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Authors: John Scalzi

Tags: #ciencia ficción

Las Brigadas Fantasma (35 page)

BOOK: Las Brigadas Fantasma
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—¿Y ahora qué? —dijo Harvey.

—¿Puedes colocarlo entre nosotros?

Harvey gruñó, se quitó con cuidado a Wigner de encima, y lo colocó de modo que quedara boca abajo en el tronco del árbol. Miró a Sagan.

—Para que conste, vaya una forma jodida de irse —dijo.

—Nos está ayudando —respondió Sagan—. Hay cosas peores.

Pasó cuidadosamente la pierna por el tronco del árbol. Harvey hizo lo mismo en la otra dirección.

—A la de tres —dijo Sagan, y cuando llegó al tres los dos saltaron del árbol, desde una altura de cinco metros sobre el suelo.

Aliviado del peso de los dos humanos, el árbol regresó con un chasquido a la perpendicular y la sobrepasó, expulsando el cadáver de Wigner del tronco y lanzándolo hacia las armas. El lanzamiento no fue un éxito total; Wigner resbaló del tronco justo antes de salir disparado, comprometiendo la energía total disponible y descentrándose antes de saltar por el aire. El arco que trazó lo situó directamente delante del arma más cercana, que lo pulverizó al instante en cuanto estuvo a tiro. Cayó convertido en una pila de carne y vísceras.

—Jesús —dijo Seaborg.

Sagan se volvió hacia él.

—¿Puedes escalar con esa pierna?

—Poder, puedo. Pero no tengo ninguna prisa en que me disparen de esa forma.

—No te dispararán. Iré yo.

—Acaba de ver lo que le ha pasado a Wigner, ¿no? —preguntó Harvey.

—Lo he visto. Era un cadáver y no tenía ningún control sobre su vuelo. También pesa más, y estábamos tú y yo en el árbol. Yo soy más ligera y estoy viva, y vosotros dos tenéis más masa. Debería poder franquear el arma.

—Si se equivoca, se convertirá en paté —dijo Harvey.

—Al menos será rápido.

—Sí. Pero asqueroso.

—Mira, ya tendrás tiempo de sobra para criticarme cuando esté muerta. De momento, me gustaría que todos subiéramos al árbol.

Unos minutos más tarde Seaborg y Harvey estaban a cada lado de Sagan, que estaba agazapada y equilibrándose en el tronco doblado.

—¿Alguna frase final? —preguntó Harvey.

—Siempre he pensado que eras un auténtico coñazo, Harvey —dijo Sagan.

Harvey sonrió.

—Yo también la quiero, teniente. —Hizo un gesto a Seaborg—. Ahora —dijo. Los dos saltaron.

El árbol se enderezó. Sagan se preparó y luchó contra la aceleración para mantener su posición. Cuando el árbol llegó al máximo de su flexión, Sagan se lanzó, añadiendo su propia fuera a la fuerza del impulso del árbol. Sagan se alzó a una altura imposible, según le pareció, franqueando fácilmente las armas, que la apuntaron pero no pudieron disparar. El mecanismo la siguió hasta que rebasó el perímetro y rápidamente cayó en el prado de más allá. Tuvo tiempo de pensar «Esto va a doler» antes de encogerse en una pelota y precipitarse al suelo. Su unicapote se endureció, absorbiendo parte del impacto pero Sagan sintió que al menos una costilla se le rompía con el golpe. El unicapote endurecido hizo que rodara más lejos de lo que había esperado. Al fin se detuvo y, tendida en la hierba, trató de recordar cómo se hacía para respirar. Tardó unos cuantos minutos más de lo que esperaba.

En la distancia, oyó a Harvey y Seaborg llamándola. También oyó un zumbido grave en la otra dirección, que aumentaba de tono cuanto más lo escuchaba. Todavía tendida en la hierba, cambió de postura y trató de ver qué era.

Una pareja de obin iban de camino, tripulando una pequeña nave armada. Avanzaban directos hacia ella.

* * *

—Lo primero que tienes que comprender es que la Unión Colonial es malvada —le dijo Boutin a Jared.

El dolor de cabeza de Jared había regresado con saña, y ansiaba ver de nuevo a Zoe.

—No estoy de acuerdo —dijo.

—Bueno, ¿cómo ibas a estarlo? Tienes un par de años de edad como máximo. Y te has pasado toda la vida haciendo lo que otros te han dicho que hagas. Apenas has tomado decisiones propias, ¿verdad?

—Ya me han dado esta charla antes —dijo Jared, recordando a Cainen.

—¿Alguien de las Fuerzas Especiales? —preguntó Boutin, verdaderamente sorprendido.

—Un prisionero raey. Se llama Cainen. Dice que te vio una vez.

Boutin frunció el ceño.

—El nombre no me resulta familiar —dijo—. Pero he conocido a unos cuantos raey y eneshanos últimamente. Todos tienden a difuminarse. Pero tiene sentido que un raey te dijera esto. Los miembros de las Fuerzas Especiales les parecen moralmente escandalosos.

—Sí, lo sé —dijo Jared—. Me dijo que yo era un esclavo.

—¡
Eres
un esclavo! —replicó Boutin, excitado—. O un sirviente contratado, como mínimo, atado a un acuerdo de servicio sobre el que no tienes control. Sí, te hacen sentirte bien sugiriendo que naciste especialmente para salvar a la humanidad, y encadenándote a tus compañeros de pelotón a través de la integración. Pero en el fondo no son más que modos que usan para controlarte. Tienes un año de edad, tal vez dos. ¿Qué sabes del universo? Sabes lo que te han dicho: que es un lugar hostil y que siempre nos atacan. ¿Pero qué dirías si te contara que todo lo que te ha dicho la Unión Colonial es falso?

—No es falso. Es un universo hostil. He visto suficientes combates para saberlo.

—Pero lo único que has visto son combates —dijo Boutin—. Nunca has estado en ningún sitio donde no tuvieras que ir matando a lo que fuera que te ordenase la Unión Colonial. Y, desde luego, es cierto que el universo es hostil hacia la Unión. Y el motivo es que
la Unión Colonial es hostil hacia el universo.
En todo el tiempo que la humanidad lleva en el espacio nunca hemos dejado de estar en guerra con casi todas las otras especies que nos hemos encontrado. Hay unas cuantas aquí o allá que la Unión Colonial considera aliados útiles o socios de negocios, pero son tan pocas que su número resulta insignificante. Conocemos a seiscientas tres especies inteligentes dentro del horizonte de salto de la Unión Colonial, Dirac. ¿Sabes a cuántas tiene la UC clasificadas como amenaza, lo que quiere decir que las FDC pueden atacarlas preventivamente a voluntad? A quinientas setenta y siete. Ser activamente hostil hacia el noventa y siete por ciento de las razas inteligentes que conoces no es sólo una estupidez. Es un suicidio racial.

—Otras especies también están en guerra entre sí —dijo Jared—. No es sólo la Unión Colonial la que combate.

—Sí. Todas las especies compiten o guerrean con otras especies. Pero las otras especies no intentan luchar contra
todas
las especies que se encuentran. Los raey y los eneshanos fueron enemigos acérrimos antes de que los aliáramos y, quién sabe, tal vez vuelvan a serlo. Pero ninguna de esas especies clasifica a todas las demás razas como amenazas permanentes. Nadie hace eso, excepto la Unión Colonial. ¿Has oído hablar del Cónclave, Dirac?

—No.

—El Cónclave es una gran reunión entre cientos de especies en esta parte de la galaxia —explicó Boutin—. Se creó hace más de veinte años para tratar de crear un marco de trabajo que funcionara para toda la región. Ayudaría a detener la lucha por el territorio, creando nuevas colonias de un modo sistemático, en vez de dejar que todas las especies corran para conseguir el premio y traten de derrotar a quienes intenten quitárselo. Reforzaría el sistema con un mando militar multiespecie que atacaría a todo aquel que tratara de tomar una colonia por la fuerza. No todas las especies han firmado el Cónclave, pero sólo dos se han negado a enviar representantes. Una son los consu, por que para qué iban a hacerlo. La otra es la Unión Colonial.

—Esperas que me fíe de tu palabra —dijo Jared.

—No espero nada de ti. No sabes nada. Los soldados de las FDC no saben nada. La Unión Colonial tiene todas las naves espaciales, las de salto y los satélites de comunicaciones. Controla todo el comercio y la poca diplomacia que tenemos en sus estaciones espaciales. La Unión Colonial es el cuello de botella a través del que fluye toda la información, y decide lo que saben las colonias y lo que no. Y no sólo las colonias, también la Tierra. Demonios, la Tierra es lo peor.

—¿Por qué? —preguntó Jared.

—Porque la han mantenido socialmente retrasada durante doscientos años —dijo Boutin—. La Unión Colonial saca a la gente de allí, Dirac. Usa los países ricos para su ejército. Usa los países pobres para su ganado colonial. Y le va tan bien haciendo eso que suprime activamente la evolución natural de la sociedad allí. No quieren que cambie. Eso estropearía su producción de soldados y colonos. Así que apartaron a la Tierra del resto de la humanidad para impedir que la gente sepa lo perfectamente estáticos que están. Crearon una enfermedad (la llamaron el Gatillazo) y le dijeron a la gente de la Tierra que era una infección alienígena. La usaron como excusa para poner el planeta en cuarentena. Dejaron que apareciera cada una o dos generaciones sólo para mantener la farsa.

—He conocido a gente de la Tierra —dijo Jared, pensando en el teniente Cloud—. No son estúpidos. Se darían cuenta de que los están retrasando.

—Oh, la Unión Colonial permite alguna innovación cada par de años para hacerles creer que siguen en la curva de crecimiento, pero nunca es nada útil —dijo Boutin—. Un nuevo ordenador aquí. Un reproductor de música allá. Una técnica de transplante de órganos. Han permitido la ocasional guerra de expansión para mantener las cosas interesantes. Mientras tanto, todos tienen las mismas estructuras políticas y sociales que hace doscientos años, y creen que es porque han llegado a un punto de auténtica estabilidad. ¡Y se siguen muriendo a los setenta y cinco años! Es ridículo. La Unión Colonial ha manipulado tan bien la Tierra que ésta ni siquiera sabe que está siendo manipulada. Está a oscuras. Todas las colonias están a oscuras. Nadie sabe nada.

—Excepto tú —dijo Jared.

—Me dediqué a construir soldados, Dirac. Tuvieron que permitirme saber lo que estaba pasando. Tuve acceso
topsecret
hasta el momento en que maté a ese clon mío. Por eso sé que existe el Cónclave. Y por eso sé que si no se elimina a la Unión Colonial, la humanidad se extinguirá.

—Parece que hasta ahora hemos aguantado bien.

—Eso es porque la Unión Colonial se aprovecha del caos —dijo Boutin—. Cuando el Cónclave ratifique su acuerdo (y lo hará el año próximo o el siguiente), la Unión Colonial no podrá fundar más colonias. La fuerza militar del Cónclave los expulsará de todos los planetas que intenten tomar. No podrán apoderase tampoco de más colonias. Estaremos atascados, y cuando otra raza decida tomar uno de nuestros mundos, ¿quién la detendrá? El Cónclave no protegerá a las razas que no participen. Lenta pero firmemente seremos reducidos de nuevo a un solo mundo. Si logramos conservarlo.

—A menos que haya una guerra —dijo Jared, sin ocultar su escepticismo.

—Así es. El problema no es la humanidad. Es la Unión Colonial. Deshazte de la Unión Colonial, sustituyela por un gobierno que ayude a su pueblo en vez de explotarlo y mantenerlo en la ignorancia para su propio provecho, y unámonos al Cónclave para conseguir una parte razonable de los nuevos mundos coloniales.

—Contigo al mando, supongo —dijo Jared.

—Hasta que organicemos las cosas, sí.

—Menos los mundos que tomen para sí los raey y los eneshanos, tus aliados en esta aventura.

—Los raey y los eneshanos no van a luchar gratis.

—Y los obin se quedarán la Tierra —dijo Jared.

—Eso es para mí. Petición personal.

—No está nada mal.

—Sigues subestimando cuánto desean los obin la conciencia.

—Me gustaba más cuando creía que sólo pretendías vengarte por Zoe.

Boutin dio un paso atrás, como si lo hubiera abofeteado. Entonces se inclinó hacia delante.

—Ya sabes cómo me sentí cuando creí que había perdido a Zoe —susurró—. Lo
sabes.
Pero déjame que te diga algo que no pareces saber. Después de recuperar Coral de los raey, la oficina de Inteligencia Militar de las FDC predijo que los raey llevarían a cabo un contraataque y enumeró los cinco objetivos más probables. Omagh y la Estación Covell ocupaban los primeros puestos de la lista. ¿Y sabes qué hicieron las FDC al respecto?

—No.

—No hicieron absolutamente nada —Boutin escupió las palabras—. Y el motivo fue que las FDC contaban con pocos recursos tras lo de Coral, y algún general decidió que lo que realmente quería era tratar de quitarle un mundo colonial a los robu. En otras palabras, era más importante ir a por nuevas posesiones que defender las que ya teníamos.
Sabían
que el ataque iba a producirse, y no hicieron nada. Y hasta que los obin contactaron conmigo, todo lo que supe fue que el motivo por el que mi hija había muerto era que la Unión Colonial no había hecho lo que se suponía que tenía que hacer: mantener a salvo las vidas de aquellos a quienes protege. Mantener a salvo a mi hija. Confía en mí, Dirac. Todo esto tiene que ver con Zoe.

—¿Y si tu guerra no sale como quieres? —preguntó Jared, en voz baja—. Los obin seguirán queriendo tener conciencia, pero no tendrán nada que darte a cambio.

Boutin sonrió.

—Estás aludiendo al hecho de que ya hemos perdido a los raey y los eneshanos como aliados —dijo. Jared trató de ocultar su sorpresa y fracasó—. Sí, claro que lo sabemos. Y tengo que admitir que me preocupó durante un tiempo. Pero ahora tenemos algo que creo que nos vuelve a poner en camino y que permitirá a los obin vencer ellos solos a la Unión Colonial.

—Imagino que no me dirás qué es —dijo Jared.

—Te lo diré con mucho gusto. Eres tú.

* * *

Sagan se arrastró por el suelo, buscando algo con lo que luchar. Sus dedos se cerraron en torno a algo que parecía sólido, y tiró con fuerza. Se encontró con un terrón de tierra.

«Ah, al carajo», pensó. Se puso en pie de un salto y lo arrojó contra el
hovercraft
al pasar. El proyectil dio en la cabeza del segundo obin, sentado detrás del primero. La criatura se tambaleó sorprendida y cayó del asiento.

Sagan echó a correr y se lanzó sobre el obin en un instante. La asombrada criatura trató de apuntarle con su arma, pero Sagan se hizo a un lado, se la quitó de la mano, y golpeó al obin con ella. El obin chilló y se quedó inmóvil.

En la distancia, el
hovercraft
daba la vuelta y trataba de lanzarse hacia Sagan. La teniente examinó el arma que tenía en la mano, intentando entender su funcionamiento antes de que el
hovercraft
regresara, y decidió no molestarse. Agarró al obin, lo golpeó en el cuello para someterlo, y buscó un arma afilada. Encontró algo parecido a un cuchillo de combate colgado de su cintura. Su forma y manejo no eran adecuados para una mano humana, pero no podía hacer nada al respecto en ese momento.

BOOK: Las Brigadas Fantasma
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