Los héroes (68 page)

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Authors: Joe Abercrombie

Tags: #Fantástico, #Histórico, #Bélico

BOOK: Los héroes
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—Tu apodo te lo puso Tresárboles —afirmó el Jovial Yon, quien se revolvió entre las mantas y, acto seguido, se incorporó apoyándose sobre un codo. Luego, contempló el fuego con un ojo apenas abierto mientras se rascaba su espesa barba negra y gris—. Creo que tu familia tenía una granja al norte de Uffrith. Corrígeme si me equivoco.

—Lo haré —dijo Wonderful—. No te preocupes.

—Y cuando comenzaron los problemas con Bethod, algunos de sus chicos irrumpieron en el valle. De modo que te afeitaste la cabeza.

—Ya me la había afeitado un par de meses antes. El pelo me estorbaba siempre que iba por detrás del arado.

—Vale, corregido queda. ¿Quieres seguir tú?

—No, lo estás haciendo muy bien.

—Entonces, sustituiste la tijera de esquilar ovejas por la espada y convenciste a otros en el valle para que hicieran lo mismo, luego tendiste una emboscada a los chicos de Bethod.

Los ojos de Wonderful resplandecieron a la luz de la lumbre.

—Y tanto que sí.

—Entonces, apareció por ahí Tresárboles; Craw y yo íbamos con él. Esperábamos encontrarnos todo el valle quemado y a los granjeros desperdigados por todas partes. En vez de eso, Tresárboles se encontró con una docena de los muchachos de Bethod colgados y otra docena hechos prisioneros, y a esta puñetera muchacha vigilándolos con una gran sonrisa. ¿Qué fue lo que dijo entonces?

—No puedo decir que me acuerde —gruñó Wonderful.

—Qué extraña maravilla, esto de encontrar a una mujer al mando —dijo Yon, imitando una voz cavernosa—. Durante una semana o dos la llamamos Extraña Maravilla. Después, nos olvidamos de lo de «extraña» y se quedó con ese apodo.

Wonderful asintió siniestramente en dirección hacia el fuego.

—No obstante, un mes más tarde Bethod se plantó ahí con todas sus fuerzas y el valle terminó quemado de todas maneras.

Yon se encogió de hombros.

—De todos modos, fue una emboscada muy buena.

—¿Y qué hay de ti, eh, el Jovial Yon Cumber?

Yon se quitó las mantas de encima y se sentó.

—No hay mucho que contar.

—No seas modesto. Al Jovial Yon solían llamarle «el serio» en los viejos tiempos, porque era un bromista de cuidado. Después, le cortaron trágicamente la picha en la batalla de Ineward; las mujeres del Norte lloraron más por esa pérdida que por las muertes de todos los esposos, hijos y padres que allí perecieron. Desde entonces, no ha vuelto a sonreír jamás.

—Eso es una mentira cruel —replicó Yon mientras señalaba a Beck con un grueso dedo—. Nunca tuve sentido del humor. Y en Ineward sólo sufrí un pequeño corte en el muslo. Sangré mucho, pero no sufrí ninguna herida grave. Todo sigue funcionando perfectamente ahí abajo, no te preocupes.

En ese instante, por encima de su hombro y fuera de su vista, Wonderful se estaba señalando la entrepierna.

—La polla y los huevos —formó las palabras con los labios mientras con una mano abierta simulaba la acción de cortar—. La polla… y los… —pero en cuanto Yon se dio la vuelta, se miró las uñas como si no hubiera estado haciendo nada.

—¿Ya estáis despiertos? —preguntó Flood, quien apareció cojeando entre los dormidos y las fogatas, acompañado de un hombre al que Beck no conocía; era delgado y tenía el pelo largo y canoso.

—Los jóvenes nos han despertado —gruñó Wonderful—. Drofd le estaba sobando el arma a Beck.

—Aunque es comprensible, lo cierto es que… —dijo Yon.

—Puedes echarle un vistazo a la mía si queréis —Flood agarró la maza que colgaba de su cinto y la levantó en ángulo—. ¡Tiene un buen bulto en su extremo! —Drofd se rió para sí, pero parecía que los demás no estaban de humor. Beck, desde luego, no lo estaba—. ¿No? —Flood miró a su alrededor expectante—. Es porque soy viejo, ¿verdad? Podéis decirlo. Es porque soy viejo.

—Viejo o no, me alegro de que estéis aquí —dijo Wonderful, alzando una ceja—. La Unión no se atreverá a atacar ahora que contamos con vosotros dos.

—Nunca les hubiera dado la oportunidad de atacaros, pero tenía que salir a orinar.

—¿La tercera vez esta noche? —preguntó Yon.

Flood escudriñó el cielo.

—Creo que ha sido la cuarta.

—Que es por lo que le llaman Flood
[2]
—murmuró Wonderful por lo bajo—. En caso de que os lo estuvierais preguntando.

—Me he encontrado con Scorry Sigiloso de camino —comentó Flood, señalando con el pulgar al hombre delgado.

Sigiloso se tomó un rato para sopesar lo que iba a decir, después habló con suma suavidad.

—Estaba echando un vistazo por ahí.

—¿Has averiguado algo? —inquirió Wonderful.

Sigiloso asintió, muy lentamente, como si hubiera hallado el secreto de la vida misma.

—Hay una batalla en ciernes —se sentó junto a Beck, cruzando las piernas, y le tendió una mano—. Soy Scorry Sigiloso.

—Por su cautela —explicó Drofd—. Es explorador, principalmente. Aunque también suele manejar la lanza desde la retaguardia, ¿sabes?

Beck le estrechó la mano con muy poca fuerza.

—Beck.

—Beck el Rojo —apostilló Drofd—. Ese es su apodo. Lo recibió ayer. De boca del propio Reachey. Durante el combate en Osrung. Ahora se ha unido a nosotros… ya sabes… —dejó la frase inconclusa, al comprobar que tanto Beck como Scorry lo miraban con el ceño fruncido, y se acurrucó bajo su manta.

—¿Craw te dio la charla? —preguntó Scorry.

—¿Qué charla?

—Sobre que hay que hacer lo correcto.

—Algo mencionó.

—Yo no me le tomaría demasiado en serio.

—¿No?

Scorry se encogió de hombros.

—Lo correcto es algo distinto para cada hombre —acto seguido, empezó a sacar cuchillos y a extenderlos en el suelo frente a él, desde uno enorme con cachas de hueso al que poco le faltaba para ser un espadín hasta uno pequeño y curvado que ni siquiera tenía mango, sino dos anillos por los que uno podía meter los dedos.

—¿Eso es para pelar manzanas? —preguntó Beck.

Wonderful se pasó un dedo por su fibroso cuello.

—No, para cortar gargantas.

Beck pensó que se estaba burlando de él, después Scorry escupió sobre una piedra de afilar y la pequeña hoja centelleó frente al fuego. De repente, ya no estuvo tan seguro de que fuera una broma. Scorry la pasó por la piedra primero por un lado y después por el otro: snick, snick. Súbitamente, unas mantas salieron volando.

—¡Acero! —gritó Whirrun poniéndose en pie de un salto, a la vez que se le enredaba la espada en el camastro—. ¡He oído el roce del acero!

—¡Cállate! —gritó alguien.

Whirrun liberó su espada de un tirón y se apartó la capucha de los ojos.

—¡Estoy despierto! ¿Ya ha amanecido? —parecía que las historias que decían que Whirrun de Bligh siempre estaba preparado eran algo exageradas. Dejó su espada caer, al observar que el cielo seguía negro y que las estrellas asomaban todavía entre jirones de nubes—. ¿Por qué está tan oscuro? No temáis, niños. ¡Whirrun está entre vosotros y listo para la pelea!

—Demos gracias a los muertos —gruñó Wonderful—. Estamos salvados.

—¡Así es, mujer! —Whirrun se quitó la capucha, se rascó el pelo, aplastado y liso por un lado y en punta como un cardo por el otro. Recorrió los Héroes con la mirada y, al no ver nada salvo fuegos mortecinos, hombres dormidos y las mismas viejas piedras de siempre, se acercó a las llamas, bostezando—. En fin, os he salvado de una conversación aburrida. ¿Estabais hablando de apodos?

—Sí —masculló Beck, sin atreverse a decir más. Era como hallarse ante el mismísimo Skarling. Había crecido oyendo historias sobre las hazañas de Whirrun de Bligh. El viejo Scavi solía contarlas en el pueblo y siempre le rogaba que le contara más. Soñaba con alzarse un día junto a él, como iguales, reclamando un lugar en sus canciones. Ahora estaba allí sentado junto a él, que no era más que un fraude, un cobarde y un asesino de amigos. Se abrigó aún más con la capa de su madre y, entonces, rozó algo duro con los dedos. En este instante, se dio cuenta de que la tela seguía manchada con la sangre de Reft y tuvo que reprimir un escalofrío. Beck el Rojo. Ciertamente, tenía las manos manchadas de sangre. Pero no se sentía como siempre había soñado que se sentiría.

—Apodos, ¿eh? —Whirrun alzó su espada y la exhibió a la luz del fuego. Parecía demasiado larga y pesada como para ser un arma realmente práctica—. Este es el Padre de las Espadas, pero los hombres le han puesto centenares de nombres distintos —Yon cerró los ojos y volvió a acostarse, Wonderful levantó la mirada hacia el cielo, pero Whirrun siguió con su monólogo, con voz grave y mesurada, como si fuese un discurso que repitiese muy a menudo—. Cuchilla del Alba. Creatumbas. Cosechador de Sangre. El Más Noble y el Más Inmundo. Scac-ang-Gaioc, que en la lengua del valle significa la Partición del Mundo, es una referencia a la batalla que se libró al inicio de los tiempos y volverá a lucharse al final. Esta es mi recompensa y mi castigo. Mi bendición y mi maldición. Me fue entregada por Daguf Col mientras yacía agonizante, y él la recibió de Yorweel la Montaña, que la recibió de Cuatro Caras, quien la recibió de Escollo Ockang, y así podríamos remontarnos hasta que el mundo era joven. Cuando se cumplan las palabras de Shoglig y yo yazca desangrándome, y me halle cara a cara al fin con la Gran Niveladora, se la entregaré a quien me parezca que más se la merece, y mi arma le otorgará fama, y la lista de sus nombres y la lista de los nombres de los grandes hombres que la blandieron y de los grandes hombres que murieron por su filo crecerá y crecerá, y se extenderá más allá de la oscuridad que hay más allá de la memoria. En los valles en los que nací, dicen que es la espada de Dios, caída del cielo.

—¿Y tú no crees que lo sea?

Whirrun frotó con el pulgar la cruceta para quitarle una mancha.

—Solía creer que sí.

—¿Y ahora?

—Dios crea cosas, ¿no? Dios es un granjero. Un artesano. Una comadrona. Dios insufla vida a las cosas —entonces, echó la cabeza hacia atrás y miró hacia el cielo—. ¿Para qué iba a querer Dios una espada?

Wonderful se llevó una mano al pecho.

—Oh, Whirrun, eres tan jodidamente
profundo
. Podría sentarme aquí durante horas intentando adivinar qué has querido decir.

—Whirrun de Bligh no parece un nombre tan profundo —aseveró Beck, quien lamentó de inmediato esas palabras en cuanto todos se volvieron hacia él, Whirrun en particular.

—¿No?

—Bueno… será porque eres de Bligh, supongo. ¿No?

—Nunca he estado allí.

—Entonces…

—Sinceramente, no podría decirte cómo surgió. Quizás Bligh sea el único lugar de allá arriba del que la gente de aquí haya oído hablar —Whirrun se encogió de hombros—. Tampoco tiene mayor importancia. Un nombre no tiene ninguna importancia por sí mismo. Lo importante es lo que haces con él. Los hombres no se cagan en los pantalones cuando oyen hablar de Nueve el Sanguinario sólo por su apodo. Se cagan en los pantalones porque saben cómo era el hombre que usaba ese apodo.

—¿Y por qué te llaman Whirrun el Tarado? —preguntó Drofd.

—Oh, eso es muy sencillo. Porque un hombre cerca de Ustred, me enseñó a partir nueces con el puño…
[3]

Wonderful resopló.

—No te llaman el Tarado por eso.

—¿Eh?

—No —dijo Yon—. No es por eso.

—Te llaman el Tarado por el mismo motivo por el que le pusieron el apodo de Tarado a Escollo —entonces, Wonderful se golpeó con el índice su afeitada sien—. Porque la mayoría asume que tienes una tara en el coco.

—¿Ah, sí? —Whirrun frunció el ceño—. Oh, eso no es nada halagador, qué cabrones. La próxima vez que alguien me llame por ese apodo tendré una charla con él. ¡Me lo has jorobado del todo!

Wonderful extendió ambas manos.

—Es un don que tengo.

—Buenos días, muchachos —Curnden Craw se aproximó lentamente hasta el fuego con los carrillos hinchados y resoplando mientras su cabello gris ondeaba al viento. Parecía cansado. Tenía unas ojeras muy marcadas y los orificios nasales enrojecidos.

—¡Que todo el mundo se arrodille! —exclamó Wonderful—. ¡Ante la mano derecha de Dow el Negro!

Craw hizo un gesto con las manos como si así quisiera conminarlos a sentarse.

—¡No hace falta que os postréis!

Alguien más venía tras él. Beck se dio cuenta de que era Escalofríos y le dio un vuelco el estómago.

—¿Estás bien, jefe? —preguntó Drofd, al mismo tiempo que sacaba el trozo de carne de su bolsillo para ofrecérselo.

Craw esbozó una mueca de dolor al doblar las rodillas y acuclillarse junto al fuego, se tapó una fosa nasal con un dedo y sopló por la otra con un largo resuello, como de un pato moribundo. Después, cogió la carne y le dio un bocado.

—He descubierto que la definición de «bien» cambia a cada invierno que pasa. Estoy bien según los parámetros de estos últimos días. Hace veinte años, habría considerado que me hallaba a las puertas de la muerte.

—Estamos en un campo de batalla, ¿no? —comentó Whirrun, quien era todo sonrisas—. Aquí la Gran Niveladora camina pegada a todos nosotros.

—Bonita reflexión —replicó Craw, agitando los hombros como si alguien le estuviera resoplando en el cuello—. Drofd.

—¿Sí, jefe?

—Si la Unión ataca luego, lo cual supongo que es inevitable… quizá sería mejor que te mantuvieras al margen.

—¿Al margen?

—Será una batalla de verdad. Sé que tienes agallas, pero no cuentas con el equipo necesario para entrar en combate. ¿Un hacha y un arco? Los hombres de la Unión portan armaduras y buenas espadas y todo lo demás… —añadió Craw, negando con la cabeza—. Puedo encontrarte un buen sitio en la retaguardia…

—¡Jefe, no, quiero luchar! —Drofd miró a Beck, como si buscara su apoyo. Pero Beck no tenía ninguno para darle, pues deseaba que pudieran dejarle a él en la retaguardia—. Quiero ganarme un apodo. ¡No me quites esta oportunidad!

Craw hizo una mueca.

—Con apodo o sin él, seguirás siendo el mismo hombre. No mejor. Aunque quizá sí peor.

—Sí —dijo Beck sin darse cuenta.

—Eso es fácil de decir para quien ya lo tiene —replicó Drofd, clavando malhumoradamente la vista en el fuego.

—Si quiere pelear, déjale que pelee —afirmó Wonderful.

Craw alzó la mirada, sorprendido. Como si se hubiese dado cuenta de que no se hallaba exactamente donde pensaba que estaba. Después se recostó sobre un codo y estiró una pierna hacia el fuego, acercando una de sus botas a las llamas.

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