Misterio del gato desaparecido (15 page)

BOOK: Misterio del gato desaparecido
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CAPÍTULO XVIII
LA SEGUNDA DESAPARICIÓN

Fue Luke quien se lo dijo a los niños. Aquella tarde se asomó por encima de la tapia a eso de las cinco y media, con el rostro pálido y asustado, que los niños pensaron que acababa de recibir una azotaina o algo por el estilo.

—¿Qué ocurre? —le preguntó Daisy.

—«Reina Morena» ha vuelto a desaparecer —dijo Luke—. Sí, y en mis mismísimas narices igualito que la otra vez.

—¿Qué estás diciendo? —exclamó Fatty sorprendido— Siéntate y cuéntanoslo todo. Es extraordinario.

—Bien —dijo Luke sentándose en la hierba junto a los niños—, escuchad esto. Yo estaba rastrillando los senderos cerca de la casa de los gatos... ya sabéis cuánto llovió anoche, y los rastrillo siempre después de que ha llovido. Bien, pues esta tarde estaba yo rastrillándolos y mientras alguien robó a «Reina Morena», como os he dicho, en mis propias narices. ¡Y yo no vi a nadie!

—¿Cómo sabes que ha desaparecido? —dijo Larry.

—Pues la señorita Harmer tenía el día libre —explicó Luke—. Se marchó a las diez y regresó hará una cosa de diez minutos. En cuanto entró en la jaula lanzó un grito y dijo que «Reina Morena» no estaba allí.

—¡Cielos! —exclamaron todos—. ¿Fuiste tú también a mirar, Luke?

—Eso hice —replicó el muchacho—. Pero sólo estaban los otros gatos y no «Reina Morena». ¡Se escapó en mis mismísimas narices!

—¿Cómo sabes que se marchó mientras tú trabajabas por allí cerca? —dijo Fatty—. Pudo marcharse algunos minutos antes.

—No —repuso Luke—. Verás, ahora lady Candling siempre visita las jaulas antes de las tres, y habla de los gatos con la señorita Harmer. Pues bien, lady Candling fue a ver a los gatos a las tres, como de costumbre, y «Reina Morena» estaba allí.

—Tú dijiste que la señorita Harmer tenía el día libre —dijo Fatty—. De manera que «ella» no vería a «Reina Morena».

—No, ella no la vio, claro —repuso Luke—, Fue Tupping quien acompañó hoy a la señora cuando fue a ver los gatos. Ahora siempre que no está la señorita Harmer le acompaña él, y ella le da las órdenes para que se las transmita a la señorita Harmer. Yo estaba allí cuando lady Candling y Tupping fueron a mirar los gatos, y oí decir a Tupping:

«Ahí al fondo está «Reina Morena», señorita... fíjese en el anillo de su cola.» Así que la gata estaba allí a las tres.

—¿Y quieres decir que desde las tres tú estuviste muy cerca de las jaulas y no te alejaste para nada... hasta que regresó la señorita Harmer y descubrió que «Reina Morena» había desaparecido? —le preguntó Larry, y Luke asintió.

—Y ya sabéis lo que dirán —murmuró—. Volverán a acusarme. Yo fui el único que estaba allí la última vez, y el único que hoy ha estado por allí, pero yo no he tocado a «Reina Morena».

—¿Cómo descubrió la señorita Harmer que «Reina Morena» había desaparecido? —preguntó Fatty que se tomaba un vivo interés por todo lo que decía Luke.

—Pues cuando volvió Tupping fue a su encuentro para decirle que tenía la impresión de que uno de los gatos no estaba muy bien —dijo Luke—. De manera, que ante mis propios ojos, entró en la jaula mientras se acercaba la señorita Harmer, y cogió al gato que según él no se encontraba bien; y entonces la señorita Harmer llegó junto a él, y casi en el acto gritó diciendo que «Reina Morena» había desaparecido.

—¿Y Tupping no pudo haberla dejado escapar en aquel momento? —preguntó Larry.

—No —replicó Luke—. Yo no podía ver a Tupping dentro de la jaula, pero sí veía la puerta muy bien, y no salió nadie. En realidad estaba bien cerrada.

Todos guardaron silencio. Les parecía extraordinario que «Reina Morena» hubiera vuelto a escapar en las mismas narices de Luke. ¡Qué mala suerte que nuevamente fuera el único que estuviera trabajando en aquellos momentos cerca de las jaulas!

—¿Fue idea tuya el rastrillar los senderos cerca de la casa de los gatos? —le preguntó Fatty.

—Oh, no —replicó Luke—. Yo no hago nada por iniciativa propia. Tupping me da las órdenes cada día, y me dijo que me pasara la tarde rastrillando los caminos por aquella parte.

—La última vez estuviste allí todo el tiempo —dijo Pip—. Y esta vez también. La otra vez la señorita Harmer tenía el día libre igual que ahora. Entonces fue Tupping quien entró en la jaula de los gatos, y esta vez ha ocurrido lo mismo... me refiero cuando se descubrió la desaparición de «Reina Morena». La vez anterior fue con Goon... y ésta con la señorita Harmer. Hay muchas cosas exactamente iguales. Esto es muy extraño.

—Bueno, pues yo no cogí el gato ni la otra vez ni ésta —replicó Luke—. Sé que yo no he sido. Si hubiera sido yo me acordaría, ¿no? Quiero decir, que no me estoy volviendo loco, ¿verdad? No es posible que dejara escapar al gato y después no me acordara.

—Ni siquiera nos ha pasado por la imaginación —dijo Daisy—. Claro que la gente hace cosas así algunas veces, y luego lo olvidan, pero no he pensado ni por un momento que te ocurriera nada de eso, y que hubieras podido hacerlo tú, Luke.

—Éste es un misterio cada vez más complicado —exclamó Fatty poniéndose en pie—. Voy a saltar la tapia para inspeccionar. ¿Recordáis lo que encontramos en la jaula la última vez? Uno de los silbatos de Luke. Pues como todo parece resultar poco más o menos como entonces, ¡apuesto a que encontramos otro esta vez!

—¡No seas tonto! —exclamó Daisy—. Es sólo una casualidad, si algunas cosas son parecidas.

—Está bien —dijo Fatty—. Pero escucha, si encontramos uno de los silbatos de Luke en la jaula, tendrás que comprender que no se trata de una casualidad. ¡Lo habrán puesto allí a propósito! Bueno... iré a mirar.

Todos quisieron ir, naturalmente. De manera que saltaron la tapia acompañados de Luke. El muchacho estaba nervioso y «acoquinado», y no quería quedarse solo. El único en quedarse al otro lado de la tapia fue «Buster», a quien ataron a un árbol. Ladraba frenéticamente, y casi se estrangula tratando de liberarse de su collar, pero no lo consiguió.

Los cinco niños se acercaron a la casa de los gatos. No había nadie. Tupping y la señorita Harmer habían ido a dar parte de lo ocurrido a lady Candling. Tan sólo los gatos miraron a los niños con sus brillantes ojos azules. Bets los contó. Eran siete.

—¡Mirad! —exclamó Fatty señalando dentro de la jaula—. ¡Otro de los silbatos de Luke!

Era cierto... allí en el suelo estaba uno de los hermosos silbatos de Luke, quien lo contempló con asombro. Luego fue en busca de su chaqueta que estaba colgada de un árbol cercano.

—Deben haberlo cogido de mi bolsillo —dijo—. Lo tenía aquí para terminarlo. Era para Pip. Y alguien ha debido cogerlo.

—¡Y lo han dejado en el suelo de la jaula para que volviesen a sospechar de ti! —exclamó Fatty con pesar mientras contemplaba el silbato.

—¿Lo cogemos como hicimos la otra vez? —dijo Daisy.

—No creo que tengamos tiempo —replicó Fatty—. Mirad a ver si encontramos además alguna pista..., deprisa.

Los niños comenzaron a examinar los alrededores. Bets acercó su nariz a la jaula aspirando con fuerza.

—Se huele igual que la otra vez —dijo—. ¿Qué dijiste que era, Fatty? Ah, sí, olor a aguarrás.

Fatty muy decidido, aplastó su nariz contra la alambrada y aspiró.

—Sí, es aguarrás —dijo intrigado—. ¡Cielos! Esto es muy extraño. Todo se repite, ¿no es cierto...? el silbato en el suelo... el olor a aguarrás. Es el misterio más extraño de todos los que he tropezado en la vida.

—Fatty, supongo que eso no será una pista, ¿verdad? —exclamó Daisy señalando una gota redonda de pintura que había en una piedra junto al camino. Fatty la examinó.

—No creo —dijo cogiendo la piedra para mirar más de cerca la mancha de pintura.

—Luke pinta nuestros silbatos —dijo—. Probablemente esta gota se le habrá vertido a él. ¿Has pintado aquí tus silbatos alguna vez, Luke?

—No, nunca —replicó Luke al punto—. Siempre lo hago en el cobertizo donde se guardan los botes de pintura. Y de todas maneras yo no uso ese color castaño claro. Siempre empleo colores brillantes... rojo, azul y verde, pero nunca castaño.

—No puede ser una pista —dijo Fatty, pero se guardó la piedra en el bolsillo por si acaso.

En aquel preciso momento se oyeron pasos. Por el sendero se acercaban lady Candling, la señorita Trimble, Tupping y la señorita Harmer. Tupping se daba importancia, y las mujeres parecían nerviosas. La señorita Trimble no lograba conservar puestos sus lentes ni dos segundos seguidos.

Miraron al interior de la jaula al parecer con la vana esperanza de que «Reina Morena» estuviera allí a pesar de todo, y la señorita Harmer lanzó un grito.

—¿Qué ocurre? —preguntó lady Candling, y la señorita Harmer señaló el suelo de la jaula.

—¿Qué es eso? —dijo, y todos miraron.

—¡Oh! —exclamó Tupping en tono feroz—. Es uno de los silbatos que Luke anda siempre haciendo, ¡eso es! ¡Me gustaría saber «cómo» ha venido a parar aquí!

La señorita Harmer cogió la llave de la jaula y la abrió.

Tupping, después de recoger el silbato, se lo mostró a lady Candling.

—¿Es uno de los silbatos que tú haces, Luke? —le preguntó lady Candling.

Luke asintió con la cabeza. Estaba muy pálido. No comprendía cómo habría podido volver a escaparse «Reina Morena», ni cómo su silbato había sido hallado en la jaula.

—Luke ha estado haciendo silbatos para todos nosotros —intervino Fatty sacando uno de su bolsillo—. Supongo que debe ser nuestro, lady Candling. Podría serlo, ¿no?

—Pero ¿cómo ha ido a parar dentro de la jaula? —preguntó lady Candling intrigada.

—Es bien sencillo, señoría —dijo Tupping—. Este muchacho entró para llevarse el gato, como la vez anterior... y se le cayó el silbato sin que él lo advirtiera. Salió de la jaula, la cerró, volvió a dejar la llave en su sitio y se marchó con «Reina Morena».

—Ni siquiera sé dónde se guarda ahora la llave —replicó Luke.

—Por lo general la guardo en mi bolsillo; excepto los días que tengo libre —dijo la señorita Harmer—. Entonces se la entrego a Tupping. ¿Qué hace usted entonces con ella, Tupping?

—Yo también la guardo en «mi» bolsillo —repuso Tupping—, Pero esta tarde dejé la chaqueta por ahí, de manera que Luke pudo cogerla fácilmente. ¡Apuesto a que «Reina Morena» está escondida por aquí cerca en espera de que alguien venga a llevársela! Sé que si vuelve a admitir a este muchacho se arrepentirá, lady Candling. Es de razón que ocurra algo parecido. Le he dicho muchas veces al señor Goon...

—No me interesa lo que usted haya podido decirle al señor Goon —replicó lady Candling—. Esta vez pasaremos por encima del señor Goon e inmediatamente me pondré en contacto con el inspector Jenks.

Los niños quedaron encantados al oír aquello; pero, cielos, el buen inspector estaba ausente, de manera que tuvieron que avisar al señor Goon, quien llegó dándose importancia en busca de pistas, y para escuchar lo que todos tenían que decir.

Miró a los cinco niños con desconfianza, y luego a las jaulas como si de nuevo esperara encontrar un montón de pistas, pero allí no había nada que ver, excepto el silbato que lady Candling le había entregado.

—¿Habéis encontrado muchas pistas esta vez? —preguntó el Ahuyentador a Fatty.

—Sólo hemos descubierto un olor y una piedra manchada de pintura —dijo Bets, y los otros le miraron con tal ceño que la pobre niña casi echa a correr. ¡Oh, claro que no debía habérselo dicho al señor Goon! ¿En qué estaba pensando?

—¿Un olor? —dijo el señor Goon incrédulo—. ¿Y una piedra manchada de pintura? ¡Oh! ¿Queréis volver a burlaros de mí... esta vez con olores y piedras! Bien, permitid que os diga que esta vez no pienso creer en bolitas de menta, cordones de zapatos, cintas para el pelo, olores, «ni» piedras manchadas de pintura. Y recordad lo que os dije antes... si seguís entrometiéndoos en cosas que atañen a la ley, cualquier día tendréis un «disgusto serio», os lo aseguro.

Y dicho esto el señor Goon dio la espalda a los niños, quienes inmediatamente saltaron la tapia y fueron a sentarse para cambiar impresiones sobre aquel nuevo suceso.

—¡Bets! ¡Si serás tonta! —le dijo Pip—. Te mereces un buen «rapapolvo». ¡Descubrir nuestras pistas al Ahuyentador! ¿Es que te has vuelto loca?

—Debo estarlo —dijo Bets casi llorando—. No sé cómo he podido decírselo.

—No te preocupes, Bets —le dijo Fatty consolándola—. Precisamente «porque» se lo has dicho no te creerá, de manera que «si son» pistas, no importa. ¡Anímate!

—Realmente es un misterio extraordinario —dijo Daisy—. ¡El Misterio del gato desaparecido! ¡Adonde habrá ido... y «cómo» habrá desaparecido! ¡Cuánto me gustaría saberlo!

CAPÍTULO XIX
«BUSTER» DEMUESTRA SU INTELIGENCIA

—Lo más sorprendente es que todo es casi igual que la otra vez —decía Fatty—. Quiero decir, que Luke estaba allí cerca las dos veces... la señorita Harmer tenía el día libre... y el silbato fue encontrado en la jaula.

—Parece como si hubieran tenido que reunirse todas estas circunstancias para poder robar el gato —dijo Daisy—. Parece como si la señorita Harmer tuviera que estar fuera, Luke cerca..., etc., etc.

—Esta vez es inútil sospechar de nadie, aparte de Luke —dijo Larry—. El gato estaba en su jaula a las tres, puesto que Tupping y lady Candling lo vieron; y Luke estuvo junto a la casa de los gatos desde las tres hasta el regreso de la señorita Harmer, y entonces ella y Tupping entraron en la jaula descubriendo la desaparición de «Reina Morena».

—Y Luke dice, como dijo la otra vez, que nadie se acercó a la jaula, excepto él mismo, durante todo ese tiempo —exclamó Pip—. Bien, no tengo «la menor idea» de cómo pudieron robar a «Reina Morena».

Todos guardaron silencio. Otra vez se hallaban ante un misterio indescifrable... y sin solución... excepto que Luke fuese un ladrón muy estúpido y mentiroso. Pero ninguno de ellos podía creerlo.

Los niños continuaron charlando hasta que fuera hora de que Bets se acostase. Entonces se dieron las buenas noches y volvieron a sus casas.

—Mañana nos reuniremos aquí —dijo Fatty con voz apesadumbrada—. No es que nosotros podamos hacer mucho. Esta noche en la cama reflexionaremos a fondo para ver si encontramos alguna solución a este problema.

—Si por lo menos tuviéramos unas buenas pistas y varios sospechosos como en el otro misterio —dijo Pip—. Pero no podemos llamar pistas a un olor y a una gota de pintura sobre una piedra, ¿verdad?

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