor. Ya sabes cómo es.

:::Lo sé —dijo Jared—. Gracias. Adiós, teniente.

Sagan se marchó.

Mattson señaló a los guardias.

—Pueden marcharse.

Los guardias se fueron.

—Ahora —dijo Mattson, volviéndose hacia Jared—. Voy a trabajar confiando en que tu pequeño ataque de antes no vaya a ser algo que suceda con frecuencia, soldado. De todas formas, a partir de ahora tu CerebroAmigo está en modo de grabar y localizar, así no tendremos ninguna sorpresa por tu parte y siempre sabremos dónde encontrarte. Cambia los parámetros una sola vez, y todos los soldados de las FDC de la Estación Fénix recibirán la orden de dispararte a matar. Hasta que sepamos exactamente quién y qué hay en tu cabeza, no tendrás ningún pensamiento privado. ¿Me comprendes?

—Le comprendo.

—Excelente. Entonces, bienvenido a Investigación Militar, hijo.

—Gracias, señor —dijo Jared—. Y ahora, ¿quiere alguien decirme por favor qué demonios está pasando?

Mattson sonrió y se volvió hacia Robbins.

—Dígaselo usted —ordenó Mattson, y se marchó.

Jared volvió la mirada hacia Robbins.

—Uh —dijo Robbins—. Hola.

* * *

—Tienes un moratón interesante —dijo Cainen, señalando la sien de Jared. Hablaba su propio idioma, y el CerebroAmigo de Jared proporcionaba la traducción.

—Gracias —dijo Jared—. Me dispararon.

Jared también hablaba su propio idioma; después de varios meses, el nivel de inglés de Cainen era bastante bueno y ya podía entenderlo.

—Lo recuerdo —dijo Cainen—. Yo estuve allí. Da la casualidad de que la teniente Sagan también me disparó a mí una vez. Tú y yo deberíamos fundar un club.

Cainen se volvió hacia Harry Wilson, que andaba por allí cerca.

—Tú también puedes unirte, Wilson.

—Paso —dijo Wilson—. Recuerdo a un sabio que una vez dijo que nunca querría pertenecer a un club que lo tuviera a él como socio. Además, prefiero que no me disparen.

—Cobarde —dijo Cainen.

Wilson inclinó la cabeza.

—A tu servicio.

—Y ahora —dijo Cainen, devolviendo su atención a Jared—. Confío en que tengas alguna idea de por qué estás aquí.

Jared recordó la embarazosa y no demasiado aclaratoria conversación con el coronel Robbins el día anterior.

—El coronel Robbins me contó que yo nací para que la conciencia de ese Charles Boutin fuera transferida a mi cerebro, pero que no prendió. Me dijo que Boutin era un científico que había aquí pero que se volvió un traidor. Y me dijo que estos nuevos recuerdos que estoy experimentando son en realidad los viejos recuerdos de Boutin, y que nadie sabe por qué surgen ahora y no antes.

—¿Cuántos detalles te dio de la vida o la investigación de Boutin? —preguntó Wilson.

—Ninguno, en realidad. Dijo que si aprendía demasiado de lo que él me contara o de sus archivos, podría interferir en que mi memoria regrese de modo natural. ¿Lo hará?

Wilson se encogió de hombros.

—Como eres el primer humano a quien le ha pasado esto —dijo Cainen—, no hay ninguna pista sobre lo que deberíamos hacer a continuación. Lo más cercano a esto son ciertos tipos de amnesia. Ayer pudiste encontrar este laboratorio y recordar el nombre de la hija de Boutin, pero no sabes cómo lo supiste. Eso es similar a la amnesia de fuente. Lo que lo hace completamente diferente es que el problema no es tu propia memoria, sino la de otra persona.

—Así que tampoco sabéis qué hacer para sacarme más recuerdos —dijo Jared.

—Tenemos teorías —respondió Wilson.

—Teorías —dijo Jared.

—Hipótesis, más exactamente —dijo Cainen—. Hace muchos meses le dije a la teniente Sagan que pensaba que la memoria de Boutin no prendió en ti porque la suya era una conciencia madura, y cuando se puso en un cerebro inmaduro que no tenía suficientes experiencias no encontró dónde agarrarse. Pero ahora tienes esas experiencias, ¿no? Siete meses de guerra acondicionan cualquier mente. Y quizás algo que experimentaste actuó como puente hacia los recuerdos de Boutin.

BOOK: Las Brigadas Fantasma
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