Misterio del gato desaparecido (9 page)

BOOK: Misterio del gato desaparecido
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—He pensado que sería conveniente decir a lady Candling que sentimos la pérdida de su gato, y preguntarle si ya lo han encontrado —dijo Pip, haciendo que su madre le mirara con extrañeza.

—De pronto te has vuelto muy educado y cortés, Pip —le dijo—. No puedo por menos de pensar que escondéis algo detrás de todo esto. Bueno, como yo me entere por lady Candling que habéis ido a molestar me enfadaré mucho.

Los niños corrieron a cambiarse de ropa. Bets tenía miedo de que Pip fuera a reñirle por haber dicho que iban a ver a lady Candling, pero no fue así.

—Compensaste el haber descubierto parte de nuestro secreto con ese gemido tan maravilloso —le dijo—. Casi creí que llorabas de «verdad», Bets.

Pronto se encontraron caminando por la avenida del jardín de lady Candling, y por el camino encontraron a Tupping que estaba cortando los setos, y quien al verles frunció el ceño.

—Buenas tardes, Tupping, ¡qué día tan hermoso! —dijo Pip imitando la cortesía de su madre—. Aunque yo creo que no tardará en llover, ¿no le parece? Sin embargo, la huerta lo necesita, estoy seguro.

Tupping lanzó un gruñido y continuó mirando al seto. Pip estaba seguro de que le habría agradado asustarle a él y a Bets, y sonriendo continuó su camino.

Los dos niños llegaron ante la puerta e hicieron sonar el timbre. Una doncella pizpireta les abrió la puerta muy sonriente.

—Por favor. ¿Está en casa lady Candling? —le preguntó Pip.

—Creo que está en el jardín —respondió la doncella—. Os acompañaré hasta la terraza y desde allí podéis ir a buscarla si queréis. Debe de estar cortando rosas.

—¿No han encontrado la gata todavía? —preguntó Pip mientras él y Bets seguían a la doncella hasta una terraza soleada.

—No —dijo la doncella—. La señorita Harmer está desesperada. Es un asunto muy extraño, y temo que haya sido Luke. Al fin y al cabo fue el único que estuvo cerca de los gatos de cuatro a cinco.

—¿No oyó o vio usted algo extraño ayer por la tarde? —preguntó Pip pensando que podía aprovechar la ocasión para hacerle algunas preguntas.

—Nada —respondió la doncella—. Veréis, lady Candling daba un té ayer tarde... vinieron nueve o diez personas... y la cocinera y yo estuvimos muy ocupadas todo el tiempo. No bajamos para nada al jardín de cuatro a cinco, pues tuvimos mucho quehacer. De haber bajado tal vez hubiésemos visto al ladrón. ¡Ah! ¡Fue un buen día para el ladrón... la señorita Harmer no estaba, Tupping tampoco, la cocinera y yo anduvimos ocupadas, y lady Candling en la casa atendiendo a sus invitados!

—Sí —contestó Pip—. Parece como si el ladrón lo supiese también y por eso realizó el robo tan fácilmente.

—Por eso tiene que haber sido Luke —dijo la joven—. Aunque siempre me ha gustado. Es un poco simple, pero siempre agradable. Y ese Tupping le tiene aterrorizado.

—¿Tampoco le gusta Tupping? —exclamó Bets.

—¡Es un hombre rudo y malhumorado! —dijo la joven—. Pero no digáis que yo os lo he dicho. La cocinera y yo preferiríamos que hubiera sido «él» quien se llevara el gato. Bueno ya he hablado bastante con vosotros. Id a ver si encontráis a la señora.

Pip y Bets penetraron en el soleado jardín.

—Por lo que nos ha dicho la doncella creo que podemos tachar a lady Candling, a la doncella y a la cocinera de nuestra lista de sospechosos —dijo Pip—, ¡Mira, ahí está la señorita Trimble!

La señorita Trimble iba hacia ellos, y Bets dijo a Pip en un susurro:

—¡Pip! ¡Contemos cuántas veces se le caen los lentes!

—¡Vaya, niños! —exclamó la señorita Trimble con su voz de pájaro dirigiéndoles una amplia sonrisa—. ¿Buscáis a lady Candling? Creo que he visto antes a esta niña... ¿No eres la que se llevó las matas de fresas? ¡Oh, qué risa, ja, ja!

Se rió y los lentes se le cayeron y quedaron balanceándose de la cadenita. Se los volvió a poner.

—Sí, ésa soy —dijo Bets—. Y «hemos» venido a ver a lady Candling.

—¡Oh, qué lástima! ¡Acaba de marcharse! —respondió la señorita Trimble—. ¡Tendréis que conformaros conmigo!

Volvió a reír y los lentes se le cayeron de nuevo.

—Dos —dijo Bets entre dientes.

—¿Sabe usted dónde está Luke? —le preguntó Pip pensando que sería una buena idea ir a verle si andaba por allí.

—No, no lo sé —fue la respuesta de la señorita Trimble—. Hoy no ha venido. Tupping está muy contrariado.

—¿Es que lady Candling ha despedido a Luke, señorita Tembleque? —preguntó Bets.

—Me llamo Trimble, no Tembleque —respondió la mujer—. No, lady Candling no le ha despedido. Por lo menos no lo creo. ¿No fue una pena que desapareciera ese gato tan precioso? Ya sabéis que yo le vi a las cuatro.

—Sí, iba usted con nuestra madre —dijo Pip—. Supongo que cerca de la jaula no verían a nadie más que a Luke.

—No, a nadie —respondió la señorita Trimble—. Luke estuvo allí todo el tiempo cavando de firme. Vuestra madre y yo estuvimos sólo unos minutos, y luego yo tuve que volver corriendo a ocuparme del té, pues quedaba aún mucho que preparar. Y hasta después de la reunión no tuve ni un momento libre.

—¡Entonces «usted» no pudo robar la gata! —dijo Pip riendo, y la señorita pegó un respingo que hizo saltar sus lentes, y su nariz se puso más encarnada que de costumbre.

—¡Qué gracioso! —exclamó tratando de desenredar los lentes que se habían enganchado en su cuello de encaje—. ¡Sólo el pensar en robar algo me produce escalofríos!

—¿Podríamos ir a ver los gatos, señorita Tembleque? —preguntó Bets.

—Creo que sí —fue su respuesta—. Mi nombre es Trimble, no Tembleque. Procura recordarlo. La señorita Harmer está con ellos. Iremos a verla. Venid conmigo, pequeños.

Y al echar a andar delante de ellos, los lentes se le cayeron una vez más y otra a los pocos pasos, así que Bets comentó en voz alta.

—Van cuatro veces.

—¿Cuatro veces, qué, querida? —quiso saber la señorita Trimble mirándola sonriente y sujetándose los lentes para evitar que se cayeran.

—No los sujete con la mano —le rogó Bets—. Estoy contando las veces que se le caen.

—¡Oh, qué niña más divertida! —dijo la señorita Trimble aunque parecía enfadada. Se sujetó los lentes con la mano, y Bets lo sintió. ¡Aquello no era justo!

Llegaron a la casa de los gatos, y allí estaba la señorita Harmer preparándoles la comida. Alzó la cabeza y su rostro rechoncho y antes alegre tenía entonces un aire preocupado.

—¡Hola! —les dijo—. ¿Venís a ver mis gatos?

—Sí —respondió Bets—. Señorita Harmer, ¿no es terrible que ayer robaran a «Reina Morena» mientras usted no estaba?

—Sí —replicó la guardiana removiendo la comida en la cazuela—. Ojalá no me hubiera ido. En realidad sólo tenía medio día de fiesta; pero el señor Tupping se ofreció para cuidar de los gatos si yo quería pasar todo el día fuera... así que le di las gracias y me fui, pero desde entonces no he dejado de reprochármelo.

—¿Dice usted que el señor «Tupping» se ofreció para cuidar de los gatos? —exclamó Pip lleno de asombro al pensar que Tupping pudiera prestarse a hacer algún favor a alguien—. ¡Cielos! ¡Eso no es propio de «él»!

—No, no lo es —respondió la joven riendo—. Pero yo tenía muchas ganas de ir a mi casa, cosa que no puedo hacer a menos de tener todo un día libre, porque mi casa está muy lejos. ¿Hacéis colección de billetes de tren? Porque el revisor no me pidió el billete cuando llegué a la estación anoche. Podéis quedároslo si queréis.

Pip hacía colección de billetes de ferrocarril y aceptó el que le daba la señorita Harmer.

—Gracias —le dijo, y lo guardó en el bolsillo pensando en la envidia que tendría Larry, puesto que también él los coleccionaba.

—Señorita Harmer, ¿usted cree que Luke robó el gato? —preguntó Pip.

—No, yo no lo creo —fue la respuesta de la señorita Harmer—. Es un poco tonto, pero muy honrado. Pero voy a deciros quién «puede» haberlo robado... ¡el amigo que Luke tiene en el circo! ¿Cómo se llama...? Jake, creo que es.

Aquello era una novedad para los niños. Luke nunca les había hablado de Jake. ¡Un amigo en un circo! ¡Qué emocionante! ¿Por qué no le había nombrado nunca?

—¿Vive cerca de aquí ese Jake? —preguntó Pip.

—Oh, no, el circo al que pertenece está actuando en el pueblo vecino... en Farring —explicó la señorita Harmer— Así que supongo que él no andará lejos. ¿Sabéis? «Reina Morena» resultaría maravillosa para un circo. Yo le había enseñado a hacer varias cosas.

La señorita Trimble se estaba impacientando porque era casi la hora del té. Lanzó dos o tres carraspeos corteses, y sus lentes no tardaron en volverse a caer.

—Será mejor que nos marchemos —dijo Pip—. Gracias por enseñarnos los gatos. No necesita acompañarnos, señorita Tembleque, saltaremos la tapia.

—Mi nombre es Trimble y no Tembleque —dijo la buena mujer dejando de sonreír unos instantes—. Ojalá procurarais acordaros. Y desde luego, no vais a saltar la tapia. Dejad que os acompañe hasta la puerta.

—Tupping está allí —le dijo Bets, y a la señorita Trimble se le cayeron los lentes en el acto, al oír mencionar al jardinero.

—¡Oh, bueno, si de «verdad» queréis saltar la tapia, no os lo impediré! —les dijo—. Adiós, queridos niños. Le diré a lady Candling que habéis venido.

—Se le han caído ocho veces —dijo Bets en tono complacido a su hermano mientras ambos saltaban la tapia—. Oye, Pip, ¿no te parece extraño que Luke no nos haya hablado nunca de Jake?

CAPÍTULO XI
UNA VISITA AL CIRCO

Aquella tarde, Pip y Bets iban a merendar con Larry y Daisy, de manera que subían la colina acompañados de Fatty y «Buster». Pip tenía mucho que contar.

—Luke no ha aparecido hoy —decía—. Es extraño porque lady Candling no le ha despedido, y lo que yo digo, ¿por qué no nos ha hablado nunca de Jake?

—Supongo... supongo que no es posible que «él» le dijera a Jake que se acercara a la casa de los gatos, y le diera la gata, ¿verdad? —dijo Larry—. Quiero decir... que sabemos que Luke no lo hizo... pero bueno, ¿qué pensáis los demás?

Por primera vez los niños comenzaron a dudar de Luke. Él no les había hablado de Jake. Y debía ser un hombre interesante, si vivía en un circo. Y después de todo, Luke fue el único que estuvo cerca de la casa de los gatos durante aquella hora.

—Pues yo sigo creyendo que no ha sido Luke ni su amigo Jake —replicó Bets testaruda—. ¡Ya lo sabéis!

—Ni yo —exclamó Daisy—. Pero me gustaría que esto no fuera tan complicado.

—La última vez fuimos mejores Pesquisidores —dijo Larry contrariado—. Pensar en las pistas y cosas que descubrimos, y en todos los sospechosos que interrogamos.

—Bueno —replicó Pip—. Puedo deciros una cosa... que podemos tachar a todos los sospechosos de nuestra lista. Estuve sólo una media hora en la casa vecina, pero he descubierto lo bastante para asegurar que ninguno de los que tenemos anotados en la lista ha robado a «Reina Morena».

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Fatty.

—Pues veréis, lady Candling tuvo ayer una reunión —dijo Pip— y es natural que no pudiera dejar a sus invitados para ir a robar su propio gato. La cocinera y la doncella estuvieron muy ocupadas todo el tiempo durante la merienda, así que también quedan descartadas. La señorita Tembleque tuvo también que ayudar, y estoy seguro de que lady Candling hubiera encontrado muy sospechoso si hubiera desaparecido durante diez minutos para robar el gato.

—Continúa, Pip —dijo Fatty—. ¿Dónde está nuestra lista de sospechosos, Larry? Tachémosles uno por uno.

—Y también podéis tachar a la señorita Harmer —prosiguió Pip—, porque ayer fue a su casa que está en Langston, a varios kilómetros de aquí, y mirad, aquí está el billete de regreso que me regaló porque el revisor no se lo pidió. Así que podemos borrarla también.

—Así quedan descartados todos nuestros sospechosos... excepto Luke —dijo Larry—. ¡Cáspita! Parece como si el ladrón hubiera sido un amigo de Luke, ¿no?... alguien que llegase sigilosamente, hiciera un guiño a Luke, y huyera con el gato en la confianza de que Luke no habría de delatarle. Ojalá pudiéramos encontrarle para preguntarle por Jake.

—Adivino dónde está Luke... ¡apuesto a que lo sé! —exclamó Pip—. Apuesto a que ha ido al circo... y que está con su amigo Jake. ¡Apuesto a que se irá con el circo también, cuando éste se marche!

Todos pensaron que Pip tenía razón. Claro que era allí donde debía estar.

—Escuchad, después de merendar cogeremos las bicicletas y nos iremos a Farring —propuso Fatty—. No tardaremos en encontrar las tiendas del circo... y si Luke está allí lo encontraremos.

—¡Buena idea! —exclamaron todos animándose ante la perspectiva de hacer algo interesante—. Vamos, merendaremos deprisa y nos iremos.

La señora Daykin (madre de Larry y Daisy) quedó sorprendida al ver con qué velocidad engullían la espléndida merienda que les había preparado, y les contemplaba estupefacta.

—¿Tenéis mucho apetito, o mucha prisa? —les preguntó—. ¿Es que ninguno de vosotros ha comido?

—Es que tenemos prisa, señora Daykin —dijo Fatty lo más cortésmente que pudo, y con la boca llena—. Después de merendar queremos dar un paseo en bicicleta. No iremos lejos.

—Hasta Farring —intervino Bets, quien recibió dos codazos en el acto, uno de Pip y otro de Larry.

Ambos temieron que hablara demasiado.

—¿Para qué queréis ir a Farring? —dijo la señora Daykin sorprendida, pues no sabía que estaba allí el circo—. No es un sitio muy bonito.

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