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Authors: Amado Nervo

Tags: #Poesia

Los jardines interiores (3 page)

BOOK: Los jardines interiores
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Como pupilas de muertos

de luz sobrenatural,

brillan los focos en los desiertos

laberintos del arrabal.

El té canta en la tetera;

fuego dentro, hielo fuera,

que resbala por la vidriera.

Paso llegan o sonoras,

resonando turbadoras,

las procesiones de las horas.

Como pupilas de muertos

de luz sobrenatural,

brillan los focos en los desiertos

laberintos del arrabal.

—¿Por qué llora ese piano

bajo el nácar de tu mano?

—Llora en él mi dolor, hermano

—¡Eh! ¡quién va! ¿quién gime o reza

en la sombra de la pieza?

—Es mi madrina la Tristeza.

Como pupilas de muertos

de luz sobrenatural,

brillan los focos en los desiertos

laberintos del arrabal.

—¿Y qué libro lees ahora

a la luz vaciladora

de la pálida veladora?

¿Alguna bella conseja

de flamante moraleja?

—Es una historia ya muy vieja…

Como pupilas de muertos

de luz sobrenatural,

brillan los focos en los desiertos

laberintos del arrabal.

Yo no amo a los que viven, «putrefacción andante»,

yo busco a los que moran de la ciudad muy lejos,

bajo la tierra, y amo la calva deslumbrante

de los bruñidos cráneos de los difuntos viejos.

¡Cadáveres amigos, qué calma semejante

hallar a vuestra calma! Ni compasión, ni dejos

de las antiguas penas mostráis en el semblante,

que alumbra en los osarios la luz agonizante

del sol, dándoles nimbos de cárdenos reflejos.

¡Oh muerte! ¡oh paz!… ¡Yo adoro la calva deslumbrante

de los bruñidos cráneos de los difuntos viejos!

El metro de doce son cuatro donceles,

donceles latinos de rítmica tropa,

son cuatro hijosdalgo con cuatro corceles;

el metro de doce galopa, galopa…

Eximia cuadriga de casco sonoro

que arranca al guijarro sus chispas de oro,

caballos que en crines de seda se arropan

o al viento las tienden como pabellones,

pegasos fantasmas, los cuatro bridones

galopan, galopan, galopan, galopan…

¡Oh metro potente, doncel soberano

que montas nervioso bridón castellano

cubierto de espumas perladas y blancas,

apura la fiebre del viento en la copa

y luego galopa, galopa, galopa,

llevando el Ensueño prendido a tus ancas!

El metro de doce son cuatro garzones,

garzones latinos de rítmica tropa,

son cuatro hijosdalgo con cuatro bridones,

el metro de doce galopa, galopa…

Los Jardines Interiores II
Rondós vagos

I

¿Lo recuerdas? Una noche sin fulgores, sin bellezas,

el espectro de la ausencia consagraba con su mano

al dolor sin esperanza nuestras pálidas cabezas,

vanas eran nuestras luchas, todo vano, todo vano…

En mi espíritu rebelde suspiraban las tristezas,

las tristezas suspiraban en las cuerdas del piano.

—Adiós virgen —murmuraba con la voz de mis ternezas.

—¡Para siempre! —del piano respondía el son lejano.

En los campos iniciaban, entre juncos y malezas,

su macabra ronda lívida, los fulgores del pantano

y en mi espíritu rebelde se quejaban las tristezas,

las tristezas se quejaban en las cuerdas del piano…

¿Tornaremos a mirarnos? ¡Quién aplaca las fierezas

de la vida!, ¡quién penetra los rigores del arcano!

—Adiós, virgen… —¡Para siempre! —respondió con asperezas

una fuga, y al perderme tras los árboles del llano,

en mi espíritu rebelde sollozaban las tristezas,

las tristezas sollozaban en las cuerdas del piano…

II

Como blanca teoría por el desierto,

desfilan silenciosas mis ilusiones,

sin árbol que les preste sus ramazones

ni gruta que les brinde refugio cierto.

La luna se levanta del campo yerto

y al claror de sus lívidas fulguraciones,

como blanca teoría mis ilusiones

desfilan silenciosas por el desierto.

En vano al cielo piden revelaciones,

son esfinges los astros, Edipo ha muerto,

y a la faz de las viejas constelaciones,

desfilan silenciosas mis ilusiones

como blanca teoría por el desierto.

III

Pasas por el abismo de mis tristezas

como un rayo de luna sobre los mares,

ungiendo lo infinito de mis pesares

con el nardo y la mirra de tus ternezas.

Ya tramonta mi vida, la tuya empiezas;

mas, salvando del tiempo los valladares,

como un rayo de luna sobre los mares

pasas por el abismo de mis tristezas.

No más en la tersura de mis cantares

dejará el desencanto sus asperezas;

pues Dios que dio a los cielos sus luminares,

quiso que atravesaras por mis tristezas

como un rayo de luna sobre los mares…

IV

Yo vengo de un brumoso país lejano,

regido por un viejo monarca triste…

mi numen sólo busca lo que es arcano,

mi numen sólo adora lo que no existe.

Tú lloras por un sueño que está lejano,

tú aguardas un cariño que ya no existe;

se pierden tus pupilas en el arcano

como dos alas negras y estás muy triste.

Eres mía, nacimos de un mismo arcano

y vamos, desdeñosos de cuanto existe,

en pos de ese brumoso país lejano

regido por un viejo monarca triste…

Los Jardines Interiores III
Damiana

My name is might have been […]

Dante Gabriel Rosseti

¿Quién es Damiana?

La mujer que en mi lozana

juventud pudo haber sido

—si Dios hubiera querido—

mía,

en el paisaje interior

de un paraíso de amor

y poesía;

la que prócer o aldeana

«mi aldeana» o «mi princesa»

se hubiera llamado, esa

es, en mi libro, Damiana.

La hija risueña y santa,

gemela de serafines,

libélula en mis jardines

quizás y en mi feudo infanta;

la que

pudo dar al alma fe,

vigor al esfuerzo, tino

al obrar, ¡la que no vino

por mucho que la llamé!

La que aún mi frente besa

desde una estrella lejana,

esa

es en mi libro Damiana.

Y aquella que me miró,

no sé en qué patria querida

tras mirarme pasó

(desto hace más de una vida);

y al mirarme parecía

que me decía:

—«Si pudiera detenerme

te amara»… la que esto al verme

con los ojos repetía;

la que, sentado a la mesa

del festín real, con vana

inquietud aguardo, esa

es en mi libro Damiana;

La que con noble pergeño,

suele flüida vagar

como un fantasma lunar

por la zona de mi ensueño;

la que fulge en los ocasos,

que son nobleza del día,

la que en la melancolía

de mi alcoba finge pasos,

la que, puesto a la ventana,

con un afán que no cesa

aguardo hace un siglo,

esa es en mi libro Damiana.

Todo lo noble y hermoso

que no fue;

todo lo bello y amable

que no vino;

y lo vago y misterioso

que pensé

y lo puro y lo inefable

y lo divino;

El enigma siempre claro en la mañana

y el enigma por las tardes inexpreso;

amor, sueños, ideal, esencia arcana,

todo eso, todo eso, todo eso,

tiene un nombre en estas páginas: ¡Damiana!

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