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Authors: David Brin

Marea estelar (24 page)

BOOK: Marea estelar
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Había tres caminos concebibles para poder escapar de la trampa en que se encontraban: rescate, negociación y astucia.

El rescate era una imagen agradable. Pero la Tierra no disponía de efectivos suficientes para acudir a salvarlos. Junto con sus aliados apenas podría enfrentarse a una de las facciones pseudo-religiosas que luchaban sobre Kithrup.

Los Institutos Galácticos podían intervenir. Pero la ley exigía que el Streaker los informase directamente a ellos. El problema era que los Institutos tenían poco poder propio. Como débiles versiones de gobierno mundial en la Tierra, que había muerto en el siglo veinte, dependían de la opinión pública y de los reclutas voluntarios. La mayoría «moderada» podía finalmente decidir que el descubrimiento del Streaker les pertenecía a todos, pero Tom suponía que harían falta años para constituir las alianzas necesarias.

La negociación parecía una esperanza tan poco consistente como el rescate. En cualquier caso, Creideiki tenía a Gillian, Hikahi y Metz para ayudarle si llegaban las negociaciones con el vencedor de la batalla espacial. Para eso no necesitaban a Tom.

Quedaban la astucia, los recursos sutiles... encontrar un modo de bloquear al enemigo cuando el rescate y la negociación hubieran fracasado.

Ese es mi trabajo, pensó.

En aquella zona el océano era más profundo y oscuro que en la otra que distaba sólo cincuenta kilómetros hacia el este, donde cadenas de colinas metálicas crecían en los accidentados fondos a lo largo de los bordes de una placa de superficie. En el área donde habían auxiliado a la expedición de Hikahi, el agua contenía grandes cantidades de metal debido a una cadena de volcanes semiactivos.

En este área no había auténticas colinas de metal, y las islas formadas por volcanes apagados mucho tiempo atrás se habían ido desgastando bajo la superficie de las aguas.

Cuando Tom miró más allá del destrozado casco thenanio, y del surco de destrozos que había dejado tras de sí, descubrió un sosegado escenario, de una apacible belleza.

Impulsadas por la corriente, unas plantas enredaderas de color amarillo oscuro ondeaban como espigas de trigo desde la superficie, recordándole el color de los cabellos de Gillian.

Orley canturreó para sí mismo una melodía de un modo que pocos seres humanos podían intentar. Pequeños genes manipulados de sus fosas nasales reverberaron bajo su cráneo, difundiendo una sorda tonada en las aguas que lo rodeaban.

En el sueño, tu preocupación

Me toca,

Cuando despierto, ya no estás.

Desde lejos, yo

Te llamaré,

Y te tocaré mientras sueñas.

Por supuesto, Gillian no podía oír el poema que le dedicaba. Los poderes psi de Tom eran bastante limitados. Sin embargo, ella podría captar la sugestión. Había hecho cosas que a él le sorprendieron más.

La escolta de delfines se había reunido junto al trineo. Suessi estaba despierto y comprobaba la carga con la teniente Tsh't.

Tom se lanzó desde la cornisa, hacia el grupo. Cuando Tsh't lo vio, aspiró una rápida bocanada de aire de un domo y nadó para encontrarse con él a medio camino.

—Me gussstaría que reconsiderase sssu decisión —le suplicó al darle alcance—. Seré franca. Su presencia es buena para la moral. Si usted desaparece ssserá un duro golpe.

Tom sonrió y puso la mano en el costado de la fin.

Él mismo ya había calculado sus pobres posibilidades de regresar.

—No veo ninguna otra manera, Tsh't. El resto de mi plan puede ser desarrollado por otros, pero soy el único que puede cebar el anzuelo. Ya lo sabes. Además —hizo una mueca—, Creideiki tendría una oportunidad más para llamarme si no le gusta mi plan. Le he pedido que envíe a Gillian a reunirse conmigo en la isla de Hikahi con el planeador y los pertrechos que necesito. Si ella me dice que su respuesta es no, estaré de regreso en la nave antes que vosotros.

—Dudo que él diga que no —silbó Tsh't de forma casi inaudible, desviando la mirada.

—¿Cómo? ¿Qué quieres decir? Evadiéndose, Tsh't respondió en ternario:

Creideiki dirige,

Es nuestro Maestro.

Sin embargo imaginamos

Órdenes secretas.

Tom suspiró. Otra vez aquello, las sospechas de que la Tierra nunca permitiría partir a la primera astronave comandada por delfines sin una discreta supervisión humana.

Naturalmente, la mayor parte de los rumores giraban a su alrededor. Aquello resultaba molesto, pues Creideiki era un excelente capitán. Además, restaba valor a uno de los objetivos de la misión: hacer una demostración que estimulara la autoconfianza de los neo-fines por una generación.

Entonces en mi partida

Aprended una lección,

A bordo del Streaker

Está vuestro comandante.

Tsh't debía estar acabando el aire que cogió de la cúpula del trineo. Las burbujas se escapaban por su agujero soplador. Sin embargo, lanzó a Tom una resignada mirada y le dijo en ánglico:

—De acuerdo. Cuando Suessi se vaya, le pondremos a usted en camino. Nosotros seguiremosss trabajando aquí hasta recibir órdenes de Creideiki.

—Bien —asintió Tom—. ¿Y aún apruebas el resto del plan?

Tsh't se giró y sus ojos empequeñecieron.

Keneenk y lógica

Se unen para cantar

Su melodía.

El plan está entre

Nosotros y

Nuestro destino.

Haremos nuestra parte.

Tom se acercó y la abrazó.

—Sé que puedo contar contigo, dulce cazadora de peces. No estoy preocupado en absoluto. Ahora vamos a despedirnos de Hannes, así podré ponerme en camino. No quiero que Jill llegue a la isla antes que yo.

Se dirigió hacia el trineo. Pero Tsh't permaneció atrás un momento. Aunque el aire de sus pulmones empezaba a viciarse, se quedó inmóvil, viendo cómo él se alejaba nadando.

Sus chasquidos de sonar acompañaron al hombre en su descenso. Le acarició con sus sentidos auditivos y entonó un dulce réquiem.

Ellos lanzan sus redes para capturar

A los de Iki,

Pero tú estás allí

Para cortar las mallas.

Buen Andador,

Siempre estás

Para cortar las redes.

Aunque ellos tomen

En pago

Tu vida.

26
CREIDEIKI

El ánglico más puro, hablado con cuidado por un neodelfín, sería dificultoso para un humano acostumbrado sólo a comprender el inglés-hombre. La sintaxis y las raíces de muchas palabras eran las mismas. Pero un londinense anterior a los vuelos espaciales encontraría los sonidos tan extraños como las voces que los pronunciaban.

El modificado aparato respiratorio de los delfines los proveía de silbidos, chillidos, vocales y unas cuantas consonantes. Los chasquidos de sonar y muchos otros sonidos procedían de un complejo de cavidades resonantes en el interior del cráneo.

Al hablar, aquellas partes independientes a veces estaban en fase y a veces no.

Incluso en el mejor de los casos, había sibilantes extendidas, tes tartamudeadas y vocales gemidas. Hablar era un arte.

El ternario era para la relajación, las metáforas y los asuntos personales. Reemplazaba y ampliaba en gran manera el delfiniano primal. Pero el ánglico unía al neodelfín con el mundo de causas y efectos.

El ánglico era un lenguaje de compromiso entre las aptitudes vocales de las dos razas, entre el mundo del hombre y las agitadas leyendas del Sueño Cetáceo. Hablándolo, un delfín podía igualar a la mayor parte de los humanos en pensamiento analítico, considerar el pasado y el futuro, hacer proyectos, utilizar herramientas Y luchar en la guerra.

Algunos pensadores humanos se preguntaban, sin embargo, si regalarles el ánglico a los cetáceos había sido en realidad hacerles un favor.

Dos neodelfines podían hablar entre ellos el ánglico para concentrarse, pero sin importarles si los sonidos se parecían a las palabras inglesas. Tendían a las frecuencias inalcanzables para el oído humano, y las consonantes casi desaparecían por completo.

El Keneenk lo autorizaba. Lo esencial era la semántica. Si la gramática, la lógica de dos niveles, la orientación temporal eran ánglico, los resultados prácticos era lo que importaba.

Cuando Creideiki le pidió a Hikahi su informe, se expresó a propósito en una forma muy relajada de ánglico delfiniano. Así demostraba, por ejemplo, que su conversación era privada.

La escuchó mientras desentumecía su cuerpo, buceando y corriendo a lo largo de la piscina de ejercicios. Hikahi recitó su crónica de la reunión planetológica, aspirando la dulce fragancia del aire real en sus pulmones principales. De vez en cuando, hacía una pausa y nadaba junto a él a toda velocidad antes de continuar.

Sus palabras no se parecían nada al modo de hablar humano, aunque un intérprete especialmente competente hubiera podido traducirlas.

—...tenía un interés muy especial. De hecho, Charlie sugería que podríamos dejar aquí un pequeño equipo de estudio con la lancha incluso si el Streaker intenta escapar. Hasta Brookida está proclive a la idea. Eso fue lo que más me sorprendió.

Creideiki pasó frente a ella y soltó una rápida pregunta:

—¿Y qué piensan hacer si los dejamos atrás y luego somos capturados? —Se volvió a sumergir y nadó hacia la pared opuesta.

—Charlie piensa que él y su equipo podrían ser declarados no beligerantes, y lo mismo el grupo de Sudman y Sah'ot que está en la isla. Dice que existen precedentes. Así que, logremos escapar o no, parte de la misión quedaría a salvo.

La sala de ejercicios estaba en el anillo centrífugo del Streaker, diez grados por encima del lateral de la rueda. Los muros estaban sesgados y Creideiki debía tener cuidado con la poca profundidad en la parte de babor de la piscina. A estribor flotaba un montón de pelotas, anillos y complicados juguetes.

Creideiki nadó con rapidez bajo un grupo de pelotas y saltó fuera del agua. Giró mientras volaba por el aire y cayó de espaldas con un chapoteo. Aleteó bajo el agua y luego se mantuvo agitando la cola sobre la superficie. Respirando con dificultad, miró a Hikahi con un ojo.

—He estado considerando la idea —dijo—. También podríamos dejar a Metz y a sus informes. Apartarlo de nuestras colas sería tan satisfactorio como treinta arenques y un postre de anchoas —se dejó caer al agua—. Por desgracia, esta solución es inmoral e impracticable.

Hikahi parecía perpleja, intentando adivinar el sentido de sus palabras.

Creideiki se encontraba mucho mejor. La frustración, que había alcanzado su punto más álgido mientras escuchaba el mensaje de Tom Orley, empezaba ahora a disiparse.

Pudo, durante un rato, sobreponerse a la depresión que sintió cuando tuvo que acceder al proyecto del hombre.

Sólo faltaba conseguir la aprobación del concejo de la nave. Rezaba para que se presentaran con una idea mejor, aunque dudaba que lo hicieran.

—Reflexiona —le dijo a la teniente—. Declararse no beligerantes podría funcionar si nos matan o nos capturan, pero ¿y si nos escapamos llevándonos detrás a nuestros amigos ETs?

La mandíbula de Hikahi se abrió ligeramente, un gesto que había copiado de los humanos.

—Por supuesto. Lo comprendo. Kthsemenee está muy aislado. Existen pocas rutas de entrada y de salida. La lancha no podría, probablemente, regresar por sí sola a la civilización.

—¿Y qué ocurriría entonces?

—Que se convertirían en náufragos en un planeta mortal, con unos mínimos recursos médicos. Perdone mi imprevisión.

Hikahi dio un ligero giro, mostrándole la ventral izquierda. Era la versión civilizada de un antiguo gesto de sumisión, comparable al de un alumno humano inclinando la cabeza ante su profesor.

Con suerte, Hikahi llegaría algún día a mandar naves más grandes que el Streaker. El capitán y el maestro que habían en él estaban satisfechos con la combinación de inteligencia y modestia que ella presentaba. Pero otra parte de él tenía proyectos más inmediatos para la delfina.

—Bueno, tomaremos su idea en consideración. En caso que debamos adoptar el plan con toda rapidez, procura que la lancha esté aprovisionada. Pero también pon una guardia.

Ambos sabían que era una mala señal tener que adoptar medidas de precaución tanto en el interior como en el exterior.

Un anillo de caucho de brillantes rayas pasó flotando junto a ellos. Creideiki sintió el deseo de perseguirlo... lo mismo que deseaba empujar a Hikahi hasta un rincón y acariciarla con el hocico hasta que... Se contuvo.

—En cuanto a las futuras investigaciones tectónicas —dijo—, eso está fuera de dudas.

Gillian Baskin ha partido hacia tu isla para llevarle suministros a Thomas Orley y ayudar a Dennie Sudman en su estudio de los aborígenes. Cuando regrese, traerá muestras rocosas para Charlie. Esto lo dejará satisfecho. En cuanto a nosotros, creo que estaremos muy ocupados en cuanto Suessi vuelva con las piezas de recambio.

—¿Suessi está seguro de haber encontrado lo que necesitamos entre los restos del naufragio?

—Casi seguro.

—Este nuevo plan significa que tendremos que mover el Streaker. Si ponemos en marcha los motores, nos arriesgamos a ser descubiertos. Pero supongo que no hay otra alternativa. Empezaré a pensar en un plan para mover la nave.

Creideiki se dio cuenta de que aquella conversación no le estaba llevando a ningún sitio. Como mucho, faltaban varias horas para que llegara Suessi, y allí estaba él hablando con Hikahi en ánglico... ¡obligándola con su ejemplo a pensar con rigidez y prudencia! No era sorprendente que no obtuviera ningún indicio, ningún lenguaje corporal, ninguna sugestión que le permitiera saber por anticipado si era aceptado o rechazado.

Contestó a la delfina en ternario.

La moveremos

Bajo el agua

Hacia la nave naufragada

Que espera vacía.

Pronto, mientras las batallas

Todavía iluminan las tinieblas,

Llenando el espacio

Con ruidos calamarescos,

En el momento en que

Orley, Destruye-redes,

Muy lejos

Produce

Distracción.

Muy lejos

La verdad

Descifrará.

Provocando a los tiburones

Para salvarnos.

Hikahi lo miró. Era la primera vez que oía aquella parte del plan de Orley. Como muchas de las hembras de a bordo, Hikahi sentía un amor platónico por Thomas Orley.

Tenía que haber sido más suave al darle la noticia. O mejor aún, esperar un poco.

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