–¡Ah Dios mío! -dijo Smiley en voz alta-, ¿quién fue entonces el caballero…?
Trabajosamente, se levantó de la cama y empezó a vestirse. Se encontraba mejor levantado.
Querido consejero:
Por fin puedo responder a la oferta que me hizo Personal sobre un cargo más elevado en él, Departamento. Lamento haber tardado tanto en hacerlo, pero, como usted sabe, últimamente no me he encontrado muy bien, y además he tenido que hacer frente a cierto número de problemas personales fuera del alcance del servicio.
Como no estoy por completo recuperado de mi indisposición, creo que sería poco juicioso por mi parte aceptar esa oferta. Tenga la bondad de transmitir esta decisión a Personal.
Estoy seguro de que usted lo comprenderá.
Suyo,
George Smiley
Querido Peter:
Adjunto una relación sobre el caso Fennan. Es el único ejemplar. Por favor, pásasela a Maston cuando la hayas leído. Creí que sería útil anotar los acontecimientos… aun cuando oficialmente no ocurrieron,
Tuyo,
George
«EL CASO FENNAN
»El lunes 2 de enero hice una entrevista a Samuel Arthur Fennan, funcionario del Foreign Office, para poner en, claro ciertas acusaciones hechas contra él en una carta anónima. La entrevista se efectuó con arreglo al procedimiento acostumbrado, es decir, con el consentimiento del Foreign Office. No teníamos nada contra Fennan, aparte de sus simpatías hacia el comunismo mientras estuvo en Oxford en los años treinta, a lo que se le daba poca importancia. Por tanto, la entrevista fue, en cierto sentido, una mera formalidad.
»El despacho de Fennan, en el Foreign Office, resultó ser poco apropiado y acordamos continuar nuestra discusión por el parque St. James, aprovechando el buen tiempo.
»Se supo luego que fuimos reconocidos y observados por un agente de los Servicios de Información de Alemania Oriental, que había cooperado conmigo durante la guerra. No está claro si había sometido a Fennan a cierto tipo de vigilancia, o si su presencia en el parque fue casual.
»La noche del 3 de enero, la policía de Surrey dio la noticia de que Fennan se había suicidado. Una carta escrita a máquina, firmada por Fennan, aseguraba que había sido perseguido por los servicios de seguridad.
»Sin embargo, durante la investigación se pusieron de manifiesto los siguientes hechos, que sugirieron la posibilidad de algún turbio asunto:
»1.º: A las 7.55 de la noche de su muerte, Fennan había pedido a la Central de Teléfonos de Walliston que le llamara a las 8.30 de la mañana siguiente.
»2.º: Fennan se había preparado una taza de cacao poco antes de su muerte, y no se lo había bebido.
»3.º: Al parecer, se había disparado un tiro, en el vestíbulo, al pie de las escaleras. La carta fue encontrada al lado del cuerpo.
»4.º: Parecía poco lógico que hubiera escrito a máquina su última carta, ya que raramente usaba la máquina, y aún más extraño que bajara las escaleras para suicidarse en el vestíbulo.
»5.º: El mismo día de su muerte me envió una carta invitándome, en términos apremiantes, a almorzar con él en Marlow al día siguiente.
»6.º: Después se supo que Fennan había solicitado día libre para el miércoles 4 de enero. Al parecer, no se lo dijo a su mujer.
»7.º: También se observó que la carta de suicidio estaba escrita con la propia máquina de Fennan, y que contenía ciertas peculiaridades mecanográficas semejantes a las de la carta anónima. Sin embargo, el informe del laboratorio dedujo que las dos cartas no habían sido escritas por la misma mano, aunque sí procedían de la misma máquina.
»La señora Fennan, que había ido al teatro la noche en que murió su marido, fue invitada a explicar la llamada de las 8.30 de la Central, y aseguró falsamente que la había pedido ella misma. La Central afirmó decididamente que no era así. La señora Fennan aseguró que su marido había estado nervioso y deprimido desde la entrevista, lo que corroboraba lo dicho en su última carta.
»La tarde del 4 de enero, después de haber dejado horas antes a la señora Fennan, volví a mi casa en Kensington. Al observar a alguien en la ventana, toqué el timbre de la puerta. Abrió la puerta un hombre que luego ha sido identificado como miembro del Servicio de Información de la Alemania Oriental. Me invitó a entrar en la casa, pero yo rehusé y volví a mi coche, tomando nota de las matrículas de los coches aparcados allí.
»Esa misma noche visité un pequeño garaje de Battersea para averiguar el origen de uno de esos coches que estaba inscrito a nombre del propietario del garaje. Me atacó un asaltante desconocido y quedé sin sentido a consecuencia de los golpes. Tres semanas después, el mismo propietario, Adam Scarr, fue hallado muerto en el Támesis, junto a Battersea Bridge. Parece ser que estaba borracho en el momento de ahogarse. No hubo señales de violencia y se sabía que era un gran bebedor.
»Es importante reseñar que, durante los últimos cuatro años, Scarr hubiera proporcionado a un extranjero anónimo el uso de un coche, recibiendo por ello generosas recompensas. Estas estaban destinadas a ocultar la identidad de quien lo tomaba en préstamo, incluso ante el propio Scarr, que sólo conocía a su cliente por el alias de
Rubiales
, y únicamente podía comunicarse con él mediante un número de teléfono. El número de teléfono es importante: era el de la Misión Siderúrgica de la Alemania Oriental.
»Mientras tanto, se había investigado la coartada de la señora Fennan en la noche del crimen, y salió a luz una interesante información:
»1.º: La señora Fennan iba dos veces al mes al “Weybridge Repertory Theatre”, el primero y tercer martes. (N. B.: El cliente de Adam Scarr iba a buscar su coche el primero y tercer martes de cada mes.)
»2.º: Siempre llevaba una cartera para las partituras de música y la dejaba en el guardarropa.
»3.º: En el teatro se encontraba siempre con un hombre cuyo aspecto correspondía al de mi agresor y cliente de Scarr. Incluso, alguien del personal del teatro suponía equivocadamente que ese hombre era el marido de la señora Fennan. También llevaba una cartera de música y la dejaba en el guardarropa.
»4.º: En la noche del crimen, la señora Fennan se había marchado del teatro, antes de que terminara el espectáculo, pues su amigo no llegó, y ella olvidó reclamar su cartera de música. Más tarde, esa misma noche, telefoneó al teatro para preguntar si podía ir a buscar la cartera en seguida. Había perdido el ticket del guardarropa. La cartera la recogió el acostumbrado amigo de la señora Fennan.
»Fue entonces cuando el desconocido pudo ser identificado como un empleado de la Misión Siderúrgica de la Alemania Oriental, llamado Mundt. El jefe de la Misión era Herr Dieter Frey, que durante la guerra colaboró con nuestro Servicio y poseía gran experiencia como agente secreto. Después de la guerra entró a colaborar con el servicio del Gobierno en la zona soviética de Alemania. Debo hacer constar que Frey había actuado conmigo durante la guerra en territorio enemigo y fue siempre un agente competente y hábil.
»Entonces decidí tener una tercera entrevista con la señora Fennan. Esta se desmoralizó y confesó haber actuado como enlace de espionaje para su marido, que había sido reclutado por Frey durante unas vacaciones esquiando, hacía cinco años. Ella había cooperado de mala gana, en parte por lealtad a su marido y en parte por protegerle de la negligencia de que daba pruebas en su trabajo de espía. Frey había visto que Fennan hablaba conmigo en el parque. Suponiendo que yo actuaba como agente del Servicio, dedujo que Fennan era sospechoso o un agente de doble juego. Instruyó a Mundt para que liquidara a Fennan, y su mujer fue obligada a callar coaccionada por su propia complicidad. Fue ella quien escribió la carta de suicidio en la máquina de Fennan, con una muestra de la firma de su marido.
»El medio por el cual pasaba a Mundt la información recibida debe ser considerado con atención. Ponía notas y documentos copiados en una cartera de partituras de música, que llevaba al teatro. Mundt llevaba una cartera semejante, que contenía dinero e instrucciones, y, lo mismo que la señora Fennan, la dejaba en el guardarropa. No tenían más que cambiarse los tiquets del guardarropa. Cuando Mundt dejó de aparecer en el teatro en la noche en cuestión, la señora Fennan obedeció instrucciones ya establecidas y envió por correo el ticket a una dirección en Highgate. Se marchó temprano del teatro para alcanzar el último correo de Weybridge. Cuando esa noche, más adelante, Mundt pidió la cartera de música, ella le dijo lo que había hecho. Mundt se empeñó en recoger la cartera aquella misma noche, pues no quería hacer otro viaje a Weybridge.
»Cuando yo me entrevisté con la señora Fennan a la mañana siguiente, una de mis preguntas (la de la llamada de las 8.30) la alarmó tanto que telefoneó a Mundt. Eso explica el ataque de ese día contra mí, horas después.
»La señora Fennan me proporcionó la dirección y el número de teléfono que usaba para ponerse en contacto con Mundt, a quien conocía por el nombre de cobertura de
Freitag
. Ambos correspondían al apartamento de un piloto de «Lufteuropa», que a menudo recibía a Mundt y le proporcionaba acomodo cuando lo necesitaba. El piloto (probablemente un enlace del Servicio de Información de la Alemania Oriental) no ha vuelto a este país desde el 5 de enero.
»Éste es, pues, el resultado de las revelaciones de la señora Fennan, que, en cierto sentido, no conducían a ninguna parte. El espía estaba muerto y sus asesinos se habían esfumado. Faltaba sólo comprender el alcance del daño ocasionado. Se informó entonces oficialmente al Foreign Office, y el señor Félix Taverner recibió instrucciones para calcular, según los registros, qué información se había puesto en peligro. Esto implicaba repasar todos los documentos a que había tenido acceso Fennan desde su reclutamiento por Frey. Lo notable es que esto no reveló ninguna apropiación sistemática de documentos secretos. Fennan no había sacado documentos secretos, salvo los que le correspondían directamente a él en su trabajo. En los últimos seis meses, cuando su acceso a documentos delicados fue más fácil, no se llevó de hecho ningún documento secreto. Los documentos que se llevaba a casa en ese período eran de interés muy escaso y general, y algunos se referían a temas ajenos a su sección. Esto no estaba de acuerdo con el papel de Fennan como espía. Era posible, sin embargo, que hubiera perdido el gusto por su trabajo, y que la invitación a almorzar que me hizo fuera el primer paso hacia la confesión. Teniendo en cuenta esto, quizá también hubiese escrito la carta anónima que podía servir para ponerle en contacto con el Departamento.
»A este respecto, han de mencionarse dos hechos más. Bajo nombre ficticio y con pasaporte falso, Mundt se marchó del país en avión el día después de que la señora Fennan hiciese su confesión. Escapó a la atención de las autoridades del aeropuerto, pero, retrospectivamente, le identificó la azafata. Segundo: la agenda de Fennan contenía el nombre y apellido y el teléfono oficial de Dieter Frey; un flagrante quebrantamiento de la más elemental regla de espionaje.
»Era difícil entender por qué Mundt había esperado tres semanas en Inglaterra después de asesinar a Scarr, y más difícil aún conciliar las actividades de Fennan, según las describió su mujer, con la selección de documentos, evidentemente no planeada e improductiva. El repaso de los datos conocidos lleva repetidamente a la conclusión de que la única evidencia de que Fennan fuera un espía procedía de su mujer. Si los hechos eran como ella los describía, ¿por qué se le había permitido a ella sobrevivir a la decisión de Mundt y Frey de eliminar a los que tuvieran conocimientos peligrosos?
»Por otra parte, ¿no podría ser espía ella misma?
»Eso explicaría la fecha de la partida de Mundt: se marchó tan pronto como la señora Fennan le convenció de que yo había aceptado su ingeniosa confesión. Esto explicaría la nota en la agenda de Fennan: Frey era un conocido ocasional de la montaña, visitante, de vez en cuando, en Walliston. Esto daría sentido a la selección de documentos de Fennan: si Fennan deliberadamente eligió documentos no secretos en un momento en que su trabajo era sobre todo secreto, sólo podía haber una explicación: había llegado a sospechar de su mujer. De ahí que me invitara a almorzar en Marlow, a consecuencia, naturalmente, de nuestro encuentro del día anterior. Fennan había decidido contarme sus temores y había pedido un día libre para hacerlo, hecho del que al parecer su mujer no se había dado cuenta. Eso también explicaría por qué Fennan se denunció a sí mismo en una carta anónima: quería ponerse en contacto con nosotros como preliminar
para denunciar a su mujer
.
»Continuando esta suposición, resultaba curioso que en los asuntos de nuestro trabajo, sólo la señora Fennan fuera eficaz y consciente. La técnica empleada por ella y por Mundt recordaba la de Frey durante la guerra. El recurso de emergencia para enviar por correo el ticket del guardarropa si no se verificaba el encuentro, era típico de su escrupulosa planificación. La señora Fennan, al parecer, había actuado con una precisión difícilmente compatible con su afirmación de ser parte reacia de la traición de su marido.
»Aunque lógicamente ahora la señora Fennan resultaba sospechosa de espionaje, no había razón para creer que su relato sobre lo que había ocurrido en la noche del asesinato de Fennan fuera necesariamente falso. Si hubiera conocido la intención de Mundt de asesinar a su marido, no habría llevado la cartera de música al teatro, ni enviado por correo el ticket del guardarropa.
»No parecía haber modo de probar la cuestión contra ella a no ser que fuera posible poner otra vez en marcha la relación entre la señora Fennan y su controlador. Durante la guerra, Frey había urdido un ingenioso código para comunicaciones de emergencia, por medio de postales con fotos. El tema de la fotografía constituía el mensaje. Un tema religioso, como la pintura de una Madonna o una iglesia, significaba la petición de reunirse cuanto antes. El destinatario enviaba como respuesta una carta insustancial, preocupándose en poner la fecha. Una reunión tenía efecto en lugar y hora preestablecidos, cinco días después de la fecha de la carta.
»Posiblemente Frey, cuyo modo de trabajar, evidentemente, había cambiado muy poco desde la guerra, hubiera conservado ese sistema, que, después de todo, sólo raras veces iba a necesitar. Confiando, pues, en ello, envié a Elsa Fennan una postal que representaba una iglesia. La postal fue enviada desde Highgate. Mi esperanza, un tanto aventurada, era que ella supondría que le había llegado por mediación de Frey. Reaccionó en seguida enviando a una dirección desconocida, en el extranjero, una entrada para una función de teatro en Londres, cinco días después. La comunicación de la señora Fennan llegó a Frey, que la aceptó como convocatoria urgente. Sabiendo que Mundt estaba comprometido por la “confesión” de la señora Fennan, decidió acudir él mismo.