Misterio del gato desaparecido (10 page)

BOOK: Misterio del gato desaparecido
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—Pues hemos pensado que sería un agradable paseo ir hasta allí y volver —dijo Larry—. Será mejor que nos marchemos ya. No volveremos tarde, mamá.

Fatty tuvo que ir a buscar su bicicleta, lo mismo que Bets y Pip. También dejaron ir a Bets, cosa que la alegró mucho, puesto que Farring no estaba muy lejos. Los niños pedaleaban alegremente.

De pronto, ante ellos, vieron a otro ciclista... muy corpulento y vestido de azul oscuro.

—¡Cielos! ¡Si es el viejo Ahuyentador! —exclamó Pip—. Que nadie le adelante. Tal vez tuerza en algún sitio, y entonces podremos continuar rápidamente nuestro camino hacia Farring.

¡Pero el Ahuyentador también tomó el camino de Farring!

—¡Vaya! Espero que no vaya también a ver a Jake —dijo Fatty contrariado—. ¿Creéis que habrá descubierto que Luke tenía un amigo en el circo? ¡Maldición! No podemos consentir que el Ahuyentador se nos adelante. Después de todo, tal vez ese Jake resulte una pista importante.

Entonces ocurrió algo inesperado. ¡Al señor Goon se le pinchó un neumático! Pasó por encima de un trozo de cristal, y la rueda posterior de su bicicleta se deshinchó de repente. El policía se arrimó a la cuneta lanzando una exclamación de enojo.

Después de apearse comenzó a sacar todas las herramientas apropiadas para remediar el pinchazo. Los niños pasaron junto a él sonrientes, y pedaleando muy deprisa. Fatty le saludó con la mano.

—¡Buenas tardes, señor Goon! ¡Lamento verle en un apuro!

El policía alzó la cabeza, y su asombro se trocó en contrariedad al ver a los cinco niños camino de Farring. Comenzó a remendar la cámara, y los niños siguieron adelante tranquilamente sabiendo que tenía que transcurrir por lo menos un cuarto de hora antes de que el Ahuyentador pudiera seguirlos.

—Allí están las tiendas del circo —dijo Bets cuando llegaron a la cima de una colina y comenzaron su descenso—. Y mirad cuántas jaulas también... y los carromatos. ¡Oh, qué emocionante!

Sí, era emocionante. Un elefante de gran tamaño estaba sujeto por una pata a un árbol corpulento. Cinco tigres rugían en una de las jaulas pidiendo su comida. Siete hermosos caballos eran montados por los mozos, quienes les hacían trotar por el campo para que hicieran ejercicio.

De todas las chimeneas de los alegres carromatos salía humo, y mil aromas distintos llenaban el aire.

—Riñones —dijo Bets frunciendo su naricilla.

—Salchichas —exclamó Daisy.

—¡Estofado! —dijo Fatty—. ¡Oooh! He merendado muy bien, pero no me vendría mal una buena cena.

—¿Cuál es nuestro plan? —preguntó Larry saltando de su bicicleta que dejó apoyada contra una cerca—. ¿Buscamos a Luke o preguntamos por Jake?

—Será mejor que no vayamos «todos» —dijo Fatty—. Creo que lo mejor será que vaya yo y pregunte por Jake.

—Esos tigres saldrán de sus jaulas en cuanto vean un bocado como tú y te devorarán —le dijo Larry—. Iré tan sólo «yo».

—«Yo» fui quien tuvo la idea de que Luke podía estar aquí —intervino Pip—. ¡Creo que soy «yo» quien debe ir!

—No discutáis y decidid pronto —les dijo Daisy impacientándose—. El Ahuyentador puede llegar de un momento a otro.

—Bueno, iremos todos menos Bets —dijo Larry—. No llamaremos la atención si damos una vuelta por ahí separados. Hay muchos niños, pero Bets será mejor que se quede aquí, vigilando las «bicis».

—«Vaya» —comenzó a decir Bets indignada—. ¡Me «gusta»! ¿Por qué he de ser yo la que me quede?

—Ya sabes que te dan miedo los tigres —dijo Pip—. Y también los elefantes. Cuando fuimos al zoológico no quisiste montar en uno. Y Dios sabe lo que puede haber en esa gran jaula de allí... osos enormes... supongo.

—Oh —exclamó Bets—. Bueno, me «quedaré». Pero de todas formas creo que sois «muy» malos conmigo.

La niña tenía los ojos llenos de lágrimas. Sabía que no iba a atreverse a entrar en el circo ella sola, pero alguno podía haberse quedado con ella ayudándola para vigilar las bicicletas.

Los otros saltaron la cerca y entraron en el campo. Allí se separaron tomando distintas direcciones con la esperanza de encontrar a alguien para preguntarle por Jake.

Fue Pip quien le encontró. Había preguntado a una niña descarada perteneciente al circo, si sabía dónde estaba Jake y primero le sacó la lengua, luego le insultó, y por último le señaló un hombre alto que estaba dando de beber a un caballo en un cubo.

Pip se acercó a él, y el hombre alzó la cabeza.

—¿Qué quieres? —le dijo.

—Escuche —replicó Pip—. Estoy buscando a un amigo mío que se llama Luke. Tengo un recado para él. ¿Está aquí?

—No —fue la breve respuesta del hombre—. Hace semanas que no le veo.

Pip estaba decepcionado.

—¡Oh! —exclamó—. Es que necesito hablar con él. ¿No sabe usted su dirección?

—No —volvió a decir el hombre—. No doy direcciones a entrometidos. Lárgate y cuídate de lo tuyo.

Fatty se había acercado al ver que Pip hablaba con un hombre.

—¿Es Jake? —le preguntó a Pip, y el niño asintió.

—Pero dice que hace semanas que no ve a Luke —explicó Pip.

—Somos amigos suyos —exclamó Fatty con fervor—. Créanos, por favor. Sólo queremos hablar con él.

—Ya os he dicho que no sé dónde está —replicó el hombre—. Y ahora marcharos de aquí y recordad lo que os he dicho, no he visto a Luke desde hace semanas.

Bets se quedó junto a las bicicletas viendo cómo los demás se alejaban por el campo. Estuvo vigilando por si aparecía el Ahuyentador, y esperaba que no se detuviera a preguntarle qué estaba haciendo allí. Decidió esconderse detrás de la cerca para que no la vieran los transeúntes.

De manera que pasó a través de los barrotes acomodándose lo mejor que pudo. Estaba muy cerca de un gran carromato. Alzó la cabeza y vio algo que la llenó de sorpresa. Alguien la miraba tras la cortinilla de encaje... ¡y ese alguien era Luke!

CAPÍTULO XII
OTRA VEZ LUKE

Bets permaneció sentada muy quieta conteniendo la respiración. La cortina se descorrió un poco más y la ventana se fue abriendo lentamente hasta que Luke asomó la cabeza.

—¡Hola, Bets! —dijo en voz baja—. ¿Cómo estás aquí? ¿Has venido a ver el circo?

—No —respondió la niña poniéndose en pie y hablando también muy quedo—. Nos enteramos de que tenías un amigo aquí, Luke, y deseábamos encontrarte y hablar contigo... así que pensamos que tal vez hubieses venido a reunirte con tu amigo.

—Es mi tío —dijo Luke—. No me gusta mucho, pero no tenía a nadie más a quien acudir. Comprende, tenía miedo de que me metieran en la cárcel por haber robado a «Reina Morena». Por eso me escapé.

—Pero tú no la robaste, ¿verdad? —le preguntó Bets.

—Claro que no —fue la respuesta de Luke—. ¡Como si yo fuera capaz de robar algo! Me asustaría demasiado. No es bueno estar solo. ¿Tú estás sola?

—No; los otros han venido también —contestó Bets—. Han ido a buscar a Jake para preguntarle si tú estabas aquí.

—Oh —exclamó Luke—. Bueno, yo no le he dicho nada del lío en que estoy metido... nada respecto a «Reina Morena», quiero decir. Tuve miedo de que si se lo contaba no me dejase esconderme aquí. Sólo le dije que me había enfadado con mi padrastro y que quería marcharme con el circo. Le enseñé las magulladuras de los golpes que me dio anoche mi padrastro, y dijo que me escondería hasta que el circo se marchara y que me llevaría consigo. Le conviene la ayuda de un muchacho fuerte como yo.

—¿Es que te pegó tu padrastro? —dijo Bets con gran simpatía—. ¡Oh, Luke, qué mal lo habrás pasado! Espero que los otros no digan nada a Jake del gato desaparecido; pero no creo que lo hagan. Pensaban decirle únicamente que querían darte un recado.

—Bueno, si le dicen que soy sospechoso del robo de un gato no querrá tenerme aquí, eso seguro —dijo Luke—. A la gente de circo no le gusta tener tratos con la policía. Tú no le dirás a nadie que estoy aquí, ¿verdad, Bets? Tengo que continuar escondido en este carromato hasta que el circo se vaya.

—No se lo diré a nadie... excepto a los chicos y a Daisy —replicó Bets—. Puedes confiar en mí. Oh, Luke, ¿quién crees tú que pudo robar la gata? Ya sabes que fue de cuatro a cinco... y tú estuviste allí todo el tiempo. ¿No viste a «nadie»?

—No, a nadie —dijo Luke—. Es un verdadero misterio.

—Oh, Luke... tengo que contarte algo muy curioso —dijo Bets recordando el silbato encontrado. Pero antes de que pudiera decir más, se oyeron voces, y Luke se apresuró a cerrar la ventana y a correr la cortina.

Pero eran sólo los niños y Daisy que volvían para reunirse con Bets, aunque muy desanimados.

—Todo inútil, Bets —dijo Fatty—. Hemos encontrado a Jake pero no ha querido decirnos ni una palabra de Luke. Dice que hace semanas que no lo ve.

—Pero de todas formas no puedo por menos de pensar que «sí» le ha visto y que sabe dónde está —prosiguió Pip—. Es desesperante... haber venido hasta aquí para nada en absoluto.

—¿Qué le ocurre a Bets? —exclamó Fatty mirándola fijamente—. Está sofocada y rabiando por contarnos algo. ¿Qué ocurre, Bets?

—Nada —respondió la niña—. Excepto que sé dónde está Luke, eso es todo.

Los cuatro niños miraron a Bets como si se hubiera vuelto loca de repente.

—¿Qué quieres decir? —exclamó Pip al fin—. ¿Dónde está?

Bets bajó la voz.

—¿Veis ese carromato rojo que hay ahí? Pues... está escondido ahí. Le he visto. Me estaba mirando por una ventanita, y he hablado con él.

—¡Cáscaras! —exclamó Larry—. Nosotros vagando por todo el campo buscando a Jake para no sacarle ni una palabra... mientras la pequeña Bets estaba hablando con Luke. ¿Queréis nada más gracioso?

Bets estaba radiante. ¡Qué suerte que se le ocurriera colocarse al otro lado de la cerca, sentarse precisamente junto al carromato color rojo! Ella lo sabía... pero de todas maneras no podía por menos de sentirse inteligente e importante.

—¿Le dijiste algo a Jake del gato robado? —preguntó Bets—. Porque Luke me dijo que no ha dicho ni una palabra por miedo a que Jake no quisiera esconderle. Sólo le dijo que se escapaba por culpa de su padrastro y le enseñó las señales de sus golpes.

—Claro que no dijimos ni una palabra del gato, tonta —dijo Pip—. Me pregunto si podríamos hablar con Luke. ¿Por qué ventana dices que te miró?

Bets se la indicó, y Pip silbó la tonadilla que Luke usaba siempre como señal. La cortina se movió ligeramente y los niños pudieron ver la cabeza de Luke. La ventana se abrió despacito.

—¡Hola, Luke! —le dijo Fatty en voz baja—. No hemos hablado para nada del gato con Jake. Escucha, ¿es que piensas marcharte de verdad con el circo?

—Sí —dijo Luke.

—¿Pero no crees que si huyes todos creerán que fuiste tú el que robó a «Reina Morena»? —exclamó Larry. Ya sabes que no es bueno huir de nada.

Se oyó cómo alguien se apeaba de una bicicleta al otro lado de la cerca... alguien muy pesado y que jadeaba. Los niños se miraron unos a otros y luego por encima del seto. Sí. lo que temían... era el señor Goon. Había reparado su pinchazo dándoles alcance.

—¿Son vuestras estas bicicletas? —dijo el señor Goon—. ¿Qué estáis haciendo aquí?

—Echando un vistazo al circo —repuso Fatty con tono cortés—. Esos tigres son preciosos, señor Goon. Tenga cuidado de que no se lo coman. Les gusta la cantidad.

El señor Goon lanzó un gruñido.

—Será mejor que os marchéis —les dijo—. Apuesto a que aquí no estáis haciendo nada bueno. ¿Habéis visto a vuestro amigo Luke?

—¿Luke? —dijo Fatty abriendo mucho los ojos—. Vaya, ¿dónde «está» Luke? ¿Es que acaso no está en casa de lady Candling? Nos gustaría hablar con él... si usted nos dice dónde está.

El señor Goon volvió a gruñir. Lo hacía muy bien y sus gruñidos eran muy potentes. A Fatty le hubiera gustado gruñir como él. Estaba seguro de que a sus compañeros de escuela les hubiera entusiasmado oírle.

—Largaos de aquí —volvió a decirles el señor Goon montado en su bicicleta—. Os entrometéis en lo que no os importa, y molestáis a la justicia.

Y se alejó saliendo por la puerta de entrada al campo.

Los niños no se atrevieron a hablar de nuevo con Luke y fueron en busca de sus bicicletas. Vieron que el señor Goon hablaba con alguien y luego se dirigía al lugar donde estaba Jake dando de beber a los caballos.

—¡Vaya, lo que pensábamos! —exclamó Fatty—. También se ha enterado de lo de Jake. ¡Espero que Jake no descubra el escondite de Luke cuando sepa que es sospechoso del robo de «Reina Morena»!

—Será mejor que nos alejemos de su carromato —dijo Pip—. Tal vez llamemos su atención. El viejo Ahuyentador es muy tonto, pero quizá se le llegara a ocurrir que nos interesaba este carromato por alguna razón especial.

Así que se marcharon dejando al pobre Luke en el carromato rojo. ¡Cómo les hubiera gustado poder hacer algo por él, pero no era posible! Su única esperanza consistía en que pudiera huir con Jake sin que nadie le descubriera.

—De todas maneras yo creo que ha escapado de la sartén para caer al fuego —dijo Larry mientras regresaban a casa—. No creo que con ese Jake sea mucho más feliz que con Tupping o su padrastro...

Cuando llegaron era ya tarde. Casi hora de que Bets se acostara.

—Será mejor que nos despidamos —dijo Larry deteniéndose en la esquina de la calle en que vivía—. ¡Nos veremos mañana!

—Buenas noches —le dijeron los otros siguiendo adelante, y dejando a Daisy y a Larry.

—Ahora te dejaremos a ti, Fatty —dijo Pip—. Escucha, ¿no es una pena que este nuevo misterio no nos conduzca a ninguna parte? Si Luke se marcha nunca sabremos quién ha robado a «Reina Morena».

—Sí; supongo que este misterio toca a su fin por lo que a nosotros respecta —dijo Fatty apeándose de la bicicleta ante su casa—. Si Luke se marcha, el viejo Goon tendrá que dejar sus pesquisas, y no espero que nosotros descubramos nada más. Es una pena.

—Adiós —le dijo Bets—, hasta mañana.

Y ella y Pip se alejaron por el camino. Cuando llegaron a su casa sonaba la campanilla llamando a Bets.

—Llegamos con el tiempo justo —dijo Pip—. ¡Esta noche seguro que no te riñen! ¡Felices sueños, Bets!

Bets fue a tomar su baño, y Pip a ponerse un traje decente. Mientras se cambiaba estuvo silbando alto, y se dio cuenta de que aquella melódica tonada era la que Luke silbaba siempre.

Pobre Luke —pensó Pip mientras se limpiaba las uñas—. Supongo que no volveremos a saber de él. Bueno, siempre le recordaré con cariño por esos magníficos silbatos que fabricaba.»

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