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Authors: John Scalzi

Tags: #ciencia ficción

Las Brigadas Fantasma (3 page)

BOOK: Las Brigadas Fantasma
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—Así es —dijo la humana—. Soy la teniente Jane Sagan —señaló el taburete—. Por favor, siéntese.

Cainen se sentó.

—No era necesario dejarme inconsciente —dijo—. Habría venido voluntariamente.

—Teníamos nuestros motivos para quererle inconsciente —respondió Sagan. Indicó su brazo herido, donde le había alcanzado la bala de Aten Randt—. ¿Cómo está su brazo? —preguntó.

—Parece que bien.

—No pudimos arreglarlo por completo —dijo Sagan—. Nuestra tecnología médica puede curar rápidamente la mayoría de nuestras heridas, pero es usted raey, no humano. Nuestras tecnologías no encajan exactamente. Pero hicimos lo que pudimos.

—Gracias —dijo Cainen.

—Asumo que le disparó el eneshano que encontramos junto a usted —dijo Sagan—. El que mató.

—Sí.

—Me intriga por qué se enzarzaron ustedes en una pelea.

—Iba a matarme, y yo no quería morir —dijo Cainen.

—Eso provoca la pregunta de por qué ese eneshano le quería muerto —dijo Sagan.

—Yo era su prisionero. Supongo que sus órdenes eran matarme antes de permitir que me tomaran con vida.

—Era usted su prisionero —dijo Sagan—. Y tenía usted un arma.

—La encontré.

—¿De veras? Qué seguridad más pobre por parte de los eneshanos. No es propio de ellos.

—Todos cometemos errores —dijo Cainen.

—¿Y todos los otros raey que encontramos en la base? —preguntó Sagan—. ¿También eran prisioneros?

—Lo eran —dijo Cainen, y sintió un arrebato de preocupación por Sharan y el resto de su personal.

—¿Cómo es que todos ustedes cayeron prisioneros de los eneshanos? —preguntó Sagan.

—Íbamos en una nave raey que nos llevaba a una de nuestras colonias para una rotación médica —contestó Cainen—. Los eneshanos atacaron nuestra nave. Nos abordaron, hicieron prisionera a mi tripulación y nos enviaron aquí.

—¿Cuánto hace de eso?

—Hace algún tiempo —dijo Cainen—. No estoy completamente seguro. Nos guiamos por tiempo militar eneshano aquí, y desconozco sus unidades de medida. Y luego está el período rotacional planetario, que es rápido y hace las cosas aún más confusas. Y también desconozco las divisiones temporales humanas, así que no puedo describirlo adecuadamente.

—Nuestros servicios de inteligencia no tienen ninguna constancia de que los eneshanos atacaran una nave raey el último año…, eso será unos dos tercios de
hked
para usted —dijo Sagan, usando el término raey para una órbita completa del mundo hogar alrededor de su sol.

—Tal vez sus servicios de inteligencia no son tan buenos como piensan —dijo Cainen.

—Es posible —concedió Sagan—. Sin embargo, ya que los eneshanos y los raey siguen técnicamente en estado de guerra, una nave atacada tendría que haber sido advertida. Sus dos pueblos han combatido por menos.

—No pudo decirle más de lo que sé —dijo Cainen—. Nos sacaron de la nave y nos trajeron a esta base. Qué sucedió o qué no sucedió fuera de la base en todo este tiempo es un tema del que no sé mucho.

—Los retenían en la base como prisioneros —dijo Sagan.

—Sí.

—Hemos registrado toda la base, y sólo hay una pequeña zona de detención. No hay nada que sugiera que estaban ustedes encerrados.

Cainen emitió el equivalente raey de una risita triste.

—Si ha visto la base sin duda ha visto también la superficie del planeta —dijo—. Si alguno de nosotros hubiera intentado escapar, se habría congelado antes de llegar muy lejos. Por no mencionar que no hay ninguna parte adonde ir.

—¿Cómo lo saben?

—Los eneshanos nos lo dijeron —respondió Cainen—. Y ninguno de los miembros de mi tripulación planeó una excursión para poner a prueba sus palabras.

—Así que no saben nada más del planeta —dijo Sagan.

—A veces hace frío, a veces hace aún más frío. Ésa es la profundidad de mis conocimientos sobre el planeta.

—Es usted doctor —dijo Sagan.

—No estoy familiarizado con ese término —respondió Cainen, y señaló el altavoz—. Su máquina no es lo suficientemente lista para darme un equivalente en mi idioma.

—Es usted un profesional médico. Se dedica a la medicina —dijo Sagan.

—Lo soy —dijo Cainen—. Mi especialidad es la genética. Por eso estábamos en esa nave mi personal y yo. Una de nuestras colonias sufría una plaga que afectaba la secuenciación genética y la división celular. Nos enviaron a investigar, con la esperanza de que halláramos una cura. Estoy seguro de que si han registrado la base habrán visto nuestro equipo. Nuestros captores tuvieron la amabilidad de dejarnos espacio para un laboratorio.

—¿Y por qué hicieron eso? —preguntó Sagan.

—Tal vez pensaron que si nos mantenían ocupados con nuestros propios proyectos, seríamos más fáciles de manejar —dijo Cainen—. Si es así, funcionó, porque por regla general nos comportamos y no tratamos de crear ningún problema.

—Excepto en lo referido al robo de armas, claro —dijo Sagan.

—Las tenía desde hace algún tiempo, así que al parecer no levanté ninguna sospecha.

—El arma que usó usted estaba diseñada para un raey —dijo Sagan—. Algo extraño tratándose de una base militar eneshana.

—Debieron cogerla cuando abordaron nuestra nave. Estoy seguro de que cuando investiguen la base encontrarán bastantes artículos diseñados para los raey.

—Bien, recapitulando —dijo Sagan—. Usted y su grupo de médicos fueron hechos prisioneros por los eneshanos hace un tiempo indeterminado y fueron traídos aquí, donde han estado retenidos e incomunicados con los suyos. No saben dónde están ni qué planes tienen los eneshanos para ustedes.

—Así es. Aunque supongo que no querían que nadie supiera que yo estaba aquí cuando la base fue invadida, porque uno de ellos trató de matarme.

—Eso es cierto —dijo Sagan—. Me temo que a usted le ha ido mejor que a su equipo.

—No entiendo qué quiere decir.

—Es usted el único raey que hemos encontrado con vida. Los demás fueron ejecutados por los eneshanos. La mayoría estaban en lo que parecen ser unos barracones. Encontramos a otro cerca de lo que imagino que era su laboratorio, ya que tenía elementos de tecnología raey.

Cainen se sintió enfermo.

—Está mintiendo —dijo.

—Me temo que no.

—Los mataron ustedes, los humanos —dijo Cainen, furioso.

—Los eneshanos trataron de matarle a usted —dijo Sagan—. ¿Por qué no iban a querer matar también a los otros miembros de su equipo?

—No la creo.

—Comprendo por qué. Pero sigue siendo la verdad.

Cainen permaneció allí sentado, dolido. Sagan le dio tiempo.

—Muy bien —dijo Cainen, al cabo de un rato—. Dígame qué quieren de mí.

—Para empezar, administrador Cainen, nos gustaría la verdad.

Cainen tardó un instante en darse cuenta de que era la primera vez que la humana se dirigía a él por su nombre. Y su título.

—Le he estado diciendo la verdad.

—Chorradas —dijo Sagan.

Cainen señaló de nuevo el altavoz.

—Sólo recibo una traducción parcial de eso —dijo.

—Es usted el administrador Cainen Suen Su —dijo Sagan—. Y aunque es cierto que tiene cierta formación médica, sus dos principales áreas de estudio son la xenobiología y los sistemas defensivos neurales semiorgánicos en red…, dos áreas de estudio que imagino encajan bien juntas.

Cainen no dijo nada. Sagan continuó.

—Ahora, administrador Cainen, déjeme hablarle un poco de lo que sabemos. Hace quince meses, los raey y los eneshanos seguían librando la misma guerra intermitente en la que llevan enzarzados treinta años, una guerra que nosotros hemos animado ya que los mantiene a ambos apartados de nuestro cuello.

—No del todo —dijo Cainen—. Estuvo la batalla de Coral.

—Sí, es verdad —dijo Sagan—. Estuve allí. Casi muero.

—Yo perdí un hermano allí. El menor. Quizá lo conoció usted.

—Quizá —dijo Sagan—. Hace quince meses los raey y los eneshanos eran enemigos. Y de repente no lo son, por algún motivo que nuestros servicios de inteligencia no pueden adivinar.

—Ya hemos discutido las limitaciones de sus servicios de inteligencia —dijo Cainen—. Las razas se cansan de guerrear todo el tiempo. Después de Coral, ustedes y nosotros dejamos de combatir.

—Dejamos de combatir porque les derrotamos. Ustedes se retiraron y nosotros reconstruimos Coral —dijo Sagan—. Y ése es el tema: hay un motivo por el que dejamos de pelear, al menos por ahora. Ustedes y los eneshanos no tienen ningún motivo. Eso nos preocupa.

»Hace tres meses el satélite espía que colocamos sobre este planeta advirtió que para ser un mundo supuestamente deshabitado, de repente había empezado a recibir un montón de tráfico, tanto eneshano como raey. Lo que hace que sea especialmente interesante para nosotros es que este planeta no está reclamado por los eneshanos ni por los raey, sino por los obin. Los obin no se relacionan, administrador, y son tan fuertes que ni los eneshanos ni los raey se tomarían a la ligera lo de plantar el chiringuito en su territorio.

»Así que colocamos un satélite espía más avanzado sobre este planeta para buscar signos de que estuviera habitado. No encontramos nada. Como especialista en defensa, administrador, ¿le gustaría aventurar una suposición?

—Supongo que la base estaba protegida —dijo Cainen.

—Lo estaba. Y resulta que por el mismo tipo de sistema defensivo en el que usted es especialista. No lo sabíamos en ese momento, claro, pero ahora sí.

—¿Cómo descubrieron la base si estaba protegida? —preguntó Cainen—. Siento curiosidad, desde un punto de vista profesional.

—Lanzamos piedras —dijo Sagan.

—¿Disculpe?

—Piedras —dijo Sagan—. Hace un mes asaltamos el planeta con varias docenas de sensores sísmicos que estaban programados para buscar firmas sísmicas y que sugerían estructuras subterráneas de diseño inteligente. Hablando por experiencia, las bases secretas son más fáciles de proteger cuando están bajo tierra. Confiamos en la actividad sísmica natural del planeta para estrechar las zonas donde investigar. Luego lanzamos piedras en zonas de interés. Y hoy lanzamos varias justo antes de nuestro ataque, para obtener una imagen sónica exacta de la base. Las piedras son buenas porque parecen meteoritos naturales. No asustan a nadie. Y nadie se protege contra las imágenes sísmicas. La mayoría de las razas están demasiado ocupadas protegiéndose contra escaneos ópticos y electromagnéticos de alta energía para considerar que las ondas de sonido supongan un gran peligro. Es la falacia de la alta tecnología: ignora la eficacia de las órdenes inferiores de tecnología. Como lanzar piedras.

—Típico de los humanos, tirar piedras —dijo Cainen.

Sagan se encogió de hombros.

—No nos importa que el otro tipo saque una pistola en una pelea a cuchillo —dijo—. Eso nos facilita arrancarle el corazón. O lo que sea que utilice para bombear sangre. Su exceso de confianza trabaja a nuestro favor. Como puede ver, ya que está usted aquí. Pero lo que realmente queremos saber, administrador, es
por qué
está usted aquí. Que eneshanos y raey estén trabajando juntos ya es sorprendente, ¿pero que lo hagan eneshanos, raey y obin? Eso no es sólo sorprendente. Es
interesante.

—No sé nada sobre los propietarios de este planeta —dijo Cainen.

—Y eso resulta todavía mucho más interesante, administrador Cainen —dijo Sagan, ignorando el comentario—. Mientras usted dormía hicimos un escáner genético para averiguar quién era, luego accedimos a los archivos de la nave para aprender un poco de su historia. Sabemos que una de sus principales áreas de interés xenobiológico son los humanos. Probablemente es la máxima autoridad raey en genética humana. Y sabemos que también siente un interés particular por saber cómo funcionan los cerebros humanos.

—Es parte de mi interés general por las redes neurales —dijo Cainen—. No estoy particularmente interesado en los cerebros humanos, como usted dice. Todos los cerebros son interesantes a su modo.

—Si usted lo dice… —respondió Sagan—. Pero sea lo que sea que estuviera haciendo aquí, era lo bastante importante para que los eneshanos prefirieran verlo muerto junto con su equipo que en nuestras manos.

—Ya se lo he dicho. Éramos prisioneros.

Sagan puso los ojos en blanco.

—Finjamos durante un minuto que ninguno de los dos es estúpido, administrador Cainen.

Cainen se inclinó hacia delante, acercándose a Sagan desde el otro lado de la mesa.

—¿Qué clase de humano es usted? —preguntó.

—¿Qué quiere decir?

—Sabemos que hay tres tipos de humanos —dijo Cainen, y alzó sus dedos, mucho más largos y más articulados que los dedos humanos, para ir contando las variaciones—. Están los humanos no modificados, que son los que colonizan los planetas. Son de diversas formas y tamaños y colores…, buena diversidad genética. El segundo grupo es el que forma la mayor parte de su casta guerrera. También varían en forma y tamaño, pero en un grado menor, y todos son del mismo color: verde. Sabemos que esos soldados no ocupan sus cuerpos originales: su conciencia es transferida a partir de los cuerpos de miembros ancianos de su especie a estos cuerpos más fuertes y más sanos. Estos cuerpos son sometidos a una extensiva alteración genética, tanto que no pueden reproducirse, ni entre ellos ni con humanos no modificados. Pero siguen siendo reconociblemente humanos, sobre todo en la cuestión cerebral.

»Pero el tercer grupo… —dijo Cainen, y se inclinó hacia atrás—. Hemos oído historias, teniente Sagan.

—¿Qué han oído?

—Que son creados a partir de los muertos —dijo Cainen—. Que el plasma germinal humano de los muertos se mezcla y remezcla con la genética de otras especies para ver qué surge. Que algunos de ellos ni siquiera parecen humanos, tal como ellos se reconocen a sí mismos. Que nacen como adultos, con habilidades y capacidades, pero sin memoria. Y no sólo sin memoria. Sin sentido del yo. Sin moralidad. Sin restricciones. Sin… —se detuvo, como buscando la palabra adecuada—, sin
humanidad —
dijo por fin—. Como usted diría. Niños guerreros, en cuerpos crecidos. Abominaciones. Monstruos. Herramientas que su Unión Colonial utiliza para las misiones que no pueden o no quieren ofrecer a soldados que tienen experiencia de vida y moral, o que podrían temer por su alma en este mundo o el siguiente.

—Un científico preocupado por el alma —dijo Sagan—. Eso no es muy pragmático.

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