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Authors: Jovanka Vaccari Barba

Tags: #Relato

Mamá, ¿por qué las mujeres son tan complicadas? (6 page)

BOOK: Mamá, ¿por qué las mujeres son tan complicadas?
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Lo cierto es que al principio las mujeres con senos hinchados debieron de ser muy poco atractivas para los machos. Imagínense que ahora mismo apareciera una generación de mujeres con un solo pecho: lógicamente, hasta varias generaciones después el fenómeno circense no podría verse como algo atractivo, ni mucho menos como interesante para la reproducción.

La explicación evolutiva más sencilla es que unos pechos grandes, en algún momento, empezaron a significar «madre potencialmente saludable», dejando el camino abierto para que los hombres comenzaran a considerarnos sexualmente atractivas. Pero esto sigue sin explicar por qué se hicieron tan grandes.

La respuesta puede estar en que unos pechos hinchados y la ocultación de signos externos del periodo de ovulación ayudaron a las mujeres a sufrir menos el acoso sexual de los machos, permanentemente desesperados por reproducirse.

La paradoja está en que, al mismo tiempo, tuvo que ir desarrollándose en los machos «un gusto» por los pechos grandes ya que, de no aparearse, la especie podía desaparecer. Pero si las hembras poseían unos pechos que les cautivaban aun cuando eso sugiriera que no estaban en celo, los machos podían ver distraída su atención y mostrase menos proclives a monopolizar el cuerpo de la hembra en un sistema de monogamia femenina impuesto por la dominación masculina.

A la luz de esta hipótesis, tres serían los beneficios directos que obtuvieron las mujeres con los pechos engañosos y con la ovulación oculta: 1) el genético, escapando al control de un mantenedor posesivo el tiempo suficiente para poder engendrar de otro varón mejor; 2) el material, escapando —siempre escapando— de los machos posesivos para intercambiar con otros sexo por bienes sin tener que preñarse en el proceso; y 3) el pre-consciente, obteniendo un mayor control sobre el propio cuerpo.

Desgraciadamente, también 3 han sido los perjuicios directos, a saber: 1) severísimas leyes contra la infidelidad femenina; 2) infinitas restricciones sociales para mantenernos vírgenes y castas; y 3) matrimonios con promesa de obediencia y subordinación.

¡Ay! ¿Alguien tiene ganas de hacer bromas?

¡VAYA,YA ESTÁS ESTRENADA!

Chapoteos, ruidos húmedos y veloces movimientos laten en una pletórica y vibrante charca. ¿Qué puede ser, qué puede ser?… ¡Efectivamente! ¡Época de apareamiento! Ranas y sapos, lejanos pero parientes nuestros, festejan el periodo de reproducción jugando al «¡Me la pido prime!»: los machos más rápidos agarran a las hembras por el lomo, en una especie de abrazo que se llama amplexo y, aferrados a ellas, pelean a anca partida con otros machos por mantener una privilegiada primera fila. El objetivo es permanecer ahí hasta que la hembra desove y el macho pueda ser el primero en verter su esperma en el agua y sobre los huevos.

Como saben, la fecundación humana no se produce fuera del cuerpo sino dentro, pero no deja de sorprender qué comunes son las conductas sexuales del mundo animal.

Abierta o secretamente, todo hombre heterosexual —viejo o nuevo, progre o carca, culto o inculto, enriquecido o empobrecido, experto o pardillo— desea «estrenar» a una mujer, ser El Primero. Y por lo que hemos podido presenciar, despliegan una rica vida emocional cuando descubren qué lugar ocupan realmente en la historia sexual de su pretendida, a saber: frustración, resignación, inseguridad, miedo, vergüenza, indignación, cólera, odio, sentimiento de disolución, deseo de matar...

¿Sabían que ni chimpancés ni orangutanas ni gorilas ni otras parientas muestran nada parecido al himen? ¿Que qué significa? Pues que esta estructura evolucionó al mismo tiempo que nuestras antepasadas homínidas se convertían en humanas y que, en consecuencia, es algo específicamente nuestro. De eso hace entre cuatro millones de años y cuarenta mil, tarde más tarde menos.

El himen es una membrana en forma de media luna que, a modo de solapa, bloquea la entrada de la vagina. Su génesis es tan oscura y su utilidad fisiológica tan improbable que bien puede haber sido un defecto menor de nacimiento —como los dedos palmeados de algunas personas— pero, ¡manda membranas!, qué partido le ha sacado el mundo masculino al dichoso cachitín de tejido.

Algunas hembras de peces e insectos experimentan desgarramientos genitales inmediatamente después de haberse apareado. Las teorías evolucionistas interpretan este comportamiento como un medio —cruel, pero qué sabe la naturaleza de moral— de impedir el acceso a posteriores y posibles fecundadores. Bueno, pues el himen funciona exactamente a la inversa: asegura la fidelidad antes de la relación sexual en lugar de después. ¿Qué les parece? ¿Se va entendiendo el gusto masculino por los estrenos e inauguraciones?

El himen caracteriza a la virgen. La virginidad significa ausencia de infidelidad, adulterio... o embarazo. Estudios realizados en diversos pueblos, desde los yanomami venezolanos a los polinesios o norteamericanos, demuestran que el diez por ciento de los hombres que presumen de ser los padres de sus hijos, no lo son en realidad. Quizá entre nuestros antepasados hubo varones que, desafiando la condición promiscua de la vida y, por tanto, evitando la competencia reproductiva, protegieron o mantuvieron a hembras jóvenes cuyos hímenes testimoniaran castidad previa.

En este sentido, el himen puede haber representado una victoria para los intereses reproductores masculinos en la batalla de los sexos: este cinturón de castidad congénito proporciona al hombre la seguridad de que será «¡primeee!» en la carrera reproductiva, aumentando las posibilidades de que sus genes estén representados en las generaciones sucesivas.

¿Y cómo se hizo carne el himen y habitó entre nosotras?

Dicen que las hijas de la madre con ese defecto de fábrica también habrían tendido a tener hímenes, y que los hombres habrían podido condicionar, por selección sexual, la aparición de vírgenes dotadas del mismo hasta que casi toda niña terminó naciendo sellada. Será así pero, sin excluir lo anterior, no puedo dejar de pensar que el himen, en paralelo a la aparición de la consciencia, nos protegió de embarazos jóvenes, concediéndonos tiempo para un desarrollo desconocido en otros animales.

Dicen también que todo ocurrió en el transcurso de unas pocas generaciones, y aunque no comprendo por qué unos cambios evolutivos son tan rápidos y otros tan lentos, no deja de ser esperanzador: información y anticoncepción actualmente nos protegen de preñeces prematuras y otros crímenes, por lo que ya podemos deshacernos del arcaico pellejo pero, sobre todo, del significado y valor que el patriarcado le ha adjudicado.

Para lograrlo, propongo poner en práctica recursos psicológicos de exitoso resultado, como: a) la negación: »¿Himen?... ¿Qué es eso?... No, nunca lo he tenido»; b) la visualización positiva, imaginándonos sin himen hasta que desaparezca; y c) total, por reírnos, el religioso, rogando a los dioses que a ellos les salgan filamentos festivos allí.

HIJOS DE MERETRICES

¡Pasen, pasen y lean! ¡No pierdan la oportunidad de ser testigos de una infidelidad, de una guerra espermática y de una fecundación! ¿Alguien da más? ¿No?... ¡Pues tomen asiento!

Seis días antes de ovular, una mujer y su marido practican el sexo rutinario durante el fin de semana. Después de 3 o 4 coitos, ella tiene en su vagina unos 300 millones de espermatozoides (equipo A). El miércoles coincide con un ex novio. Ahorro detalles para que cada cual disfrute poniendo los propios, pero el clandestino encuentro acaba en otros 2 o 3 apasionados coitos y, debido al carácter morbosamente ocasional del mismo, el amante libera el doble de espermatozoides, unos 600 millones (equipo B). Ya tenemos los contendientes y el campo de batalla. ¿Están dispuestos para la retransmisión? ¡La guerra va a comenzar! ¡Bien, vamos allá!

Ajeno a su ligera ventaja, el equipo A coloniza la vagina ascendiendo por los canales de la mucosa, en busca de un único objetivo: el óvulo. Una galería de soldados rasos se encarga, con distintas misiones, de procurar el éxito. Los más conocidos, con su cabecita llena de fluidos y ADN, viajan empujados por los movimientos de látigo de su cola: son los
cazadores
de óvulos y buscan la zona de fecundación, donde esperarán aletargados a que el óvulo les despierte cuando esté listo para fecundar. También hay bajas: muchos van siendo expulsados con el reflujo femenino. Unos pocos son sustituidos por los espermatozoides que quedan en las criptas del cuello uterino, pero no son fecundadores sino
bloqueadores
, con 1 cabeza grande o 2, o 3, ¡o 4!, cuya misión es impedir que pasen espermatozoides tardíos, amigos o enemigos, al cuello uterino... ¿Hay apoyos?... ¡Sí, de todo tipo y misiones!: de cabeza pequeña sin ADN, de cabeza redonda, en pera, en pesa, irregular, de cola corta, de 2 y 3 colas, en ángulo recto, con mochilas de material celular... También vemos otros individuos vagando por aquí y por allá... ¿Quiénes son?... ¡Oh!, los temibles
asesinos,
merodeando en busca de espermatozoides de otros hombres para matarlos. No hay enemigo a la vista, pero aún falta para que el óvulo madure y se van produciendo más bajas por vejez... Los asesinos acompañan tranquilamente al último puñado de espermatozoides fecundadores hasta el útero... Pero, ¡alerta!, algo ocurre... Se detecta una frenética actividad química... ¿Sí? ¡Atención,atención! ¡Afirmativo!: ¡Otro ejército de invasores entra en busca del mismo objetivo! ¡Reorganización! ¡Posiciones de bloqueo y ataque! ¡Un acúmulo seminal, procedente del amante de la mujer, inicia su propia aventura! Los bloqueadores A se movilizan, pero quedan pocos y débiles. Cazadores, asesinos y bloqueadores B se dividen en dos: un grupo se dirige hacia el óvulo y otro a las criptas del cuello uterino, enrollan la cola y esperan acontecimientos... En otras zonas, asesinos A y B envenenan a los cazadores, pero aún falta lo peor: los asesinos se encuentran, se sondean con la cabeza y cuando detectan que son enemigos se pinchan veneno corrosivo... El espectáculo es dantesco: miles de parejas de espermatozoides A y B abrazados mortalmente... La proporción va 1000 a 1 a favor del equipo B, más fresco y entero... Sólo faltan unas horas para la ovulación... Todos los supervivientes siguen desplazándose hacia el oviducto, pero continúa la matanza: patrullas de asesinos vigilan las entradas por donde descenderá «el objetivo». Se producen más bajas... La mujer segrega glóbulos blancos que se suman a la actividad bloqueadora y favorecen al equipo A, pero continúa ganando el B... La proporción es de 100 a 1... ¡Atención!... ¿Qué ocurre?...¡Oh, no! ¡La mujer acaba de copular con su compañero y recibe otro aporte seminal! ¡La guerra vuelve a empezar, esta vez con ventaja para el equipo A! ¡Falta una hora para la ovulación y la masacre espermática es brutal: desplazamientos frenéticos, nuevas bajas y nuevos reclutamientos! ¡Apostar por un vencedor es realmente complicado! Pero sigamos observando: una avanzadilla moribunda de cazadores y asesinos se dirige hacia el ovu... ¡¿Qué es eso?! Parece una señal... ¡Sí! ¡Es una señal química que se transmite por el oviducto!: ¡¡La mujer está ovulando!! ¡¡Movilización!! ¡La señal está «despertando» a los fecundadores que permanecían en reposo y se desplazan en masa hacia la zona de fecundación! ¡Qué carrera de obstáculos, amigos! ¿Quién ganará?... ¡Alerta! ¡Hay otra carnicería entre los últimos espermatozoides! ¡¡Y el óvulo está llegando!! ¡¡¡La lucha es a muerte!!! ¡¡¡Quedan 3A y 1B!!! ¡¡¡La victoria parece clara: va a ser el marido quien consiga fecund...!!! Pero... ¡Un momento!... ¡El espermatozoide B parece volar, como si alguien lo llamara...! ¡Efectivamente! ¡Esto es increíble! ¡El óvulo está «eligiendo» y prefiere el esperma del hombre que hizo gozar más a la mujer... y... y... ¡¡¡¡y se hace con el premio!!!! ¡¡La vida ha vuelto a triunfar!!

P.S. La vida evoluciona y se manifiesta diversa mediante la selección y, en su azaroso acontecer sexual, el cuerpo femenino ha devenido estructura biológica para promover la guerra espermática, y la vagina
locus
para alojarla. Un reciente estudio inglés concluye que 1 de cada 25 personas existe porque los espermatozoides de su padre genético lucharon y vencieron a espermatozoides de otro/s hombre/s en el tracto reproductor de una santa cuyo cuerpo obedeció los más nobles dictados. ¿Algo que insultar?

¡¡UY, QUÉ SOLA ESTOY!!

Imágenes que circulan con la misma clandestinidad que la pornografía humana, muestran a vacas restregando su vulva contra un suelo pedregoso, a chimpancés hembra introduciéndose en la vagina ramitas con hojas que hacen frotar contra objetos verticales, y a hembras de puercoespín sentarse a horcajadas sobre un palo y luego correr, provocándose estimulación en el clítoris.

Podría parecer que la conducta «animal» de obtener placer solitario es el resultado de una espontánea y egoísta excitación sexual. Pero cualquier conducta que haya evolucionado como sexualmente excitante suele estar vinculada a la búsqueda del éxito en la reproducción y, por tanto, a los mandamientos de la santa madre Vida.

En alguna etapa de su trayectoria sexual, casi todas las mujeres se masturban hasta alcanzar el orgasmo. Se ha dicho que frecuencia y modalidad dependen de factores culturales, ambientales, morales o psicológicos, de ahí que popularmente se haya denominado «
vicio
» a tal práctica y «falta de macho» a la mujer que la practica. Pero ejemplos y experiencia demuestran que «macho» y «placer sexual femenino» están ancestralmente disociados, así que debe de haber razones de otra índole que inducen la búsqueda del orgasmo a través de la masturbación.

Hasta hace nada se creía que el orgasmo no tenía más función que la de dar placer. Pero el placer no es una función, sino una recompensa: cuando el cuerpo quiere realizar una determinada acción, consciente o inconsciente, genera un impulso de llevarla a cabo; si ese impulso se satisface, se siente placer. El orgasmo femenino es placentero
porque
tiene una función. Y ésta es la reproducción. Una mujer, por tanto, buscará un orgasmo cuando su cuerpo
sepa
que éste puede aumentar el éxito en la reproducción. Y a la inversa: no sentirá el impulso cuando el orgasmo pueda reducir el éxito.

Durante el clímax femenino, el útero se abre y se «sumerge» en la vagina varias veces. Este acontecimiento, en combinación con otros, proporciona la clave de las principales consecuencias de la masturbación:

1) La fase de excitación incrementa temporalmente el flujo de mucosidad producida por las glándulas uterinas. Siempre hay flujo, pero la estimulación acelera el goteo y el orgasmo produce el efecto de un estornudo: ¡¡aaaa... fuera, leñe!!, dejando las paredes vaginales lubricadas para un próximo acto sexual pero, sobre todo, llevándose consigo desechos como células muertas, espermatozoides viejos y organismos portadores de enfermedades.

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